El amor como un proyecto político antirracista

Es febrero y en Malvestida queremos abordar narrativas alternativas al amor romántico y de pareja. En este texto, Waquel explora el amor como revolución y proyecto político.

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Es febrero y en Malvestida queremos abordar narrativas alternativas al amor romántico y de pareja. En este texto, Waquel explora el amor antirracista como revolución y proyecto político.

Como siempre, quiero escribir sobre mi carne, usar mi experiencia para pensar colectivamente lo que significa vivir el amor siendo negra, travesti, marika, migrante del Caribe y una identidad desbordada.

Y disputar el significado del amor en occidente: ese amo-r patriarcal, heterosexual y cristianocentrico que se define como binario, entre pares contrarios y humanamente entre iguales, monógamo, romántico, abismal, familiar, moral y reproductivo.

A pesar de que tengo más preguntas que certezas, como la de haber sentido amor, acompañamiento y fuerza de fuga a pesar de encontrarme en el trauma racial y heterosexual de saberme odiada por ser marika, VIH+, travesti y habitar una feminidad disidente, creo que hay otro amor, uno que es político y se configura como una conspiración en un mundo que nos quiere tristes.

¿Por qué la cultura de la cancelación es patriarcal y colonial?

El amor es la búsqueda de la liberación, el amor es romper las cadenas que nos sujetan, es amistad, una herramienta que está fuera del alcance de los amos, un arma política que se ancla en el corazón y tiende puentes para construir alianzas inimaginables.

En el mundo capitalista en el que vivimos, el amor es placer y deseo e imposible sin la relación poder-poseer. Yo me declaro en contra de ese amor que solo se materializa en el tener. Yo creo en un amor que posibilita nuestras vidas y disputa nuestras existencias, el amor es la capacidad de imaginar agenciamientos entre quienes somos las condenadas de la tierra, pensando en Fanon.

Y en este camino de re-existencia, he encontrado complicidades transformadoras que, en medio del trauma, nos sostienen, porque el amor es cuidado colectivo. Por eso, amar cuando se es negra, racializada, maricón, travesti, traba, sidosa y discapacitada es revolucionario.

Amor antirracista, amor fuera del heteropatriarcado y el capital

Hoy más que nunca quiero disputar el amor y encontrar otros significados de amar en un régimen heteropatriarcal y del control del cuerpo como táctica del poder. Para mí, el amor no es romántico, es imaginación política radical, es cimarronaje y fuga.

Cuando he sido capaz de amar, de verme en otres, de involucrarme con otras vidas, de construir relaciones de amistad que tienden puentes y generan vínculos afectivos, me he podido mover. Solo el amor genera movimientos de fuerza tan amplios como para remover traumas y sanar heridas.

Más allá de la representación como algo que «celebrar»

Cuando escribí el manifiesto la venganza de las bonitas, fue un texto movilizado por el amor a mi ancestralidad negra y marika desde un cuerpo destinado a no ser, pero también como acto de amor erótico. Audre Lorde dice «lo erótico es un recurso que reside en el interior de todas nosotras, asentado en un plano profundamente femenino y espiritual, y firmemente enraizado en el poder de nuestros sentimientos inexpresados y aún por reconocer».

Una forma de amar es también escarbar dentro de nosotras mismas hasta encontrar esa fuerza que nos moviliza a romper las cadenas de los amos. Sabernos bellas, eróticas y con fuerza de amar, cuando se nos llamó incapaces. Se nos ha enseñado que el amor es algo que se busca fuera de nosotres mismes, que es algo que se alcanza, que se persigue, pero el amor también es una acción de resistencia que yace en una.

amor antirracista

En Piel negra, máscaras blancas, Franz Fanon escribe: «el negro es una bestia, el negro es malo, el negro tiene malas intenciones, el negro es feo». Por eso creo que el cimarronaje es una práctica política de amor antirracista y de sanación. Para mi amar es ser cimarronas.

Ese trauma de sentirme la negra, la fea, la violenta y la causante de miedo en los demás es un dolor que muchas personas racializadas y heterodisidentes vivimos. Reapropiarse de ese dolor y de esos insultos ha sido un acto de amor revolucionario y descolonial que me ha salvado la vida. Yo no he encontrado el amor en lo romántico, sino en la resistencia, en las diferencias y en mis propias contradicciones.

Amor decolonial

Pensar en un amor no romántico, no heterocentrado, no cristiano ni como imposición normativa, me remite a imaginar un amor descolonial, un amor fuera de las dinámicas atributivas de la monogamia, la posesión y el matrimonio como institución.

Me imagino un amor como el ubuntu, que es la filosofía de los Pueblos Bantú, que concibe el mundo en relación con otros, en comunidad, en dependencia con las vidas que nos rodea y con quienes estamos. Es una filosofía donde el individualismo propio del neoliberalismo y el capital de la posesión de las cosas no tiene cabida, es un amor distinto al Amo-r, es un amor sin amos, sin amas, ni con jerarquías sociales, de clase y raza, es un «yo soy porque somos», porque no existe una sin la existencia de les demás, es un reconocer nuestra vida en otres, reconociendo nuestra vulnerabilidad, nuestras necesidades y el cuidado que necesitamos como vidas conjuntas.

¿Qué es el complejo de salvador blanco?

Creo en un amor ubunto, en un amor político, en un amor marika, en un amor que apuesta a la existencia y sostiene la vida de quienes habitan en los bordes de los centros.

No me creo ese cuento del amor romántico, ese eslogan del mes del amor y la amistad solo cuando es febrero, al estilo del 8M, 25N o el pride en junio, ese tipo de amo-r, se trata de solo marketing que para fines de consumo y de dinamismo de mercado, convierten las emociones y luchas de las personas en productos de venta.

Hay que destruir ese amo-r que todas llevamos dentro y comenzar a ver una forma de amor como una práctica continua amorosa que no se limita a un concepto, sino que implica un ejercicio constante de descolonización del sujeto, explorando otras formas de acompañarnos y hacer de lo común una acción central de nuestras vidas, el amor siempre pasa por el cuerpo y el cuerpo siempre es político, es un producto de la política, es por eso que el amar como práctica antirracista necesariamente debe posibilitar sueños de fuga y acciones conjuntas de liberación, que nos libren del romanticismo que plaga el heteropatriarcado, el capitalismo racial y la colonialidad del poder.

En ese amor es en el que yo creo, en un amor que como afirma bell hooks se basa en el cuidado, en una práctica la compasión y que nutre el espíritu como una acción que deja al abuso por fuera. El amor es descolonización.

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