Muchas mujeres conocemos ese terrible dolor en el vientre que a veces no nos deja ni movernos de la cama, es ese anuncio de que ciclo menstrual llegó. ¡¿Yay?! A esto se suma que puede que salgan granos, duelan los pechos y otras partes del cuerpo, a que haya sangre, SANGRE, sangre y, en el caso de la mayoría, que se usen cientos de toallas sanitarias o tampones hasta que llegue la menopausia.
Nuestras acciones tienen un alto impacto en el medio ambiente y los productos de higiene femenina forman parte de la contaminación que llena la tierra y los océanos. Según un estudio realizado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), una mujer suele utilizar alrededor de 15,000 productos de higiene femenina durante toda su vida.
De estos, las toallas y tampones con aplicadores de plástico son los productos que más daño le hacen a nuestro planeta y, por desgracia, siguen siendo la opción número uno para muchas mujeres. Sin embargo, ya existen otras más amables con el medio ambiente como la copa menstrual, las toallas de tela y, ahora, los tampones con aplicadores reutilizables.
Tampón con aplicador reutilizable
Pequeño y sencillo, Alec Mills y Celia Pool, cofundadores de Dame, crearon un tampón con aplicador reutilizable con el fin de hacer más sencillo el proceso de utilizar el producto y reducir la contaminación que generan los productos de higiene femenina.
Incluyen tres tamaños distintos: regular, súper y súper plus. Es muy fácil de utilizar, el tampón se coloca en la parte superior del aplicador y con la parte inferior se empuja para que el algodón comprimido pueda introducirse en el cuello la vagina. Lo genial es que solo necesitas esterilizarlo, guardarlo en su funda y así estará listo para tu próximo uso.
Una de las razones por las que las mujeres prefieren los tampones con aplicadores de plástico sobre los que no tienen aplicador o tienen uno de papel es porque es más fácil y cómodo. Sin embargo, la parte más contaminante es justo ahora la que no tiene que desecharse, sino que se puede lavar, guardar y reusar.
Tampones orgánicos
Existen tampones con aplicador elaborados con fibra de algodón 100% orgánico. Estos no tiene químicos ni plásticos y lo mejor es que son hipoalergénicos y biodegradables. Algunas marcas fáciles de encontrar por internet son Organyc y Natracare.
Además de que pueden ser mejor para las mujeres sensibles a los materiales (rayón, pesticidas o fragancias) de las marcas más populares, son compostables y biodegradables.
via Denda
Calzoncitos desechables
Tampoco nos olvidemos de los tampones orgánicos de Thinx, una marca increíble que si no conocías te va a sorprender con todos sus productos de higiene femenina, un gran ejemplo es la ropa interior que crearon como producto para el ciclo menstrual.
via Thinx
Tampón reutilizable
Esta misma marca, propiedad de la empresaria estadounidense Miki Agrawal, creó RETA, un aplicador de silicón médico que mide igual que un lápiz labial. Es muy similar al de Dame, solo que es más pequeño.
Según la empresa, se asegura que tendrá una durabilidad de dos años. ¡Imagínate todo lo que ahorras en ese tiempo! Solo habrá que comprar tampones sin aplicador y listo. Menos dinero invertido en esto y menos contaminación.
via Thinx
Riesgos de usar tampones
No podemos olvidar que la principal preocupación al usar tampones es el llamado síndrome del shock tóxico. Lejos de ser una leyenda urbana, se ha comprobado que es una enfermedad rara y muy grave que provoca la toxina producida por la bacteria Staphylococcus aureus.
Y no es que el tampón sea un arma mortal, el problema es dejarlo más de cuatro horas en el cuerpo. Algunas de las precauciones que debes tener al usar tampones son que:
Pueden causar irritación.
Podrían afectar tu pH, provocando una infección bacteriana.
Es posible que se rompa el hilo y sea complicado sacarlo. Si esto ocurre, lo mejor siempre es acudir con algún especialista.
Ella es la mujer enfundada en sábanas térmicas que, como espejo, reflejan la luz solar frente al Monumento a la Revolución en la Ciudad de México o alguna calle de Nueva York. Es la que cuelga cabeza debajo de una tela en medio de un pastizal. La que se bañan la cara en sangre o raya una raíz de olor tan fuerte que obliga a llorar enfrente de todos.
Su arte vive en ella y lo comparte con el mundo exterior. Provoca sensaciones, no pretende ser totalmente entendido, pero sí percibido. La coreógrafa mexicana y artista multidisciplinaria Arantxa Araujo ha llevado su disciplina artística de aquí a Estados Unidos. Y entre otras facetas del performance, ha explorado los principios de la neurociencia y el arte para permitir que el público tenga experiencias que aumenten su conciencia.
Llegó primero a Boston para hacer una licenciatura y de ahí se mudó a Los Ángeles para concluirla. Esta ciudad la atrapó por un tiempo cuando trabajó en Fox Searchlight y en una agencia de publicidad. Ha vuelto por temporadas a México a trabajar y a mostrar su obra, pero su carrera ya está en el país vecino. Se mudó a Nueva York donde realizó una maestría en Columbia University, y desde entonces allí reside.
Después de ver la fuerza que imprime su trabajo, no pudimos quedar indiferentes a su obra. Por eso hablamos con Arantxa Araujo, una artista mexicana que destaca allá en eventos como ITINERANT Performance Art Festival, y en lugares como Judson Church con el programa de Movement Research, la Universidad de Columbia o Radiator Gallery, y en Brooklyn Museum, donde este julio presentará su obra como parte de Radical Women: Latin American Art 1960-1985.
Foto. Andrea Basteris
Estudiaste Neurociencia pero, ¿por qué elegiste el performance como medio de expresión?
Estudié Neurociencia del movimiento, en específico, porque en México estaba dando clases de yoga y haciendo teatro físico. Estaba interesada en cómo podía ser una mejor guía, una mejor maestra de movimiento y en cómo ser más eficaz al explorar el espacio con mi cuerpo. Poco a poco me fui interesando en el movimiento que realizamos durante el día, entonces me preguntaba cómo ese movimiento me estaba afectando a mí y quizá cómo podía afectar a un espectador, a alguien que está en el público.
Poco a poco empecé a encontrar literatura sobre neuronas espejo, muchos científicos que postulaban estas neuronas (como la neurona de la empatía) y cada vez me fui interesando más. Me interesa utilizar conocimiento que se genera en laboratorios, y utilizarlo en mi investigación artística. Es decir, usar descubrimientos, metodología, métodos, teorías que se usan en el mundo de la ciencia y aplicarlos a mi exploración desde el punto de vista artístico.
Cuando estoy en el estudio, trato observar atentamente y ser consciente de las variables ante una investigación, utilizando el método científico desde el punto de vista de arte. Esto es explorar el tiempo y espacio por medio del cuerpo, haciendo repeticiones para ver qué ocurre. Un fenómeno muy interesante es que al estar repitiendo conscientemente algún movimiento, el movimiento se convierte en una forma de meditación. Así empecé a darme cuenta de que básicamente todo el movimiento en repetición puede llegar a ser una meditación que te dé un buen de conocimientos sobre ti y la gente que te rodea.
Foto. Andrea Basteris
¿Cómo aplicas esto en un performance?
En octubre hice un performance público en Nueva York, sobre la calle 14, que duró 12 horas. Fue una caminata muy lenta, de este a oeste, de la avenida C a la avenida 11. El performance empezó en el momento que salió el sol y acabó con la puesta del sol. Yo caminé en un silencio espiritual para poder observar y percibir la ciudad sin necesidad de responder o hacer. La gente llegaba y me confrontaba y yo mantenía mi silencio y observaba mis impulsos. Esas horas para mí fueron una meditación para darme cuenta de un montón de cosas, que solo con la duración pude ver, un entendimiento de mí en ese momento, del tiempo y del espacio.
Foto. Andrea Basteris
¿Cómo es ese proceso entre tener una idea y bajarla a un performance?
Creo que como mujer mexicana viviendo en Estados Unidos hay temas que me llaman más. Hay situaciones o construcciones sociales y/o políticas que me empujan a hacer/decir algo. Me sacuden y, para mí, una forma de levantar la voz es el performance, donde intento exponer/concientizar/lidiar/entender/protestar. Con mi performance me interesa crear experiencias, aunque no se entienda racionalmente en el momento, pero que exista una reacción e invitar al individuo/público a crear su propio significado.
Hice otro performance donde yo rayaba horseradish (una raíz picante) y esta generaba secreción de lágrimas y mucosa. Los ojos se me pusieron muy rojos, se me inflamó toda la cara en las tres horas que duró. La gente se paraba y quizá se preguntaba “¿por qué está haciendo ella esto?”. Y quizá no llega en ese momento la respuesta, pero tal vez después vean a una persona trabajando en la cocina y logren un mayor entendimiento y apreciación por lo que está pasando ahí.
Se trata de dar, por medio del arte, un entendimiento a algo que ven todos los días, que normalizamos y debido a eso, no vemos más allá. Cuando se saca de contexto a alguien que raya horseradish de una cocina a una Universidad y detalladamente se ve lo que está haciendo esa persona, es increíble.
Es lograr investigar cada acción que hacemos, sacarla de lo normal y reentenderla.
Foto. Andrea Basteris
¿Y cómo se siente para ti hacer un performance?
En Nueva York no hay nada que te sorprenda, ¿sabes? Ir a Times Square es estar sobreestimuladx visualmente, hay un montón de ruido y la gente está corriendo de un lugar a otro todo el tiempo. El performance que hice ahí no sabía si iba a funcionar, yo no sabía si la gente se iba a tomar un segundo o una hora de su día y se iba a quedar viendo algo, contemplando. Para mi sorpresa, mucha de la gente participó, aunque fuera preguntando “¿qué está haciendo esta loca?” o “qué lindo se mueve el papel” o llegaran a decir un comentario en el oído súper acertado, como “oye, yo sé que no puedes hablar, pero te quiero agradecer por darte este momento para que podamos nosotros entender el tiempo…”. Que te digan algo así es como “¡Oh, wow!”.
Hay todo tipo de reacciones, pero a mí no me importa la respuesta. El chiste es que la gente se active en cierto momento. Que esté presente en un momento dado y se dé tiempo de ser, estar y percibir.
Entonces, para hacer un performance, ¿tienes una idea y de ahí lo desarrollas, ves cómo lo vas a hacer, o surge espontáneo?
Cada performance que creo es distinto. A veces tengo ideas, tengo una necesidad de hacer algo. Tengo, no sé, una idea de algo con cerezas y tengo la idea rondando en mi cabeza, hasta que encuentro cómo usarlas. O al revés, por ejemplo ahorita acabo de escribir una propuesta para una convocatoria que se llama “Reflejo civil”, es como un estudio de nosotros como personas civiles, en la sociedad, en nuestros roles. Es una propuesta muy específica donde te piden un performance para una temática, yo lo escribo pensado para ello y lo trabajo de distintas formas.
Foto. Andrea Basteris
También eres activista, ¿cómo has llevado el arte a esta faceta de tu vida?
Más bien, creo que los temas a los que yo me aficiono más en mi arte se prestan mucho al activismo. Cuando se habla de migración, hagas lo que hagas va a ser un acto político. Si se toca el tema de feminicidios en una obra, va a ser un acto político. Al presentar a la mujer como una fuente de luz, se está yendo en contra de un patriarcado de años. Es un activismo por medio de una acción.
¿Cuál es la diferencia que has sentido entre ser artista en Estados Unidos y México?
En verdad, he vivido la mayoría de mi vida adulta en Estados Unidos, entonces me es difícil comparar. Pero lo que puedo decir es que en Nueva York he encontrado una comunidad muy cercana que se preocupa por el otro, que ayuda a crecer al otro, que crea y comparte oportunidades. Esto hace que existan muchas oportunidades.
Por ejemplo, en verano viene una exhibición al Brooklyn Museum que se llama ‘Radical Women Latin America Art’, con arte de 1960 a 1985. Hicieron una convocatoria para artistas contemporáneas para responder a piezas del museo. Yo apliqué y voy a presentar en julio un performance respondiendo a una pieza de una artista que se llama Martha Araujo —tiene el mismo apellido que yo, pero no hay parentesco. Se trata de presentar a la mujer como una fuente de luz en las sociedades y como fuente de comunidad. Y con ello darle luz a todas estas mujeres que muchas veces no se les daba el espacio para enseñar su arte.
Foto. Andrea Basteris
¿Has sentido algún tipo de presión por ser migrante en Estados Unidos?
Sí, muchísimo.
¿Cómo qué?
Recién me mudé a este departamento en el que vivo ahora, hace cuatro años. Entraron a robar mientras yo estaba dormida. Mi casa es muy chiquita, es como un estudio. Salieron por la ventana y yo no me desperté. Llamé a la policía, llegaron a mi casa, me empezaron a preguntar qué pasó y ellos pensaron que yo era francesa. Al verme francesa, todo bien, me creían lo que decía, uno de ellos hasta me empezó a tirar la onda, y de pronto me preguntan “¿de dónde eres?, ¿tienes tu pasaporte?” y yo digo “sí, soy de México, aquí está mi pasaporte”. De la nada, cambiaron su actitud conmigo así como “esta historia está muy rara”, “¿cómo no te pudiste despertar en tu pequeño departamento?”. No podía creerlo, le dije “hacía un segundo me estabas tirando la onda. Te digo que soy mexicana y no me crees”. Solo por ser mexicana perdió credibilidad mi palabra. Estaba enfurecida.
Tres semanas después agarraron a las personas que habían entrado a mi casa, hasta entonces el policía creyó que sí dije la verdad.
¿Y has hecho algún performance al respecto de este tema?
