Hartxs de trabajar: ¿estamos viviendo un burnout intergeneracional?

El síndrome de burnout es un fenómeno generalizado de la vida moderna que se acentúa en los espacios laborales en contextos de precarización.

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Desde el inicio de la pandemia que no me tomaba vacaciones. Viajé fuera de mi ciudad en el intento de tomarme días libres, pero la condición freelancer de mi trabajo o incluso las exigencias de mi fuente principal de ingresos –que es en relación de dependencia– no me permitieron hacerlo en ninguna de las oportunidades», cuenta Camila, de 31 años, que trabaja en la industria audiovisual y ha sufrido burnout.

«En Enero de 2024 me quise tomar una semana y fui consultada por teléfono 3 de los 5 días libres que me tomé. En este momento el agotamiento mental, sumado a la coyuntura, se siente tanto en el plano emocional como en el físico. Me cuesta dormirme y también despertarme, se me acumulan llegadas tarde, empiezo a olvidarme pendientes. Todas cosas que no son habituales en mi forma de trabajar. El límite fue terminar internada en una guardia cardiológica el día antes de intentar tomarme unas vacaciones, la presión de cerrar mis pendientes me empujó a esa situación”, añade sobre la dificultad que ella y muchas personas jóvenes tienen hoy para tomarse vacaciones debido a la presión constante en sus trabajos.

Si las personas millennials ya teníamos una relación conflictiva con el trabajo (por algo durante años se nos acusó en la prensa y redes sociales de que carecíamos de ética laboral y de no querer trabajar duro), la generación Z, es decir quienes nacieron entre 1994 y 2009, no son la excepción.

Podríamos decir que si lxs millennials empezamos a entender que las lógicas laborales y de vida con las que se regían las personas mayores a nosotrxs (boomers y genXers) no eran lo nuestro, y a buscar un equilibrio entre el tiempo que pasamos dentro y fuera de la oficina, con las nuevas generaciones vemos volver el péndulo hacia el otro lado. Es decir, el workaholismo volvió con todo.

Es comprensible si pensamos que estos nativos digitales ingresaron a un mercado laboral cambiante,
competitivo e inestable.

35% de la gen Z siente culpa si no trabajan en sus vacaciones. Más allá del contraste entre generaciones, la clave de estos datos está en los sentimientos de la Gen Z. Conocida como la generación que aboga por la salud mental y que milita la semana laboral de 4 días, la Gen Z batalla contra la ansiedad y el burnout» explica la especialista en tendencias Gaba Najmanovich.

«La Gen Z sigue luchando contra los mandatos de la productividad y siente que debe capitalizar cada minuto, incluso en sus vacaciones. Esta es una de las tantas contradicciones que enfrenta este grupo de individuxs”

Gaba Najmanovich

La gen Z no se toma vacaciones

En este sentido un estudio reciente de LinkedIn –el portal profesional por excelencia, que además ahora está teniendo un ingreso de gente cada vez más joven–, da a conocer que la gen Z se muestra cada vez menos predispuesta al hecho de poder tomarse un tiempo fuera o vacaciones.

“La mayoría de las investigaciones hasta la fecha han tratado la estricta ética laboral estadounidense como un pilar en todos los grupos de edad, pero la última edición del Índice de Confianza de la Fuerza Laboral de LinkedIn revela algunas diferencias sorprendentes entre los trabajadores más jóvenes y los mayores”, explica al informe.

De hecho en la misma encuesta ante la pregunta de si las personas trabajadoras pensaban tomarse vacaciones en algún punto del año y desconectarse completamente, se puede ver que millennials y otras generaciones mayores responden más positivamente que la gen Z.

¿Será que los nuevos códigos tecnológicos y del trabajo remoto (y el tener que estar disponibles 24/7) les complica las cosas aún más a quienes son más jóvenes? ¿Es acaso posible soñar siquiera con la idea de desconectarnos, al menos un ratito, del trabajo?

