Si los alienígenas nos monitorean desde otras galaxias (ojalá que sí, y que lean Malvestida), pocas cosas han de parecerles tan extrañas como la dedicación y esmero que le ponemos a nuestras uñas. Cada cierto tiempo algún gurú del manicure proclama una nueva tendencia y, lejos de quedarnos con las ganas, nos sumamos a la euforia llevando cosas tan absurdas como uñas con efecto terciopelo, esmaltes que reaccionan a los imanes e incluso esa desgracia llamada crackel.
No podemos evitarlo, nos encanta la versatilidad que un sencillo cambio de esmalte le da a nuestro look, por eso ahora que Eun Kyung Park, del salón de belleza Unistella, ha propuesto llevar alambres en las uñas, nos parece una idea maravillosa. Cero funcional, pero maravillosa.
De acuerdo con Park, la inspiración de las llamadas wired nails surgió de los letreros neón (como esos que ahora están tan de moda en el arte contemporáneo). “Cuando haces letreros de neón tienes que doblar los cables para hacer ciertas letras», explicó en una entrevista para Marie Claire, quienes fueron los primeros en poner los reflectores sobre este nuevo estilo. “Es un cable largo que se dobla para crear y conectar las letras. Pensé que es algo muy cool y, puesto que los uñas son un accesorio, quería que fueran utilizadas para expresarse. Como anillos”.
Aunque seguramente no tardarán en salir variaciones de este estilo, el original lleva esmalte transparente, para que el cable dorado sea el gran protagonista. La revista Marie Claire explica que “Park buscó el cable más delgado que pudo encontrar, y ahora, para crear los diseños, lo manipula en distintas formas usando unas pinzas. Después coloca el alambre ya moldeado y algunos elementos de decoración sobre esmalte para uñas transparente, lo deja curar bajo luz ultravioleta. Finalmente aplica una capa superior del gel para un efecto de larga duración”.
Como se aprecia en las fotos del Instagram de Unistella, el cable puede colocarse en los bordes de la uña o al centro formando diferentes figuras, lo que es importante cuidar es que la punta quede bien sellada, para que tus uñas no se atoren en la tela de tu ropa o te lastimen la piel.
Aunque las wired nails parecen bastante excéntricas, no podemos negar que tienen cierto encanto y ya están en la lista de «Tendencias absurdas que morimos por probar». Eso sí, antes habrá que corroborar qué no tengamos un viaje en la agenda. Ya sabes, por aquello del detector de metales.
Si algo hacen bien los estadounidenses es tratar cada evento como si fuera la entrega del Oscar, y la Marcha de las Mujeres en Washington no fue la excepción. Lo que comenzó como un llamado a la acción a través de un evento en Facebook se transformó en un movimiento capaz de reunir a más de 5 millones de personas en todo el mundo (tan sólo en Washington, D.C. un millón), según datos de la página oficial de la marcha.
¿Cómo lo lograron?
Definitivamente hay mucho que podemos aprender sobre cómo manifestarnos, pero aún más sobre cómo lograr un movimiento tan grande y potente, que el gobierno no tenga posibilidad de ignorar.
1- Organización
Un evento de Facebook evolucionó para convertirse en uno de los acontecimientos socioculturales más importantes de la historia reciente de Estados Unidos. Sin embargo, para pasar de los likes a las millones de personas en las calles se necesitaron casi tres meses de planeación.
La primera invitación a marchar por las calles se dio el 9 de noviembre (un día después de que Donald Trump ganara la presidencia de los Estados Unidos) cuando una mujer llamada Teresa Shook creó un evento en Facebook e invitó a sus conocidos. Poco a poco, aparecieron más eventos similares apoyando la idea. Finalmente, las organizadoras decidieron unir esfuerzos, crear un solo canal de comunicación y darle nombre al movimiento: La Marcha de las Mujeres en Washington (aunque en un principio se llamó Million Women March).
Lo que siguió fue una rápida movilización para crear una identidad (el logotipo fue creado por la diseñadora Nicole LaRue), pedir permisos, conseguir aliados y darle difusión al proyecto. Además de la creación de una página de internet y redes sociales en donde se publicaron todos los detalles de la marcha, la cual, convenientemente, se realizó en fin de semana, lo que dio a los asistentes mayor facilidad para asistir e incluso trasladarse a Washington desde otras ciudades.
2- Motivación
Si por algo fue un éxito la Marcha de las Mujeres en Washington fue porque lejos de ser un evento, se convirtió en un movimiento, una hermandad de mujeres (y hombres también, hay que decirlo) que se propusieron mandar un mensaje contundente en temas tan diversos e importantes como la equidad de género, los derechos reproductivos, la comunidad LGBT, el racismo e incluso el medio ambiente.
Quienes fueron a la marcha lo hicieron por convicción, por la emoción de sentirse parte de algo mucho más grande que ellos mismos. Cada uno quiso dejar de ser espectador y tomar partido en la labor de escribir la historia de su país. Además surgieron objetos de propaganda como playeras con frases feministas, ilustraciones, pines, parches y los famosos pussy hats, que le dieron aún más cohesión al movimiento.
3- Difusión
Periódicos, revistas de moda, blogs, programas de radio, videos en YouTube, redes sociales, podcasts, no hubo medio que no difundiera la noticia de que el 21 de enero de 2017 se haría una monumental marcha en Washington. Ese hype y visibilidad lograron que, cual festival de música o exposición de arte, la marcha se convirtiera en el evento cool de la temporada.
Por si fuera poco, desde el inicio la página de la Marcha de las Mujeres en Washington estableció hashtags oficiales, los cuales comenzaron a utilizarse –y volverse virales– antes del evento. El #WhyIMarch (Por qué marcho) y #IMarchFor (Yo marcho por) no hicieron más que fomentar la conversación al respecto y crear un sentimiento de comunidad, pues permitieron que cada quien contara su historia.
4- Información clara
No importa qué duda tuvieras, seguramente podías encontrar la respuesta en el sitio oficial de la Marcha de las Mujeres en Washington. Horario, transporte, baños, voluntariado, seguridad, objetos prohibidos, aspectos legales y casi casi hasta qué calzones ponerte. Se encargaron de cubrirlo todo de forma puntual y clara, lo que permitió una comunicación eficiente con los asistentes a través de un sólo canal.
5- Líderes de opinión
Si quieres que tu mensaje se escuche más fuerte necesitas de tu lado a quienes tienen el megáfono de la popularidad, y la Marcha de las Mujeres en Washington tuvo como voceras a personalidades como America Ferrera, Scarlett Johansson, Alicia Keys, Madonna, Michael Moore, Ashley Judd y activistas como Gloria Steinem y Ai-jen Poo.
El nivel de convocatoria fue tal, que en las diferentes marchas a lo largo de Estados Unidos también participaron Emma Watson, Jake Gyllenhaal, Sia, Jamie Lee Curtis, Joseph Gordon-Levitt, Lena Dunham, James Franco y Amy Schumer, por nombrar algunos.
6- Continuidad
La Marcha de las Mujeres en Washington fue un éxito total, pero lo mejor de todo es que no se queda sólo en el recuerdo, sino que ahora a través de la página oficial se proponen acciones concretas para darle continuidad al movimiento.
La campaña “10 Actions for the First 100 Days” (10 Acciones para los primeros 100 días) propone tareas específicas para que las personas se sigan involucrado en la vida política de su país. La primera encomienda es que cada quien envíe una postal a sus senadores expresando cuáles consideran que son los temas más importantes a tratar y de qué forma planean luchar por ellos. Incluso ofrecen el diseño de las postales para descargarlas e imprimirlas.
Así, cada 10 días se planteará una nueva acción que fomente el activismo y mantenga viva la emoción con la que millones de personas vibraron el pasado 21 de enero.
Compré mi boleto para ir a la Women’s March en Washington (D.C.) después de mucho titubeo. Fue de esas compras que no sabía cómo justificar, pero una vez que me llegó el mail de confirmación del boleto supe que había tomado la decisión correcta.
Llegué a D.C. el viernes al mediodía, un día antes de la marcha y justo cuando comenzaba la investidura o “inauguración” de Donald Trump como presidente. Salí del avión unos minutos antes de que llegara mi suegra a buscarme; suficiente tiempo para darme cuenta de que, como yo, muchas mujeres habían volado desde otras partes de E.U.A para asistir a la marcha.
Era fácil darse cuenta de quiénes venían a protestar tan solo por verles la cara de entre susto y emoción, también porque las conversaciones de estos grupos de mujeres circulaban alrededor de un infame señor que en ese mismo instante se convertía en presidente del país más poderoso del mundo.
Recordemos que Trump es un tipo que, además de calificar a las mujeres según sus atributos físicos, fue sorprendido diciendo que puede besar a las mujeres y agarrarlas por los genitales, así nomás, cuando se le antoje y sin previo consentimiento. Acusó a Hillary Clinton de ser una nasty woman cuando ella refutó sus posiciones en un debate presidencial y hoy en día amenaza con quitarle fondos a una organización que presta servicios médicos a mujeres. O sea, el tipo no es de nuestra gracia, de las feministas, digo.
