Desafiando el sistema: la batalla de las trabajadoras sexuales de Mérida por su identidad y derechos

Enfrentándose a un sistema que las criminaliza y estigmatiza, las trabajadoras sexuales de Mérida, Yucatán, luchan por organizarse. Esta crónica revela cómo, en su lucha, desafían no solo a la ley sino a los prejuicios de una sociedad que las margina.

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Por: Blanca Juárez

—Aquí en Mérida no hay una lucha colectiva por el trabajo sexual.

Dafne Aguilar no lo dice desalentada, sino segura de que el camino apenas comienza. Si la organización por los derechos laborales no ha sido fácil en ningún sector laboral, ¿por qué habría de serlo en uno donde a las personas se les niega la identidad de trabajadoras?

Los caracoles de su pulsera suenan al chocar con el metal de otro brazalete cada que avienta sus rizos rojos hacia su espalda, o cada que junta sus manos en el aire después de una carcajada. Las dos situaciones ocurren constantemente.

«Muñeca», le decía un cliente y ahora toda la gente que la conoce la llama así. Al inicio de su transición de género, su primer nombre fue Virginia, pero tan pronto comenzó en el trabajo sexual llegaron otros nombres.

Ahora es Dafne, la ninfa que huye de Apolo. Pero Muñeca de quien ha huido es de la policía, que criminaliza el trabajo sexual y su activismo en otras causas.

En abril de 2023 fue detenida bajo los cargos de desobediencia y resistencia de particulares, así como ataques peligrosos a servidores públicos, por su apoyo al pueblo maya de Sitilpech contra las mega granjas de cerdos que han causado una severa contaminación.

Muñeca fotgrafiada por Blanca Juárez

Anoche le escribieron las de la 58, una calle del centro de Mérida, Yucatán, donde ejercen el trabajo sexual mujeres cis (personas que al nacer fueron asignadas como mujeres y viven de acuerdo con esa identidad de género) y mujeres trans.

Un empresario hotelero de la zona donde ellas trabajan subió el precio de los condones, entonces dejaron de comprarle. Pero luego, el hombre aumentó el costo de las habitaciones que ellas utilizan para trabajar y “las empezó a tratar mal y las amenazó con un arma”.

Lo que hay detrás del precio de los condones es la molestia por la inicipiente autonomía que las trabajadoras de la 58 van ganando. Algunas de ellas se reunían en la casa de Muñeca para cocinar y comer. Y se sabe que esas reuniones son las más peligrosas para el sistema, porque es donde se habla del tema más importante: la vida diaria.

A partir de esos encuentros “ellas fueron entendiendo que más allá de ser amigas, necesitamos acuerpar la lucha para poder tener derechos”. Así que comenzaron a decidir sus horarios y días de trabajo, algo que el hotelero determina a cambio de protegerlas de la polícia, más que de los clientes.

“Cualquiera opinaría: ‘¿ves? ¡Pues por eso hay que luchar y no sé que!’ Sí, pero da un poquito de miedo de hasta dónde puedan llegar esas personas. Sobre todo, con las trabajadoras sexuales de la calle, porque no tienen ni tantita idea de cuáles son sus derechos. Ellas sólo saben de delitos, de delitos que supuestamente están cometiendo”.

Ante la criminalización, estigmatización, discriminación, putofobia y transfobia de la que son objeto las trabajadoras sexuales de Mérida, si alguien intenta hacerles daño las probabilidades de ser protegidas son ínfimas. Lograr justicia en los casos consumados de agresión ronda el mismo nivel.

Abolicionismo en el feminismo

Cherry Fire se viste a prisa y recoge rápido sus cosas de la habitación del hotel mientras hace el recuento de cómo fue politizando su experiencia. Su cliente se acaba de ir y ella aún tiene varias cosas que hacer.

“Nunca me sentí parte de los feminismos porque había demasiados discursos abolicionistas y no tomaban en cuenta la opinión de quienes ejercemos el trabajo sexual”.

Hace siete años, cuando tenía 21, comenzó en el trabajo sexual en su natal Campeche y ahora lo ejerce en Mérida y en la Ciudad de México.

Pero hará apenas un par de años desde que dice abiertamente que es una trabajadora sexual. Un tiempo tuvo cierto acercamiento a un grupo de mujeres cis (como ella) que militaban en el feminismo y sólo dos sabían a qué se dedicaba.

Esas amigas estaban en contra de la prostitución, como nombran a este trabajo. Pero se mantenían cerca de Cherry por si llegara a necesitar algo. Sin embargo, “no había una apertura para platicarles de mis anécdotas, de mis sentimientos, de lo que sucede en este trabajo”.

Poco a poco se ha ido hablando más del tema, dice la chica de labios cherry. “El Only Fans hizo famoso este asunto y eso nos ha permitido cierta discusión. Pero en Mérida no conozco otros espacios de escucha y diálogo que no sean los que organizamos Muñeca y yo”.