Si, varios. Hice uno llamado “Building Bridges Not Walls” que presenté dos días antes del que Trump fuera electo. Este hablaba sobre el muro del que tanto habló, y los múltiples intentos de superar obstáculos en la vida. También hice otro llamado POP —sobre el maíz, la violencia y la cultura pop.
Estoy haciendo un proyecto en un restaurante donde básicamente estoy viendo las condiciones del migrante aquí. El trabajo que más hacen los mexicanos cuando llegan a Nueva York es estar en las cocinas. También al servir, me doy cuenta de las actitudes del público en general ante una mexicana. Y a raíz de este trabajo, he hecho dos performances sobre acciones repetitivas en la cocina y el efecto en el cuerpo y mente del que realiza la acción.
Foto. Andrea Basteris
¿Qué otras performanceras nos recomendarías seguir?
Uy la lista es larga, mencionaré varias:
Mayra Duarte, también mexicana, que tiene un colectivo que se llama Dance to the People. Justo en noviembre, nos invitaron a las dos a presentar nuestras obras en Huerto Roma Verde en México y estuvo la semana pasada en Performática con su compañía.
También está Valeria Aviña, vive en Nueva York. Justo la vi en una obra en un teatro en Tribeca que se llama ‘The Flea. Hizo un proyecto muy padre basado en el Chapulín Colorado que se llama HeCHas en México con otras dos mujeres increíbles : Jacqueline Guillen y Georgina Escobar.
Hace un par de años trabajé con Katiana Rangel de Brasil y hace un trabajo súper interesante. El otro día vi su trabajo en Grace Exhibition Space, que es un lugar de performance en Brooklyn, e hizo un performance que hablaba cómo fue su pasado y sus ancestros indígenas en Brasil; se sacaba sangre y se la untaba en la cara.
Conocí el año pasado a Ana Laura Ramírez Ramos y me parece una artista increíble. Tuvimos la oportunidad de hacer un performance en La Mama sobre violencia de género y feminicidios. Ahora radica en México y tiene una compañía que se llama Parafernalia Teatro.
La forma en la que concebimos las relaciones románticas se forja a través del tiempo y la influencia de varios factores. Por ejemplo, la relación de nuestros padres, la sociedad que nos rodea, la religión con la que nos educan, la época en la que vivimos y las películas que vemos.
Yo, como muchas otras personas, crecí creyendo esta idea de que el amor “verdadero” es para siempre, que sucede como por arte de magia y una vez que encuentras a tu media naranja nada podrá separarlos. Ese amor romántico que vemos en The Notebook o las películas de Disney; que es difícil, pero que supera todos los obstáculos; que resiste; que se aferra, en el que dos personas son una, en la que hay frases como «me muero sin ti», «te amaré por siempre» o «eres mi vida». El amor romántico es el que cree que sólo hay una sola persona en el mundo perfecta para ti, con la que vas a tener hijos y finalmente llegar a la vejez.
Obviamente, la realidad no se tardó en darme no una, sino varias bofetadas. Primero con el divorcio de mis padres cuando tenía unos 12 años. Después, a los 14 con mi primera rotura de corazón… y luego a los 16 con la segunda. Fueron momentos en los que sentía que el corazón genuinamente me dolía, me sentía perdida y que jamás podría encontrar el amor de nuevo o que seguramente era una prueba que en un futuro debíamos de superar.
Sí, ya sé, qué oso…
Afortunadamente los años pasaron y mi mente poco a poco se liberó de tantas inseguridades y dependencias emocionales. Con cada noviazgo que terminaba descubría que no sólo no me había muerto por desamor, sino que cada nueva relación era más honesta y madura que la anterior. Me ayudaba a encontrarme y crecer como persona, pero sin sacrificar mi esencia ni fusionarla con la de alguien más.
A base de romper con ciertas creencias y ser más sincera conmigo misma he logrado dejar de lado ese concepto del amor romántico idealizado para dar lugar a relaciones de pareja mucho más satisfactorias y felices, que –ojo– no por no ser una versión del amor Hollywoodense significa que no estén llenas de arrumacos y cursilería. Lo hay y mucho, pero al menos no existe un sentido de posesión, celos o miedo existencial a que la relación termine.
Estas son las 5 grandes lecciones que he aprendido desde que dejé de basar mis relaciones en el amor romántico.
1. No necesito a nadie más para ser feliz
Eso de la media naranja es una falacia, porque ni estoy incompleta ni nadie va a llegar a salvarme. Sí, por supuesto que es increíble compartir tu vida con alguien y sentirte acompañada, pero nuestra felicidad no puede depender de ello.
Platicando al respecto con personas de diversas edades y situaciones sentimentales (solteras, casadas, divorciadas, etc) descubrí que la idea que tenemos de que una persona no puede ser genuinamente feliz si no está en una relación no es regla general, y que hay muchas formas de construir conexiones íntimas y profundas con personas con las que no necesariamente tenemos algo romántico o sexual.
2. Soy un individuo en una relación
Tras más de tres años de relación e incluso viviendo juntos, mi actual pareja y yo no nos hemos fusionado en “uno solo”, como muchas veces pensé que debía ser. No somos una especie de ente indivisible, sino más bien un equipo. La suma de 1+1, que lo mismo funciona de manera independiente y autónoma.
Nos amamos, pero somos conscientes de que también necesitamos nuestros momentos a solas, nuestros secretos y espacios personales. Por eso procuramos tener algunas salidas o viajes solos o cada quien con sus amigos, así como respetar nuestros celulares o computadoras. Son límites sanos que nos permiten conservar nuestra individualidad en una vida compartida.
3. Nadie me pertenece y yo no le pertenezco a nadie
No podemos retener a nadie contra su voluntad ni esperar que una sola persona cumpla y se acomode a nuestras expectativas para toda la vida. Cuando entiendes eso, los celos prácticamente desaparecen, pues depositas tu confianza en que la persona con la que estás tendrá la honestidad suficiente para decirte si en algún momento dado ya no quiere seguir contigo.
Somos individuos que están en constante evolución y a veces nuestras nuevas facetas se desajustan tanto de las personas que están a nuestro lado, que es válido decir adiós y seguir adelante. Antes que un compromiso con cualquier persona, lo tenemos con nosotros mismos.
4. El fin único de una relación no es el matrimonio.
He escuchado a varixs amigues decir que no quieren “perder el tiempo” en una relación con alguien que no quiera casarse. Y está bien, cada quien tiene sus metas en la vida y eso es muy respetable, pero personalmente me parece una carga sumamente pesada para ponerle a una relación que muchas veces ni siquiera ha comenzado.
Mi pareja y yo hemos optado por hablar de manera periódica sobre cuáles son nuestras opiniones sobre el matrimonio y de momento ninguno de los dos está interesado en ello, pero no por eso sentimos que estar juntos sea una mala inversión.
Creemos que el imperativo para estar juntos no recae en la promesa de un «para siempre», sino en la felicidad que compartimos hoy y ahora.
5. No existe solo una persona con la que seamos compatibles
Es cierto que hay muchísimos ejemplos de personas que se conocen y están juntas, enamoradas y felices toda la vida. ¡Eso es maravilloso! Pero no tiene-que-ser-así para todos. La gente se enamora y desenamora en muchísimas etapas distintas de la vida y es perfectamente válido, somos seres cíclicos.
Lo que dicen de que “el mar está lleno de peces” es cierto y es MUY probable que seamos perfectamente compatibles con muchas personas. Hay momentos en los que podemos elegir estar con una en específico o bien abrirnos a nuevas oportunidades.
Cuando se acerca Mercurio retrógrado comienzan a regarse por las redes sociales todo tipo de recomendaciones y los “¡aguas, cuidadito!” para todo lo que se haga en estas fechas. Seas o no creyente de la astrología, toma tu calendario o agenda y anota estas fechas (por si las moscas):
23 de marzo-15 de abril: desde los 17º – 5º de Aries
26 de julio-al 20 de agosto: desde los 23º – 11º de Leo
17 de noviembre- al 6 de diciembre: desde los 13º de Sagitario a los 27º de Escorpión.
En la primera etapa del año, Mercurio retrógrado caerá en los signos de fuego (Aries, Leo y Escorpión), lo cual indica que habrá potencial afectación en las áreas que más nos apasionan y, por lo tanto, es posible que provoque más conflictos de lo habitual. Pero no te apures, aún estás a tiempo de salvarte de las malas decisiones.
Si no sabes qué demonios es esto de Mercurio retrógrado, consultamos a una experta. Dominique Peralta, astróloga y fundadora del sitio Bajo la Influencia, nos lo explica mejor.
¿Qué es Mercurio retrógrado?
Sucede cada tres o cuatro veces al año y dura aproximadamente tres semanas. En la mitología griega, Mercurio era el mensajero de los dioses, por eso, lo que rige en las cartas y en la astrología son todos los procesos intelectuales, racionales; es cómo desciframos al mundo y las ideas.
Cuando se pone “retrógrado”, en realidad no retrocede o se va hacia atrás. Lo que ocurre es que, desde nuestro punto de vista antropocentrista, es que lo vemos irse hacia atrás, porque en nuestra óptica vamos más rápido. Es como cuando en la carretera vamos manejando a 80 km/hr y le aceleramos a 100, la camioneta de al lado que va a 80 parece que se fue para atrás, aunque no es así. Pero ese es el efecto que causa sobre su órbita.
¿Qué influencia supuestamente tiene en la vida humana?
En Mercurio ese aparente retroceso, por ser el planeta que rige los temas de comunicación, intercambios, el pensamiento, cómo formulamos las ideas, la comunicación, etc., es como si todo eso se pusiera en pausa. Esto genera confusión, malos entendidos, decisiones tomadas de forma equivocada, a que se confunda y se malinterprete la información. Por lo mismo, que se tomen decisiones no muy acertadas.
El estado mental está como en una nebulosa de información y es por eso que se ha convertido en uno de los movimientos astrológicos pop más importantes. De ahí que a muchxs les digas “entró Mercurio retrógrado” y piensen “¡ay, qué horror!”, aunque no sepan qué es. Es una pausa mental, no es tan grave.
Este fenómeno de “retroceso” le ocurre a otros astros, ¿por qué Mercurio es el más escandaloso?
Sí, sucede con todos los planetas. Otros famosos son Marte o Jupíter, pero Mercurio es el más importante en cuanto al efecto que tiene. Esto porque rige las transacciones, las maneras en como entendemos las cosas y, por eso, el cómo actuamos en el mundo se ve muy afectado. Las malas decisiones tomadas en esta etapa nos pueden llevar a arrepentirnos.
Un ejemplo es firmar un contrato de arrendamiento sin leer las letras chiquitas. Si esto ocurrió en Mercurio retrógrado, es más posible que haya consecuencias graves, como no entender ciertas cláusulas que pueden ser molestas en el futuro (estacionamiento, el pago de servicios no descritos) y que afecte algo que podría haber sido muy sencillo.
Otro es aceptar un trabajo y firmar un contrato laboral en términos que no eran los que se creían.
Entonces, las promesas o acuerdos que aceptamos en estas fechas no suelen ser lo que esperábamos o habíamos establecidos. No se recomienda hacerlo porque hay más posibilidades de que nada salga como esperábamos.
¿Recuerdas algún evento mundial importante que creas que haya recibido la influencia de Mercurio retrógrado?
Las elecciones presidenciales del año 2000 en Estados Unidos. Fueron el 7 de noviembre, es el día en que Mercurio se puso directo, pero también cuando ocurrió el recuento de las votaciones; ya que la diferencia entre Al Gore y Bush era tan pequeña tuvieron que rehacer el conteo.
Florida era el estado que definía la elección, pero fueron varios que no arrojaron resultados satisfactorios (confusión con la información) por lo que la decisión la tuvo que tomar la Suprema Corte. Cortesía del entorpecimiento en la comunicación por parte de Mercurio, varias cadenas televisivas declararon ganadores a ambos candidatos, una a Bush, otra a Al Gore y así sucesivamente.
Total confusión. La decisión se tomó a un mes después (retrasos), que es cuando se declaró ganador a Bush.
¿Qué podemos hacer para evitar su influencia?
No se puede evitar porque su influencia ahí está. La vida no se detiene porque Mercurio esté retrógrado, porque ha estado así miles de veces y ni cuenta nos hemos dado. No podemos llenarnos de pánico y dejar de hacer lo que nos toca.
Lo que sí es importante es tener información y usarla en beneficio. Por ejemplo, tratar de que las cosas sucedan en otro momento. Los consejos más importantes son:
No firmar un contrato importante, porque se pueden pasar detalles importantes que nos afecten a futuro.
No firmar un contrato laboral. Porque a lo mejor se aceptan condiciones que no se van a cumplir o que no se dicen claramente las responsabilidades. Y esto puede ser perjudicial.
No iniciar un proyecto nuevo. Mercurio retrógrado es un buen momento para generar ideas, pero no para hacer LA presentación, porque a lo mejor se dejan de fuera detalles importantes o la gente no lo va a entender.
No cambiar de banco, proveedores, servicios en ese momento porque se puede pensar que son de una manera y decepcionar después.
No comprar computadoras o instalar software. Mercurio rige estas entidades y puede haber todo tipo de malos funcionamientos. Hacer un backup de información es mejor idea en este periodo, pues puede haber problemas con aparatos electrónicos.
No comprar un coche, porque Mercurio rige la transportación. Puede que no sea un coche que no salga lo bien que pensabas.
No hacer, rentar o comprar una casa de ofertas apresuradas. Bueno, eso siempre, pero más en esta época.
No hacer cambios drásticos en la apariencia, porque la claridad en las decisiones es turbia.
*Si esto se puede hacer antes o después de Mercurio retrógrado, hay menos posibilidades de fracasos.