El sábado en la mañana, por ahí de las 7:30 a.m., me subí al metro en dirección a la marcha. Apenas entré al vagón empecé a sentir esa emoción de cuando estás a punto de recibir la mejor noticia del mundo. El tren estaba lleno de mujeres de todas las edades yendo en la misma dirección que yo, con la misma cara de estupefacción que seguramente yo tenía. La emoción empezó a crecer cuando al abrirse las puertas del metro salieron cientos de mujeres chiflando, sonriendo y ondeando sus banderas de protesta. La calle junto a la estación estaba igual, todas sintiendo una euforia inigualable encaminándonos al punto de encuentro de la marcha.
Lo que vimos en las cuadras siguientes nadie nos lo pudo haber descrito. No éramos cientos de mujeres, éramos cientos de miles de mujeres. Mujeres con sus hijas e hijos, con sus nietas o nietos. Mujeres con sus parejas, con sus hermanas, amigas, con sus esposos o novios. Era una vista casi indescriptible y ciertamente inesperada. Casi todas con algún tipo de pancarta, muchas usando los famosos pussy hats rosados y todas, todas, unidas por las mismas causas.
Bajo la premisa de una marcha feminista, los que fuimos estábamos protestando que un hombre irrespetuoso y misógino sea el presidente, mismo que ha formado un gabinete de pseudo políticos con infinidad de conflictos de intereses. Protestábamos el odio difundido durante su campaña hacia los inmigrantes, musulmanes y minorías. Estábamos ahí defendiendo los derechos de la comunidad LGBTQ, así como las leyes que permiten a las mujeres definir su vida sexual y de reproducción. Protestábamos la falta de seriedad con la que la administración de Trump habla del calentamiento global. Estábamos todos ahí demostrando que queremos un país más humano, justo y progresista en el que quepan todo tipo de personas.
A las 10 a.m. abrió el panel de oradores. La actriz América Ferrera (quien es hija de inmigrantes hondureños, y una chulada de persona, por cierto). Su discurso llamó a la resistencia a esta administración a través de acciones cívicas y unión. Después de ella –y durante más de tres horas– escuchamos a diferentes oradores, actos musicales y celebridades como Madonna, Scarlett Johansson o mi querida Amy Schumer.
La inspiradora e ícono feminista, Gloria Steinem, habló de un mundo interconectado e insistió en la unión. Mientras que el activista Michael Moore nos invitó a participar activamente en la vida política de este país.
A la 1:45 p.m. entre cantos, porras y chiflidos, incluso a veces en español (el canto de «sí se puede» se repitió varias veces), la marcha comenzó a avanzar lentamente hacia la Casa Blanca. Con el fin de movilizarnos más rápido, intentamos irnos por la periferia hacia el National Mall, o área de monumentos, sólo para encontrarnos con aún más montones de gente protestando y demostrándose pacíficamente. Por donde una volteara –en el monumento a Washington, a Lincoln, al pie de los museos y edificios de gobierno, en las explanadas de los parques– por todos lados habíamos mujeres, familias, cientos de miles de personas con esa euforia que parecía no extinguirse.
Dicen que la disidencia es un acto de patriotismo y que cuando se amenazan las libertades, mantenerse neutrales nunca ha sido la opción que favorece a los desvalidos. Hoy, más que nunca, confirmé que manifestarse no sólo puede lograr mucho, sino que puede ocasionar un cambio instantáneo, pues como dijo Gloria Steinem invitándonos a continuar la lucha en contra de esta presidencia: “Este es un día que nos va a cambiar para siempre, porque estamos unidas. Cada una de nosotras, individual y colectivamente, jamás será la misma”.
Seguramente has visto la frase “The Future is Female” (El futuro es femenino) muchas más veces de las que recuerdas. Hay una foto que se volvió viral de una niña que tiene una playera con esa expresión. También la han llevado celebridades como Ariana Grande, Tatiana Maslany, St. Vincent (Annie Clark) y Cara Delevigne, a quien de hecho le valió una acusación de plagio.
Pero el origen de la playera data de algunas décadas atrás, de los 70, para ser exactos. La original fue creada por Labyris Books, la primer librería para mujeres en Nueva York (fundada por Jane Lurie y Marizel Rios) e inmortalizada por la fotógrafa Liza Cowan, quien en 1975 retrató a su novia de ese entonces, Alix Dobkin, utilizándola.
Era un momento importante para el movimiento feminista estadounidense y la apertura de la librería representaba la creación de un espacio seguro en el que las mujeres podían reunirse, apoyarse e intercambiar ideas.
Tuvieron que pasar 40 años para que la t-shirt –y su mensaje– hicieran su regreso triunfal, pues en 2015 la artista visual Rachel Berks decidió reimprimirla y venderla a través de su estudio gráfico y centro comunitario Otherwild.
«Es emocionante ver a la gente adoptar algo que surgió del movimiento separatista lésbico de los 70», explicó Berks al New York Times.
“Este eslogan ha permanecido a través de las décadas y está reemergiendo como una declaración de empoderamiento para todos, ya que los cuerpos y los derechos de las mujeres permanecen bajo ataque”, se lee en la página oficial de Otherwild, que dona el 25% de las ventas de la playera (que tiene un valor de 30 dólares) a la fundación Planned Parenthood.
“Apoyamos la liberación, abrazamos a nuestras hermanas trans y pedimos el fin de la ideología patriarcal, la dominación, la opresión y la violencia. Creemos que ‘El Futuro es Femenino’ es el pasado, el presente y el futuro, y es un lenguaje que resuena”.
Más allá de la playera, The Future is Female se ha convertido en un mantra para miles de feministas, pues lejos de ser una declaración de superioridad propone una visión del mundo en el que las características femeninas no sean motivo de crítica, burla o discriminación.
Como lo explica la baterista y activista Kiran Gandhi, quien tiene una canción que justamente se llama The Future is Female, “’El futuro es femenino’ no significa que las mujeres están por encima de los hombres, porque las mujeres ni siquiera pensamos de ese modo… Además, [las mujeres] ya hemos vivido tanta opresión que jamás desearíamos que alguien más pase por eso. ‘El futuro es femenino’ significa vivir en un mundo que es colaborativo. Un mundo que es emocionalmente inteligente. Un mundo en el que estemos vinculados y no clasificados”.
Ni anaranjado, ni rosa, sino un poco de los dos. Así es el blorange, el tinte que se ha puesto de moda en redes sociales y que próximamente verás en la cabeza de muchas asistentes durante tu festival de música de confianza.
Todo comenzó cuando en octubre del año pasado, Georgia May Jagger (quien había tenido el pelo en un intenso color naranja, cortesía de su estilista Alex Brownsell) subió a Instagram una foto en la que aparecía con la cabellera «deslavada» en un tono entre rubio (blonde) y naranja (orange), al que de forma bastante práctica apodó blorange (aunque también se dice que el nombre podría estar inspirado en un cítrico llamado naranja roja o naranja sanguina – blood orange).
En ese momento el look de Georgia no pareció causar tanta sensación. Sin embargo ahora, unos cuántos meses después, varios estilistas se han animado a experimentar con ese tono e incluso hay quienes lo han nombrado una de las grandes tendencias para 2017.
Una foto publicada por Georgia May Jagger (@georgiamayjagger) el
Cabe aclarar que Georgia ya no lleva el cabello en blorange (para ella eso ha de ser tan 2016), y regresó a su tradicional tono rubio, pero al parecer ahora es turno de que todos los mortales lo intentemos.
El tonoguarda ciertas similitudes con el strawberry blonde, la tendencia rosé o el tinte durazno que tanto vimos en 2016. Además de que, básicamente, es el efecto por el que una persona que haya tenido un intenso color rojo, naranja o fucsia en el cabello pasa después de unas cuantas lavadas. Pero no hay que hacerle el feo, el nombre es bastante pegajoso y quizá el comenzar a verlo en todas partes sea el último empujoncito que algunas necesitamos para atrevernos a adoptar un cambio de look tan radical este año.
Todo empieza con una inocente notificación, un minúsculo recuadro rojo en la parte superior derecha de tu cuenta de Facebook. “Has sido añadida al grupo ‘Mujeres Fabulosas Unidas’” (o algún otro nombre igual de cursi). Le das un clic, inocente, llena de curiosidad, pero nada puede prepararte para lo que estás a punto de presenciar.
En cuanto entras descubres que estás en una especie de Matrix, la deep web de las señoras. ¿Qué quieres conseguir? ¿Trabajo? ¿Botargas en forma de pez espada? ¿Pasteles hechos con lágrimas de unicornio? Todo lo encuentras. ¿Quieres dar un perrito en adopción? ¿Necesitas quejarte de tu marido o tu vecina? Bienvenida, estás en casa.
Los grupos secretos de Facebook para mujeres se han vuelto cada vez más populares. Los hay por temática: para mamás primerizas, para mujeres emprendedoras o para quienes simplemente tienen demasiado tiempo libre. Y también por región, de acuerdo a la ciudad en la que vivas. Y aunque estas comunidades pueden llegar a ser altamente beneficiosas, hay una serie de reglas que debes conocer para poder navegar sana y salva en ese mar de fotos pixeladas, cadenas de oración y anuncios con tipografía Comic Sans.
