¿Qué es seguridad alimentaria? 3 proyectos para apoyar y donar

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En medio de las fiestas y festines de fin de año, en este texto, Mariana Castillo, habla sobre algunos proyectos sociales de seguridad alimentaria que buscan contrarrestar la pobreza, el hambre y la desnutrición, y a los que puedes donar en Navidad (o siempre).

Por: Mariana Castillo

El término «cocina social» me suena a pleonasmo y es que cocinar, preparar lo que nos sustenta, no es un acto individual, sino precisamente social y colectivo porque es una cadena de personas la que permite tener un plato en la mesa. No importa que comamos en soledad: casi siempre hay una variedad de álguienes que cultivaron, produjeron o nos vendieron ese alimento.

Hay proyectos que usan el término «cocina social» para definirse como iniciativas relacionadas con los derechos humanos básicos y que buscan cambios a desigualdades existentes como el hambre, la desnutrición, la falta de acceso a la educación, entre muchos otros más.

Llegó diciembre. Si bien para algunos es sinónimo de comilonas familiares abundantes, de posadas con amigues, de brindis y delicias, no todas las personas tienen el privilegio de comer más de una vez al día, mucho menos de elegir qué.

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Y no, no es que sea aguafiestas sino que estoy convencida de que la empatía y las acciones que pueden nacer a partir de conocer información sobre otras realidades son un buen motor para ver y actuar fuera de nuestros círculos inmediatos e incidir de alguna manera.

La paradoja: desperdicio de alimentos y hambre

Relacionado con la cocina social está la cantidad de comida que se desperdicia en nuestras casas diariamente, en los restaurantes y hoteles que visitamos, en los eventos sociales a los que asistimos…

La Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que un 35 % de todos los alimentos preparados y producidos en México se tiran a la basura, lo cual equivale a 20 millones de toneladas de comida cada año. ¿Y si eso tuviera una segunda vida para otres?

También pienso cada vez más en la palabra «hambre». La Encuesta sobre los Efectos del COVID-19 en el Bienestar de los Hogares con Niñas, Niños y Adolescentes en la Ciudad de México (ENCOVID-19 CDMX), realizada por el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE) IBERO, Evalúa Ciudad de México y UNICEF, señala que la seguridad alimentaria de los hogares cayó de 39 % en abril de 2020 a 27 % en marzo de 2021.

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61.5 % de los hogares de la Ciudad de México reportaron pérdidas en los ingresos, situación que se compara con 65.5 % a nivel nacional: en esta entidad, la capital y ciudad más poblada del país, la pobreza alcanzó a 13% de la población, a 43 % no le alcanza para necesidades básicas y al 12 % ni siquiera para la canasta alimentaria. Siete de cada diez hogares de estratos bajos no han recuperado su fuente de ingresos.

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¿Y qué es eso de seguridad alimentaria? Pues esta se da cuando hay acceso físico, social y económico a alimentos seguros, nutritivos y suficientes que satisfagan las necesidades nutricionales y preferencias alimentarias de cada persona.

Desde la perspectiva antropológica, es la capacidad de tener alimentos, utensilios, conocimientos y medios para que se pueda comer lo que se necesita en términos biológicos, pero también culturales, que dan identidad.

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¿Cómo puedes apoyar ante este complejo panorama? Ya sea de manera individual o si eres parte de una empresa, pequeña o grande, estos proyectos sociales relacionados con la alimentación tienen que ver con la búsqueda de compartir con quienes menos tienen y lograr un impacto, además de que haya un mensaje tangible empatía en forma de platillo. Además, hay un plus que tiene que ver con reciclaje, autismo y regalos con causa.

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Petit Fils México y Las Madrinas

Petit Fils México es una asociación civil que cuatro jóvenes de Xochimilco decidieron constituir al notar que había necesidades comunitarias relacionadas con la alimentación y la educación en la zona chinampera.

César Guevara, su director y fundador, es originario de esta delegación. Él estudió filosofía y después de pasar un tiempo en el extranjero, regresó. Armó un club de tareas y regularización para las infancias de los comerciantes, cobraba dos pesos. Para el Día de Reyes o el Día del Niño juntaba juguetes y los entregaba con trabajo voluntario de su equipo.