¿Qué sí se debe hacer?
Es un buen tiempo para investigar, para tomarse el tiempo de analizar todas esas decisiones que queremos tomar. También es una buena etapa para muchos aspectos con el prefijo «re»: retomar un proyecto, reanudar una amistad, revisar las cuentas, releer un libro, reflexionar sobre una idea.
En Mercurio retrógrado puede que te reencuentres con una expareja, exjefe, excompañera o excompsñero. Así también, si una mascota se fue en esa etapa, es más probable que regrese. Así que no todo es malo. Es un momento para ir hacia adentro, para volcarse en la reflexión.
¿Y qué hay de las personas que nacieron en Mercurio retrógrado?
Suelen ser personas más dadas a descifrar la información más a profundidad, están más armadas racionalmente, analizan las decisiones con tiempo, reflexionan más sobre sus actos. Tienen un proceso mental más profundo.
Cambiarse de país nunca es fácil, dejas atrás amistades que te gustaría conservar por siempre, pero a veces la distancia puede más que nosotrxs. He pasado por amistades de años que se han convertido en bonitos recuerdos –ahora solo me envían cadenas por WhatsApp. Suena triste, lo sé. Sin embargo, esta vez fue diferente.
He escuchado muchas veces que las amistades duraderas son las que conoces en la universidad. Y en mi caso, esos dichos son acertados. Conocí a mi mejor amiga en una clase que ambas odiábamos: matemáticas. Sin embargo, no fue ahí cuando congeniamos. Nuestra amistad surgió de manera inesperada, lo cual considero es lo más bonito porque se dio muy natural.
Con la convivencia diaria nos volvimos inseparables, tanto que nuestros conocidos se acostumbraron a vernos en paquete. Pero, ¿qué fue lo que nos unió? Nuestra mentalidad y la forma de ver el mundo, la sinceridad y tener las mismas metas. Incluso nos volvimos de esas personas con apodos que solo nosotras conocemos. Como en ‘Grey’s Anatomy’, ella es mi persona, es a ella a quién acudiría si algo sale mal.
Separadas por miles de kilómetros
Ambas teníamos interés en irnos de intercambio y qué mejor que disfrutar de esa nueva experiencia juntas, estábamos preparadas para alocarnos en el extranjero. Hasta que por azares del destino, no pude ir con ella. Se fue a Los Ángeles y ese fue el momento en donde creí que todo cambiaría —para mal—, que nos separaríamos y no hablaríamos nunca más.
En un inicio, y hoy sigue pasando en ocasiones, la tristeza se apoderaba de mí. Yo no terminaba de entender que ya no estaba aquí. Me sentía feliz por ella, pero al mismo tiempo cruzaban por mi mente pensamientos egoístas y quería que regresara. ¿A quién le iba a contar mis cosas? ¿A quién acudiría por consejos? ¡¿Con quién me reiría hasta llorar?!
Y no era la única que se sentía así. Me di cuenta que ella estaba igual. Sus constantes mensajes y llamadas demostraban lo duro que también fue la separación. Esto alivió gran parte de mi frustración. Y poco a poco comenzamos a mensajearnos a todas horas, como si estuviéramos ahí chismeando, y mínimo hacer FaceTime una vez a la semana. Decimos que es nuestro ritual, pero es más que eso, se volvió algo que necesitamos hacer.
La distancia nos ayudó a saber qué es lo que realmente importa, y eso es: Nunca abandonarnos pase lo que pase. Valoramos más el tiempo que podemos vernos y escucharnos. De este modo, la distancia no ha sido un obstáculo lo suficientemente fuerte para separarnos. Comenzamos a confiar más en la otra incluso estando tan lejos, a escribirnos cuando nos sentimos mal y no tragárnoslo. Creo que la clave ha sido no perder el interés en la amistad. Cuando eso se va, es muy probable que miles de kilómetros sí sean fulminantes.
Fuertes, capaces y chingonas
Una de las cosas más importantes de nuestra amistad es que cuando pensamos que ya no podemos más y el mundo se nos viene encima, ahí estamos para darnos un consejo, un abrazo aunque sea virtual. Siempre me recuerda que soy una chingona y que, si yo quiero, puedo con todo lo que se me atraviese en la vida. Es gracioso y suena a superación personal, pero nos decimos que somos «mujeres fuertes y capaces» todo el tiempo.
Algo en lo que siempre ha sido firme es que nunca me ha dejado abandonar mis sueños, me motiva y aunque esté en la negación, me saca de ahí –con jalón de pelo si es necesario. Me recuerda quién soy y que no debo olvidar lo que me apasiona porque me estaría olvidando a mí misma.
No estar físicamente en el mismo lugar fue lo que me hizo darme cuenta de que era una parte vital de mi vida. Ella ha sido de esas pocas personas que no me han juzgado en todo lo que hago. Porque hoy en día, todos tienen una opinión sobre lo que haces y dejas de hacer. Para mí, es liberador contarle cada aspecto de mi vida y no sentirme cohibida de expresar lo que pasa por mi mente o esperar una respuesta totalmente negativa de su parte.
Las almas gemelas no siempre son las que comparten un amor romántico, puedo asegurarlo.
Maremoto es una serie semanal de viñetas ilustradas creadas por Mariana Lorenzo para Malvestida. Puedes conocer más sobre el trabajo de Mar siguiéndola en su cuenta de Instagram.
“Me dicen Mar. Me llamo Mariana pero nadie me conoce por ese nombre. Tengo 23 años y nací y vivo en la Ciudad de México, lugar que odio y amo por igual. Me gusta dibujar y también sé bordar. No puedo estarme quieta y lloro mucho. Me encanta la moda y me gusta usar ropa vieja. Nací el 5 de septiembre, así que soy Virgo. Soy feminasty y encima de eso, queer. A veces tengo miedo y a veces ansiedad, pero aquí sigo. Mi mamá dice que me encanta provocar y que siempre estoy en contra de todo, y pues, tiene poquita razón. Hablo de todo esto y de lo que me pasa por la mente en mis dibujos, bordados y en todo lo que hago. Si tiene dudas, no tarde en preguntar”.
«¡Temiscira sí existe!», fue lo primero que pensé cuando entré al Caracol Zapatista de Morelia la noche del 7 de marzo. Ese día miles de corazones latiendo a tope pasamos bajo un letrero que decía «Bienvenidas mujeres del mundo» y otro más pequeño que decía «Prohibido entrar hombres».
Meses atrás, el 29 de diciembre de 2017, las zapatistas lanzaron un mensaje a todas las mujeres de México y el mundo. Convocaban al Primer Encuentro Internacional, político, artístico, deportivo y cultural de Mujeres que Luchan. La intención era encontrarnos, hablarnos y escucharnos entre nosotras. Y lo dejaron bien clarito: «Si eres hombre, de balde estás escuchando o leyendo esto porque no estás invitado». ¡Boom!
De esa pequeña llama se hizo un incendio: llegamos a ese rinconcito de selva chiapaneca más de 7 mil mujeres de 38 países del mundo. Nadie, ni las mismas anfitrionas como ellas comentaron en sus palabras de clausura, se imaginaron el inmenso poder de su convocatoria. Pero sí, es una muestra de que aquí estamos las mujeres del mundo dispuestas a responder, a luchar y a encontrarnos para unir fuerzas.
El encuentro
No hubo cuota de entrada, cualquier mujer que viniera a dialogar y a compartir su lucha era bienvenida. Eso sí, entramos bajo las normas de los caracoles zapatistas: no alcohol ni drogas. Se pedía también mediante varios letreros que no se tomaran fotos a las compañeras zapatistas cuando desayunan, beben pozol y cenan.
Durante casi cinco días nos recibieron más de 2,000 mujeres zapatistas que se ocuparon de hacernos sentir en casa. Habían preparado el espacio con mensajes para nosotras en todas partes: en mantas, con dibujos en las paredes, incluso las canastas de basketball tenían mensajes acogedores y de resistencia para las mujeres del mundo.
Nos acomodaron en donde cupiéramos; a donde voltearas había mares y mares de casas de campaña, en los templetes de madera, en los salones, incluso abajo de las tarimas había un tapiz de sleeping bags o cualquier cosa que sirviera para pasar la noche. ¡Era una cosa impresionante!
Foto. Alejandra García
En varios puntos del caracol se veían pasamontañas preparando tamales, café, empanadas —que fueron las más cotizadas—, caldito de verduras o cualquier otra comida deliciosa «a precio solidario» (10, 15 o 25 pesos cuando mucho). Lo mismo al pendiente de las regaderas, que del equipo de audio, la iluminación o de la atención médica, jugando fútbol, entonando corridos revolucionarios que nos hacían bailar a todas, compartiendo su palabra, sus mensajes en forma de danza o teatro, participando atentas en todos los talleres que se impartieron.
Foto. Alejandra García
Se destinaron algunos espacios para que todas las mujeres que traían artículos para vender pudieran acomodar y mostrar su mercancía. Se podrán imaginar la cantidad de cosas tan variadas que podías encontrar ahí: ropa, bordados, zines, artículos naturales, pulseras, ungüentos, dibujos, libros, carteles, documentales… ¡de todos los tipos, de todos los temas, de muchísimas partes del mundo! También las zapatistas ofrecían sus propios productos: bordados con mensajes para las mujeres del mundo, café molido, botas, pinturas, etc.
Creo que todas las que asistimos recordamos con mucho cariño la manera en la que abrimos los ojos, despuntando el amanecer. A las 6 de la mañana empezaron a sonar las mañanitas revolucionarias con voces de las hermanas zapatistas. Parecía que aún seguíamos soñando; las primeras valientes salían tiritando de frío de sus casas de campaña para confirmar que sí, sí estaban despertando en un mundo real construido desde la resistencia. Era la manera amorosa en la que las compañeras nos despertaban.
Ese primer día fue para conocer más de cerca las palabras, acciones, historias y luchas de las compañeras zapatistas. En sus palabras de bienvenida nos contaron cómo surgió la iniciativa entre ellas para ese encuentro, nos hicieron reflexionar acerca de cómo no sólo los hombres son los que perpetúan la violencia y opresión hacia las mujeres sino que muchas veces entre nosotras mismas nos jodemos.
Hablaron de su lucha como mujeres indígenas zapatistas y nos invitaron a no competir ni compararnos sino a compartir y construir entre todas. Para mí, ahora todos los comunicados zapatistas llevan esa voz quedita pero aguerrida.
Foto. Alejandra García
Durante toda esa jornada, representantes de todos los caracoles compartieron su palabra, su mensaje en forma de danza, teatro, canto y poesía. Pasaban las horas y empezaba a resonar en todos los rincones de ese espacio de resistencia la energía que prevalecería durante los siguientes días: una lucha gozosa, una hermandad esperanzada, una sororidad amorosa.
En palabras de las maestras zapatistas: «Aquí no importa la edad, si son casadas, solteras, viudas o divorciadas, si son de la ciudad o del campo, si son partidistas, si son lesbianas o asexual o transgénero o como se diga cada quien, si tienen estudios o no, si son feministas o no. Todas son bienvenidas y, como mujeres zapatistas, las vamos a escuchar, las vamos a mirar y les vamos a hablar con respeto».
9 y 10 de marzo, compartiendo saberes y experiencias
Esos dos días fueron dedicados para que todas las que se habían apuntado como talleristas, facilitadoras, expositoras o presentadoras compartieran lo que habían preparado para el encuentro. Habían tantos talleres, tantas exposiciones, tanta diversidad que querías multiplicarte para poder asistir a todo.
Se escuchaban consignas en diversos idiomas y acentos, había espacio para todas y para todo: rituales espirituales, sanación, menstruación, deporte, manualidades, canto, danza, teatro, foto, dibujo, experiencias desde lo rural, lo urbano, lo interracial, la diversidad sexual, lo polifacético, lo feminista, lo transgresor, lo político, lo personal. Lo mismo hablando de maternidad o lactancia que de anarquía o poliamor; estaba presente todo lo que las mujeres podemos ser y somos.
Aunque en muchas ocasiones habían opiniones y posturas no sólo diversas sino diametralmente opuestas, había una disposición muy bella para construir en lugar de imponer, compartir en lugar de competir, escuchar en lugar de discutir. Y después de todo ese intercambio múltiple, por las noches aún quedaba energía para gozar al son de ritmos y sabores múltiples, pero todos con mensajes anticapitalistas, feministas y de empoderamiento. Se llevó nuestro corazón el grupo «Dignidad y Resistencia» compuesto por mujeres zapatistas del Caracol de Oventik que nos hicieron levantar el polvo con sus corridos revolucionarios.
Foto. Alejandra García
Durante casi cinco días vivimos en un cachito de utopía en donde no hubo cabida para el miedo, en donde la rabia se transformaba en danza, en canto, en donde los nombres de las ausentes resonaron como presentes. A donde voltearas había muestras de sororidad, de apoyo, confianza y gozo. Entre todas se intercambiaba un poco de café por mate, una cobija por bloqueador, una sonrisa por un abrazo, una guitarra por un tambor.
Se caminaba y vivía sin miedo al acoso, a la mirada o al roce de pieles ajenas, aquí todas éramos conocidas compañeras de lucha. De todas las edades, realidades y latitudes se compartieron saberes, experiencias, risas, llanto, catarsis y transformaciones. Mudando de piel bajo el sol ardiente de la selva o cobijadas unas junto a otras por el frío intenso durante las noches, como fuere y cuando fuere todas respirábamos libertad y resistencia.