Aquí nuestra guía de etiqueta para sobrevivir a los grupos secretos de mujeres en Facebook:
1- El puntito mitotero.
Si haces un sondeo rápido por cualquiera de estos grupos descubrirás que existe algo muy preciado llamado “puntito mitotero”, que no es otra cosa que un punto en los comentarios de alguna publicación. Sí, un simple punto. Así: [ . ]
¿Y por qué es tan codiciado? Porque lo que hace es responder al algoritmo de Facebook que da prioridad y visibilidad a las publicaciones con más interacción. Así que a mayor puntitos –o comentarios en general– en un post, mayor popularidad. Algo así como las calcomanías que intercambiabas en la primaria.
2- Deja que el karma haga lo suyo.
Dicen que en el dar está el recibir, y una vez que dominas el puntito mitotero es momento de apoyar las causas que más resuenen contigo. Hazlo sin esperar nada a cambio, y quizá cuando tú necesites ayuda el Dios de los grupos de mujeres en Facebook (si es que existe) te recompense. Al final del día el chiste de estos grupos que es los usuarios sean activos y se apoyen mutuamente. Ayúdame a ayudarte.
3- No hagas berrinche si no te hacen caso.
Ok, digamos que te tomaste el punto anterior muy en serio y siempre le das puntito a todo mundo, apoyas, compartes y ayudas, pero cuando tú publicaste que tienes un negocio de sándwiches de nopal nadie te peló. Entonces lo publicas de nuevo… y nada. Hasta que finalmente escribes un post de #desahogo reclamando por qué si hay 30,000 usuarias en la página del grupo, tu Fanpage sólo tiene 3 likes (uno de de ti misma y otros 2 de tus mejores amigas).
Por favor, no hagas esto. Aquí el karma no tiene nada que ver. ¿No has pensado que quizá el problema es que a nadie le gustan los sándwiches de nopal? Es cruel, pero puede ser verdad.
4- Desactiva las notificaciones.
Por paz mental (y productividad). A menos de que te interese seguir el trama y desenlace de una publicación en específico, desactiva todas las notificaciones. De lo contrario, te encontrarás con 100 alertas nuevas cada dos minutos, y eso desquicia a cualquiera.
5- Antes de preguntar, ¡usa el buscador!
Como si fuera Google, en la parte superior derecha de los grupos hay un cuadro de búsqueda. Utilízalo antes de hacer una pregunta, porque cabe la posibilidad –en el 99% de las veces– de que alguien más ya la haya hecho.
Por ejemplo, quizá necesitas información sobre dónde comprar brownies sin gluten. Con una rápida búsqueda introduciendo las palabras «sin gluten» puedes encontrar tooooooodas las publicaciones que se hayan hecho sobre ese tema. Aprovecha el conocimiento que ya está ahí.
6- No te creas todo lo que ves.
Aunque la mayoría de estas páginas establece en sus reglas que no se deben ofrecer diagnósticos médicos, productos pirata, ni información fraudulenta, la tentación es demasiado grande como para dejarla pasar.
Si ves que alguien promete unas sospechosas pastillas para adelgazar sin esfuerzo, aléjate, no lo leas. Si ves que ofertan un trabajo en el que sólo necesitas invertir dos horas de tu tiempo al día para ganar 100,000 pesos al mes, olvídalo, probablemente es algo piramidal. Simplemente usa el sentido común y procura contratar servicios de mujeres recomendadas por la comunidad o que tengan bases para corroborar su trabajo.
Por último, recuerda que en estos grupos conviven todo tipo de mujeres. Con algunas podrás coincidir en puntos de vista, pero con muchas otras no. Cada quien decide qué uso y tiempo le dedica a estos foros que funcionan a la par como grupo de apoyo o sección amarilla.
Hay placeres en la vida que además de hacernos inmensamente felices son gratis, y uno de ellos es chismear. Seamos honestas, hay una especie de cosquilleo, de morbo y emoción que sólo sentimos cuando estamos contando o escuchando algo que en teoría no deberíamos saber o discutir, y ahora la ciencia se ha encargado de comprobarlo.
De acuerdo con un estudio realizado por el departamento de Psiquiatría de la Universidad de Pavia, Italia, un buen chisme puede incrementar nuestros niveles de oxitocina, la hormona encargada de modular nuestros comportamientos sociales e igualmente asociada con el placer sexual.
El experimento
Para el experimento, el cual pretendía evaluar los efectos del chisme en las hormonas oxitocina y cortisol (relacionada con el metabolismo y el incremento del nivel de azúcar en la sangre), los investigadores eligieron a 22 estudiantes mujeres, a quienes asignaron tres conversaciones: una con chisme, una neutral y una sin chisme, pero emotiva.
El resultado fue que en los tres escenarios los niveles de cortisol bajaron, pero en la conversación con chisme los niveles de oxitocina subieron. “Nuestros hallazgos sugieren que la oxitocina puede representar un correlato hormonal potencial del comportamiento del chisme”, se explica en el estudio publicado enel Diario Oficial de la Sociedad Internacional de Psiconeuroendocrinología (ISPNE, por sus siglas en inglés).
“[El chisme] sirve como una función social útil”, explicó la doctora Natascia Brondino, encargada del estudio, al sitio Broadly. “La gente se une más de lo que lo haría si estuviera hablando sobre algún tema impersonal, y puede ayudarnos a decidir en quién confiar, porque podemos escuchar información sobre personas que no conocemos de fuentes confiables”.
La psicología lo avala
Brondino no es la única que reconoce los beneficios del chisme en nuestra salud. Según el psicólogo de la Universidad de Oxford, Robin Dunbar, «El lenguaje evolucionó para permitirnos mantener nuestras redes sociales fluyendo, estar al día y contar historias, lo cual es realmente importante para la cohesión de la comunidad. Chismear simplemente es hablar con gente y mantenerse al tanto del mundo social en el que vivimos. Chismear es lo que nos hace humanos».
Así que si la ciencia lo sabe, que lo sepa el mundo entero: ¡nos encanta un buen chisme! Y una dosis diaria forma parte de la receta para la felicidad.
Cuando era niña y pasaba tiempo con mi abuela, me parecía muy relajante verla bordar. Tenía cajas llenas de hilos y telas con estampados que dejaban ver algunas flores o frutas a las que les faltaba color. Ella y mi mamá me enseñaron las bases del bordado. Me compré bastidores, telas y muchos hilos, pero al igual que con muchas otras cosas, con el tiempo le perdí el interés.Años después, en la secundaria, me fue asignado lo que a mi parecer era el peor taller para una adolescente: “Bordados y Tejidos”. Recuerdo esa clase de cuatro horas en la que una maestra se sentaba con sus alumnas alrededor de ella y comenzaba a enseñarnos a bordar o tejer mientras comíamos snacks y platicábamos absolutamente de todo. En aquel entonces lo odiaba, me parecía aburrido, me cerré a no aprender algo que se suponía ya sabía e incluso casi repruebo la materia.
Actualmente pienso en aquella clase y me siento muy tonta. De alguna manera estábamos forjando una especie de club, un sister circle. Todas pudimos haber sacado mucho provecho de eso y, mejor aún, pude haber echado a volar mi imaginación y hacer cosas nuevas y diferentes.
La historia del bordado data desde la Edad Antigua y actualmente existen diferentes formas de realizar esta actividad e incluso distintos fines, ya sea como expresión artística, medio de comunicación o elemento decorativo en industrias como la moda o el diseño de interiores. De hecho, en los últimos años se ha visto un boom en esta técnica textil, que repentinamente dejó de ser una actividad realizada por nuestras abuelitas y se convirtió incluso en un medio de protesta para muchas jóvenes.
El bordado como técnica de ilustración, como método de meditación, incluso como emprendimiento. Tiene todo el sentido que esta actividad en la que cajas metálicas de galletas se convierten en contenedores de hilos y agujas esté siendo rescatada por mujeres jóvenes y creativas que sugieren propuestas divertidas e inteligentes a los tradicionales patrones de flores, frutas, tipografías y motivos religiosos. Además es una disciplina muy flexible, llena de propuestas impresionantes, y que cualquiera –con la suficiente práctica y compromiso– puede llevar a cabo.
En México hay mujeres bordadoras increíbles como Gimena Romero quien hace del bordado su expresión artística uniéndolo incluso con la fotografía; Silvia Peligro, que ha creado un club en el que mes a mes diferentes chicas se reúnen para llevar a cabo esta actividad. Fernanda Rodz quien proyecta su personalidad e ilustraciones en sus bordados, y Alma, de Hilos Shop, que a través de sus puntadas crea increíbles parches que resaltan nuestra identidad mexicana.
Internacionalmente es enorme la lista de mujeres haciendo maravillas. Sólo por nombrar algunas: Teeteeheehee y sus paisajes; Sarah Benning y su botánica bordada; Trini Guzmán, de Chile, con sus prendas intervenidas; Little Fvce en Australia, Clube do Bordado en Brasil, y Renata Ocampo con sus retratos.
