Vivir en el Estado de México y llevar todas tus pertenencias (y las esperanzas de no ser asesinada) en la mochila

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Acoso, ineficiencia del transporte público y romper mochilas de cargar tanto peso. Así es vivir en el Estado de México y transportarte diario a CDMX.

Cuando me preguntan dónde vivo las reacciones más comunes son “¿Hasta allá?” “No sé dónde es” o «No sé cómo llegar».

A veces me gustaría contextualizarles y decirles que vivo en uno de los lugares más peligrosos para ser mujer en todo México, que las dolorosas noticias desapariciones y feminicidios son cosa de diario y que perder de 2 a 3 horas de tu vida en el transporte público para ir a tu trabajo o escuela es algo común pero eventualmente hartante.

El arte de meter toda tu vida en la mochila

Libros, computadora, termo, gas pimienta, cargadores, un celular que no sirve (por si me asaltan) y tuppers con comida. Después de hacer un pequeño checklist para ver si no se me olvida nada y poder sobrevivir a mi día, pienso en lo mucho que me dolerán los hombros cuando por fin llegue a casa y me quite la mochila.

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Y es que, si de por sí la ineficiencia del transporte público en nuestro país es evidente, utilizar casi todos estos en un mismo día puede ser abrumador. Por las mañanas camión y metrobús. En las tardes tren suburbano, combi y Mexibus (que es casi lo mismo que el metrobús pero en el Edomex y con un servicio aún peor)

Después de un tiempo de ir a CDMX a la oficina en las mañanas, regresar a Ecatepec a la escuela en las tardes y llegar a casa a Tecámac en las noches, me siento como un zombie y me pregunto si realmente esta será mi vida de ahora en adelante, seguir rompiendo mochilas por el peso que cargo y aguantar que el chofer del camión maneje de manera salvaje.

Tal vez en algún momento tendré que mudarme y tratar de reducir el tiempo y estrés que vivo todos los días.

Vivir en el Estado de México
Foto. Paola Bracho

Aunque la Ciudad de México y el Estado de México están tan cerca, es interesante cómo hasta en cuestión de oportunidades, muchos mexiquenses optamos por mejor buscar en la ciudad, casi como si fuera provincia.

Prueba de ello es el infinito bucle de carros y camiones antes, en y después de llegar a Indios Verdes, que es una odisea cruzar. Sin dejar a lado la dependencia que tenemos de las inundaciones y manifestaciones para poder llegar con normalidad a casa.

Vivir en el Estado de México y decidir qué ponerte

Desafortunadamente, el viaje que hago a diario también influye en mi forma de vestir. Hay ciertas cosas que pasan por mi cabeza cuando estoy eligiendo mi ropa del día y una de esas es el clima.

Dependo mucho de si hace calor, frío o si va a llover y lo más importante de todo es que debo checar los climas tanto de CDMX como del Estado de México, porque hay veces que en uno se está cayendo el cielo y en otro está soleado.

Sin embargo, lo que más me detiene de utilizar mis prendas favoritas es el acoso. Hay veces en las que no me siento lo suficientemente valiente para llegar en vestido a la base de combis que está dentro de la estación del mexibus de mi casa. Es incómodo ver a tantos choferes viéndote descaradamente aunque traigas unos jeans y una sudadera vieja y sea el domingo más desarreglado de tu vida.

Y sé que no soy la única. Me hierve la sangre cuando comienzan a chiflarle a alguna otra mujer y el miedo hace que me paralice y no pueda defenderlas como quisiera porque al otro día voy a llegar al mismo lugar y eso podría ponerme en riesgo. A veces sólo finjo traer mis audífonos puestos y tener la esperanza de que no me molesten.

Aún estando tan cerca y siendo consciente de que la violencia y el acoso también existen en la CDMX, por alguna extraña razón, el contraste entre estos dos lugares me hace sentir más insegura en el Estado de México.

Horarios limitados

Vivir en el Estado de México también representa un limitante para salir con mis amigxs, ir a conciertos, eventos y planes a los que asistir significa preocuparme por cómo y a que hora debo regresar a casa. Dependo de un itinerario preciso para que no me deje el último camión o tengo que pagar una cantidad bastante elevada de Uber (que tampoco es la opción más segura). Además, no todas las personas tenemos el privilegio de costear este tipo de transporte tan seguido.

Cruzar el puente peatonal de mi universidad, que no cuenta con un solo foco, y la paranoia de que me asalten (si bien me va) o me desaparezcan y asesinen son sentimientos que sé que todas hemos vivido por lo menos una vez en la vida, pero que no deberían existir.

He optado por buscar opciones más viables como quedarme a dormir en casa de algún amigx o integrarme a grupos de «ride seguro» de mi colonia, que son básicamente un enorme grupo de vecinxs que salen a ciertas horas, te dan un aventón y sólo les pagas lo mismo que gastarías en el camión, una opción que ayuda al medio ambiente y al mismo tiempo es segura.

También tengo la fortuna de contar con el apoyo de mis padres, que en las noches suelen encontrarme en un punto medio para que no tenga que caminar calles sola. Pero tristemente también algunas veces he tenido que sacrificar cosas a las que he querido ir o hacer.

Claro que pienso mucho en las mujeres que no tienen estas opciones, que necesitan llegar a sus trabajos y hogares porque es la única manera. Pienso en las mujeres que no tuvieron la misma suerte de llegar a casa y encontrar a su familia.

Es por eso que me alegra tanto ver y asistir a las marchas feministas, que levantemos la voz y exijamos la seguridad que nos merecemos. Pero también quisiera que se volteara a ver otros lugares que están relativamente cerca y que, desafortunadamente siguen siendo muy invisibilizados.

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