Foto. Alejandra García
Despedida y aterrizaje a la realidad
El cierre del encuentro fue contundente: acordamos seguir leyendo, seguir luchando, seguir compartiendo y, sobre todo, llevar ese fuego que se encendió en cada una de nosotras a las mujeres violentadas, marginadas y discriminadas de nuestros mundos y realidades. Llevamos el abrazo de cada una de esas mujeres zapatistas, niñas, jóvenes, adultas, ancianas y finadas que nos dicen con todo amor y toda su fiereza: «No te rindas, no te vendas, no claudiques», tal como fueron sus palabras de despedida para nosotras la noche del 10 de marzo.
Todas salimos por la misma reja por la que entramos, por los mismos letreros, el mismo camino. Pero nosotras salíamos más grandes, más empoderadas, más rebeldes, más sororarias, más fuertes. ¡Incluso en la piel llevábamos la marca profunda de la experiencia de esos días! Definitivamente, no salimos las mismas.
Foto. Alejandra García
Personalmente aún no logro aterrizar después de esa experiencia que me ha incendiado el corazón. Fue difícil poner en palabras lo vivido estos días y aún hay cosas que resuenan, que van acomodándose dentro. ¡Y cómo no, si ha sido uno de los momentos más transformadores de mi vida! Traigo el corazón lleno de gratitud hacia todas las mujeres que asistieron, especialmente las zapatistas, bases y equipos de apoyo y colaboradoras del CNI.
Temiscira, la tierra de la Mujer Maravilla y las Amazonas, era mi mundo ideal cuando era niña; ese mundo hecho por y para mujeres en donde se enseñaba a luchar, a hacer deporte con sororidad y sin competencia, a escuchar a las otras, a aprender a defender lo propio, a vivir por la justicia y la verdad. Nunca me hubiera imaginado que años después me daría cuenta de que sí existe y que está metido en la selva chiapaneca… Ahora creo que nos toca construir más utopías, más Temisciras, ahí en donde hayan mujeres que luchan, cada una en nuestros mundos, latitudes, realidades, tiempos y formas.
Foto. Alejandra García
¿Habrá un segundo encuentro? Todas esperamos que sí y así lo expresaron las compañeras en las palabras de despedida, pero eso sí, con la consigna de encontrarnos más grandes en nuestro corazón, en nuestro pensamiento y en nuestra lucha. «ENTONCES TAL VEZ NOS VAMOS A VOLVER A VER PARA PRENDERLE FUEGO AL SISTEMA». Y así será, hermanas zapatistas y del mundo, así será.
QUE NUNCA MÁS NINGUNA MUJER, DEL MUNDO QUE SEA, DEL COLOR QUE SEA, DEL TAMAÑO QUE SEA, DE LA EDAD QUE SEA, DE LA LENGUA QUE SEA, DE LA CULTURA QUE SEA, TENGA MIEDO.
Hacerse un tatuaje es algo que puede llegar a intimidar un poquito, sobre todo las primeras veces. Por un lado está la presión por elegir un diseño que –idealmente– nos guste toda la vida y por el otro los nervios de no saber exactamente cómo se va a sentir la aguja sobre la piel.
Si eres nuevx en esto de la tatuada, pero tienes la cosquillita de hacerte uno, una buena opción es comenzar por tatuajes mini que te ayuden a tomar confianza y decidir si es algo con lo que quieres comprometerte a mayor escala.
Aquí reunimos varias ideas de tatuajes mini que pueden servirte como inspiración y animarte con ese primer «rayón».
Generalmente los y las tatuadoras crean flashes, que son una especie de catálogo de diseños. Suelen ser dibujos ya trazados, así que están listos para calcarse sobre la piel. Los hay sencillos y pequeños –una estrella o un corazón, por poner ejemplos– aunque también más elaborados.
Al no ser personalizados, los flashes suelen ser más baratos que un tatuaje de autor, ya que un mismo diseño lo pueden llevar varias personas.
El que un tatuaje sea pequeño no necesariamente significa que sea sencillo. Dependiendo del diseño necesitarás a alguien que sepa trabajar líneas muy finas o que tenga un pulso muy preciso, ya que hay menor margen para cometer errores.
Otro detalle importante es que si lo que quieres tatuarte es algo mini, lo ideal es que no lleve tantos detalles, ya que puede saturar el diseño o hacer que a lo lejos se vea como una plasta indefinida.
El festival Vive Latino cumple 20 años, sí, dos décadas de entregar ediciones donde la música en español es lo que prima. Y aunque ahora hay bandas que cantan en otros idiomas, nuestra música sigue pesando en el cartel.
El sábado 17 y el domingo 18 de marzo habrá rock, reggae, pop, ska, folk, hip hop, jaz, punk y electrónica para dar y compartir. Y aunque tristemente todavía no alcanzamos la paridad, este año observamos una buena representación femenina, ya sea formando bandas completas, como solistas o líderes de una agrupación.
Para que las tengas en el radar, te contamos de las que podrás ver en el Vive Latino 2018.
Pussy Riot
Nadya Tolokónnikova, Yekaterina Samutsévich y María Aliójina son las integrantes de este colectivo ruso de punk feminista. Ellas no solo crean música sino que también son activistas y luchan por los derechos de las mujeres en su país. Fueron arrestadas en el 2012 por cantar en una catedral en Moscú como símbolo de protesta ante el presidente Vladimir Putin.
Uno de sus videos más polémicos es ‘Make America Great Again’ donde predijeron las últimas elecciones de los Estados Unidos y nos muestran un mundo apocalíptico donde Donald Trump rige y somete a inmigrantes y mujeres, que no está nada lejos de la realidad…
Puedes escucharlas en vivo este domingo 18 de marzo a las 21:55 horas en la Carpa Doritos.
La Mala Rodríguez
Originaria de Cádiz, España, La Mala es una de las artistas más importantes del hip hop en español. Ha sido nominada a tres Latin Grammy, en donde ganó en 2010 como Mejor canción urbana con ‘No pidas perdón’ y, en 2013, Mejor álbum de música urbana con ‘Bruja’.
Verla es querer bailar y moverse como ella. Sus rimas son denuncia y empoderamiento que queremos presenciar ya.
Estará presentándose el domingo 18 de marzo a las 22:55 horas en el escenario AT&T.
Kali Uchis
Esta cantante y compositora colombiana-estadounidense es de las más esperadas. Su voz melcochosa puesta en música soul e indie pop con toques de rock es lo que muchos millennials querrán ver. Cuando era pequeña, Kali Uchis tocaba el saxofón y el piano. Ahora ella misma escribe y produce su música.
Ha colaborado con el rapero Snoop Dogg en la canción ‘On Edge’ y su primer EP, ‘Por vida’, fue producido por Diplo, Tyler The Creator, Kaytranada y BadBadNotGood. En 2017 también participó con el Gorillaz en su producción ‘Humanz’, específicamente en la canción ‘She’s My Collar’.
Ahora podrás verla el sábado 17 a las 22:15 horas en la Carpa Doritos.
https://www.youtube.com/watch?v=ZSViNoqvC6s
Francisco, el hombre
«Un hombre no me define.
Mi casa no me define.
Mi carne no me define.
Yo soy mi propio hogar»
La poderosa letra de la canción ‘Triste, Louca ou Má’ que habla sobre dejar los estereotipos sobre las mujeres atrás está interpretada por Sebastián Piracés-Ugarte, Mateo Piracés-Ugarte, Andrei Martinez Kozyreff, Juliana Strassacapa y Rafael Gomes, miembros de la banda brasileña-mexicana donde mezclan distintos estilos latinoamericanos. No por nada han llamado a su único estilo «pachanga folk». Y sí son una fiestototota en el escenario.
Estarán tocando el sábado 17 de marzo a las 20:20 horas en la Carpa Intolerante.
Los de Abajo
Seguramente habrás escuchado de una novela llamada ‘Los de abajo’ y si no, te cuento que es una novela mexicana escrita por Mariano Azuela que habla sobre los campesinos en la Revolución Mexicana. De aquí, saco la banda su nombre oficial, con el fin de siempre recordar sus raíces. Activos desde 1992, Los de Abajo se distinguen por la combinación de ritmos latinos con rock y ska. Además, la banda está comprometida socialmente con los movimientos que buscan alzar la voz de jóvenes e iniciativas positivas que ayuden a México. Han tocado para el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZNL) y Jóvenes en Resistencia Alternativa.
No te pierdas la voz de Grecia Navarro, quien mostrará por qué a sus 23 años está en una de las bandas de ska más famosas de México.
Estarán presentes en el Vive Latino 2018 el sábado 17 a las 14:30 en el escenario Indio.
María Daniela y su Sonido Lasser
Originaria de la Ciudad de México, Dani Azpiazu ha hecho dúo con Emilio Acevedo para hacernos bailar y brincar con su pop electrónico. Seguro los recuerdas por su rola ‘Miedo’, que describe muy bien una noche de copas y ‘Chicle de Menta’ que es súper pegajosa.
Estarán el sábado 17 de marzo a las 23:55 horas en la Carpa Doritos.
Little Dragon
Si quieres escuchar buen synth pop, tienes que verlos. Esta banda está integrada por la cantante sueco-japonesa Yukimi Nagano y por Erik Bodin, Fredrik Källgren Wallin y HåkanWirenstrand. Su primer single, ‘Twice/Test’ fue lanzado por la discográfica Off The Wall. ‘Ritual Union’, es de sus canciones más conocidas, tanto que fue considerada en el puesto #41 de la lista Rolling Stone para los mejores 50 discos de 2011. Ahora llegan al Vive Latino con su quinto disco, Season High.
Podrás verlos el 17 de marzo a las 22:55 en el escenario AT&T.
Elsa y Elmar
Elsa Carvajal, nos trae un sonido dulce de folk desde Colombia. Ganó el John Lennon Songwriting Prize, lo cual la llevó a la fama internacional siendo reconocida en países como Argentina, Chile y España. Ha estado presente en festivales importantes a nivel Latinoamérica como ‘Festival Coordenada’ en Guadalajara y en ‘Estereo Picnic’ en Bogotá, Colombia. También fue telonera de Coldplay en su concierto en 2016 en Bogotá.
La podrás escuchar en vivo el domingo 18 de marzo a las 15:40 en la Carpa Intolerante.
Amandititita
«Te crees la muy muy, te pones minifalda y te crees la muy muy»
Canciones como ‘La Muy Muy’ y ‘Metrosexual’ son difíciles de olvidar, y Amanda Lalena, quien lleva la música en las venas por ser hija de Rodrigo Gonzalez, mejor conocido como ‘Rockdrigo’, hizo que nuestra cabeza diera vueltas y vueltas con su música. La pura buena onda con esta cantante tan divertida que no puede faltar en cualquier fiesta que se respete.
Vela el sábado 17 de marzo a las 16:10 en el escenario Indio.
Donkristobal
Ella trae el reggae y el sabor colombiano. A lo largo de sus 13 años de trayectoria, y a pesar de tener solo dos discos en su haber, el sonido que puedes escuchar en ‘Vida’ y ‘Unconditional Love’ tiene varios puntos a resaltar. Las voces son potentes y la instrumentación muestra una gran calidad y pulcritud en cada una de las piezas. Im-per-di-bles.
Hay que decirlo, cuando se está en una relación llega un punto en el que el sexo puede tornarse algo monótono y no tan emocionante como solía serlo en un inicio. Está el tema de la rutina, el trabajo, el estrés, el outfit de chones y calcetines, en fin… la cantidad de cosas que pueden matar nuestro apetito sexual es super extensa. Sin embargo, hay algunos trucos facilitos para llevar innovación a la cama ¿o al sofá? ¿o la regadera? y meterle un toque distinto al sexo.
Aquí te proponemos algunas cosas súper sensuales para intentar con tu pareja –o con quien quieras– esta misma noche.
1. Usar un juguete sexual
Mucha gente piensa que los juguetes sexuales son para cuando estás solx y quieres darte amor… y sí… y qué rico… pero también son una herramienta emocionante para aumentar el placer con tu pareja.
Todo el proceso, desde ir a comprarlo, puede ser algo divertido y sumamente íntimo entre ustedes. Aunque también está la opción de que tomes la iniciativa y sorprendas a tu pareja con un nuevo aditamento: anillos vibradores, estimuladores de clítoris, lubricante, strap on, etc… hay mucho de dónde elegir.
2. Ver una película porno
El erotismo se contagia y ver una película pornográfica puede ser un buen punto de partida para esos momentos en los que hace falta inspiración. En Malvestida ya hemos hablado sobre algunos sitios en los que puedes ver porno hecho de forma ética y responsable y donde la mujer no es reducida a un simple objeto. Así que elijan una, sírvanse una copita de vino y sientan cómo el calor de la pantalla comienza a hacer efecto sobre sus propios cuerpos. AHHHHHHH!!!!!
3. Un masaje sensuaaaaal
Del masaje al agasaje hay solo un paso (deberíamos enmarcar esta frase). Así que consigue un aceite con el aroma que más te guste y que comience el spa sexual. Tú y tu pareja pueden tomarse turnos para dar y recibir un masaje que comience en la espalda y termine donde su imaginación les dé a entender. Tomen en cuenta que todo quedará muuuuuuy resbaloso… así que usen algunas sábanas viejas o toallas para proteger la cama.
4. Juegos de rol
Si nunca lo has hecho, «actuar» como otra persona puede sentirse un poco tonto al principio, pero el chiste es que las dos partes involucradas se dejen llevar por el juego. ¿Hay alguna fantasía que todavía no hayas podido cumplir? Este es un buen momento para intentarlo. Y no, no necesitas comprarte todo un uniforme de enfermerx sexy, basta con poner tu mente en el mood adecuado.
5. Dar sin recibir… o recibir sin dar
Porque en el dar está el recibir, tú y tu pareja pueden decidir cuál de lxs dos será quien se deje consentir ese día.
