Hace un año noté que varios cabellos se teñían de blanco en mi cabeza, así que decidí ocultar las canas de una manera radical: pintándome el pelo de azul.
Aunque en realidad se trataba de un capricho que quería cumplirme desde hace tiempo, admito que en ese momento evadí la situación porque no estaba preparada para reflexionar conmigo misma sobre este acontecimiento.
Ver esos hilos blancos aparecer entre las sienes fue tan sorpresivo como la llegada de mi primer periodo, pero a diferencia de éste, en el que mi mamá, mis profesoras y algunas amigas me prepararon y acompañaron, la aparición de canas ha sido un proceso que he sobrellevado en silencio y en total desinformación.
Apreciando las canas…
A los treintas, cuando soplas las velas del pastel, admites que el mejor autoregalo que puedes hacerte es la reconciliación con tu cuerpo, pero al menos en mi caso, la aceptación y las ovaciones ante el espejo vinieron acompañadas de esos cabellos blancos para recordarme que aún me queda una batalla pendiente conmigo misma.
Nadie te prepara para esta nueva etapa que, indudablemente, marca el inicio de algo que no logro distinguir, debido al exceso de tratamientos que aparecen en Google para combatir las canas.
Remedios que van desde untarse cebolla en el pelo hasta el consumo de fármacos de inmunoterapia, que además de estimular las defensas naturales del cuerpo para combatir el cáncer, recuperan la pigmentación del pelo, de acuerdo con investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona.
El desarrollo de una industria de belleza y farmacéutica que ofrecen la solución para eliminar algo, que desde su punto de vista, es desagradable y antiestético.
«Usa tinte»
Aunque ignoro cuál es el sentir de los hombres en esta etapa, me da la impresión de que existe un rechazo hacia las treintañeras con canas. Hace poco hablaba con una amiga sobre el tema. Su solución fue directa: “usa tinte”.
No estoy en contra de su consejo, cada quien es libre de elegir qué quiere hacer con su pelo, el punto es saber hasta qué grado se trata de una elección propia o es una imposición de belleza que atenta contra un proceso natural que todo ser humano debe vivir.
Doctorado en aceptación genuina
Relacionar las canas como sinónimo de vejez es reduccionista. Lo que sí creo es que las canas son el doctorado en aceptación genuina hacia nosotras mismas.
Mientras la sociedad no se cansa de repetirnos que la aparición de canas está relacionada con la pérdida de la juventud, a mis 33 años me considero una mujer de impulso indomable.
Vivir entre peróxido, matizantes, tintes y una innumerable cantidad de tratamientos para ocultar las canas, puede ser una forma de evadir quién soy. Quizá el verdadero proceso de aceptación radica en saber elegir tus batallas, y todas aquellas relacionadas con el físico y la apariencia las superé en los veintes. Ahora sólo queda esperar a que la cabeza se tiña de blanco.