La contracara: el burnout laboral en LATAM

Mientras el síndrome de burnout se vuelve un fenómeno generalizado de la vida moderna, e incluso se acentúa en los espacios laborales en contextos de crisis, pobreza o precarización. Otro estudio publicado a finales de año por el sitio de búsquedas laborales Bumeran muestra un panorama aciago.

Argentina se posiciona primera en la tabla de cantidad de personas que sufren de cansancio laboral y se consagra como “campeona regional”, con un 94% de trabajadores que afirman atravesar un agotamiento excesivo en el contexto actual (subiendo de un 81% en 2021 a 86% en 2022), pero los demás países no se quedan atrás.

Por detrás se ubicaron Chile (91%), Panamá (83%), Ecuador (79%) y Perú (78%). ¿Hay que pensar en un fenómeno exclusivo de los países latinoamericanos o podemos hablar de problemáticas transversales y globales? ¿Nos dice algo que que a pesar de que un 94% de las personas afirma sentirse “quemadas”, el 22% no realice ninguna actividad para sentirse mejor y el 5% no piensa hacer nada para mitigar el burnout?

Pero ojo, la inactividad no es solo personal, a nivel organizacional hay grandes problemas para articular respuestas:

Una vez que se detecta que un trabajador sufre de burnout, el 56% de los especialistas afirmó que no se hace nada. 

Y si bien el 85% de los expertos de recursos humanos advierte que los talentos de sus organizaciones están “quemados”, el mismo porcentaje sostuvo que en la organización en la que trabajan no se implementan estrategias o medidas para prevenir o disminuir el burnout, según Bumeran. 

«En este contexto y con la llegada de políticas que propician la competitividad y el individualismo se puede incrementar la presión por alcanzar resultados y el miedo a perder el empleo. El burnout hace que las personas sientan niveles elevados de ansiedad y un estado de hipervigilancia crónica, lo cual puede manifestarse en trastornos del sueño, dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, entre otros», cuenta la psicóloga Nora Barqui, especialista en temáticas de ansiedad y gestión del estrés.

«Es central que las empresas puedan implementar políticas para disminuir el burnout de lxs empleadxs. Según las estadísticas, esto no ocurre. Esto se debe a una cultura organizacional donde se subestima el impacto del estrés crónico y se desconoce el impacto positivo del equilibrio entre el trabajo y la vida personal».

Nora Barqui

El derecho al descanso apenas comienza a ponerse sobre la mesa

Por el lado de las políticas públicas, en México recién el año pasado la Ley Federal del Trabajo estipuló mediante el artículo 76 que las personas trabajadoras con más de un año de servicios tienen derecho a disfrutar de un período anual de vacaciones pagadas que no podrá ser inferior a doce días laborables. Siendo que antes eran apenas 6 días al año.

De igual manera, legislación reciente como la Ley Silla implementada en Febrero de este año por el Senado de la República, determina que los patrones tengan que mejorar las condiciones de los trabajadores que permanezcan de pie durante gran parte de su jornada laboral.

¿Todos estos derechos básicos recién se garantizan en 2024? Pues sí.

En cuanto a la de Argentina, tanto el decreto de necesidad y urgencia (DNU) emitido por Javier Milei como el proyecto de Ley Omnibus (rechazado por una de las cámaras al momento), implican un retroceso importante en temas de derechos laborales, suponiendo una reforma que de llevarse a cabo introduciría modificaciones para, entre otras cosas, criminalizar la huelga, posibilitar los despidos dentro de la Administración Pública Nacional, desfinanciar a las organizaciones sindicales y promover contratos temporales más largos.

En temas de género se afectaría ampliamente a mujeres y disidencias con la habilitación de la posibilidad de trabajar hasta 10 días antes del parto, la modificación de la Ley Micaela y la modificación de la ley de teletrabajo entre otras.

Es evidente que este tema deberá ser problematizado a nivel individual, organizacional y social con más seriedad ya que todo indica que de seguir esta tendencia, pronto más países podrían estar disputándole el título regional de burnout a la Argentina.

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