Cómo escribir una canción me confrontó con el amor propio

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«Nadie me querrá» es un himno de amor propio que surge de los peores miedos y expectativas no cumplidas. La cantautora Andrea Cornejo nos cuenta cómo surgió.

Por: Andrea Cornejo

Durante un par de años, mi papá vio mis granos antes que mi cara; mi maquillaje antes que mis lágrimas.

Decidí entonces poner la frontera entre México y Estados Unidos entre nosotros. No funcionó para protegerme. En cuanto tuvimos nuestra primera videollamada, sus primeras palabras fueron crítica a mis granos: «¿Estás comiendo chocolate?», antes que un «¿cómo estás?»

Me enojé y cerré la computadora. Bajé al sótano del internado de artes donde me refugié. Empecé a grabar con mi celular. Abrí el piano. Comencé a cantar. Y a llorar.

Lloré muchísimo y amargamente. Me daban ganas de vengarme. De hacerlo sentir lo que yo sentía.

Y al soltar mi lengua, canté la mayor parte de la canción: “¡¡¡Nadie me querrá!!!»

Una canción… o un cambio interno

Gritaba como escapando ahogarme, porque cuando lloro enojada siento una bola en mi garganta y me cuesta respirar.

Paré la grabadora de mi celular. Tenía lo que necesitaba para editar la canción. Las palabras me habían salido o, como me gusta pensarlo, las palabras me eligieron en vez de yo a ellas. Ahora me sentía eufórica.

Perdoné a mi papá, por el momento, y comencé a correr de un lado al otro del enorme sótano. Mis compañeros ya estaban acostumbrados a mi hiperactividad.

A los pocos días, en un par de horas, elegí las palabras definitivas de los versos. Las dos listas, muy personales, donde menciono lo que me duele.

Mis miedos a hacerme feliz. A sentirme fea. A desear que mi chichi no fuera del tamaño de una cereza. La ansiedad que siento cuando me arranco el bigote. Mis pelos púbicos. Los de las piernas. Y los de mis axilas.

El ataque de pánico que me ha dado cuando pienso que todos están pensando cosas horribles al verme como estoy y soy. Y que mejor debería escondernos, a mí y a mi cuerpo, en casa.

Soy mi responsabilidad

O sea, por una parte simpatizo con mi papá y mis abuelas y tías, a quienes no se les escapa una oportunidad de recordarme que me veo mejor con el pelo largo, menos panza y vestida como a ellas les gusta.

Por no mencionar estudiando una carrera de verdad, teniendo novio bien, y ene mil requisitos para ser la niña de sus ojos.

Estoy cansada. Estoy resentida. Y soy mi responsabilidad. Solo yo soy responsable de mandar a todos a volar y elegir lo que yo necesito y quiero. Por mí.

Es muy difícil. Es más, lo declaro dificilísimo, porque sus críticas y voces en mi cabeza, además de torturarme, me acompañan. Me abrazan y dan chocolate caliente. Son hogar. Son familia.

Y cuando me rapo la cabeza, me mudo a otro continente, me levanto de la cama más tarde de lo «debido», o simplemente me hago responsable de mí para mí, no para ellos ¡Ah caray! Me siento viva. Adulta.

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«Nadie me querrá»

“Nadie me querrá” me confronta cada vez que me encuentra. Es una canción e himno que a veces me arrepiento de haber dado a luz. Pero ha llegado y está para quedarse.

No creas que soy el hada del amor propio y la autoestima por los cielos. Ene-o. Tengo mis momentos, decisiones, incluso temporadas.

Pero la buena y mala noticia es que el amor propio es como respirar. Lo practico todos los días, pero de repente se me olvida. Aún así, sigo aquí. Respirando. Inhalo y exhalo.

Cuando la canto, en escenario o para una pequeña audiencia, puede que vuele cual unicornio orgulloso o me tiemblen los pies y manos y se me quiebre la voz. Nunca sé qué pasará. Y eso es parte del proceso.

Si yo puedo, tú puedes

Deseo que “Nadie me querrá” te desafíe a quererte más, a apostar por ti, ya sea que te apoyen a tu alrededor, o seas la única que te entienda y vea lo que ves en ti. Yo sé que duele. Sé que los cambios pueden ser túneles sin luz a la vista. Pero claro que puedes hacerte feliz.

Si yo puedo, tú puedes.
Puedo. Y puedes.

Es terrible y desmoralizador cuando las cosas no son como queremos. Cuando te esfuerzas, te arriesgas, y todo explota en tu cara como uno de esos pasteles que Steve Aoki avienta a las caras de sus fans en festivales masivos de música electrónica alrededor del planeta.

Con la diferencia que esas personas quieren el pastel arruinando su look, nosotras, no. Nosotras ponemos cuerpo y alma, nuestro empeño en ser perfectas.

Encima, anhelamos la perfección que imaginamos que los demás quieren de nosotras. Esa alucinación tiene una prima que es de armas tomar. Te la presento: Tus sueños. Es correcto. Tus sueños son un arma de doble filo.

Quieres vivirlos. Son perfectos, para ti. Así que lo obvio es que tú seas perfecta para ellos. Sueñas con el festival de música electrónica. Se lo platicas a tus amigos y familia. Trabajas para ello. Ahorras. Compras tu boleto, hospedaje y comida. Estás muy, pero muy emocionada. Claro que tus expectativas son altas. ¿Cómo no van a serlo, si te ha costado un ojo de la cara?

Vas de compras o pides en línea, tu look para ese día especial. Convences a alguien que te acompañe. Llegas al lugar. La música te pone feliz. Todo te hace cada vez más y más feliz. Tus artistas favoritos tocan uno tras otro, tras otro. Ni mandado a hacer. Sale Steve Aoki.

Quieres que te aviente un pastel a la cara. Le gritas. Le ruegas. Te ve, pero se los avienta a otras personas. Empiezas a sentirte decepcionada. Tu nivel de energía y felicidad baja… y baja… y baja.

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Bajar las expectativas

Ya de vuelta en tu casa, en tu cama, desearías ser menos perfeccionista. No agüitarte cuando las cosas no sean como quieres. Pero esto te sucede, una y otra vez. Te propones que vas a fluir, que no te trabarás en cosas pequeñas, que serás, bueno, perfecta.

Pero te digo algo, chiquita, eres humana. Y ser humana viene con defectos de fábrica. No te vas a querer a ti misma siempre, ni nunca. Pero esas palabras, “siempre y nunca”, sólo son sueños de otras personas. Tan perfeccionistas y soñadores como tú.

Te caigas lo que te caigas, disfrutes el festival o no, te tienes a ti. A veces te querrás, otras los demás te querrán, a veces desearás ser cualquiera menos tú. A veces sentirás que estás sola y siempre lo estarás. Y que nadie te quiere ni te querrá nunca.

Yo, que conozco estas y muchas más conjugaciones del verbo querer, te lo digo: «Nadie me querrá» es siempre temporal. O sea, ¡Relájate un chingo! Te tkm.

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