«No parecer lesbiana» y otros estereotipos que nos urge romper

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¿Qué significa «parecer lesbiana»? Una mujer reflexiona sobre su estilo personal y los estereotipos que todavía abundan en la comunidad LGBT+

Por: Lú Almaguer

“¿Cómo? ¿Eres lesbiana? ¡Pero si no lo pareces!” Estoy segura de que no soy la única que ha escuchado estas palabras. Es más, estoy segura de que puedo cambiar la orientación sexual de esta cita y muchas personas se podrían identificar con ellas.

Tristemente, las cosas son así: para la sociedad solo existe un modelo homologado de lesbiana. Si no encajas en él, a los ojos del mundo entero eres heterosexual. Eres invisible. 

Hoy en día, cuando una persona se imagina una lesbiana hay de dos: 1) o se imagina a una mujer tipo de Shane de The L Word, con ondas muy masculinas y cabello corto; o 2) una mujer hipersexualizada como las que ven en su pestañita de PornHub. Pero la vida real no es así. 

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«Las lesbianas no usamos vestidos así»

La vida real es mi primera ida a un bar gay y recibir miradas y cuchicheos a mis espaldas. Es que frases “no me lo creo”, “no se te nota”, “pero como, si eres muy bonita” o “a ver, demuéstramelo, dale un beso” son el pan de cada día cuando hago un comentario o me niego a bailar con un chico en el antro.

O aquella horrorosa experiencia cuando fui a una fiesta de lesbianas en Madrid y una chica me dijo sin pelos en la lengua “joder, no sabía si acercarme a ti o no, es que las lesbianas no usamos vestidos como el que llevas” mientras bailaba conmigo al ritmo del reggeaton. 

Darte cuenta a los 17 años que te gustan las mujeres en una casa súper religiosa, espanta. Y siendo sincera, tome mi amor por la moda como el escape perfecto.

Me ponía más tacones, me producía más -aunque sólo fuera a la escuela-, me ponía vestidos día sí y día también, me forzaba a jamás verme diferente, tanto que hasta me sentía incomoda, esto hasta que a los 20 me dije: “basta, eres quien eres y te gustan las mujeres”.

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Mi primer bar gay

Pero, si tomarle las riendas a mi vida después de salir del clóset fue difícil, más difícil fue unir mi amor por la moda con mi orientación sexual. Esa primera vez que salí a un bar tome la decisión por impulso.

Mi plan era ir a una noche de ballet en un teatro del centro de Madrid, me puse una falda midi, una blusita de tirantes, y unos tacones súper altos; saliendo de la presentación decidí irme a la aventura, busqué en internet “bares gays” y me fui a uno de ellos.

No voy a mentir, a los 10 minutos me quería ir, me veían como si fuera un alien y si no hubiera sido por dos chicos que se me acercaron y me dijeron “ignóralas y disfruta” mi noche hubiera terminado conmigo llorando en mi departamento. 

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Encontrando un equilibrio

Después de eso, entre en conflicto y la verdad es que al estar a miles de kilómetros de casa y los prejuicios de una ciudad pequeña, poco a poco deje los tacones de un lado, llevaba más jeans que faldas o vestidos.

En principio porque quería que “se me notara”, pero también porque no encontraba un referente que fuera como yo ni en la televisión ni en las películas (descubrir Bound, The L Word o D.E.B.S antes hubiera sido un gran alivio).

Yo quería ser yo, amante de la moda. Pero necesitaba un ejemplo, una mujer out & proud y que, además, tuviera una sensibilidad y gusto por la ropa similares al mío.

Pero lo cierto es que con el paso de los años me he dado cuenta de que una palabra no representa todo lo que somos. Porque cada quien es su propia persona y que las etiquetas se pueden ir muy lejos. 

Porque yo soy la mujer que combina un vestido de flores con botines cowboy y un saco oversized y al día siguiente se viste en jeans doblados, una t-shirt y Converse.

Pero también soy la mujer que se pierde en la sonrisa de una chica bonita, que tiene un crush eterno con Florence Pugh y Rachel Weisz y que tiene en repeat a Raveena, Hailey Kiyoko.

Soy esa mujer que contaba los días para ver la nueva serie de The L Word, pero también para la primera fecha de un Fashion Week y la ola de lookazos de street style que se marcan mis bloggers y stylists favoritas. 

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No somos nuestras etiquetas

Porque, como le dije a mi mamá cuando salí del clóset y lo único que se le ocurrió decirme fue “pero, ¿¡por qué!? si siempre te han gustado los zapatos, las bolsas y el maquillaje”.

La verdad lo único que pude contestarle fue: “señora, que sea lesbiana no va a quitar que me siga gustando la moda, que siga disfrutando de jugar con las cosas que me pongo o de que me ponga brillitos en los ojos hasta para salir de día”.

Y es que, no somos ni cajitas, ni etiquetas, ni pestañas en un buscador, somos personas que estamos conformadas por diferentes gustos y sabores.

Si me preguntan a mí, la verdad es que en eso esta el secreto de la vida, en aprender a que todos tenemos algo que nos hace únicos y especiales, a que puedes escuchar ABBA y Bad Bunny sin hacer gran revuelo de ello.

Es más, si soy 100% honesta, esta revelación siempre se quedará conmigo. Porque la verdad es que, la única aprobación que necesito viene de mí misma.

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