La sorprendente historia detrás de estas 3 tendencias de belleza

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La belleza es un tema complicado. Todos, pero en especial las mujeres, dedicamos horas de nuestra vida a ser más bellos (Kim Kardashian usa dos horas cada mañana y OK, eso es demasiado, pero las demás mínimo nos peinamos), aunque en los últimos años se ha hecho más presente la idea de que no es necesario adaptarse a los estándares que impone la sociedad.

Si lo pensamos bien, son rarísimas las cosas que consideramos bellas: ¿quién dijo que lo cool es pintarnos de colores las células muertas endurecidas que nos salen de los dedos?, ¿o que es una desgracia tener arrugas? Las respuestas a estas y otras preguntas del estilo no son arbitrarias, tienen mucho que ver con la historia de la humanidad y por lo tanto con las diversas maneras que hemos encontrado para dar a entender que unas personas son mejores que otras.

En un artículo para la revista Matter, Arabelle Sicardi habla sobre cómo la belleza ha servido para controlar a las mujeres desde hace milenios y revela un detalle importante: «no sobreviven textos antiguos sobre cosméticos escritos por mujeres. Todos los clásicos fueron escritos por hombres y la mayoría discuten la belleza en el contexto de la relación de las mujeres con los hombres». Ahora, la mayoría de las mujeres que usamos maquillaje de forma regular decimos que lo hacemos «para nosotras» y aunque lo cierto es que en muchos casos continúa siendo una obligación impuesta por la sociedad, estamos en un momento único para comenzar a definir la belleza desde un ángulo alejado de la mirada masculina.

Mientras intentamos hacerlo, no está de más conocer la historia detrás de tres tendencias que han permanecido a lo largo de cientos, y en algunos casos miles, de años.


El delineado de ojos
El estilo smokey eye o ahumado tiene sus orígenes en el kohl, una sustancia que se utilizaba en el antiguo Egipto desde el año 3 mil AC y que también forma parte de la cultura en India, el Medio Oriente y algunas partes de África.

Hay muchas formas de prepararlo y ahora sabemos que varias de ellas incluyen sustancias tóxicas, pero básicamente se trata de un polvo negro que se usaba primero para proteger los ojos y que después adquirió un significado espiritual. Para el segundo siglo antes de Cristo, su uso estaba tan extendido que el comediógrafo romano Plauto afirmó que «una mujer sin pintura es como una comida sin sal». Suena a algo que diría Donald Trump, ¿no?

Lisa Eldridge explicó un poco más sobre su papel en la sociedad egipcia y sus componentes en un video de marzo de este año.

Las pinturas de labios
Los labios coloridos han sido parte de la historia por muchísimo tiempo. Las culturas sumeria y egipcia son quizá las que los usaron primero, mediante técnicas como el molido de piedras preciosas y de cochinillas. Sí, no hay nada nuevo bajo el sol y el look de brillantina en los labios de Pat McGrath ya lo habían lucido mujeres hace unos 5 mil años. Más tarde, en la era dorada islámica (del siglo 13 al 8 DC), el químico Abu al-Qasim al-Zahrawi creó unas barras perfumadas y coloridas no muy distintas a las que podemos comprar ahora. Aquí y ahora me atrevo a decir que se trata de uno de los inventores más importantes de todos los tiempos, ¿o no?

El lipstick tuvo un regreso en la época de la reina Isabel I en Inglaterra (casi todo el siglo XVI), pero para el reinado de Victoria (casi todo el siglo XIX) ya era considerado un accesorio para «actrices y prostitutas«. Como con muchas cosas divertidas, fueron los franceses los que lo convirtieron en un producto comercial.

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Las pelucas y extensiones
Si algo tenemos en común con nuestros ancestros es que en todo momento nos preocupa nuestro cabello. En Egipto (sí, los egipcios inventaron casi todo en belleza y cosmética), las personas se rapaban para evitar plagas de piojos y para enfrentar el calor, pero las personas de mayor status usaban pelucas. Esto continuó hasta el imperio romano. Las mujeres griegas, por su parte, experimentaron con diversos métodos para aclarar el color de su cabello.

Mucho después llegaron las pelucas que hicieron famosas a las cortes francesas, iniciando con el «rey Sol», Luis XIV (1638-1715). Él comenzó a quedar calvo muy joven, una condición que era muy mal vista por la sociedad, ya que se asociaba a enfermedades venéreas como la sífilis. Su uso de pelucas fue imitado por sus allegados y la moda se extendió por toda Europa. Para cuando María Antonieta apareció en la escena, en el siglo XVIII, las mujeres también las usaban, y ella aumentó las expectativas con sus enormes y llamativas pelucas. Por supuesto, la calidad y altura de un peinado decía mucho sobre la posición social de quien lo llevaba.

A inicios del siglo XX, gracias a las flappers, los peinados intricados se convirtieron en bobs, al igual que los corsés evolucionaron a vestidos sueltos, pero en la actualidad la inmensa mayoría de las melenas de sirena que admiramos en las celebridades son extensiones o pelucas, lo que les permite cambiar de estilo de la noche a la mañana.

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