Las luchas de las mujeres trans están muy definidas por su contexto. Platicamos con Jazz en Veracruz y Ana Karen en Tamaulipas para conocer más.
Jazz Bustamante vive en Veracruz, es activista y mujer trans. Para asumir y reconocer su identidad de género, tuvo que pasar por un proceso gradual que inició en su infancia.
A los ocho años vio por primera vez a su hermana desnuda y después de tener ataques de ansiedad al identificar que su cuerpo era distinto al de ella, los cuestionamientos surgieron entorno a su identidad de género.
«Cuando tenía 15 años salí del clóset. Senté a mi mamá en una silla en el comedor de mi casa y le dije que era gay afeminado. Yo nunca había escuchado la palabra transexual o trasgénero.»
Dos años después, se asumió como mujer transgénero y al momento de iniciar sus relaciones interpersonales, sexuales y afectivas, Jazz se enfrentó a desafíos sociales y culturales que hasta la fecha siguen presentes en su contexto.
«En lo religioso incluso, porque vengo de una familia muy religiosa, pero claro que no fue fácil enfrentar todo ese sistema cisnormado y heteronormado».
Ser mujer trans en un estado violento
Para Jazz, ser mujer trans en el golfo de México implica enfrentarse a discursos de odio, discriminación, conservadurismo religioso y un contexto de violencia que no es reconocido por las instituciones.
El Observatorio Nacional de los Crímenes de Odio (ONCO), del cual forma parte Jazz, documentó de 2012 a 2020, un total de 204 asesinatos en Veracruz, de los cuales 126 son mujeres transgénero y transexuales, 73 hombres gay, 5 lesbianas, en los que se incluyen 4 casos donde las víctimas fueron menores de edad.
En 2019, Veracruz fue el mayor estado con mayor crímenes de odio en todo el país. En lo que va de 2020, el estado sigue tomando la delantera con 12 asesinatos hacia la población Lgbt+.
«A pesar de que Veracruz se ha visto socialmente como muy gay friendly, en donde te ligan en el carnaval y en la costa, en los últimos años ha aumentado este conservadurismo, justamente porque es cada vez es más agresivo el discurso de odio que manejan las religiones», me contó Jazz.
Jazz nos explica que, además el contexto para las mujeres cis y mujeres trans es más complicado cuando se dedican al trabajo sexual, ya que se vuelven víctimas del crimen organizado.
No todo es CDMX
La organización de redes comunitarias entre activistas y defensoras de derechos humanos ha sido muy importante para hacer visibles las realidades a las que se enfrenta la población LGBT+
Pero hablar de población Lgbt+ en las periferias del país es muy distinto a lo que ocurre en un contexto como Ciudad de México. En Veracruz las legislaciones están muy lentas, los servidores públicos no tienen perspectiva de género y existen una discriminación sistemática desde donde legitiman los discursos de odio.
Para Jazz, el desafío es grande y aunque las cifras de crímenes de odio y discriminación les ocasiona miedo, es necesario crear un proyecto coordinado entre instituciones y sociedad civil organizada, con información laica y sin prejuicios.
Al norte el país: mujeres trans con VIH y el reconomiento de las trabajadoras sexuales
Desde hace diez años, en Tamaulipas, las mujeres trans que se dedican al trabajo sexual luchan por el reconocimiento de sus derechos y lo hacen también en un contexto muy distinto al que vivimos en CDMX
Allá los procesos migratorios y de exclusión hacia las trabajadoras sexuales trans se robustecen por la estigmatización y la discriminación de la población. La violencia en la frontera también es distinta.
Ana Karen López es mujer trans con VIH. Antes se dedicaba al trabajo sexual y al ver que las violencia sistemáticas que recibían las trabajadoras sexuales en el estado, creó Tamaulipas Diversidad Vihda Trans A.C.
«Mi activismo empezó en años anteriores, siendo trabajadora sexual, mujer trans y además con VIH. Desde ahí se crea mi empoderamiento hacia el derecho de las mujeres y a empezar a hacer incidencia política».
Discriminación por parte de las instituciones
La organización que integra Ana Karen ha partido de combatir la discriminación y de sensibilizar a los servidores públicos para que reconozcan los derechos de la población Lgbt+
«Ahorita está gobernando el Partido Acción Nacional y no son de ver por la poblaciones LGBT+. Nos toca pelar muy duro contra ellos, para sensiblizarlos y que se tomen decisiones a favor de estas poblaciones».
Cuando empezaron, el objetivo era hacer incidencia política en la atención de las personas afectadas por VIH, sobre todo población trans:
«A las mujeres trans se les hablaba en masculinio y no se reconocía su identidad», me dice Ana Karen.
Los derechos no se negocian
Con la pandemia, Ana Karen se enfrenta a otros retos, ya que la puso en una situación de vulnerabilidad al tener VIH. No obstante, se dedicó a buscar la forma de ayudar a la población trans con el reparto de despensas.
Para ella es importante que los derechos se sigan garantizando a un en pandemia, sobre todo porque su gobierno local no ha implementado estrategias que los protejan.
Mientras tanto, ella y la organización de la que forma parte seguirán trabajando para el reconocimiento del trabajo sexual, el cambio de identidad de género y los matrimonios igualitarios.
Las mujeres trans siempre han sido parte integral del movimiento LGBT+, desde Stonewall hasta ahora, luchando desde la periferia para asegurar que todas las personas contemos con todos nuestros derechos.