“Sólo un episodio más”, piensas. Tu reloj marca las 12:30 de la noche y tienes que levantarte a las 6:00am. Sin embargo, en ese momento lo único más importante que tu beauty sleep es saber si el protagonista de la serie en turno va a descubrir la verdad sobre el oscuro pasado de su pareja. El binge watching (que podría traducirse como un atracón de series) es real, todos hemos estado ahí. Pasamos horas –más de las socialmente aceptables– mirando religiosamente alguna serie de TV y lo peor es que rara vez sentimos remordimiento alguno.
De acuerdo con un estudio realizado para Netflix en 2013, el 61% de los usuarios ha caído alguna vez en las garras del binge watching, que por definición es ver de dos a seis episodios de una misma serie sin parar. Además, el 73% de los espectadores no considera que perderse durante horas viendo la pantalla sea algo necesariamente negativo.
Los servicios de streaming han creado un nuevo modus operandi de consumo en el que el usuario es quien lleva el control del ritmo con el que quiere ver una serie. Ya no se usa eso de esperar una semana entera para ver el capítulo siguiente. Ain’t nobody got time for that! Pero ¿qué efectos negativos puede tener esta adicción en nuestra salud?
Aunque los estudios al respecto aún son bastante limitados, es bien sabido que pasar largas horas sentado no es lo más recomendable, pues la inactividad física puede incrementar nuestro riesgo de padecer enfermedades crónicas. Según un estudio del Journal of the American Heart Association, los adultos que ven más de tres horas de televisión al día duplican su riesgo de morir de forma prematura. A eso hay que sumarle los desvelos –porque una cosa es hacer un maratón ininterrumpido el fin de semana y otra muy distinta sabotear cotidianamente tus hábitos de sueño y reducir tus horas de descanso– lo cual a la larga puede ocasionar fatiga e incluso aumento de peso.
Otro punto a considerar en nuestro romance con la programación en streaming es el vínculo que crea con la comida. Seamos honestos, nadie jamás se prepara una botanita de apios y semillas de chía para acompañar su serie favorita. Así que si sumamos el estar inactivo durante varias horas, la comida chatarra y la falta de sueño, tenemos una receta perfecta para descompensar nuestra salud.
Por último, otras secuelas del binge watching pueden ser fomentar la procrastinación, como cuando dices «después de este episodio ya me pongo a trabajar» tres veces seguidas; dejar de hacer cosas que antes hacías: ejercicio, leer, conversar con tu pareja, dibujar, etc. Y también privarnos de momentos de instrospección. Quizá antes aprovechabas la hora de cocinar, comer o antes de dormir para perderte en tus pensamientos y analizar tu día a día, pero ahora simplemente le das play a una serie y bloqueas por completo esos momentos de estar contigo mismo.
Como todo en la vida, se trata de encontrar un balance. Analicemos nuestros hábitos de consumo y pensemos qué tanto la programación en streaming está cambiando nuestra rutina. ¿Nuestro binge watching aparece nada más cuando sale la nueva temporada de una serie con la que estamos obsesionados, o se ha convertido en algo habitual en donde ya no importa qué veamos, sino el poder entretenernos sin mayor esfuerzo? ¿Lo estamos usando para esquivar nuestra realidad o simplemente para relajarnos después de un día cansado? Responder estas preguntas es una forma de tomar conciencia y recuperar el control sobre nuestro tiempo.