Apenas comenzaban con un desayunador comunitario a inicios de 2020 cuando llegó la pandemia. El confinamiento estaba en su punto más crítico: notaron que muchas personas no tenían trabajo ni qué comer, que su ingreso había disminuido o que había personas de la tercera edad viviendo solas sin poder salir a comprar víveres. Además, al habitar en asentamientos irregulares, no podían acceder a los (esacasos) programas de apoyo gubernamental porque no tienen comprobante de domicilio formal.

Entonces decidieron comenzar una cocina comunitaria y necesitaban donativos para echarla a andar, así que lo comunicaron en Twitter. Anette Santos vio ese mensaje y reunió tanto a sus amigas como conocidas para conformar lo que hoy se conoce como Las Madrinas, un grupo de mujeres que hacen las aportaciones monetarias para poder llevar apapachos comestibles calientitos y nutritivos, preparados con ingredientes locales y saludables.

No hay un monto mínimo ni un máximo: desde un peso en adelante se ha sumado el dinero requerido para lograr esta labor desde mayo del año pasado.

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Anette platica que han llegado a ser hasta 121 madrinas y que aunque han disminuido a casi la mitad, las que pueden seguir apoyando en la actualidad, ofrecen 120 comidas a la semana, lunes, miércoles y viernes.

Cada comida tiene un costo de 25 pesos y las llevan a siete comunidades, entre ellas Caltongo, San Gregorio Atlapulco, Santa Cruz Acalpixca y Nativitas. César explica que Josefina Morales y Lourdes Alvarado, dos mujeres oriundas de Xochimilco, son quienes cocinaban al inicio, en casa de la segunda. Ahora ya solo sigue Lulú porque Jose está enferma, pero ya tienen un espacio fijo que también se ha nutrido de donaciones como un refrigerador, una tarja, ollas y demás utensilios.

«Se trata de hacerles llegar lo más esencial, que la gente no tenga hambre ese día. Es algo recíproco, coincidir. No soy muy creyente, pero es como el milagro de los panes y los peces, la multiplicación de lo que logra la unión. En Las Madrinas no pedimos nada a cambio, no hay clientelismo de ningún tipo y tenemos la sensación de que juntas somos más fuertes», dice Anette conmovida al recordar los procesos de este logro.

César explica que el 60 % de quienes reciben estas comidas son mujeres que trabajaban en casas lavando ropa, planchando, limpiando, y que dejaron de hacerlo, otras más son las comerciantes, así como adultes de la tercera edad y niñes.

En Navidad y Año Nuevo pasados llevaron un menú distinto para ambos días y gracias a que la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México les hizo entrega de una mención honorífica y un incentivo monetario en los Reconocimientos a la Labor Social en Contexto de la Emergencia Sanitaria por COVID–19, compraron tartas de frutas como regalo para las infancias.

Este 2021 harán lo mismo: «queremos volver a darles la dignidad de un buen plato, una buena cena, que tengan oportunidad de recibir algo rico y significativo en estas fechas». César está convencido de que se pueden hacer cambios. En Petit Fils han aprendido no solo ayudar sino a hacerlo de manera correcta, integrando a las colectividades y formándose mejor. Entre sus planes está formar un centro de capacitación de artes y oficios para que quienes lo necesitan, puedan auto ayudarse. Su programa inicial está relacionado con la transformación del amaranto.

Otra de sus iniciativas es el Domingo de canasta solidaria. Se hace una vez al mes en sus instalaciones y 15 productores de las chinampas ofrecen hortalizas a costos muy económicos: manojos de verdolagas a tres pesos, de espinacas y mucho más. La idea es que no se echen a perder estos alimentos y sean aprovechados. Se sigue requiriendo ayuda y todo suma, así que contáctalos: https://www.petitfilsmexico.org/ y [email protected]

Gastromotiva México

Un proyecto conocido en el mundo gastronómico es Gastromotiva, pues David Hertz es un cocinero brasileño mediático y filántropo, que comenzó con esta asociación en 2006 en su país y que en México opera desde 2016.

Tienen tres ejes: el Curso de Auxiliar en Cocina que es su pilar, y la Formación Emprendedora de Micro Negocios Gastronómicos y las Comidas Solidarias, que comenzaron con la pandemia. Los dos primeros cumplen con una función educativa importante para dar herramientas de crecimiento profesional y personal, y las comidas solventan una realidad apabullante: el aumento de personas que no tienen que comer.