La persona a la que le toque recibir podrá pedir tooooodo lo que quiera (siempre y cuando haya consenso, obvi) y la otra tendrá que enfocarse únicamente en darle el placer. La idea es que el juego termine en un orgasmo feliz… o dos… o más. Eso sí, la idea es que haya reciprocidad, así que a la próxima le tocará recibir a quien en la primera ronda lo dio todo.
6. Hacer todo, menos penetración
Hay que decirlo, el sexo es MUCHO más que penetración y aunque el coitocentrismo trate de hacernos creer lo contrario, la mayoría de las mujeres llegan a sentir más placer mediante la estimulación del clítoris u otras técnicas que no necesariamente incluyen un pene.
Así que toca ponerse creativxs y recurrir a todo lo que el cuerpo tiene para ofrecer. Exploren nuevas posiciones y sensaciones: besen y toquen lugares que quizá no sean los más comunes, pero que pueden esconder deliciosas terminaciones nerviosas, como las muñecas, el cuello o las orejas.
Muchas personas parecemos tener la absurda certeza de que prácticamente todo lo que nos rodea caduca… la compra del súper, el celular, el amor… todo, menos nuestro maquillaje y productos de belleza.
Que tire la primera piedra quien jamás se haya sorprendido sacando de la cosmetiquera rímeles que más bien parecen una pasta seca y grumosa; sombras para ojos que fueron regalo de alguna una exsuegra una Navidad de hace 4 años o esmaltes a los que todavía les queda «un poquito», pero llevan más de 24 meses sin acabarse. Y aunque vivir en la ignorancia y guardar nuestros cachivaches por años es bonito y económico… no es lo más higiénico ni recomendable, ya que con el tiempo los productos se secan, pierden sus propiedades y sus conservadores.
Cada producto de belleza tiene una fecha de caducidad particular. Esto puede variar entre las marcas y fórmulas, pero como consenso general se sabe que un labial se puede usar todo un año, aunque no así un rímel, por poner un ejemplo.
Antes de que entres en pánico y llegues con ganas de tirar todo tu maquillaje por la ventana (nos encanta el drama), aquí te contamos realmente cada cuánto debemos cambiar el maquillaje y cómo identificarlo de una forma MUY sencilla.
¿Cómo detectar su caducidad?
Haciendo lo que jamás de los jamases hacemos: LEER LAS INSTRUCCIONES. Si pones atención, notarás que las cajas o contenedores de tus productos cosméticos suelen traer la figura de un frasco abierto con un número y una M dentro. Es más, busca ese polvo compacto o labial que tienes en la bolsa y sácalo…
Ahora busca esa figura…
¿Ya lo viste?
¡Ajá!
El número hace referencia a los meses y representa el periodo de uso del producto una vez abierto. En peras y manzanas, 6M es seis meses, 12M, doce meses, etc. Así que, ansory, pero si tu polvo dice 12M y llevas dos años con él tíralo a la basura A-H-O-R-A.
En caso de que no encuentres esa figura en tu maquillaje (por lo general están en las cajas) no hiperventiles, te pasamos el dato de lo más recomendable.
Base
Normalmente duran entre 12 y 18 meses, pero si ves algo raro en el color o está seca, es hora de cambiarla.
Polvos sueltos y compactos
Pueden durar hasta 2 años aproximadamente.
Delineadores de ojos y labios
Suelen durar hasta 3 años, ya que si son lápices cada vez que le saques punta estarán como nuevos. Pero si son líquidos, el tiempo para usarlos una vez abiertos es de 6 meses a un año.
Sombras de ojos
Algunas pueden durar hasta tres años, pero necesitas tener cuidados especiales, porque las brochas son las principales portadoras de infecciones si no tienes una higiene adecuada. Por otro lado, si eres de lxs que prefiere aplicar las sombras con los dedos, entonces lo más recomendable es cambiarlas al año, ya que a medida que los conservadores caducan hay mayor riesgo de acumular microorganismos (como bacterias y hongos) en los productos.
Labiales
Lo recomendable es usarlos durante los 12 meses posteriores a su apertura, pero si los has compartido con otras personas es mejor que lo renueves antes. También si deseas que dure más tiempo puedes aplicarlo con un pincel para labios.
Mascara de pestañas
«Los aplicadores, especialmente las varitas para rímel, están expuestas a bacterias y hongos cada vez que se usan», advierte la Food & Drugs Administration de Estados Unidos, por lo que es recomendable cambiar de mascara cada 3 o 4 meses.
No te aferres a ese rímel de hace un año… déjalo ir.
Brochas
Debes tener un cuidado especial con tus brochas y lavarlas con agua y jabón (o algún producto especial) una vez a la semana, pero como sabemos que nadie tiene tiempo para eso, al menos que sea una vez al mes, ¡por favor!
Esmalte de uñas
Lo más recomendable es mantenerlos en lugares donde no les dé la luz para que el color y la consistencia se mantengan en condiciones óptimas. Cuando tu esmalte comienza a tornarse pesado y grumoso es hora de cambiarlo.
Hablar de moda tiene mucha tela de dónde cortar. Hablar de liberación femenina, también. Y reunir ambos temas crea un combo poderoso que más allá de una apariencia, forjaron una herramienta clave en el feminismo (el de antes y el de ahora).
La relación de las mujeres con la moda podría calificarse como de amor y odio. Esta puede empoderarnos y hacernos sentir más bellas, pero también todo lo contrario: darnos la sensación de insatisfacción, inseguridad, opresión (literal, y si no, pregúntenles a las dueñas de las fajas, los corsés y los brasieres incómodos).
De ahí que diseñadorxs hayan sido clave en crear prendas que provoquen, que protesten, que exijan igualdad. Es posible que a muchas de estos diseños ahora las veamos como algo súper común en nuestro guardarropa, pero en el pasado hubo personas que lucharon por poder vestirlos.
Sin más preámbulo, contaremos la historia de la liberación femenina por medio de faldas, ropa interior, bolsos, pantalones, trajes de baño y más.
Adiós corsé
Escuchar la palabra corsé nos remite luego luego al cabaret, a Lady Mermelade, a telenovela «de época», a cinturas diminutas y tal vez a mucho, pero mucho dolor. Esta era una prenda usada en la aristocracia del siglo XVII, para que las mujeres tuvieran una cintura más acentuada y se realzaran los pechos y la cadera. O sea, era como tener el efecto Kim Kardashian pero sin cirugía, solo dolor en el cuerpo. Todo el día.
Se hacían a la medida y estaban confeccionados con tela, varillas o maderas que oprimían el torso mediante cuerdas que lo ajustaban al cuerpo de las mujeres. Y así lograr ese efecto de»reloj de arena».
Tras la Revolución Francesa el corsé cae en desuso al considerarse una opresión para la mujer, al igual que las medias, zapatos, pelucas y calcetas. En los siglos XIX y XX se usó un poco por estética y por gusto. A partir de 1905, un grupo de feministas pidió su extinción para liberar el cuerpo. Y entonces, las mujeres respiraron mejor.
Hora de llevar los pantalones
Algo que trajo la Primera y Segunda Guerra Mundial fue la inclusión de la mujer en el trabajo. Como muchos hombres tuvieron que entrarle a las batallas en campo —y muchos otros murieron—, las mujeres se vieron obligadas a tomar la responsabilidad de mantener a su familia. Tomaron los trabajos de sus esposo así como sus ropas que resultaban más cómodas que los vestidos pomposos.
Llevar pantalones para laborar en las minas, en las fábricas en el campo se volvió común. Tanto que se comenzaron a confeccionar unos más favorecedores y cómodos para la silueta femenina.
¡Gracias bici!
Una historia que tiene que ver con usar pantalones nos lleva a otra amiga de la mujer: la bicicleta.
A finales del siglo XIX, las mujeres comenzaron a andar en bici. Esta actividad les permitió pasar más tiempo en la esfera pública —dominada por hombres— y a la par les hizo adoptar moda más liberadora y amigable. Antes de que las primeras se atrevieran a usar bicicleta y pantalones, solían hacerlo con vestido, pero esto representó muchos accidentes. ¿Puedes imaginar cómo sería andar en bici con una falda que llega debajo de los talones?
Un dato curioso es que, a fines de la década de 1880, la Reina Victoria del Reino Unido comenzó a andar en triciclo para adultos y también le obsequió bicicletas a sus hijas. Si una persona tan importante usaba y aprobaba que las mujeres anduvieran en este medio de transporte, ¿por qué no el resto del mundo?
Foto. photowings.org
En 1896, Susan B. Anthony declaró: «La bicicleta ha hecho más por la emancipación de las mujeres que cualquier otra cosa en el mundo». Y sí. Antes era una osadía andar sola en la calle y exhibirse sobre una bicicleta usando pantalones. Gracias a esas «loquillas», ahora podemos hacerlo libremente… Incluso con minifalda si nos da la gana.
Bolsos liberadores
Cuando lo leí, me impresionó saber que un simple bolso como el Chanel 2.55 podía tener una connotación feminista. La diseñadora Coco Chanel creó una bolsa de correa larga que se cruzara por encima del pecho. La intensión fue liberar a las mujeres de la «esclavitud» que representaban las bolsas de mano que ocupaban cargarlas en el hombro o llevarlas en las manos (como el clutch).
La diseñadora francesa tomó como modelo las bolsas que llevaban los soldados en la guerra y que permitían poder cargar de todo, pero dejando las las manos libres para cualquier actividad… como el trabajo.
En sí, esta y otras creaciones de Coco Chanel imitaron ropas y accesorios masculinos. Su estética fue novedosa, pero el mensaje de igualdad que mandaron lo era aún más.
La quema del brasier
En los años 60, cuando estaban en auge los movimientos a favor de la liberación femenina e igualdad de género, surgieron varios momentos icónicos que relacionan a la mujer con la ropa.
Tal vez el más famosos es «la quema del brasier». Esta imagen icónica surgió luego de que la famosa feminista australiana, Germaine Greer, declarara que «el sostén era una invención absurda». Luego, millones de mujeres comenzaron a pensar igual.
En Nueva Jersey, Estados Unidos, unas activistas protestaron a las afueras del concurso Miss América 1968. Colocaron unos contenedores —llamados la «Papelera de la libertad»— y empezaron a arrojar todas las cosas que consideraban oprimían a la mujer: sostenes, fajas, tubos para el pelo, zapatos de tacón alto, pestañas postizas. Acto seguido quemarían todo eso. Pero esto nunca ocurrió, porque se los prohibió la policía. No obstante, medios como The Washington Post corrieron la noticia de que esas activistas habían quemado sus sostenes.
La poderosa imagen mental de una mujer rabiosa, desafiante y dispuesta a romper y hasta quemar sus ataduras pasó a la historia. Un hermoso mito que sí se ha realizado, pero años después.
El escandaloso bikini
Si ahora es común vestir trajes de baño tan diminutos como se elija, antes no. Para las mujeres, ir a la playa representaba ponerse trajes de lana o franela. Y aunque estos se fueron reduciendo y aligerando en materiales, existía una policía encargada de cuidar y medir con una cinta el largo permitido para un traje. Ni muchos senos ni mucha pierna. Ya ni hablemos de mostrar las nalgas o el ombligo.
Esto cambió con la invención del bikini en los años 40. Una idea del ingeniero automovilístico francés Louis Reard —heredero del negocio de lencería de su madre—, quien diseñó un nuevo traje de baño femenino con dos piezas. De un tamañito nunca visto.
La primera valiente en usarlo fue Bernardini (striper del Casino de París) durante un desfile previsto para el 5 de abril de 1946. La recepción de esta prenda se esperaba tan abrumadora como el lanzamiento de una bomba. Solo cinco días antes de ese suceso, el Gobierno de Estados Unidos había detonado en el atolón de Bikini. De ahí tomó su nombre.
Y aunque pasaron varios años para que el mundo se acostumbrara al bikini, actrices como Brigitte Bardot, Ursula Andress, Marilyn Monroe, Jane Fonda y Liz Taylor ayudaron a su popularización. Para los años 50, en las playas de Cannes el bikini se volvió de las prendas más deseadas.
Bienvenida, minifalda
Los años 60 fueron una época de renacimiento y experimentación. Si un hombre podía llegar al espacio, muchas cosas más podrían suceder en la Tierra.
La minifalfa fue una de esas señales. Apareció en los años 60 y se popularizó más una década después. Antes de eso, era impensable que una chica vistiera una falda 20 centímetros arriba de la rodilla.
El diseño de esta prenda se le atribuye a Mary Quant, pero ella misma explicó que su inspiración fueron las mujeres de París y Londres, que cada vez comenzaron a recortar más sus faldas para mostrar emancipación. Si se usaba una prenda que dejaba ver las piernas casi completamente, esto era reflejo de la soltería, del poder divorciarse, de decidir sobre la natalidad con la píldora anticonceptiva. Dicho en una sola palabra: liberación.
La declaración de power suit
Si bien a principios del siglo XX las mujeres comenzaron a usar la ropa de los hombres, fue hasta los años 60 que diseñadores como Yves Saint Lauren crearon la versión femenina del smoking. Un atuendo que gritó igualdad de poder, igualdad de vestimenta entre mujeres y hombres.
Dos décadas después, en los 80, marcas como Nina Ricci, Calvin Klein, Dior y Donna Karan comenzaron a popularizar el power suit o traje de ejecutiva. Este consistía en un «un conjunto de falda corta y hombros amplios. Simbolizaba a las mujeres tomando el control en el puesto de trabajo», explica Harriet Worsley en el libro ‘Décadas de moda’ (Getty Images).
Para quien piense que la ropa es solo asunto de vanidad y mercadotecnia, hay estos y más ejemplos de que la moda sí puede ser un arma de liberación femenina.