Si después de ver el trabajo de esas chicas te sientes motivada a enhebrar tu primera aguja, ¡felicidades! Estás a punto de entrar a un mundo en el que no hay límites para crear.
No sé cuál sea la estadística oficial –no creo que la del gobierno esté ni cerca de representar la realidad– pero si vives en México, específicamente en la Ciudad de México, es un hecho que conoces a alguien cercano a ti que ha sido víctima de la delincuencia.
Personalmente conozco a muchos. Está Cris, a quien le robaron su teclado abriéndole la cajuela del automóvil; Pepe, a quien no sólo le han robado los faros de su coche dos veces, sino que una vez también entraron a su casa para llevarse su laptop. Está Majo, que una semana le robaron el celular en el metro y a la siguiente la cartera; Tamara, que le arrebataron la bolsa mientras caminaba por la calle. También están Goyo y JP, a quienes encañonaron en plena luz del día en la Condesa para robarles el dinero que acababan de retirar del banco. Cacho, que una noche de fiesta se quedó dormido en el asiento de atrás de un taxi y despertó en un barrio desconocido donde le quitaron todo, y Jonathan, a quien asaltaron cuando caminaba de regreso a su casa una noche. Estos no son nombres ni situaciones que me invento, son personas que conozco, amigos, gente con la que convivo cotidianamente. Sobra decir que ninguno recuperó sus pertenencias y las autoridades jamás encontraron a los responsables.
A cualquier persona debería parecerle escandaloso que yo necesite los dedos de mis dos manos para contar los casos de gente cercana que ha sido víctima de la inseguridad. Sin embargo, viviendo en un país como México hemos aprendido a consolarnos con cosas como “Cuando menos no te lastimaron” o “Pudo haber sido peor”, porque sí, hay que decirlo, hoy en día cualquiera te mete un plomazo en plena calle sin deberla ni temerla.
Así que una se vacuna contra el miedo y sale a la calle todos los días tratando de ser lo más precavida posible, cuidándose las espaldas y desconfiando de toda persona que se acerca a menos de un metro de distancia –porque mejor quedar como hostil o paranoica que como víctima–. También inventamos técnicas de autopreservación, como llevar una mochila señuelo y guardar las cosas valiosas en la bolsa de los jeans, por si intentan robarnos.
Sabemos que no debemos caminar en la calle después de cierta hora, ir a un cajero poco concurrido, ni llevar el celular a la vista. Necesitamos cuatro cerraduras para entrar y salir de casa, candados para nuestras bicis, alarmas para nuestros autos, cámaras en la oficina y guardaespaldas (quien pueda pagarlo). Somos esclavos de nuestra propia ciudad, y eso que ni siquiera estoy tocando temas como los feminicidios, el narcotráfico, la corrupción, la violencia contra la comunidad trans y los secuestros, sino de la delincuencia “de cajón” que hay en las calles todos los días.
Pensar en estas cosas da mucho coraje, sobre todo cuando vemos que lejos de buscar soluciones, el gobierno y las autoridades están demasiado ocupadas orquestando cómo robarse nuestros impuestos o analizando a qué tren del mame se suben para distraernos. Sin embargo da más rabia aún el sabernos conformes con esta situación y olvidarnos de alzar la voz para exigir respeto, porque creemos que en este país «nunca pasa nada».
En su discurso de despedida de la presidencia, Barack Obama dijo una frase que aplica a la perfección para todos los mexicanos que estamos cansados de lo mismo de siempre. “Nos corresponde a cada uno de nosotros ser esos guardianes ansiosos y celosos de nuestra democracia; aceptar la feliz tarea que se nos ha otorgado para continuamente tratar de mejorar esta gran nación nuestra. Porque, a pesar de todas nuestras diferencias exteriores, todos compartimos el mismo importante título: Ciudadano. En última instancia, eso es lo que nuestra democracia exige. Te necesita a ti. No sólo cuando hay elecciones, no sólo cuando tu propio interés está en juego, sino durante toda la vida».
Y una forma de involucrarnos con nuestra democracia todos los días es informándonos e impulsando programas que buscan hacer un cambio. Tan sólo por mencionar algunos que me vienen a la mente está la iniciativa #SinVotoNoHayDinero, de Pedro Kumamoto, que propone que «el dinero que los partidos reciben dependa del número de personas que convencen para votar». El proyecto Política en el bar, que se organiza en San Luis Potosí y busca abrir un «espacio de discusión entre la sociedad civil para promover y elevar el nivel de debate público entre los ciudadanos». La organización Proyecto Patriota, un «movimiento que trabaja desarrollando estudios, impartiendo cursos de formación y proporcionando una plataforma de acción social».
Sin embargo, si tienes interés en algún ámbito en específico –ya sea ecología, derechos humanos, equidad de género, derechos de los animales, transporte sustentable– busca una organización que esté trabajando en ello. Si no la encuentras, créala. Como dijo Obama en ese mismo discurso final: «Si estás cansado de discutir con extraños en Internet, intenta hablar con uno en la vida real. Si algo necesita arreglarse, ponte los zapatos y haz un poco de organización. Si estás decepcionado por tus funcionarios electos, agarra un portapapeles, obtén algunas firmas, y postúlate tú mismo para el cargo. Muévete, persevera«.
No estoy segura de qué es peor, si empacar o desempacar, pero definitivamente nunca he logrado viajar ligero, ya sea por mi falta de planeación o mi desesperación al doblar cosas. Lo admito, me impresionan las personas que utilizan una maleta de mano para dos semanas, pero sí, es posible y hay miles de tutoriales para demostrarlo.
Enrollar tus camisas, guardar cosas dentro de tus zapatos, planear tus outfits, es decir, ser práctica, son algunos consejos básicos, pero en el mundo de las mujeres y la ropa, la practicidad se va por la ventana cuando tienes una maleta enfrente de ti diciéndote que empaques todo lo que está a tu alcance.
Por eso –y por necesidad propia– decidí buscar los mejores consejos para empacar, ligero o no, pero adecuándonos a nuestras necesidades.
1- Enrollar y no doblar. Repite conmigo, ENROLLAR
Tus blusas, camisas, pantalones, suéteres… todo lo puedes enrollar y así aprovechas el espacio de la maleta y reduces las arrugas en tu ropa. Personalmente, soy de las que dobla y pone encima, pero le daré una oportunidad a este método.
2- Aprovecha los espacios vacíos Tus brassieres pueden ser una gran manera de guardar tus calzones, piénsalo como un sandwich de ropa interior. También puedes utilizar la parte hueca de tus zapatos para guardar calcetines.
3- Utiliza tus calcetines para proteger tu perfume Normalmente escondo mi perfume dentro de algún suéter, pero los calcetines son una gran manera de evitar que el frasco se rompa o que se te olvide dónde lo guardaste y pueda quebrarse al desempacar.
4- Pon algodón dentro de tu maquillaje para evitar que se rompa He sido víctima de esta catástrofe. Después de dos vuelos relativamente cortos abrí mi maleta y mi bolsa de maquillaje estaba abierta y, claro, el polvo compacto ya no era tan compacto. Para evitar esto se recomienda poner un poco de algodón adentro de tu maquillaje y así reducir el impacto de cualquier sacudida.
5- A veces la comodidad es más importante que el glamour ¿De verdad te vas a poner ese abrigo que pesa 2 toneladas y solo lo usaste el día que lo compraste? O en el peor de los casos… ¿en serio necesitas 5 pares de jeans cuando solo te pones 2? Seamos realistas, la mayoría de las cosas que empacamos –y que según nosotras vamos a usar– se quedan perfectamente enrolladas en la maleta. Una buena forma de calcular, tomando como referencia una semana de viaje, es llevar 2 pantalones, 1 short o falda, 4 blusas, 2 pares de zapatos, pijama y ropa interior para cada día. También puedes añadir unas 3 prendas que vayan de acuerdo al clima: suéter, traje de baño, vestido, chamarra, etc.
6- Envuelve y separa
Para prevenir que las suelas manchen tu ropa puedes cubrir tus zapatos con una una gorra de baño como las que te dan en los hoteles. También puedes usar un pastillero para guardar objetos pequeños como anillos y aretes. ¿Ropa sucia? Lleva una bolsa de plástico para separar tu ropa interior usada.
Por último, recuerda cargar una báscula de viaje portátil para pesar tu equipaje. Son súper prácticas, no ocupan mucho espacio y pueden evitarte la vergüenza de tener que deshacer tu maleta en el aeropuerto para quitarle cosas.
Te despiertas y vas a la regadera, te enjuagas el cabello, te pones shampoo, luego acondicionador. Sales, te secas el pelo, aplicas crema para peinar, aceite, cera, o lo que creas que es más conveniente para tu preciosa cabellera, y listo. Repetir al día siguiente o cada dos días.
Seguramente ese ritual te suena familiar e incluso es algo que haces sin prestarle mucha atención, casi en automático. Yo lo llevé a cabo durante muchísimos años, hasta que un día me cansé de la rutina y me pregunté: ¿Y si dejo de usar shampoo y acondicionador?