Silvia Camacho, coordinadora académica de Gastromotiva México, platica que en 2020 tuvieron muchas donaciones, pero que han disminuido este año.

La mayor parte de sus beneficiarios son mujeres que vienen de fundaciones y casas hogar, inmigrantes que viven en casas hogares, albergues y refugios, así como jóvenes en prisión o que no tienen ayuda de sus familiares.
Ella comenta que a veces hay donantes que tienen prejuicios para decidir apoyar causas de inmigración, pero este sector está muy vulnerable y requiere atención humanitaria inmediata y urgente.

Algunos restaurantes donan insumos que no usarán, pero que están en perfecto estado. Silvia da el ejemplo de Garum, quien les ha dado carne y otras preparaciones. US Meat es otra empresa que les dona proteína de buena calidad. Rosetta es otro lugar que constantemente se ha aliado: ha dado pan y horas de trabajo para sus causas. Otras personas que se han sumado de este ámbito son Eduardo García, Josefina Santacruz y Jorge Vallejo, entre otros.

«Navidad esperanza» es un plan que ya están organizando. La idea es montar la mesa para sus beneficiados que habitan en casas hogares (lugares que han hasta triplicado su capacidad pasando de 30 hasta 90 personas en algunos casos).

Silvia comparte que en estos espacios tienen áreas comunes con colchonetas y por lo general, la gente come donde duermen diariamente y no hay un comedor como tal: «queremos que, con dignidad, reciban y compartan platillos navideños, tres tiempos, en una mesa, así como hacer menús de los países de donde son, sobre todo de Centroamérica y de Haití. Queremos que haya un mensaje de esperanza con esos sabores que añoran».

Para les niñes tienen una actividad para hacer galletas navideñas: hay familias enteras en los albergues por lo cual era fundamental pensar en eso. Ya tienen cerradas dos de estas cenas y empresas como Oracle lo hicieron posible. Silvia añade que quieren hacer dos más y cerrar el año con cuatro de estas actividades, así que quienes quieran donar tiempo, recursos e ideas es bienvenide: https://gastromotiva.org/es/ y [email protected]

Fundación Hace y Programa Labora

Hace es una fundación que surgió en 2008 cuando Germán Hernández y su familia buscaban dar a conocer más sobre el autismo: Julio Germán, su hijo, tiene esta afección neurológica y de desarrollo. Primero, hicieron eventos y conferencias mensuales en el DIF Jalisco con médicos, psicólogos, familiólogos, tanatólogos y más.

Después, sus necesidades fueron cambiando ya que notaron que no había oportunidades educativas y laborales cuando las personas autistas dejan la etapa de la niñez. Comenzaron con actividades como siembra de hortalizas, talleres de decoración y pintura, también con corte de botellas de vidrio. En la actualidad, 500 familias están interrelacionadas con Fundación Hace.

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Justo ahí, en el vidrio y bajo los conceptos ecológicos de reciclar y reutilizar, agregaron la necesidad social de la inclusión y comenzaron con un taller en 2019 al que llamaron Labora donde de seis a ocho jóvenes autistas, seis voluntarios y un coordinador elaboran vasos, veladoras y más con vidrio reciclado, así como cajas de madera de piezas rotas o en desuso.

Aunque hicieron una pausa en 2020 y solo trabaja Julio Germán y algunas personas más, ya hicieron envíos a lugares como Alemania o Yucatán y restaurantes en Guadalajara como La Tequila y lugares de eventos como Barberini les donan botellas. Y tienen clientes activos y comprometidos como Vinos Boutique de Paola Guevara y Wero Cham, quienes armaron cajas navideñas que incluyen sus productos. Además, tienen sus vasos en La Mantequería, su espacio de vinos, quesos y charcutería. Germán invita a que más lugares se sumen a pedirles para mantener viva esta iniciativa humanitaria.

Él explica que quieren reabrir en 2022 para integrar poco a poco a más personas y tener una capacidad para 10 juventudes con autismo y que se vuelva un taller de capacitación en el que tengan un horario de trabajo y desarrollo personal y económico: “deseamos que cada botella se convierta en un objeto de uso, de oportunidad. Ganan las personas con autismo y quienes trabajan con ellas, juntos aprenden”. Si quieres dar un regalo con causa o integrar sus objetos en tu negocio, encuentra su catálogo o contáctalos acá.

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