Nací en 1976. En las casas no era normal tener más de un aparato de tele, eran bultosos, generalmente tenían incrustaciones de madera, la pantalla era curva y por supuesto no tenían control remoto.
Tenía 6 años y ‘El Maleficio’ era la telenovela de moda, la que había cambiado todo, la que congregaba frente al televisor hasta al más culto de los escritores del país. Yo la veía a escondidas, entre la bisagra de mi recámara. En ese mismo aparato vi las repeticiones de los 60 de ‘Batman’, ‘Bewitched’ y los ‘Picapiedra’. Ah, cómo me gustaban esos programas. Soy de las que bailaban con las intros y la música de fondo mientras había trancazos y las onomatopeyas cruzaban esa pantalla de 10 pulgadas que era un lujo inmenso para millones de personas.
Cuando era muy niña, a los cinco años, tuve un accidente grave que no me permitió moverme de la cama durante meses. A mi papá le iba no bien, lo que le sigue, y me compró una tele portátil Casio. La pantalla era de 6cm, y la profundidad del aparato era de más de 25 cm. Me acuerdo que hacía un ruido infernal, nomás estando conectada se oía un zumbido espantoso. Pero mi papá no quería que me moviera ni medio centímetro, y eso ayudaba un poco.
Cuando empecé a vivir sola, tuve una tele igual, chiquita, con falsa madera en el panel frontal, sin control; aunque años después podías comprar un adaptador para usar uno, y por supuesto lo compré. Luego murió mi papá y tuve mi primera televisión de 28 pulgadas. Háganme el favor, ocupaba toda la esquina de la recámara. Tremendo aparato. Era una Sony Bravia, la primera de su clase, me costó un dineral pero mi papá, en su lecho de muerte me dijo: deja de ser coda contigo, por favor cómprate cosas que no pudimos darnos en vida. Y me compré eso y una cámara digital de 3.2MG. Una cosa… brutal.
Mi primera televisión «moderna»
Pasaron los años y llegó el momento de tener una televisión moderna, de esas que miden menos que el ancho de una novela de 250 páginas. Duró unos ocho años; en ella vi más películas que libros he leído en mi vida. Muy lamentable el récord.
Un buen día mis perros la tiraron y luego mis gatos la orinaron y dejó de encender. Sin mucho aspaviento pasó el señor que compraaa colchoooones, refrigeradooores y se llevó mi tele.
Mis amigos Steph y Joakim estaban por comprar una nueva y no necesitaban tres televisores en casa, así que me dieron la que ya no ocuparían. Entre la muerte de mi tele y hasta que recibí una de regalo, estuve unos buenos tres meses sin televisión.
No es para nada la mayor cantidad de tiempo que he pasado sin uno de esos aparatos, ni en la época en que todo lo que había era señal por aire, o ahora que cualquier pantalla con conexión a internet es una “televisión”. La verdad no sentí incomodidad alguna, salvo por cuando quería trabajar al mismo tiempo que “ver” ‘Criminal Minds’ en el fondo.
De ídolo a arenero de gatos
Esa misma amiga me regaló un iPad serie 1 y adivinen quién dejó de necesitar televisión. No sólo la pantalla quedaba mucho más cerca para cuando quería observar la cara de Spencer hacer conjeturas, el volumen era perfecto, podía conectarla a mis audífonos y llevarla a la cocina para prepararme quesadillas mientras alguien del cast era corrido o reemplazado.
Cuando mis amigos compraron su tele, llegó otra vez a mí vida el dichoso aparato. Eso sucedió como en enero, y desde entonces, la he prendido unas cuatro veces. Siempre para dormirme en sábados en la tarde, mientras de fondo se ve ‘Criminal Minds’, ‘Agents of SHIELD’ o alguna de mis películas favoritas (‘Lethal Weapon’, ‘Die Hard’, cosas calmadas pues, para dormir).
Mientras no estuvo la tele en casa, el espacio designado para este aparato se ocupó con libros, principalmente diccionarios. Los uso todo el tiempo por el ejercicio que llevo a cabo en Comamos Palabras y por mis clases de redacción. Cuando llegó la tele tuve que apretujarlos en otro lugar.
Adiós tv
La tele se volvió esa preocupación que se podía romper o convertirse en arenero de mis gatos. Cada que una descarga eléctrica se escuchaba pasando por el regulador de corriente me preocupaba por su salud. Como regalé mi blue-ray cuando se descompuso mi tele, mis discos la veían extrañados, preguntándose cómo se comunicarían.
Para colmo, la tele estaba frente a mi escritorio, mirándome todo el tiempo: ¿Ya vas a verme? ¿Ya vamos a poner una serie? Y yo contestaba que sí, pero que prefería ponerla en el iPad, que estaba cerca, que podía ponerle pausa de manera más sencilla y rápida. Y la tele perdía algo de brillo cada que yo no la usaba. Ayer mi tele se fue cómodamente en un taxi a casa de mi nana, donde la usaron para ver ‘Coco’ y cantar: «Recuérdame, hoy tengo que partir, recuérdame…».
Creo que será la última vez en mi vida que tenga tele. Descubro que me siento atada a ella como Cortazar en ‘Instrucciones para que te regalen un reloj’. Supongo también que se van haciendo obsoletos los aparatos que antes fueron indispensables. Por más que hoy haya Smart Tv, no dejan de ser una pantalla más, que ocupa el espacio de muchos libros, de muchos huacales para gatos, que luego se espantan cuando Bruce Willis salva al mundo en sonido sorround.
Se me está complicando encontrar el “look” de mi boda. No solo el vestido (otro día hablamos del vestido) sino la decoración y la “vibra”. Creo que es porque siempre he tenido un interés en no ser como las demás. Incluso en la adolescencia, cuando la mayoría de las personas quieren pasar desapercibidas, a mí me gustaba ser la que hacía cosas raras con su lipstick y no tenía la misma ropa que todas.
Con el tiempo y el feminismo aprendí que eso de “no ser como las otras niñas” puede rayar en lo misógino (¿qué tienen de malo las otras niñas?) y que tomar decisiones con base en lo que hace todo el mundo, aunque sea para ir del lado contrario, es muy cansado y no tan satisfactorio como simplemente hacer lo que quieras. Sigo creyendo todo esto, pero también creo que todas las ideas de Pinterest para bodas en jardín se ven muy genéricas.
Cuando no sabes qué quieres y te obsesiona ser original, entonces se puede apelar a lo opuesto… Lo que nunca, pero ni muerta, querrías.
Algunas cosas que fueron vetadas de nuestra boda:
Una ceremonia religiosa, porque ni E ni yo somos religiosos y además estamos muy en contra de ciertas prácticas de la Iglesia católica.
Un vestido blanco de pastel, porque nada más no es «yo». Eso sí, estoy en la búsqueda del vestido vintage perfecto.
El «primer baile». No me molesta nada ser el centro de atención y aún así la idea de bailar mientras cien personas me observan fijamente hace que me den pesadillas. Ah, y tampoco hay baile con mi papá porque él y yo tenemos una relación complicada.
Cuando voy a bodas, convenientemente me dan ganas de ir al baño en el momento del ramo (¡no me gusta que me empujen!) así que: NOPE.
Las decoraciones hechas con florecitas blancas y cordoncitos cafés, ¿ya saben cuales? Me parecen muy de hace 5 años, perdón.
La larguísima lista de invitadxs llena de amigxs de los papás: la buena noticia de pagar todo es que puedes elegir a las personas más cercanas para acompañarte. Claro, hay algunas que quedarán fuera, pero estamos felices con nuestra lista.
En busca de consejos para “novias cool que no siguen lo establecido”, me suscribí a la newsletter de Offbeat Bride, para encontrarme con que la mayoría de su contenido es sobre bodas más o menos tradicionales, pero con algún giro: una recepción enorme pero con detalles de Harry Potter o un vestido de pastel pero color morado en lugar de blanco. O con dos novias en lugar de un novio y una novia. Me empecé a sentir como en secundaria, como la persona única y especial que nadie comprende porque tiene ideas tan diferentes.
Entonces me cayó el veinte: estoy haciendo algo muy tradicional
El matrimonio lleva milenios existiendo y las bodas tal y como las conocemos ahora, como 100 años. No voy a inventar el hilo negro porque es imposible, las bodas se tratan de que dos personas decidan, tal vez de forma ingenua, unir sus vidas más o menos para siempre, rodeadas de sus seres queridos con ropa que no se pondrían un sábado normal.
Por supuesto que hay maneras de hacer que la ceremonia y la fiesta sea personalizada, pero mi ideal de una boda que a la vez rompa todos los cánones y sea obviamente una boda y no una fiesta rara, es imposible. Soy una mujer heterosexual de clase media que se casa con un hombre heterosexual de clase media. La gente de nuestra demografía se casa, no es nada rebelde ni poco común. Soy una persona más del montón y tengo que aceptar eso.
Y claro, está el feminismo. Jamás he cuestionado que mis amigas feministas se casen, pero resulta que tengo unos altos estándares para mí misma: ¿será que estoy defraudando todos mis ideales? Quiero pensar que no, pero no hay nada que pueda incluir en la ceremonia para probárselo a todo el mundo. ¿Sería preciso gritar en plena firma del registro civil: «me caso, pero esto no es opresión, sino solo una convención social que respalda un amor de pareja igualitaria»?… No. (De hecho, la razón por la que me caso es menos romántica aún, pueden leerla aquí).
Mis ideales son míos y los vivo día a día, como día a día tengo que adaptarme a vivir en un mundo machista y capitalista, aunque no sean sistemas en los que creo.
Después de todo esto, siguen sin gustarme las ideas que veo en internet, pero me siento un poco menos presionada. No es necesario que en una fiesta, un día, muestre toda mi personalidad y mi ambivalencia a las instituciones, puedo solo organizar una boda y para todo lo demás tengo el resto de mi vida.
Esta es una frase que me repito cada que alguien menciona sus nombres, «hay algo de lo que no nos curamos y no nos curaremos nunca». En su ensayo, Natalia Ginzburg escribe sobre el mal de la creación individual, de lo que se derrama sin consecuencias; la violencia de las palabras. La guerra, cualquier tipo de ellas, nos ha arrancado la certeza. Pero ésta no sólo es una guerra interna: es una lucha que se va repartiendo de voz en voz y de cuerpo en cuerpo.
La primera imagen que tengo de J es la del mar. Nos conocimos en un encuentro de escritores en Acapulco, en 2015. Hablamos sobre literatura y desayunamos juntos durante tres días. Después, se mudó al entonces Distrito Federal y nos dimos cuenta de que frecuentábamos al mismo círculo de personas.
Nombrar es una elección política que, según la situación, confronta o expone. El nombre es una túnica finísima que traemos a cuestas. Conservo la primera inicial de quienes son mis agresores para que no sólo se intuya sino que exista este registro de su violencia, para resguardar no a ellos sino a mí.
II.
J y yo empezamos a salir de forma intermitente en 2016, pero nunca funcionó. Mucho tiempo me sentí culpable por no tener la suficiente capacidad e inteligencia emocional para sobrellevar una relación, pues no hace mucho había terminado otra que me llevó a autolesionarme y a estar días en el hospital. Tengo catorce cicatrices, repartidas en los muslos y en las muñecas, que se atraviesan horizontal y verticalmente. Era mi culpa por no soportar el cuerpo de J junto a mí en la cama, lo era por tener que escaparme en las noches, cuando ya estaba dormido, para poder descansar lejos de él, en el sillón. Me convencí de que había sido mi culpa que J insistiera siempre en tener relaciones conmigo aunque yo no quisiera. Así, con esa persistencia, hasta la noche en que no soporté más verlo, y agarré las tijeras que tenía escondidas, me encerré en el baño y me volví a cortar las piernas. Hay algo de lo que no nos curamos y no nos curaremos nunca.
De las autolesiones todavía conservaba mi adicción al clonazepam. La ansiedad de tener que caminar al trabajo, de encontrarme a alguien que me siguiera, de subir dos kilos, de que se me acabara la dosis prescrita, de estar en el mundo. Conocí a JL en casa de J. La conciencia que tenía del alcohol y de los ansiolíticos se perdió de un instante para otro, esta combinación es un corto circuito, de repente no hay más luz. Esa noche JL y yo nos besamos; no recuerdo nada más.
III.
El McSorley’s presume ser uno de los bares más antiguos de Manhattan. JL y yo nos despedimos ahí. Cantamos a coro con Laura Pausini desde mi celular y me contó sobre la vez que unos novios fueron a celebrar su boda y les dejaron tocar la silla en la que se sentó Lincoln. Dicen que en ese bar lo que se cuelga en la pared no se puede quitar nunca. Estamos rodeados de recuerdos e imágenes que nos evocan un 1854 más cercano. Colgamos en la pared lo que vivimos en el verano para no volvernos a ver otra vez. No perdonarte va a recordarme que puedo sobrevivir, le digo en silencio. Recargamos nuestras tarjetas en Greenwich Village y tomamos el metro hacia Brooklyn. ¿Nos escribimos? Sí, le miento.
IV.
Mantuve una relación a distancia con JL por casi medio año. Pasamos el verano en la Ciudad de México antes de que se fuera a una estancia de investigación en Praga. Recorrí la República Checa, España y Francia a través de sus mensajes y sus fotos, luego en Alemania el silencio. Cuando regresara nos íbamos a ir a vivir juntos a Nueva York. Dejé el departamento que compartía con M y mi trabajo.
Me traté de engañar. Pensé que estaba rompiendo los ideales que me había planteado del amor romántico, que no era de esas que dejan todo y se van con su pareja. Muy en el fondo, enterradísimo, estaba huyendo de mi ansiedad, de la enfermedad y de lo que había pasado con J la noche en que tuve que encerrarme en el baño para gritarle que me dejara ir. Tardé una semana en asimilar que había intentado violarme. Grité y luego dejé de respirar.