Tras la duda, decidí acudir a mi buen amigo Google y comencé mi investigación. Descubrí que existe todo un movimiento llamado “No Poo Method” (poo haciendo referencia a la palabra shampoo, no a otra cosa) que consiste en encontrar alternativas para reemplazarlo, ya sea usando bicarbonato de sodio, vinagre de manzana, mascarillas naturales o simplemente agua. Sí, leíste bien, únicamente AGUA.
Resulta que el cabello produce aceites naturales, mejor conocidos como sebo, que funcionan como un lubricante y evitan resequedad en el cuero cabelludo, y lo que sucede con el uso constante del shampoo es que no permitimos que nuestro cabello los produzca. Y no sólo eso, sino que también por los químicos dentro del shampoo, nuestro cabello pierde forma y se vuelve dependiente de esos componentes artificiales.
Muchas personas deciden unirse al “No Poo Method” para reducir el número de químicos que ponen en su cuerpo. Otras, para ser ecológicamente responsables, y hay quienes simplemente quieren reducir gastos, ya que muchas veces el kit para cuidar tu cabello fácilmente puede llegar a costarte 400 pesos.
Yo lo hice por curiosidad. Decidí llevar a cabo este experimento lavando mi cabello todos los días únicamente con agua, masajeando muy bien el cuero cabelludo para limpiarlo a profundidad. El resultado fue algo que cambió mi rutina de belleza por completo.
La guerra contra mis rizos rebeldes terminó el día en el que me divorcié por completo del shampoo. Noté cambios desde la primera semana, mi cabello ya no se esponjaba tanto como antes y mis rizos tomaban más forma. Durante la segunda semana también fui dejando de usar la crema para peinar. Después de un mes, mi pelo ya estaba libre de todo producto químico y se manejaba por sí solo. Sentía que, de alguna manera, mi cuero cabelludo me estaba agradeciendo el dejarlo ser.
Claro que no todo fue risas y diversión. Hubo una etapa, casi cuando comencé con el reto “No Poo”, en la que mi cabello –en el proceso de adaptarse a mi nueva rutina– lucía algo grasoso e incluso llegué a tener comezón, algo que es perfectamente normal, porque nuestras glándulas sebáceas tienen que aprender nuevamente cómo controlar los aceites que segregan sin la ayuda de los químicos. Pero es sólo una fase, una vez que la pasas ya estás del otro lado.
Yo llevo casi cuatro años lavando mi cabello únicamente con agua. Eso sí, en ocasiones especiales (ya sea cuando voy al salón de belleza por un corte o cuando me tiño el cabello) me veo forzada a usar shampoo y enjuague, y es increíble como mi pelo pierde por completo la forma y se ve mucho más opaco y esponjado.
Afortunadamente, mi cabello ya está acostumbrado a producir aceites naturales, así que sólo me toma dos lavadas con agua para que regrese a su estado actual. El resultado es que, aunque suene a cliché de comercial, mis rizos tienen mucho más forma, mi cabello brilla más y tengo menos friz.
Divorciarme del shampoo ha sido de las mejores decisiones que he hecho en cuanto a mi cuidado personal. Por supuesto, cada cabello funciona diferente y no puedo asegurar que sea igual para todas. Lo que sí es un hecho es que la naturaleza es sabia, y siempre existirán alternativas para cuidarnos desde un enfoque más orgánico al que los productos comerciales nos tienen acostumbradas.
Nunca olvidaré esa mañana. Salí de casa pensando en todo menos en lo que me dirían a las 10:30 am de un 27 de febrero de 2007. Estando en el trabajo, una amiga se acercó a mí caminando desde un pasillo, contándome con los ojos lo que no podía terminar de decirme con palabras.
En ese momento mi corazón y el tiempo se detuvieron. “¿Qué pasó?”, pregunté. Luis, mi esposo, había tenido un accidente mortal. Esa palabra, que normalmente ves o lees en algún encabezado de periódico, resonó en mi cabeza por varios minutos. No entendía bien, había olvidado su significado, y lo único que pude decir fue: “¿Pero qué pasó?”.
Viuda y madre soltera
No recuerdo qué fue lo que me dijo mi amiga, sólo que no podía creerlo. No podía imaginar mi vida ahora. No podía pensar en las siguientes horas sabiendo lo que me acababan de decir.
Yo tenía 23 años, era una niña, y me acababa de convertir en viuda y madre soltera de una pequeñita de sólo 3 meses, que me miraba con los ojos llenos de vida como diciéndome “todo va a estar bien”.
A partir de ese momento fue como darle restart a mi vida, con la diferencia de que tenía una hija y un montón de sueños hechos pedazos. Y aunque suene muy cliché o dramático, esa frase prácticamente definía todo.
Ese tipo de experiencias te mueven, cambian tu forma de ver la vida, tus sentimientos hacia las personas, amigos, los planes. En algún punto de toda esta bola de sensaciones nada es importante, nada tiene valor, porque simplemente sientes un vacío inmenso en el interior, inigualable y, sobre todo, sin final.
Martina, a los 23 años de edad, con su hija Natalia – 2007
Tratando de reconstruir mi vida
Al principio, varias veces me quedé inmóvil y observando. Esto lo aprendí de Natalia, mi hija; era tan pequeñita, tan nueva en esto de la vida y las emociones. Ella sólo se quedaba ahí, quietecita, y haciéndome pensar que podía entender y aceptar más que yo eso que estábamos viviendo.
Entonces empecé a hacer de todo para tratar de sentirme bien y quitarme los ojos tristes, la sensación de vacío y esas inmensas ganas de quedarme dormida, despertar y que todo haya sido solo un mal sueño.
Primero me recomendaron ir a terapia con un especialista, pero sentí que era más productivo salir con una amiga a tomar un café y llorar. Luego, en algún punto, me sugirieron ir por la parte religiosa y me llevaron con un sacerdote que quería que aceptara mi destino sin explicación, cosa que me pareció terrible, porque aún estaba en esa etapa en la que niegas todo y te preguntas el típico: “¿Por qué a mí?” Nada de eso me sirvió en ese momento.
Una dura verdad
Más tarde me inicié en el Reiki y empecé a hacer yoga. Sentí mucho alivio, sentí paz después de mucho tiempo. En esa misma época conocí grandes mujeres, y estando en una sesión con una astróloga –un día muy especial en el que Venus se alineaba con la Luna y la Tierra– tuvimos una larga plática y me di cuenta de que me quería morir.
Así es, quería morirme a pesar de tenerlo todo, a pesar de que mi bebé estaba preciosa y llena de vida; de que mis papás y familia estaban conmigo; mis amigos me abrazaban y contenían cada instante. A pesar de todo eso, yo simplemente me sentía sola, vacía y triste. Tanto, que ya no quería estar aquí, en este mundo. Tal vez no se lo dije a mucha gente, tal vez a nadie, y sólo ese día me di cuenta. Me daba vergüenza pensarlo y mucho más decirlo.
El cambio profundo
Finalmente, llegó a mi vida Cecilia M, artista textil de profesión y sanadora energética de vocación. Estando sentada frente a ella, viéndome a los ojos y leyéndome entre líneas, me dijo que el universo estaba lleno de energía curativa y vida, que la podía usar, que el amor es vida y que en realidad no me quería morir.
Y le creí.
Dejé de esperar que sucediera un milagro y que un día despertara sin sentir dolor. Aprendí a no esperar nada, pero al mismo tiempo a pensar que lo que más quieres simplemente llega y que todo cambia. Que nada es permanente, nada es tuyo.
Martina en 2010
Comenzar de nuevo
En mi vida se ha escrito de todo: lo he tenido todo y lo he perdido todo. Y de repente esa vida –que la podía repasar en mi memoria– la tengo que volver a escribir, con otro lápiz, otra tinta, en otro papel. Inventar otro mundo por completo.
Ha sido extraño adaptarse a la realidad cuando piensas que está todo dicho y que la vida la tienes planeada. Ha sido extraño y por mucho tiempo incomprensible para mí, el entender que NO hay que llenar vacíos con personas que ya no están, que todo lo que nos une a la gente que amamos sigue ahí y no lo perdemos, sólo está de manera diferente.
Ahora, casi 10 años después, me siento preparada para darlo todo sin esperar nada a cambio. Me entrego por completo y confío de más en las personas, y me gusta la sensación, pero no es a propósito, así he sido siempre, sólo que por un tiempo no me daba permiso de sentirlo.
Viviendo conmigo misma
Sin embargo, no puedo negar que aún hoy, que estoy con Edgar, mi esposo, a quien amo con todo mi ser, en quien confié desde el primer momento y con quien he formado una nueva familia, me da miedo que vuelva a pasar. Sacudo mi cabeza y pienso lo increíble que es y me repito en silencio y para mí que no sucederá de nuevo, aunque ahora sé con seguridad que todo pasa, tanto las alegrías como las tristezas, y hay que seguir.
