Cada año en julio, en Oaxaca se celebra el Certamen Diosa Centéotl. En él se convoca a mujeres oaxaqueñas mayores de 18 años, representantes de las ocho regiones del estado. El objetivo, más que un concurso de belleza, es honrar la identidad, los saberes, las tradiciones y la diversidad de los pueblos originarios del estado.
En Malvestida, platicamos con la ganadora de este año, Jacsenic Maybeth, y dos participantes, Paola Zárate y Berenice Argüelles, quienes nos contaron sobre lo que representa este certamen para ellas, su sentido de pertenencia y sus conocimientos tradicionales.
¿Qué es el Certamen Diosa Centéotl?
Centéotl forma parte del panteón de deidades mexicas. El mito mesoamericano cuenta que el maíz se creó gracias a esta deidad. Centéotl se hundió en la tierra para crear vegetales que alimentaran al pueblo. Así surgieron el algodón, el huauzontle, la chía, el camote y el maíz.
La Diosa Centéotl representa fertilidad, juventud y abundancia. Donde ella habita, nacen las flores y los alimentos.
Durante el Certamen Diosa Centéotl a las participantes se les asigna una categoría al azar, que deben desarrollar explicando las prácticas particulares de sus pueblos de origen. Algunos de los temas son gastronomía, música, artesanías, indumentaria, cuentos o leyendas, relatos, medicina tradicional, lengua materna, etcétera.
Este año, el encuentro fue el 1 y 2 de julio. Y la seleccionada fue representante en las fiestas de la Guelaguetza.
Rituales y creencias en algunos pueblos originarios: la belleza más allá de lo hegemónico
Qué representa participar y cómo es la preparación
Jacsenic Maybeth, originaria de Santo Domingo Tehuantepec y ganadora del certamen de 2022, contó que participar fue cumplir su sueño de representar a su pueblo y a las mujeres trabajadoras y orgullosas que lo habitan, así como dar a conocer un poco de su cultura.
Ella se preparó desde niña. «Me gusta portar el traje de tehuana y todo comenzó desde que decidí participar para el certamen La Reina Sandunga, como Tehuantepec tiene la costumbre de mandar a la ganadora a participar en el certamen de la Diosa Centéotl». Después pasó días estudiando, escribiendo y platicando sobre los temas que incluye la convocatoria.
Hay resistencia y lucha de mujeres más allá del feminismo
Paola Zárate, originaria de Ciudad Ixtepec en la región del Istmo de Tehuantepec, dice que su participación simbolizó «pagar una deuda conmigo misma, porque desde los 15 años yo tenía mucha ilusión de participar y lo logré. Ahora pude preguntarme cuál es mi postura al representar a mi pueblo, ya que tengo más experiencia y conocimientos».
A ella le tocó hablar de un tema que le apasiona mucho: la medicina tradicional. «Hablé de las curanderas y lo relevante que es para nosotros en la comunidad».
En palabras de otra de las participantes, Berenice Argüelles, originaria de San Francisco Sola, ubicado en la Sierra Sur de Oaxaca, lo que más valoró de este certamen es que está cargado de hermandad y poder femenino. «Es maravilloso ver a tanta mujer chingona representando a sus pueblos y luchando por mejorar desde sus trincheras», dijo a Malvestida.
Y agregó: «profesionistas, cocineras tradicionales, curanderas, es maravilloso poder ver tanta mujer representando a su pueblo y sin el sentido de competencia. Una no puede decir ‘quiero ser mejor que la otra’, porque se trata de abrazarnos y decir ‘a quien elijan, ella nos va a representar a todas’ y será una digna representante porque todas somos mujeres increíbles».
El orgullo de representar a tu pueblo
Jacsenic y Paola, aunque son originarias de dos municipios distintos, pertenecen a la etnia zapoteca. «Para mí, pertenecer a la etnia zapoteca es un gran orgullo, yo soy el reflejo de la historia de mi pueblo», dice Jacsenic. Para ella, saberse zapoteca es saberse heredera de generaciones pasadas, pero también cosechar herencia para las generaciones futuras.
Muchas veces la identificación con una etnia está relacionada con hablar una lengua. Sin embargo, existen municipios, como el de Paola, donde solamente el 18% de la población habla el zapoteco. Y es que en Ciudad Ixtepec ha habido un flujo muy grande de migraciones internacionales, pero esto no quiere decir que no exista un sentido de pertenencia zapoteca. «Yo me considero una mujer indígena, una mujer zapoteca», asegura Paola.
«Yo soy originaria de San Francisco Sola, ubicado en la Sierra Sur, perteneciente al municipio de Sola de Vega. Nosotros ya no somos considerados como tal un pueblo indígena, puesto que no hay un registro de que haya existido una lengua materna que no sea el castellano», explica Berenice. «Yo agradezco mucho haber nacido ahí, tiene un significado invaluable y me hace muy feliz».
Un certamen para honrar los saberes
Más allá de las críticas que puedan recibir los certámenes, este en particular cuestiona lo que socialmente reconocemos como belleza; además la participación es muy diversa, en cuerpo, cabello, edades, forma de hablar y de ser.
«Durante generaciones se nos ha dicho que sólo ciertos rasgos físicos son bellos y esto no nos permite ver más allá, porque las personas morenas, bajitas, de complexión robusta, ojos rasgados y cabellos chinos también son bellas», declara Paola.
Ir más allá de la belleza física saca a relucir nuestro verdadero valor como personas, aquello que nos hace únicas y también aquello que nos enlaza con nuestras comunidades. «Yo estoy muy orgullosa de la mujer que soy, estoy aquí porque las mujeres como yo somos muy valiosas e importantes dentro de mi comunidad», menciona Berenice. «Los certámenes no son para catalogarse por el cuerpo o la cara que tenemos, sino por nuestros saberes y experiencias».
Jacsenic destaca que actualmente en la sociedad en general se le sigue dando mucha importancia a la belleza física. «No ven el interior de cada persona, como puede ser la sabiduría, el conocimiento, el respeto», dice.
Una deuda con los pueblos originarios
En años recientes, el estado de Oaxaca se ha popularizado por su enorme riqueza cultural. Una de las máximas expresiones que deja ver su diversidad étnica es la Fiesta de los Lunes del Cerro o Guelaguetza. Sin embargo, más allá de las prácticas culturales existen cuestiones estructurales que precarizan y rezagan a muchas de estas comunidades.
«Al gobierno le encantan esa ‘autenticidad’ y la promoción turística de nuestros pueblos, pero cuando se trata del acceso a la educación, salud o trabajo digno, es algo muy distinto, tiene una deuda histórica con los pueblos indígenas», reclama Berenice.
Y agrega: «Podemos hablar de las tradiciones y costumbres de nuestras comunidades, pero también debemos ser conscientes del enorme rezago educativo y laboral que se vive».
Fiestas como la de la Guelaguetza y el certamen de la Diosa Centéotl permiten celebrar a las distintas comunidades de Oaxaca y su diversidad. Pero eso también va de la mano de exigir que estas sean verdaderamente tomadas en cuenta y no como simplemente el folklore.
«Cuando dicen que la Guelaguetza es la fiesta étnica más grande de Oaxaca, yo digo que no es verdad, porque ahí no están representados todas y todos, quizás solo es una ventanita que nos permite ver que hay algo más allá de los espacios urbanos que conocemos, de la vida en comunidad con otras personas y con la naturaleza», afirma Paola.