V.
Había dejado mi trabajo. Ese día, J me mandó un mensaje. Estoy muy triste, no he salido de la cama ni me he querido bañar. Y fui a su casa, movida por una especie de culpa porque me había enamorado de otra persona el día en que le preguntaron si estábamos saliendo y él respondió que sí.
Pasamos la mitad de nuestras vidas condenándonos por nuestras decisiones, porque nos enseñaron que sobre nosotras cae la culpa, que somos provocadoras, que incitamos, coqueteamos e irrumpimos. Nuestra existencia en esta sociedad se trata de convencernos a renunciar.
Sí tomé y sí me drogué y sí fumé, y bailé y reí y me divertí. Pedí un taxi a mi casa pero los que se quedaron hasta tarde en la fiesta me quitaron el celular y me dijeron que no, que me quedara en casa de J. Que iba a estar más segura. Me quedé sola con él. Luego nada. Lo siguiente que recuerdo es estar forcejeando con él en su cama, medio desnuda, llorando y pidiéndole que por favor no. Pude quitármelo de encima y correr hasta el baño. Cerrar, ponerme de espaldas a la puerta, vomitar, pensar: ¿Dónde estoy?, gritar: ¡Déjame ir! Otra vez nada. Encontré mi celular abajo de su cama, como pude pedí un taxi y me fui.
VI.
La primera persona a quien le conté fue a JL. No me creyó. Estábamos en una videollamada de Barcelona a la Ciudad de México. Si vas a estar con J, ¿por qué no me dijiste que querías una relación abierta?No importa. Mejor luego lo hablamos. Silencio. En la pantalla: JLno está disponible. Hablamos y dijo que entendía que me había sentido violentada, que estaba bien, que íbamos a estar bien. Te quiero, rojilla.
Seguimos saliendo después de que me cortó en un hotel de la colonia Juárez. Ya no tenía casa ni trabajo, pero creía que el tiempo que pasáramos me iba a aliviar un poco de lo que vendría después: regresar a casa de mis padres, conseguir un nuevo trabajo, desempacar y empacar cajas, montones de cosas que acumulé, que me definían hasta ese día; titularme, concluir la especialidad, terminar de escribir ese libro.
Durante seis meses viví violencia sexual y psicológica. Antes de que dejara la Ciudad de México, JL se burló de mí. ¿Por qué no quieres coger?, ¿estás pensando en tu novio J, verdad? Me enfrenté a este tipo de comentarios tantísimas veces, en mensajes, mientras dormíamos, en la calle, cuando íbamos al cine. Todo el tiempo: fue tu culpa. Tuve que adoptar una posición sumisa para que me creyera. Esta violencia de las palabras que se enuncian y las que se esconden, que amedrenta y seca el ánimo, nos va carcomiendo. No aprender a dejar ir sino a desapegarse. El amor no como un lazo sino como un modo de escape y de refugio, como una forma de enfrentarse al mundo, de decir: aquí estamos, somos porque luchamos.
VII.
Me rehusé varias veces a escribir y a decir «mi agresor» porque el horror funciona como una máquina que se reproduce a sí misma: pedazos de miedo regados por todas partes. JL también me agredió. Me pesa porque la violencia es algo que siempre está presente en muchísimas formas, lo sabemos; estamos rodeadas de ella todos los días. Adoptamos y nos instalamos en la idea de que no es algo que pudiera pasarnos. Acentuamos las pequeñas cosas justo porque no deberían serlo. Agrandémoslas, que se vean. Visibilicemos. Esto no es la punta del iceberg, es la punta del cañón.
El cine y la televisión no solo inspiran disfraces de Halloween y paletas de maquillaje, también historias de la vida real. ¿Recuerdas todas las veces que recitaste un hechizo de Harry Potter y hasta practicabas el movimiento de muñeca con tu varita improvisada? ¿O cuando fantaseabas con descubrir que tenías un gemelx con quien cambiar identidad como en ‘Juego de gemelas’? ¿También tú le pusiste un sticker a tu webcam después de ver ‘Black mirror’? (Si no lo has hecho, hazlo ahora mismo, por favor).
De las películas y las series también se aprende. Hay algunas buenas ideas, otras muy, muy malas. No hay de qué avergonzarse, TODXS hicimos cosas así y aquí están algunas historias para probarlo. Desde ‘Chicas pesadas’ hasta ’50 sombras de Grey’, las cosas más tontas y peligrosas que hicimos gracias a lo que vimos en la pantalla.
«Ligera como pluma, tiesa como tabla»
«En la secundaria hice una fiesta en mi casa e invité a dos de mis mejores amigas de ese entonces. Todas estábamos obsesionadas con ‘The craft’, así que se nos ocurrió intentar levantar a una con los dedos. Luego de decir las palabras mágicas y realmente concentrarnos en la tarea, no funcionó. Según nosotras, no pasó nada porque al menos debíamos ser cuatro (como en la película). Muy tristes dejamos ese juego, aunque aún pienso que sí funciona y me encantaría intentarlo de nuevo, pero con cuatro integrantes, como se debe». —Sara
Me perforé las orejas como en ‘Juego de gemelas’
«Resulta que cuando vi ‘Juego de gemelas’, como a los 13 años, coincidió con que estaba entrando a la adolescencia y, obvio, quería tener aretes como todas las demás. No tenía las orejas perforadas y la película me dio una guía paso a paso para hacerlo yo misma (también para probar Oreos con mantequilla de maní y esa sí que es una buena idea).
«En una pijamada, le pedí a una amiga que me ayudara y lo hizo. Tal cual, conseguimos el hielo, la rebanada de manzana y la aguja (a escondidas de sus papás, claro). Al principio no me dolió taaanto, pero en la noche se hinchó y empezó a doler. Finalmente, tuvimos que decirle a sus padres. Ellos, lejos de enojarse, se rieron de mí y me ayudaron a desinfectar las perforaciones (había pus y sangre ahí).
«Lo mejor es que no me acusaron y no tuve que lidiar también con el regaño de mis padres. Después de eso, todo estuvo bien y fui feliz con mis orejas perforadas una vez que sanaron». —Mariana
El beso de Spiderman
«Mi novio es super fan de Spiderman. Entonces, un día en un parque intentamos darnos un beso como el de Peter Parker y Mary Jane donde él está de cabeza. A mí me pareció divertido, pero los primeros intentos fueron desastrosos.
«Las personas que pasaban por ahí se nos quedaban viendo raro y algunos se reían. Finalmente, nos salió bien. Obvio, teníamos que tomar una foto. Probablemente es de las cosas más divertidas que hemos hecho juntos. La foto, aunque tal vez no es exactamente igual que en la película, sigue siendo de mis favoritas». —Leilani
La coreografía de ‘Jingle Bell Rock’
«Cuando vi ‘Mean girls’ por primera vez, como a los 11 años, me obsesioné con la coreografía de Jingle Bell Rock. Me gustaba mucho cómo se veían bailando con sus outfits de Santa Claus y quise imitar toda la coreografía. La veía encerrada en mi cuarto y seguía los pasos mientras pasaba la escena. Nunca me salió completamente bien, pero hasta la fecha me gusta hacer el paso donde se pegan en los muslos». —Jessica
Hice el «Pop» de ‘El diario de la princesa’
«Cuando tenía 19 años, bailando en un antro ligué con un chico. Se me pasaron las copas y me puse muy borracho después de un rato. Como era de esperarse, el chico y yo nos empezamos a besar y se me ocurrió hacer el «pop» de ‘El diario de la princesa’.
«En la película, cuando Mia hace ‘pop’ es un beso súper especial y romántico, pero yo solo estaba muy ebrio. Siento que decepcioné a Mia Thermópolis, pero siempre hay tiempo para redimirme y hacerlo bien». —Omar
Traté de volar y hacer los hechizos de Harry Potter
«Cuando era pequeña estaba obsesionada con Harry Potter. Mis primos y yo hicimos escobas ‘mágicas’ con ramas. Realmente pensábamos que en algún punto podríamos aprender a volar con ellas y ahí estábamos como tontos diciendo hechizos y corriendo con las escobas entre las piernas tratando de volar. Obviamente nos dimos cuenta después de un rato que no funcionaba y nos rendimos». —Laura
El bebé en el techo de ‘Trainspotting’
«En una borrachera de la prepa, estábamos en casa de un chico con varios amigos más. Uno de ellos se quedó muy dormido y lo llevamos a un cuarto a dormir. El dueño de la casa tenía una hermana pequeña con muchos Nenucos. Como éramos fans de ‘Trainspotting’, se nos ocurrió tomar uno y lo pegamos con cinta en el techo del cuarto, justo encima de mi amigo dormido. Cuando despertó en la mañana, crudo y muy desvelado, lo primero que vio fue el muñeco colgado y su horror fue muy similar al de Renton en la película». —Bertin
Aprendí el lenguaje de los elfos
«A un amigo y a mí nos gustaba mucho ‘El señor de los anillos’. Él estaba especialmente obsesionado con los elfos y tenía muchos de juguete. Yo siempre quise uno, pero mis padres jamás me dejaron porque creían que estaban poseídos. Tratamos de aprender élfico como en la película. De pronto ya teníamos varias palabras, según nosotros, de elfo. Nadie nos entendía nunca, pero para nosotros tenía todo el sentido del mundo». —Jenny
Le di una oportunidad al BDSM por ’50 sombras de Grey’
«Leí ’50 sombras de Grey’ cuando iba en la prepa y me entró curiosidad por el BDSM. Entonces me intimidaba un poco, pero unos años después salieron las películas y la curiosidad regresó. Para entonces tenía una pareja con quién intentarlo y ya era más segura de mí misma, así que compré algunos juguetes y accesorios.
«Al principio, a él le pareció un poco extraño, pero accedió. Supe que dentro de esta práctica hay muchas posibilidades y cosas que probar. Me gustó descubrir mis límites y disfrutar nuevas experiencias junto a mi pareja. Algunas cosas las quiero seguir haciendo y otras no tanto. Al final, estoy feliz de no haberme quedado con las ganas. Gracias, Christian Grey.» —Andrea
Como decía aquel comercial, que «entre el zapato y el pantalón está el detalle de distinción», es necesario saber que entre la entrada de la vulva y el clítoris existe no uno sino varios detalles de distinción (o más bien zonas erógenas de la mujer). Solo que pocas parejas exploran esas áreas de felicidad; conocerlas y estimularlas pueden hacer las relaciones sexuales más placenteras.
De acuerdo con información del sitio HelloFlo, alrededor del 75% de las mujeres nunca alcanzan el orgasmo solo con el coito. Mientras que de 10 a 15% jamás han llegado a un conocer un orgasmo. Sad but true.
Hablar del punto G suele ser común, aunque, en realidad, pocxs saben dónde está y cómo se estimula. No obstante, hay otros como el A o D, el O, el K y el U que —oh, sí amigxs—, las mujeres van a agradecer que se los hayan presentado. «Hola, sí, qué tal, mucho gusto», estas son las (tal vez) nuevas zonas erógenas que no conocías.
El punto A
En inglés le llaman el Deep point y por eso también se le conoce popularmente solo por la inicial D. Alicia Sinclair, sexóloga y fundadora de b-Vibe (tienda de juguetes sexuales), explicó al sitio PopSugar sobre una de las poco conocidas zonas erógenas de la mujer. Al punto A se le conoce técnicamente como fórnix anterior. Es un «parche» de tejido sensible que está justo en los extremos internos del tubo vaginal entre el cuello uterino y la vejiga. Según la experta, se conoce como la «próstata degenerada femenina» debido a su ubicación precisa y su capacidad para ser estimulada de manera similar a la próstata masculina (o el punto G masculino).
¿Cómo llegar a él?
Para dar con el punto A es necesario introducir dos dedos en la vagina (unos 4 cm adentro), doblarlos en forma de gancho que apunta hacia el ombligo. Antes del punto A, con forma de tejido esponjoso está el famoso punto G.
Los beneficios de frotar el punto A son «mucha lubricación vaginal», además de que «aumenta y prepara el cuerpo para el sexo, por lo que es especialmente bueno para los juegos previos», explica la sexóloga.
Punto G
Aunque no es perceptible en condiciones no excitadas, el punto G se pone erecto con excitación, y luego puede sentirse como un área con baches o hinchazón. Para muchas mujeres es una zona erógena sensible que puede conducir a orgasmos potentes y a la eyaculación femenina.
¿Cómo llegar a él?
El punto G se describe típicamente como ubicado de 2.5 a 7.6 cm en la pared vaginal anterior, desde la entrada de la vagina.
https://giphy.com/gifs/IzsnB8WprE1Ww
Punto K
Obtiene el nombre por el «Kundalini» y es popular en el sexo tántrico. Para estimularlo, el punto K se puede acariciar, hacerle cosquillas o masajear con una presión profunda y constante para crear una sensación relajante y eufórica.
¿Cómo llegar a él?
Es un punto sensible en la pared vaginal posterior justo encima del ano. Hacer presión sobre esta área puede crear una excitación intensa, ya sea con un dedo, un juguete o un pene.
Punto O
Es algo así como el alter-ego del punto G. Si ya ubicaste el más famoso, pues el punto O está justo en la pared opuesta. De acuerdo con el sitio Menshealt, solo el 8% de las mujeres sienten placer en esta zona, pero basta intentarlo para descubrir si eres de ese porcentaje.
¿Cómo llegar a él?
Para encontrarlo hay que dirigir los dedos hacia el punto G y después girar hacia la pared opuesta. Ve un poco más profundo hasta que sientas un área esponjosa en la pared posterior de la vagina. Ahí vive feliz el punto O.