Veo mi vida hacia atrás y me doy cuenta de que en un momento tienes todo y no sientes nada, y de repente no tienes nada y sientes todo, y luego vuelves a empezar. He aprendido a vivir conmigo misma antes que con alguien más, a saber qué es exactamente lo que me duele antes de ir con alguien a que me diga.
Martina con Edgar y sus tres hijas -2016
Vivir el momento presente
Inhalar y exhalar, cerrar los ojos y pensar que vuelo, lo hago siempre, sueño con eso, lo puedo sentir en cada momento que lo intento. Puedo sentir el aire en mi cara revolviéndome el cabello, en mis brazos y todo mi cuerpo, puedo sentir incluso que entra a mi venas y ventila la sangre que corre, se abren mis poros y todo es aire que ayuda a que todo salga.
Purificarse, de todo, de mi misma, de los demás y ser libre.
Hoy puedo gritar que estoy feliz, contenta, plena. Y aunque a veces me siento cansada y agobiada por el cambio, no puedo dejar de agradecer al universo por mi familia, por mis 3 bellísimas hijas, por haberme encontrado en esta vida con Edgar, que es mi mejor amigo y un esposo amoroso a quien amo, admiro y veo cada mañana con una ilusión inmensa de estar viviendo, otra vez y con más intensidad, la vida misma.
Estados Unidos tiene un nuevo presidente. Y mientras el país –y el mundo entero– tratan de asimilar que dicho mandatario sea Donald Trump, la industria de la moda se cuestiona cuál será su papel para con la nueva primera dama, Melania Trump.
Tradicionalmente, las primeras damas estadounidenses han sido cubiertas por la prensa, no sólo por su labor filantrópica, sino por sus elecciones de vestimenta. Estuvo Jackie O y su estilo impecable; Nancy Reagan con su look ladylike siempre en rojo; Hillary Clinton y su traje sastre y, por supuesto, Michelle Obama, protagonista del famoso armgate (que fue cuando los conservadores la criticaron por utilizar prendas sin mangas, porque ‘¡qué indecencia!’ ????).
Durante 8 años, cada look que la esposa de Barack Obama usó quedó registrado, reseñado y comentado en los medios de comunicación. Para los diseñadores no sólo era un honor vestir a la abogada por el rol que representaba, sino también porque el que portara sus prendas se traducía inmediatamente en un aumento en ventas. «Hubo una reacción muy fuerte e inmediata en los precios de las acciones de las firmas de diseño y también de los minoristas”, explicó al New York Post el financiero David Yermack, quien analizó el impacto económico de las elecciones fashionistas de Michelle Obama. “Ella tiene la capacidad de mantener el interés del consumidor de una manera que casi nadie más logra. He buscado largo y tendido, Kate Middleton, Carla Bruni. Nadie comienza siquiera a acercársele a la Sra. Obama en esto», añadió.
Claro que su atinado estilo no es lo único que la gente extrañará de Michelle Obama. Está su preparación académica, facilidad de palabra, carisma, trabajo benéfico, sentido del humor y ritmazo para bailar. Lo que hace que su sucesora tenga unos zapatos muy grandes –unos Jimmy Choo del 11, para ser precisas– que llenar.
Melania Trumpes como la nueva novia que llega a conocer a la familia de su pareja sólo para darse cuenta de que todos siguen obsesionados con la ex. Y varios diseñadores y medios especializados en moda han dejado muy en claro cuál será su postura con la modelo de origen esloveno.
La primera en manifestarse fue la diseñadora Sophie Theallet, quien emitió un comunicado el pasado noviembre explicando las razones por las cuales no veremos a Melania enfundada en sus diseños: “Como alguien que celebra y lucha por la diversidad, libertad individual y respeto por todos los estilos de vida, no participaré en vestir ni asociarme de ninguna forma con la siguiente primera dama. La retórica de racismo, sexismo y xenofobia desatada por la campaña presidencial de su esposo es incompatible con los valores compartidos por los que nos regimos”.
Marc Jacobs, Derek Lam, Phillip Lim y Humberto Leon (de Opening Ceremony y Kenzo) son otros diseñadores que han confirmado que no tienen intenciones de vestir a la nueva primera dama.
El sitio de moda Fashionista tampoco dará protagonismo a Melania, salvo en ocasiones muy específicas. “Como individuos, no queremos contribuir a humanizar o darle protagonismo a una administración que plantea amenazas tan serias a las mujeres, las minorías, los inmigrantes y más, y que tiene tantas otras implicaciones preocupantes que no podemos ignorar, pero de las que tampoco podemos hablar con suficiente profundidad, porque esto es, ante todo, un sitio sobre moda y belleza”, explicó en una de sus notas.
Pero no todo es hacerle el feo a la nueva del salón (y por salón me refiero a la Casa Blanca). Pesos pesados de la industria como Carolina Herrera, Diane von Furstenberg, Dolce & Gabbana y Tommy Hilfiger han sabido ver más allá del apellido Trump para centrarse en el hecho de que, les guste o no, Melania es la esposa del nuevo presidente de Estados Unidos, y eso es suficiente para hacerla merecedora de sus diseños. Al final del día la moda es un negocio en el que participa quien pueda darse el lujo de pagar, y Melania –primera dama o no– para eso tiene dólares de sobra.
No recuerdo exactamente cómo llegué a la cuenta de Instagram de Marioly Vázquez (@cestmaria), pero tengo muy presente que cuando la descubrí me emocioné, la stalkié hasta el final y me dije a mi misma: quiero enmarcar esto y tenerlo en mi casa. AHORA.
Marioly es una prop stylist y fotógrafa mexicana, radicada en Londres, que se especializa en interiores y estilo de vida. Con su proyecto, Maria Marie, convierte objetos cotidianos en hermosos cuadros pastel y cualquier textura en un «color» Pantone. Un deleite visual sin duda alguna. Para alguien que no conoce su trabajo, ella misma lo define como «femenino, divertido e imaginativo».
¡¿Una prop qué?!
Ser una prop stylist o estilista de objetos es uno de esos trabajos extraños que no se sabe a ciencia cierta que existen, a pesar de que cada vez es más popular por el fenómeno de los blogs y las redes sociales. Su función es conseguir diferentes objetos para utilizarlos en las sesiones de fotos y también crear escenarios para transmitir ciertas emociones y momentos.
Un prop stylist tiene diferentes habilidades especializadas, sensibilidad artística y enfoques creativos. Además puede ser un trabajo realmente divertido, ya que te dedicas a comprar, pedir prestado y jugar con cosas bonitas. Como todo en la vida, puedes tener éxito si le dedicas tiempo y esfuerzo. Y Marioly nos cuenta un poco sobre como lo logró.
Por descabellado que parezca, estudió Administración de Empresas Turísticas en México y su niñez fue hermosa, según ella misma nos cuenta. «Mi familia es muy unida y mis papas siempre fueron muy divertidos. Mi mamá trataba de llevarnos a mi hermano y a mí a todos los museos y fomentaba mucho la lectura. Los Reyes Magos nunca nos traían juguetes, solamente libros, de ahí nació mi amor por la lectura y eso desarrolló mi imaginación. Mi papá siempre ha tenido un espíritu aventurero y eso lo aprendimos mi hermano y yo de él. Por eso me encanta viajar a lugares nuevos y descubrir países diferentes».
¿Cómo se convirtió en @cestmaria?
La creativa nos cuenta que los conocimientos básicos que se necesitan para su trabajo son el buen entendimiento de la cámara digital, la luz y la temperatura. Ella empezó haciendo fotografías en su casa. Usaba la luz de su cocina para hacer composiciones cuando llegaba del trabajo. Poco a poco se empezó a interesar más y fue ahí cuando comenzó a invertir en equipo profesional para poder hacer mejores fotografías. Por medio de Instagram comenzó a dar a conocer su trabajo hasta que las marcas empezaron a contactarla para que les realizara contenido y campañas.
Hace cuatro años se dio cuenta de lo que que hacía le gustaba muchísimo, pero tenía un trabajo a tiempo completo y aún no se sentía lista para dedicarse íntegramente a la fotografía, así que empezó por tomar varios proyectos y hacerlos durante los fines de semana o en sus tiempos libres. Por fin, hace un año, decidió dejar su trabajo y mudarse a Londres para hacer un máster y poder dedicarse más tiempo a lo que le apasiona.
Los mayores retos de trabajar fuera de México.
Marioly nos cuenta que uno de los desafíos más grandes que ha tenido en cuanto al estilismo es la transportación. «En Mexico era fácil hacer prop hunting, ir de tienda en tienda y subir todo a la cajuela. En cambio aquí en Londres hay muchísimas props houses, pero todas quedan muy lejos de la otra y se complica un poco la transportación y cargar todo» Aunque asegura que ha cambiado su perspectiva y ahora lo ve como un reto divertido.
Espera, ¡quiero ser una prop stylist! ¿Cómo le hago?
Necesitas trabajar en una técnica y desarrollarla. Te recomendamos investigar el trabajo de gente que admiras y crear tableros en Pinterest para guardar referencias.
La técnica de Marioly es sencilla: «Siempre empiezo haciendo un moodboard para mis trabajos, después hago bocetos de la sesión. El equipo que utilizo depende mucho del tipo de sesión, pero a veces uso iluminación y otras veces me gusta trabajar con luz natural».
