La virginidad no existe: te explicamos por qué

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Aunque parece que nos define como personas, la virginidad no existe. Te contamos por qué no es más que un constructo social que urrrge eliminar.

Pocas cosas son tan misteriosas y falsas como la virginidad. Sí amigue, me alegra decirte que todo eso que has escuchado tantos años acerca de «regalar tu flor» y lo que eso significa no es ni más ni menos que un constructo social.

Claro, en algún punto sí pasas de ser una persona que no ha tenido relaciones sexuales con otra persona a una que sí, pero ya, ¡eso es todo!. El darle tanto significado al concepto de «ser virgen» trae muchas implicaciones negativas, sobre todo para las mujeres. 

Como me compartió Fabiola Trejo, especialista en placer sexual, no solo es esta idea del valor y pureza (muchas ya tenemos clarísimo que no tiene nada que ver),  sino que el concepto de virginidad nos ha hecho creer que nuestro cuerpo y deseo no lo determinamos nosotras, sino los demás. 

El repensar lo que nos han dicho sobre la virginidad es un gran paso para apropiarnos de nuestro cuerpo y nuestra historia. Desde entender que no estamos “perdiendo” algo, hasta tomar el control de nuestro placer.

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No todas las relaciones sexuales son iguales

El problema comienza con el creer que la única forma “válida” de relación sexual es la que se da entre una persona con pene y una con vagina, y hay penetración. Además de agregarle un valor innecesario a esta práctica, dejamos fuera a tooooda la diversidad sexual.

Como dice César Galicia en un artículo para Animal.mx, existen un montón de prácticas sexuales que son igual de válidas e importantes. Empezando, claro, con que no todo mundo desea tener una relación heterosexual.

Además, Fabiola nos dijo algo muy importante al respecto: “Mientras estemos vivas y seamos sexuales, nuestra vida sexual ya inició y no tendría por qué depender ni determinarse por lo que hacemos con otros. De ser así, persiste la idea central de invisibilizar por completo el placer, deseo y autonomía de las mujeres”

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OK, pero y ¿el famoso himen?

El himen no es más que un fino tejido que cubre la entrada de la vagina, ni siquiera se sabe para qué sirve. Aún así, su existencia (o falta de) es uno de los factores más mencionados cuando se habla de virginidad. 

El pensar que en el momento que se rompe el himen pierdes la virginidad es absurdo, tanto social como biológicamente. El himen se puede romper mientras bailas, corres, andas en bici o incluso puedes haber nacido sin él. 

A pesar de todo esto, siguen existiendo culturas (la mexicana incluida) que siguen determinando el respeto y dignidad que una mujer merece por la existencia del himen.

Si una mujer no sangra, supuestamente, en su “primera relación sexual”, quiere decir que el himen ya se había roto antes y por lo cual no es virgen. Esto puede sonar como cualquier cosa, pero en algunos casos el no llegar virgen al matrimonio puede terminar incluso en un crimen de honor.

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Virginidad como sistema de opresión

Existe una razón por la cual el concepto de virginidad permanece hasta el día de hoy. Como Fabiola nos comentó, la narrativa tradicional de la virginidad está diseñada para sostener y reforzar un sistema que se fundamenta en la opresión de las mujeres y otras personas con vulva. Tanto en su cuerpo, sexualidad y decisiones. 

Esto lo podemos notar desde que a un hombre no se le exige llegar virgen al matrimonio. Al contrario, incluso se les presiona por tener relaciones sexuales y ser “experimentados”. Como dice Cesar Galicia, si el valor de una mujer reside en no haber tenido relaciones sexuales, el de un hombre reside en hacerlo lo más pronto posible y cuantas veces puedan.

De esta manera, como dice Fabiola, este sistema patriarcal de vigilancia y control nos hace creer que todo lo que no se alinee con creencias, deseos y prácticas sexuales reproductivas androcentristas está mal.

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Es por todo esto que urge que empecemos a cuestionarnos el cómo vivimos nuestra vida sexual a partir de la idea que nos han impuesto de virginidad.

Como concluyó Fabiola:  “La propuesta es nombrar, hacer visible y practicar todo aquello que nos hace sentir placer, y no necesariamente son prácticas compartidas que requieren un pene erecto para poder disfrutar». 

Para ella, si aceptamos que la virginidad no existe, podemos «crear un modelo de sexualidad basado en la experiencia, deseos y placeres de las mujeres». No se a ti, pero a mí me suena maravilloso.

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