El nacimiento de Virginia

En la oscuridad germinan las semillas. Muñeca transicionó a los 18 años en el Safari’s, un centro nocturno al que llegó a trabajar invitada por bailarinas para asistirlas en el camerino. Las luces violetas del lugar hicieron la fotosíntesis.

“Para mí todo era una maravilla, los vestuarios, las cabelleras larguísimas de las bailarinas, el maquillaje, la fiesta, el alcohol” toma aire y suspira: “era fascinante. Fue el primer espacio en el que me pude sentir mujer, aunque algunas personas dicen que ahí las mujeres y las mujeres trans somos usadas”.

— ¡Quiere contigo, perra, qué emoción!

Una de las bailarinas salió del privado, donde atendía a un señor, para llevarle el mensaje.

—¡Bueno, va! — aceptó.

Ahí comenzó en el trabajo sexual. “No, pero según yo no era una puta, yo no me dedicaba a eso, no podía serlo”. La mayoría de los pagos que recibía era en dólares y eso la alentó. “Recuerdo cuando a mi mamá le llegué con esos billetes y me los tiró, ella sabía de dónde provenían”.

Dafne Aguilar ya había salido de la casa familiar, donde insistían en considerarla un chico. “Es curioso, yo siempre dije que jamás haría esas cosas. Cómo es que la familia ya da por hecho que las mujeres trans y los gays que salimos de casa lo vamos a hacer. Qué fuerte que ella ya lo sabía, cuando yo ni siquiera lo quería hacer”.

Al poco tiempo se fue a otro table dance a seguir asistiendo a las bailarinas. “Le dicen ‘nana’, porque es como ser una nana, pero de putas”. Ese negocio pasaba por una mala racha y necesitaban a otra bailarina, así que sus amigas la lanzaron al ruedo.

Le prestaron el vestuario y la nombraron Virginia. Impoluta, comenzaba a bailar en el escenario, se movía como una felina que se acerca a su cubil y cuando comenzaba a quitarse la ropa, ¡luces rojas! El destello evitaba que los clientes la vieran por completo desnuda.

Si alguien pedía un privado con Virgina, las otras chicas le explicaban. “Era más fácil que una mujer cisgénero les dijera mi situación. Y lo que hacían no venía del activismo, sino desde su sensibilidad: ‘No pasa nada, papi. Mira, es bonita, es una niña. Nada más que nació con eso y listo’, les decían”.

Las experiencias de Muñeca se abigarran de tantas que son. Dejó los table dance porque el consumo de drogas podría haberse convertido problemático, vio a mujeres víctimas de tráfico sexual, trabajó en Ciudad del Carmen, Campeche, y en Cancún, Quintana Roo, a veces como mesera y otras, ofreciendo servicios sexuales.

En Ciudad del Carmen se paró por primera vez en la calle y descubrió que la negociación le resultaba más compleja que en los table dance o tener una cartera de parroquianos. Viajó a Villahermosa, Tabasco, donde un cliente intentó violarla. “A mí lo que me daba miedo era que me descubriera como mujer trans y me quisiera matar”.

trabajadoras sexuales de merida
Muñeca fotgrafiada por Blanca Juárez

Los obstáculos de las trabajadoras sexuales de Mérida

En 2021, un tribunal federal determinó la inconstitucionalidad del Reglamento de Policía y Buen Gobierno del Municipio de Mérida que sanciona el trabajo sexual, luego de que mujeres trans y cis solicitaron un amparo. Sin embargo, solo se resolvió a favor de las trabajadoras cis.

En cambio, dice Cherry Fire, “en Campeche todavía sentimos un gran estigma y hemos preferido interiorizar nuestros procesos. Tenemos sesiones de autocuidado y estamos en grupos virtuales para pasarnos información. Nuestra organización es aún privada, nuestros avances y reflexiones sobre el tema”.

Son muchos los obstáculos para su organización: la persecución policiaca y los padrotes o madrotas son algunos de ellos. “Porque trabajar para agencias o tener que pagarle a alguien por derecho de piso impide nuestra vinculación”.

La cercanía social en las ciudades pequeñas “hace que las chicas no se animen a nombrarse como trabajadoras sexuales por el temor al rechazo de sus familias, primero, pero también del resto de la gente”.

Las acciones salvadoras como si estuvieran siendo víctimas de trata tampoco les han ayudado, por el contrario, porque también se les ha adjudicado responsabilidad en ese delito.

“Este es un tema completamente aparte, muchas chicas pagan una cuota de seguridad porque alguien tiene que cuidarnos, cuando tú entras a una habitación con una persona nada te garantiza que nada malo te pasará”.

Quizá la organización de las trabajadoras sexuales en Mérida no vaya al ritmo que Muñeca, Cherry y sus compañeras quisieran y necesitan. Las leyes y quienes las hacen valer, así como los prejuicios sociales, siguen amurallando su lucha, pero su sola presencia es resistencia.

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