Más allá de la cultura fitness: cómo conocer y conectar con el cuerpo

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La cultura fitness invadió las redes sociales. Pero, en lugar de acercarnos a nuestro cuerpo y su fuerza, puede ser contraproducente.

Por: Andrea Cortés Islas

Estoy convencida de que la alimentación saludable y la actividad física son importantes en la vida de todas las personas. Pero también, gracias a esta pandemia, descubrí que me opongo a la cultura fitness

Claro que esto ya sucedía, pero con el confinamiento aumentaron los chistes, frases, consejos y rutinas para conseguir un “cuerpazo” a base de dietas y ejercicios. 

Yo siempre he sido deportista, pero aún así estos contenidos me creaban ansiedad. Y poco a poco noté que mis amigas, tanto deportistas como no, sentían lo mismo que yo. 

Para mí, el fitness es esa cultura en la que el ejercicio y la alimentación son razones para odiar a nuestro cuerpo, no para conocerlo y conectar con él. Ese enfoque es lo que me generó ansiedad, frustración y enojo.

El problema de la cultura fitness

Como explica Claus Pérez en el podcast ¿De qué tiene hambre tu vida?, la cultura del fitness da por sentado que todos los cuerpos son iguales, al igual que las necesidades y motivaciones para realizar ejercicio.

La mayoría de las rutinas promovidas por el fitness incluyen retos que prometen resultados en el corto plazo, ejercicios de alta intensidad, pérdida de peso, aumento de la fuerza y la resistencia, pero suelen dejar a un lado la historia personal de cada cuerpo. 

El problema es que son rutinas que se usan en el mundo del deporte competitivo y de alto rendimiento, así que muchas personas no las pueden realizar ¡y está bien!

Sin embargo, al no tener esta información, las repercusiones pueden ir desde lesiones hasta ansiedad o tristeza, incluso enojo hacia una misma, por no poder aguantar o realizar las rutinas, como advierte la investigadora Gabriela María Quirós Sánchez. 

También puede llevar a conductas desordenadas en la alimentación, por culpa o vergüenza de no obtener los resultados deseados. 

Porque sí, la cultura fitness se fundamenta en la relación con la comida a partir de dinámicas premio-castigo. Por ejemplo, si comes determinado alimento no saludable, tienes que aumentar la intensidad o las repeticiones, lo que refuerza el odio y temor por comer. 

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No es necesario sufrir

Es sumamente importante recordar que no existen alimentos malos, comer no es un castigo o una recompensa. Ver las cosas de esta manera nos permite disfrutar tanto de la comida como de todas las relaciones socioculturales alrededor del derecho de comer. Además, nos permite habitar con amabilidad en este mundo.

De la misma manera, podemos (y debemos) desligar el ejercicio del sufrimiento. Seguro has escuchado frases como no pain, no gain, que se centran en cómo la actividad física debe doler. 

Aunque es cierto que conlleva un desgaste físico y emocional importante, ejercitarnos también es una práctica de escucha escucha paciente y consciente de nosotras mismas, para saber cuáles son nuestros límites, qué estamos dispuestas a realizar y sobre todo, por qué y para qué queremos realizar un deporte.

Existen muchas maneras de realizar una activación física que no cause sufrimiento (ni físico ni emocional) y al entenderlo podemos liberarnos de los arquetipos de fuerza y belleza  del sistema patriarcal, además de que solo así diferenciamos entre el dolor que incapacita y el que produce incomodidad pero se transforma a través de la constancia. 

Así comenzaremos a ver al ejercicio como una herramienta de autoconocimiento y reconocimiento, que permita habitarnos desde el amor y la ternura, pero también desde la fortaleza.

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Movernos desde el amor

Los discursos más presentes en las redes sociales sobre fitness suelen reafirmar estereotipos racistas, clasistas, sexistas y gordofóbicos. No consideran las historias únicas y variadas de cada persona y cada cuerpo. 

El apoyo realmente profesional es uno que nos permite compartir con otras personas nuestros sentipensares y genera espacios seguros en los que ni el deporte ni la alimentación sean procesos de opresión, sino que nos permitan potenciar nuestra experiencia para movernos en este mundo. 

Tanto en medio del encierro, como después de él, es básico ser amables con nosotras, evitar comparaciones y escucharnos entre nosotras. Abrazarnos, acariciarnos, (re)descubrir nuestro cuerpo con sus afectos y dolencias.

En un mundo que nos ha negado habitarlo desde nuestras experiencias, movernos desde el amor y la escucha paciente de nosotras y con nosotras, también representa un acto de rebeldía.

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