«¡Ten en cuenta los detalles y usa la luz a tu favor!» es el consejo que Marioly nos da para seguir sus pasos. «Esto es algo que se puede lograr aunque vivas en una ciudad pequeña o en la Gran Manzana. Sólo necesitas una plataforma adecuada para mostrar tu trabajo de manera irresistible».
Además de ser la ceremonia que marca el banderazo inicial de la temporada de premios a lo mejor del cine, los Golden Globes son el evento que ayuda a calibrar quiénes podrán ser los ganadores en la tradicional entrega de los Oscar. Por eso, cinéfilos o no, muchos nos dimos cita ayer por la noche frente a la televisión –o la pantalla de nuestra computadora– para saber qué novedades nos tenía preparadas el mundo del espectáculo; quién iba a llevar un vestido que la hiciera parecer un merengue gigante (te queremos, Sarah Jessica Parker) o si Ryan Reynolds violaría las leyes de la naturaleza derramando, literalmente, miel de los ojos al ver a su esposa, Blake Lively (y sí, casi).
Entre la faramalla, el glamour y Jimmy Fallon dividiendo opiniones con su conducción del evento, rescatamos nuestros momentos favoritos de la velada:
1- El discurso de Meryl Streep
A estas alturas, Meryl Streep podría subir al podio y decir «patatas fritas» y todos lloraríamos de la emoción y encontraríamos un significado de lo más profundo en sus palabras. Sin embargo, la actriz aprovechó su discurso de agradecimiento al recibir el premio Cecil B. DeMille para criticar al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump.
«Hubo una actuación este año que me asombró. No porque fuera buena. No había nada de bueno en ella, pero fue efectiva e hizo su trabajo… Fue cuando la persona que pretende sentarse en la silla más respetada de nuestro país imitó a un reportero con una discapacidad, alguien a quien superaba en privilegio, poder y la oportunidad de defenderse. De alguna forma me rompió el corazón cuando lo vi. Aún no puedo sacarlo de mi cabeza porque no fue una película, fue la vida real. Y este instinto de humillar –cuando es llevado a cabo por alguien en una plataforma pública, por alguien poderoso– se filtra en la vida de todas las personas, porque de alguna forma les da permiso a otros de hacer lo mismo. La falta de respeto incita la falta de respeto. La violencia incita la violencia. Cuando los poderosos usan su posición para hacer menos a otros, todos perdemos”.
Dos palabras: mic drop.
2- La respuesta de Evan Rachel Wood
A su paso por la alfombra roja, la actriz fue interrogada sobre su elección de vestimenta, un hermoso traje sastre de Joseph Altuzarra que rendía honor a algunos de sus ídolos: Marlene Dietrich, Victor Victoria y David Bowie. Su respuesta fue increíble: “Esta es mi tercera nominación. He estado en los Globes seis veces y he usado vestido en cada ocasión. Amo los vestidos, no estoy tratando de protestar contra ellos, pero quería asegurarme de que las niñas y mujeres sepan que no son un requerimiento. No tienes que usar uno si no quieres, y que puedes simplemente ser tu misma porque vales mucho más que eso”.
Otra actriz que apostó por llevar traje a la entrega de premios fue Octavia Spencer. La nominada a Mejor Actriz de Reparto por su trabajo en Hidden Figures lució hermosa en un diseño de Laura Boschi y unas sandalias de terciopelo con las que seguimos soñando.
3- El triunfo de Tracee Ellis Ross
La actriz de Black-ish se convirtió en la primera mujer negra en ganar el premio a Mejor Actriz de TV en una Comedia en más de 30 años (su predecesora fue Debbie Allen en 1983 por Fame), y lo celebró con un emotivo discurso. «Esto es para todas las mujeres, mujeres de color y gente colorida cuyas historias, ideas, pensamientos no siempre se consideran dignos, válidos e importantes. Pero quiero que sepas que yo te veo. Te vemos». Se vale secarse la lagrimita.
En la década de los 50 una pandilla amenazaba las calles de Londres: los Teddy Boys. Chicos que vestían elegantemente, inspirados en la época Eduardiana; transpiraban toda la actitud de los músicos de Rock & Roll de Estados Unidos y se peinaban con copetes que harían que Danny Zuko (‘Grease’) pareciera un novato. Junto a ellos nació su contraparte, las Teddy Girls, chicas de clase trabajadora que, viviendo en una ciudad fracturada, lograron definir su propio estilo.
Ataviadas con sacos, camisas con cuello, zapatos planos, mascadas y pantalones doblados hasta la pantorrilla, estas jóvenes se liberaban de los estereotipos impuestos por la sociedad. Al fin y al cabo la guerra –que para muchas significó perder a padres y hermanos– ya las había obligado a abandonar su rol de amas de casa y buscar trabajo en las fábricas para mantener a sus familias.
Aunque cobraban sueldos menores que los de los hombres, las Teddy Girls eran sumamente astutas, y con lo que ganaban se las ingeniaban para comprar en mercados de segunda mano y confeccionar sus propias prendas, carteras, chaquetas y sombreros hasta crear un look andrógino. Adiós faldas, tacones y largas cabelleras.
Hoy no es nada sorprendente ver a mujeres con estilos masculinos, pero en aquellos tiempos era escandaloso. Estas chicas no imaginaban que la simple elección de sus prendas le demostraría al mundo que de ahora en adelante eran ellas las que tomaban las decisiones de sus propias vidas.
Foto. Ken Russell
De esta subcultura queda escasa evidencia gráfica. El fotógrafo y director Ken Russell fue de los pocos, si no es que el único, que las fotografió en una serie llamada The Last of the Teddy Girls publicada en 1955. “Eran rudas estas chicas. Nacieron en los años de guerra y el racionamiento de comida no terminó sino hasta 1954 –un año antes de que tomara esas fotografías–. Se sentían orgullosas. Ellas sabían lo que valían. Simplemente vestían lo que vestían”, explicó Russel a The Guardian.
Sin duda, la herencia de aquellas jóvenes rebeldes londinenses sigue vigente, no sólo en la moda (cada cierto tiempo alguna revista se inspira en ellas para crear sus sesiones de fotos), sino también en ese espíritu de revolución constante que nos obliga a desafiar el statu quo.
Si alguien entiende lo que es el feminismo –y su relevancia en el mundo contemporáneo– es la novelista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, cuya Ted Talk de 2013, «We Should All Be Feminists», se convirtió en un diminuto libro de culto del mismo nombre que todas deberíamos tener en casa. Yo me lo autoregalé y lo leí en menos de una hora. Sin embargo, después me tomé el tiempo de ir repasándolo hoja por hoja, idea por idea, hasta absorberlo por completo.
Decidí que «Todos deberíamos ser feministas» es un libro que quiero que lea mi hermana, mis papás, mi novio, mis amigas y amigos. Así que lo que hice fue subrayar mis frases favoritas y dejar el libro estratégicamente colocado en la sala. Hasta ahora no ha habido quien venga a visitarme y no lo abra, aunque sea por simple curiosidad (¡la revolución comienza en casa!). Pero como sé que en tus planes no está pasearte por mi depa –aunque deberías, el café, con un chorrito de leche de coco, me queda excelente– decidí hacer una traducción y publicar aquí algunas partes del texto que creo vale muchísimo la pena compartir, imprimir o tatuarse en la frente. Digo, cada quien.
1- “Algunas personas preguntan: ‘¿Por qué la palabra feminista? ¿Por qué no sólo dices que crees en los derechos humanos, o algo así? Porque eso sería deshonesto. El feminismo es, por supuesto, parte de los derechos humanos en general, pero elegir la vaga expresión derechos humanos sería negar que existe un problema de género específico. Sería una forma de pretender que no fueron las mujeres las que, durante siglos, han sido excluidas. Sería como negar que el problema de género tiene como blanco a las mujeres».
2- “Les enseñemos a las niñas a sentir vergüenza. ‘Cierra las piernas, cúbrete’. Les hacemos sentir como si por haber nacido mujeres ya fueran culpables de algo. Y así, las niñas crecen y se convierten en mujeres incapaces de decir que tienen deseo. Crecen para ser mujeres que se silencian a sí mismas. Crecen para ser mujeres que no pueden decir lo que realmente piensan. Y crecen –y esto es lo peor que le hacemos a las chicas– para ser mujeres que han convertido la capacidad de fingir en una forma de arte”.
3- “El problema con el género es que prescribe cómo debemos ser, en vez de reconocer cómo somos. Imagina cuánto más felices seríamos, cuánta más libertad tendríamos para ser nosotros mismos, si no tuviésemos el peso de las expectativas de género”.
