Las parteras y el conocimiento ancestral, un arma contra la pandemia

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En Bolivia, las mujeres embarazadas están teniendo dificultades para ser atendidas. En este contexto, las parteras son una alternativa en la pandemia.

Por: Philippa de Bossière

“Estas mamás que tienen Covid y están a punto de parir no van a encontrar profesionales que quieran atenderlas, aunque tengan todo el dinero del mundo”, me dice Anni Centellas por videollamada.

Anni es una doula, o acompañante para mujeres gestantes y recientes madres, que vive en La Paz, Bolivia. Ella me cuenta cómo han vivido la pandemia estas mamás.

Si bien ni siquiera los países de Europa o los EEUU han tenido una capacidad de respuesta frente a la pandemia de COVID-19, para Bolivia la situación sigue siendo devastadora. 

Un informe recientemente publicado en el New York Times sugiere que las consecuencias reales de la pandemia serán peores en este país que en las regiones más afectadas de España o Italia.

Las personas embarazadas: atrapadas entre varias crisis

Las mujeres y personas no binarias embarazadas en Bolivia están atrapadas en la intersección de una crisis de salud global y la inestabilidad política del gobierno de transición.

Enmarcada por el cierre de hospitales y una reducción de los servicios de salud básicos tanto en el ámbito privado como público, surge una doble historia para estas mujeres: una de abandono por parte del sistema y otra de creciente violencia obstétrica. 

Este término se refiere a la amplia variedad de negligencias, intervenciones injustificadas o hasta abuso por parte del personal médico hacia mujeres en trabajo de parto.

A pesar de que el acceso a la atención médica está consagrado tanto en la Constitución Boliviana como en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, las madres han estado luchando por acceder a controles médicos vitales o incluso a atención en el trabajo de parto. 

Las pruebas de Covid-19 se han vuelto obligatorias antes de ingresar a los hospitales y muchas instituciones niegan el tratamiento a las personas que dan positivo por el virus. Aunque a principios de septiembre se habilitaron más hospitales para pacientes positivos en La Paz, la situación sigue grave para las mujeres en el resto del país.

Además, Anni nos cuenta: “Si eres atendida, vas a tener una césarea. No hay una opción hospitalaria que te permita tener un parto vaginal en estos momentos, es una situación muy terrible”.

Violencia obstétrica en Bolivia y Latam

La cesárea es una intervención quirúrgica que alumbra un bebé a través de una incisión al abdomen y el útero. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dejado claro que es un procedimiento que solo debe considerarse en casos de emergencia médica y no debe exceder una tasa del 15% de nacimientos. 

En Bolivia, la tasa de cesáreas se ha disparado. La gineco-obstetra Marie-Estelle Lecoña, también de La Paz, me confirmó que se ha convertido en la “primera opción en paciente COVID”, con lo que la tasa es del 90%.  

Y hay más. Otros casos de violencia obstétrica que se han reportado con mayor frecuencia en los últimos meses incluyen prohibir a las mujeres tanto la compañía de un ser querido durante el parto como la lactancia de sus recién nacides o incluso cualquier contacto con sus bebés. 

Esto no solo está ocurriendo en Bolivia. Reportes publicados por Democracia Abierta en los últimos meses han revelado un fuerte aumento en las quejas de violencia obstétrica en todo el continente de América Latina y el Caribe.

El saber ancestral

En este escenario, no debería sorprendernos que tanto las doulas como las parteras están reportando un repunte en el interés por el apoyo que ofrecen y por el parto en casa como alternativa a la sobremedicalización del parto o la falta por completo de respuesta médica. 

Mientras que la institución médica occidental moderna y patriarcal se muestra menos que inadecuada en su trato a las madres, los saberes ancestrales del territorio boliviano están experimentando un renacimiento en su llamado por respetar lo sagrado que consideran el parto.

Bolivia no cuenta con una ley en contra de la violencia obstétrica (como sí existen en otros países de la región), pero tiene la Ley 348 de 2013. 

Esta ley ‘Para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia’, pretende amparar los derechos reproductivos, protegiendo a las mujeres de cualquier violencia ejecutada dentro de los establecimientos de salud. 

Por otro lado, también en 2013, el gobierno de Evo Morales promulgó la Ley 459 de ‘Medicina Tradicional Ancestral Boliviana’. Esta busca fomentar un proceso de interculturalidad entre el “modelo hegemónico” de salud y “el modelo subordinado y alternativo (tradicional)” basado en los saberes ancestrales de las 37 comunidades indígenas y afrodescendientes del territorio Boliviano.