La sexóloga Jacqueline Hellyer lo explica muy bien en este video.
Punto P
Este se llega a tocar en posiciones como la de misionero u otra donde la punta del pene alcanza el fórnix anterior —o frontal—, mientras que en la posición de entrada posterior alcanza el punto P, el fórnix posterior (posterior).
¿Cómo llegar a él?
Si tienes dudas de dónde está, solo ver el mapa.
Foto. Weibliches Becken Median
Punto U
Jugar con esta zona ayuda a alcanzar el orgasmo, pero requiere trabajo y precisión. «Necesita ser complementado con la estimulación del clítoris y de los otros puntos (G y A), además de la penetración», explica la sexóloga María del Carmen Rodolico en Sexovida.com.
¿Cómo llegar a él?
Se le llama punto U porque se ubica en la uretra, entre el clítoris y el comienzo de la vagina. Para su estimulación, dice la especialista, se necesita una firme presión y esperar la reacción de la mujer. En posiciones hombre-mujer, una de las mejores posiciones para estimularlo es cuando ella está encima y se inclina hacia delante.
En un mundo donde crear fake news es tan fácil como publicar un tuit o un post en Facebook, nace Verificado. Se trata de una herramienta en línea que denunciará, en tiempo real, información relevante sobre las noticias falsas que se puedan originar a partir del proceso electoral 2018 en México.
Que si tu tía te mandó una foto de AMLO y Putin comiendo barbacoa, que si Trump y Meade son compadres, que si Ricardo Anaya compró una isla… Todas esos textos, fotos, videos o memes que parecen de dudosa procedencia porque «solo te las mandaron por chat», pasarán por el ojo clínico de especialistas. Las noticias sensacionalistas, con parte de verdad o totalmente falsas, serán exhibidas ahí.
Es un proyecto colaborativo de periodistas independientes, ciudadanxs e iniciativa privada. AJ+ Español es socio fundador, pero cuenta con la participación de más de 60 medios (Animal Político, Newsweek, Mexicanos Contra la Corrupción, BuzzFeed News, Univisión), organizaciones civiles y universidades en todo el país. Facebook, Google News Lab, Twitter y otras empresas influyentes serán clave en la tarea de #Verificado2018.
«En este proceso electoral, las noticias falsas tendrán cada vez más presencia en la red e influencia entre los lectores. Verificado 2018 nace con el objetivo de enfrentar estas noticias malintencionadas o imprecisas y desmentirlas con información rigurosa y confirmada. Es un proyecto de periodismo colaborativo en el que participan más de 60 medios, universidades y organizaciones civiles y estará en funcionamiento durante todo el proceso electoral», se explica en su sitio web.
Además de noticias falsas, #Verificado2018 buscará exhibir las promesas irrealizables, de lxs candidatxs. Nos alertará sobre las denuncias sin fundamento y críticas basadas en datos equivocados con el objetivo de engañar al electorado.
Antecedente necesario
La idea de Verificado fue precisamente crear un panorama justo, donde las metidas de patas de los candidatos sean reales así como sus propuestas. Nada de videos editados que manden mensajes mentirosos, nada de discursos truqueados que den otra intención. Algo que ya se ha comenzado a ver en esta contienda electoral.
El origen de Verificado nos lleva al año 2016, precisamente a la campaña presidencial entre Hillary Clinton y Donald Tump. En ese proceso, más de 10 millones de electores potenciales tuvieron acceso a noticias falsas difundidas en redes sociales.
«Hoy sabemos que sí hubo ‘intervención rusa’ en esa elección, precisamente sembrando noticias falsas. Y que los propios equipos de campaña de los partidos Demócrata y Republicano las usaron como estrategia electoral para quitarle votos a sus adversarios», explica el sitio de Verificado.
A este fenómeno se añaden otros como sitios de broma como El Deforma, cuyas noticias declaradamente falsas han llegado a pasar por ciertas. En el caso EU, existieron falsos periodistas que crean sitios dedicados a propagar fake news para ganar dinero y que, aun cuando no sea esa su intención central, influyen en electores dispuestos a creer casi cualquier cosa.
Si a este panorama se suman los memes con fotos fuera de contexto o las estrategias de bots en Twitter, que impulsan temas, hashtags o difunden noticias a favor de uno u otro candidato, el problema de desinformación puede explicarse solo.
Tal vez recuerdes Verificado19S, una respuesta de la gente a la ausencia o a la ineficiencia del gobierno y a la difusión de datos falsos durante el terremoto de l 19 de septiembre de 2017. Dicha iniciativa comenzó a exhibir la información que solo servía para confundir, generar temor o desviar la ayuda que se necesitaba.
Ahora esa gran idea es el modelo del Verificado2018, hecho exclusivamente para las noticias de las elecciones de este año. Si ya te emocionó este proyecto tanto como a nosotrxs, puedes unirte y colaborar.
Dima Khatib, Directora Ejecutiva de AJ+, y Diana Larrea Maccise, Project Manager de Al Jazeera Media Institute, explican en el sitio que la participación ciudadana será fundamental.
«Súmate a #Verificado2018 denunciando contenido y compartiendo tus historias navegando el ecosistema de (des)información durante el proceso electoral. Podrás consultar los mecanismos de participación en la página de #Verificado2018 y en nuestras redes sociales: @VerificadoMX en Twitter y Verificado2018 en Facebook».
¿La tía Elenita o el primo Jorge están compartiendo, otra vez, noticias sospechosas vía WhatsApp? Mándanos esa información dudosa con el hashtag #QuieroQueVerifiquenpic.twitter.com/hemWj8qKXr
El anuncio de esta plataforma sucedió apenas, por lo que a la fecha, el proceso para ayudar es enviar a sus redes sociales el contenido de dudosa procedencia marcado con el hashtag #QuieroQueVerifiquen.
Ala par, Verificado.mx tiene ya activa una cuenta de correo para recibir contribuciones de lectorxs que tengan dudas sobre la veracidad de la información que circula en la red. Envíales un correo a [email protected].
Por aquí en Malvestida seguiremos informando de cualquier actualización. Gane quien gane, lo que México merece son unas elecciones justas y transparentes.
“No hay un camino para la felicidad, la felicidad es el camino y es ahora”. – Hubert de Givenchy
El mundo de la moda está de luto, pues el fundador de la casa Givenchy falleció el sábado 10 de marzo a los 91 años de edad. Hubert de Givenchy, nacido en Beauvais, Francia, en 1927, soñaba con la moda desde muy pequeño. Y su empeño y creatividad lo llevaron a forjar su propia marca.
Fundó y dirigió la casa Givenchy desde 1952 hasta 1995, cuando decidió retirarse y dejar al frente a John Galliano. Hoy, Clare Waight Keller está a cargo de la dirección artística. Y aunque él ya nos espiará desde un lugar muy muy lejano, sus diseños quedan en la historia de la moda.
Tal vez te suene su apellido por la marca tan famosa que creó, pero es posible que no recuerdes exactamente sus vestidos más famosos. Pero créenos, con solo verlos, llegarán a tu mente.
via El País
Los vestidos de Audrey Hepburn
Además de haber sido su musa durante décadas, la vistió en grandes películas como ‘Breakfast at Tiffany’s’. Sí, ese fabuloso little black dress que aparece en la primera escena de la película es obra de Hubert de Givenchy. También se pueden ver sus diseños en ‘How to Steal a Million’ y ‘Funny Face’, donde se lució diseñando todos los vestidos que Audrey Hepburn usaría para la filmación.
via InStyle
Ropa para el luto
Hubert de Givenchy se distinguió por vestir a las mujeres más influyentes de su época. Tanto para momentos de fiesta como para funerales.
Diseñó el vestido negro que uso Jackie Kennedy en el funeral del expresidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy. Si pensabas que la entonces primera dama solo vestía de Chanel, ahora puedes saber que no.
La duquesa de Windsor estuvo muy agradecida con Givenchy, ya que el diseñador estuvo trabajando toda la noche para tener un vestido para el funeral de su esposo, el príncipe Eduardo, duque de Windsor. El reto fue conjuntar un look que desbordara elegancia de manera discreta.
La moda en negro
Es considerado «el diseñador del negro». Tal vez su ingenio para este color (o ausencia de color, como también se reconoce) se compara con el de su compatriota Coco Chanel, pero Givenchy tuvo su propio trono. Ahora parecería algo ordinario, pero a mitad del siglo XX, el negro estaba destinado más al luto que a vestimentas cotidianas.
Usó el negro con elegancia para demostrar la sofisticación y experimentación de sus diseños. Su sello fue dotar lo ordinario de mayor extravagancia.
via S Moda
Pedido especial para Grace Kelly
La princesa de Mónaco lució un diseño verde que solo ella podría llevar con tanto estilo. Lo usó para una visita a la casa blanca en Estados Unidos en 1961, donde almorzó con el presidente John F. Kennedy.
Hay frases del internet que pasan al mundo real, solo que de forma menos graciosa. El «amiga, date cuenta», que podría ser solo un chiste de Twitter o un meme que se riega en los chats cual tíamandapiolines, es en realidad algo que ocurre todo el tiempo.
Querer ayudar a una amiga que no se deja me ha hecho sentir una frustración diferente a otras. No se parece a un fracaso profesional, tampoco a no superar una relación amorosa, a que tener prisa y el Uber se pierda en el camino a recogerme o a que se vaya el tren por llegar tarde a la sala de abordar por estar comprando papitas (obvio, me ha pasado).
Es diferente porque mis amigas suelen ser mi refugio, son personas inteligentes, que me conocen —a veces tanto como yo misma—, que me han regañado cuando la cago, que tienen la paciencia de escuchar hasta mis problemas más ordinarios, que si pido ayuda, ahí están para lo que sea. Por años yo he correspondido a estas maravillosas atenciones con el mismo o un mayor empeño.
Pero, ¿qué ocurre cuando le digo «amiga, date cuenta» y NO se da cuenta? He llegado a tres escenarios, uno menos alentador que el anterior.
Desgaste constante de la amistad
No creo ser una persona rencorosa, mucho menos con mis amistades. Sin embargo, ha habido momentos en que el «amiga date cuenta» ha dañado alguna relaciones.
A veces la amiga acude a pedir ayuda sobre qué debe hacer, si dejar al hombre casado con el que sale o seguir con él: «Déjalo, no necesitas eso en tu vida». Una amiga pide luz para separarse de su marido que la ha endeudado, no le ayuda a cuidar a los hijos y, además, la engaña: «No te preocupes, yo te ayudo a pagar el abogado, pero aléjate ya de ese hombre». Otra más, me pide empleo porque su trabajo es tóxico, le pagan poco y odia ver a su jefe todos los días: «Puedes trabajar conmigo y busco que te paguen más».
Poco tiempo después, la amiga sigue saliendo con el casado y hasta le presta dinero (que no sabe ni cuándo le pagará). La segunda amiga ya está pensando en regresar con su esposo engañador y retirar las demandas hechas por el abogado. La tercera me dejó botado el trabajo porque, aunque el que tiene es un ambiente tóxico, prefiere seguir ahí.
Conclusión: «¡¡¡arghhhhh!!!».
A ninguna la he dejado de querer, pero he tenido que tomar distancia de ellas (por un tiempo), de sus problemas e intentar que ya no me afecte.
Dejar de estar 100% comprometida
Ante la impotencia de intentar ayudar sin éxito, en ocasiones la solución ha sido desistir salvar a ese alguien.
Si la amiga desea vivir así, tal vez deba dejarla ser. Esta es una situación compleja porque tampoco puedo juzgar del todo a quien lo vive, ya que también he estado en situaciones en las que soy esa amiga que no se da cuenta.
Muchas veces he escuchado y comprobado que el mejor consejo es simplemente apoyar con la presencia, abrazar, escuchar, sanar con una buena conversación. Pero, ¿qué ocurre cuando esa amiga desesperada me insiste con «es que no sé qué hacer» y pide desconsolada un consejo? Es un punto crítico en el que apelo a los poderes sobrenaturales, cuando invoco al dios de la razón y el sentido común –con el que a veces ni yo misma entro en contacto– y le digo algo que la reconforte. Aunque esto resulte inútil después.
El apoyo suele ser simplemente un consejo, pero hay ocasiones en que esto ha ido más allá e involucra parte importante de mi tiempo, de trasladarme lejos, de poner recursos… Y en realidad no son sacrificios, son cosas que hago por la gente que amo. Al verme decepcionada como en los casos anteriores, la pregunta que me sigo haciendo es: ¿vale la pena el esfuerzo?
Cuando tú eres la amiga que no se da cuenta
Repetir una y otra vez «amiga, date cuenta» es tal vez verme reflejada en alguna etapa de mi vida. Porque también he estado ahí: tomando las peores decisiones, haciendo todo mal, implorando que alguien me lance un rayo amigadatecuentificador, me ilumine y decir que sí, que ahora sí me voy a salir de ese problema. Y el efecto esclarecedor me dure dos días. Y vuelva a caer.
Por todas esas veces que he sido la amiga que no se da cuenta es que sigo siendo la amiga que hace como que no se da cuenta de que su amiga no se da cuenta. ¿Me explico? Y caigo de nuevo en salvar a quien no se deja. Es una espiral de la que una no deja de caer, es caminar en círculos. Es un proceso vicioso que se puede ver desinteresado, pero a lo mejor es tan egoísta que lo realizo porque quiero que ese alguien a quien ayudo esté ahí para mí cuando lo requiera.
Así, ser la amiga que no se da cuenta o la que dice «amiga date cuenta» pueden ser la cara de la misma moneda. A veces cae de un lado más brillante, a veces del más opaco.