4- «Pasamos demasiado tiempo enseñando a las niñas a preocuparse por lo que piensen de ellas los chicos. Y, sin embargo, con ellos no lo hacemos. No enseñamos a los niños a preocuparse por caer bien. Pasamos demasiado tiempo diciendo a las chicas que no pueden estar enojadas o ser agresivas o duras, lo cual ya es bastante malo, pero después nos damos la vuelta y nos dedicamos a elogiar o justificar a los hombres por las mismas razones. El mundo entero está lleno de artículos de revistas y de libros que le dicen a las mujeres qué tienen que hacer, cómo tienen que ser y cómo no tienen que ser si quieren atraer o complacer a los hombres. Hay muchas menos guías para enseñar a los hombres a complacer a las mujeres».
5- «Lo peor que le hacemos a los niños –a base de hacerles sentir que tienen que ser duros- es dejarlos con unos egos muy frágiles. Cuanto más fuerte se siente obligado a ser un hombre, más debilitado queda su ego. Y luego les hacemos mucho más mal a las niñas, porque las criamos para que estén al servicio de esos frágiles egos masculinos».
Si quieres el libro (y sumarte a la guerrilla doméstica poniéndolo en tu sala) lo puedes conseguir aquí:
“Sólo un episodio más”, piensas. Tu reloj marca las 12:30 de la noche y tienes que levantarte a las 6:00am. Sin embargo, en ese momento lo único más importante que tu beauty sleep es saber si el protagonista de la serie en turno va a descubrir la verdad sobre el oscuro pasado de su pareja. El binge watching (que podría traducirse como un atracón de series) es real, todos hemos estado ahí. Pasamos horas –más de las socialmente aceptables– mirando religiosamente alguna serie de TV y lo peor es que rara vez sentimos remordimiento alguno.
De acuerdo con un estudio realizado para Netflix en 2013, el 61% de los usuarios ha caído alguna vez en las garras del binge watching, que por definición es ver de dos a seis episodios de una misma serie sin parar. Además, el 73% de los espectadores no considera que perderse durante horas viendo la pantalla sea algo necesariamente negativo.
Los servicios de streaming han creado un nuevo modus operandi de consumo en el que el usuario es quien lleva el control del ritmo con el que quiere ver una serie. Ya no se usa eso de esperar una semana entera para ver el capítulo siguiente.Ain’t nobody got time for that! Pero ¿qué efectos negativos puede tener esta adicción en nuestra salud?
Aunque los estudios al respecto aún son bastante limitados, es bien sabido que pasar largas horas sentado no es lo más recomendable, pues la inactividad física puede incrementar nuestro riesgo de padecer enfermedades crónicas. Según un estudio del Journal of the American Heart Association, los adultos que ven más de tres horas de televisión al día duplican su riesgo de morir de forma prematura. A eso hay que sumarle los desvelos –porque una cosa es hacer un maratón ininterrumpido el fin de semana y otra muy distinta sabotear cotidianamente tus hábitos de sueño y reducir tus horas de descanso– lo cual a la larga puede ocasionar fatiga e incluso aumento de peso.
Otro punto a considerar en nuestro romance con la programación en streaming es el vínculo que crea con la comida. Seamos honestos, nadie jamás se prepara una botanita de apios y semillas de chía para acompañar su serie favorita. Así que si sumamos el estar inactivo durante varias horas, la comida chatarra y la falta de sueño, tenemos una receta perfecta para descompensar nuestra salud.
Por último, otras secuelas del binge watching pueden ser fomentar la procrastinación, como cuando dices «después de este episodio ya me pongo a trabajar» tres veces seguidas; dejar de hacer cosas que antes hacías: ejercicio, leer, conversar con tu pareja, dibujar, etc. Y también privarnos de momentos de instrospección. Quizá antes aprovechabas la hora de cocinar, comer o antes de dormir para perderte en tus pensamientos y analizar tu día a día, pero ahora simplemente le das play a una serie y bloqueas por completo esos momentos de estar contigo mismo.
Como todo en la vida, se trata de encontrar un balance. Analicemos nuestros hábitos de consumo y pensemos qué tanto la programación en streaming está cambiando nuestra rutina. ¿Nuestro binge watching aparece nada más cuando sale la nueva temporada de una serie con la que estamos obsesionados, o se ha convertido en algo habitual en donde ya no importa qué veamos, sino el poder entretenernos sin mayor esfuerzo? ¿Lo estamos usando para esquivar nuestra realidad o simplemente para relajarnos después de un día cansado? Responder estas preguntas es una forma de tomar conciencia y recuperar el control sobre nuestro tiempo.
Después de que en octubre de 2016 Covergirl abriera el camino para los hombres en el mundo del maquillaje nombrando a James Charles su primer Coverboy, ahora es Maybelline New York la firma que apuesta por primera vez por un embajador masculino.
La marca dio a conocer que el YouTuber originario de San Diego, California, Manny Gutiérrez protagonizará una serie de videos para la campaña del rímel Colossal Big Shot Mascara junto a la experta en maquillaje Shayla Mitchell. “Me siento emocionado de poder trabajar con una marca global como Maybelline New York que reconoce la influencia y talento de los hombres y se atreve a ponerlos en el punto de mira”, explicó Manny en un comunicado.
Para quienes no conozcan a Manny, su fascinación por el maquillaje comenzó desde niño, pero fue hasta su adolescencia –y después de abandonar la carrera de medicina– que se animó a probar suerte trabajando para tiendas como Sephora y MAC: “De pequeño observaba a mi mamá arreglarse para el trabajo y yo sólo me sentaba ahí durante horas viendo cómo se transformaba. Sin embargo, no fue hasta mucho después que realmente comencé a experimentar yo mismo con el maquillaje”, explicó en una entrevista para Teen Vogue.
Un vídeo publicado por Maybelline New York (@maybelline) el
En su cuenta de InstagramManny tiene más de 3k seguidores y sus videos en YouTube fácilmente superan las millones de reproducciones, por lo que no es extraño que Maybelline lo haya elegido para conectar con su audiencia, la cual en gran parte incluye a otros chicos que, como él, son apasionados del maquillaje.
Seguramente esta tendencia se repetirá a lo largo de 2017 con más marcas sumándose al bando de los chicos, quienes han demostrado que también merecen un lugar en una industria que durante años ha sido tradicionalmente femenina.
Aunque en el siglo XIX Ada Lovelace creó el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina, no obtuvo tal reconocimiento sino hasta 100 años después de su muerte, ya que sus notas las firmaba con sus iniciales por miedo a ser censurada por ser mujer.
En la actualidad se le denomina «Techo de cristal» a la limitación en el ascenso laboral de las mujeres.
El término describe una barrera invisible a la que las profesionistas son expuestas y que les impide alcanzar los puestos más altos en sus trabajos, y es justo este fenómeno el que mantiene en crisis el papel que juegan las mujeres en carreras tecnológicas.
Para el año 1984, el 37% de los graduados en ciencias de la computación eran mujeres, pero en la actualidad el porcentaje ha disminuido a 18%. Y la causa no es la falta de interés, ni mucho menos la falta de trabajo en esas áreas, ya que el mercado laboral en cuanto a tecnología se refiere claramente está en aumento.
¿Entonces cuál es el problema? Que no existe un diálogo incluyente para con las mujeres. Se sigue teniendo una idea retorcida de que son trabajos para hombres, aunque la misma Ada Lovelace en el siglo XIX haya demostrado lo contrario.
La solución
En 2012, Reshma Saujani fundó en Estados Unidos Girls who Code con el objetivo de cerrar esa brecha de género en la tecnología.
Actualmente su programa ha llegado a más de 40,000 niñas de entre 13 y 17 años aclarándoles el panorama sobre qué carrera les gustaría elegir y dando como resultado mujeres que ya han desarrollado aplicaciones súper interesantes con temas de carga social.
¿Por qué iniciar a las niñas en el mundo de la programación a temprana edad?
Independientemente de la brecha de género y el techo de cristal (que también se da en otras carreras) Reshma explica que la programación educa a las chicas con la idea de “prueba y error”.
De hecho, hace unos meses en una plática inspiradora en TED Talk, mencionaba que a las niñas se nos educa para ser perfectas y en cambio a los hombres desde niños se les motiva a tomar riesgos.
Al final el desenlace es así: cuando estos niños crecen, diversos estudios demuestran que ellos se postulan para grandes trabajos sabiendo que sólo cumplen el 60% de las habilidades requeridas, mientras que las mujeres no se arriesgan sino hasta estar seguras de cumplir con el 100%. Y luego nos preguntamos por qué hay tanta mujer insegura en el ámbito profesional.
Codegirls en México
En México existen varias organizaciones con la misma idea que Girls who Code, Laboratoria y Epic Queen son algunas de ellas.
La primera busca integrar al mundo de la programación a jóvenes de escasos recursos, transformando sus vidas por completo aumentando de manera clara sus ingresos y mejorando su futuro y el de sus familias.
Epic Queen, por otro lado, crea «programas gratuitos para enseñar a niñas programación, así como acercar a mujeres a la tecnología».
Dichas iniciativas tienen muy claro que si el porcentaje de mujeres graduadas en tecnología y programación aumenta, muchos de los problemas económicos y sociales del mundo podrían tener una resolución más favorecedora.
Sin embargo, programando o no, algo fundamental es enseñar a las niñas a arriesgarse. Que sepan que la imperfección es parte de la vida y que de los fracasos también se aprende.