Es gracias a este proceso que estos saberes han sido incorporados en el marco legal y que actualmente operan en Bolivia más de 350 parteras legalmente reconocidas.

Las doulas y la tecnología

A través de una combinación de cursos en línea, clases por Zoom, grupos de apoyo en WhatsApp y otros medios adaptados al COVID, el enfoque principal de las doulas con las que hablé es fomentar la confianza de las mujeres y ayudarlas “conectarse con su fisiología natural y normal para dar a luz”. 

Así nos lo explica Magena Badani, profesora de yoga prenatal por 20 años y doula certificada por 3 años en Cochabamba. Es precisamente esta capacidad de manejar las redes sociales y las plataformas online lo que hace que Magena, Anni y sus colegas del doulaje sean un importante punto de partida entre las personas a las que apoyan y las parteras mayores, indígenas o que viven en lugares más remotos.

Anni comenta que “es como un sueño” ver cómo ha subido la demanda para parteras últimamente. Comparte sus esperanzas que, como consecuencia del fracaso del sistema médico hegemónico frente a la pandemia, podría surgir una “revalorización de nuestras parteras”. 

Sin embargo, también tiene “sentimientos encontrados” porque “no todas van a poder acceder a esto. No hay muchas parteras que estén dispuestas o disponibles para atender tantos partos que son rechazados por el sistema hospitalario.”

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¿Quiénes acceden al parto en casa?

Carla Eslava, una partera originalmente de Perú y Cecilia Milligan, doula boliviana, han sido testigos de cambios importantes en este sentido a lo largo de los años. 

Ambas viven y trabajan en Samaipata, un pueblito de estilo colonial ubicado en lo alto de exuberantes colinas y montañas subtropicales, a unos 120 kilómetros de la ciudad principal de Santa Cruz. 

Carla se convirtió en partera cuando no encontró a una para el nacimiento de su segunda hija, porque antes de la ley 459 eran más estigmatizadas. 

Decidida a tener su parto en casa, Carla dio a luz con la ayuda de Johanna Rojas, una argentina que había dado a luz ella sola, en las montañas que rodean al pueblo.

Lo que comenzó para Carla y Joa como apoyo mutuo, se extendió a un grupo muy unido de amigas y luego comenzó a ser noticia más allá de Samaipata. Viajeras embarazadas que llegaban de todo el mundo a pedir su apoyo.

Con la crisis de Covid, está llegando otro público: “ya no son solo las chicas viajeras, está llegando gente de Santa Cruz y del pueblo también”.

Para Carla y Cecilia hacer llegar a la comunidad local quechuahablante es una meta importantísima: 

“Son las que más sufren violencia obstétrica. Están más expuestas a eso. Nuestra idea no es llegar solamente a gente extranjera que venga y pueda pagarse una cabaña, sino que también se animen las chicas del pueblo a parir en casa como han parido sus mamás”, comparte Ceci. 

La sabiduría ancestral

Vivian Camacho conoce muy bien la discriminación y la resistencia de las comunidades de Abya Yala

Vivi, como la conocen cariñosamente sus amigues, es una partera y cirujana quechua. Desde hace más de 10 años se dedica al tema de la interculturalidad de la salud y sabe que estos problemas no son nuevos. 

“En relación a la pandemia queda evidente que es gracias a nuestra medicina ancestral que las comunidades se están cuidando. Nuestras mamaparteras están presentes. Es gracias a ellas que hemos seguido naciendo pese a tiempos de racismo, de liberalismo, de Plan Cóndor [la campaña militar de represión de los 1970s], y ahora en este tiempo del golpe [de Estado en Bolivia], seguimos adelante.”

Evidentemente, las parteras de Bolivia y la sabiduría ancestral con la que trabajan se presentan más claramente que nunca como una alternativa vital a un sistema que está fallando – y ha estado fallando durante mucho tiempo – a las mujeres y personas no binarias. 

Esta revalorización ofrece esperanzas al movimiento por el parto humanizado en Bolivia, pero Vivi advierte sobre el riesgo de cooptación o apropiación cultural de esta medicina ancestral:

“Lo que necesitamos trabajar es que este conocimiento sea del pueblo para el pueblo, que evite la mercantilización y el extractivismo cognitivo”, me dice.

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