Guía de supervivencia para el gimnasio (y no perder la fe en el ejercicio)

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Lo sabemos, ir al gimnasio es una actividad en la que se deposita esfuerzo, sudor, parte de tu salario y sí, mucha, pero mucha fe. No cualquiera se inscribe a uno y logra el milagro de convertir la grasa en músculo o, bueno, al menos cumplir el propósito de ir aunque sea a correr un poco, desquitar la mensualidad y quemar las calorías del tamal de la mañana.

Si ya decidiste emprender una vida en el gym, más vale estar prevenida ante cualquier adversidad que te haga arrepentirte de tu sana decisión. Te acompañamos en tu dolor —de músculos— con esta guía de supervivencia para el gimnasio.

El outfit importa más de lo que crees

Desde aquí te alentamos a vestirte como más te acomode. Total, la ropa de gimnasio se suda, se desgasta, se rompe y, al final, lo más importante es moverse y destapar tus arterias. ¡Qué más da el vestuario! ¿Qué más da el vestuario? Pensándolo dos segundos más, los gimnasios hoy en día también son una especie de club social para personas que aman ejercitarse. Así que más vale estar al tiro con unos pants que no parezcan decorados por tu gato, y con una camiseta más digna que la que te trajo tu primo de Acapulco.

La constancia es clave

Los primeros días son los más duros y tu mente seguramente intentará boicotearte, pero no te desanimes. Dicen que si haces algo durante 21 días seguidos se convierte en un hábito, así que nada de tomarte los primeros fines de semana o viajes fuera de la ciudad como pretexto.

Actualmente existen cadenas como Smart Fit que lo mismo tienen gimnasios en Monterrey, Ciudad de México, Querétaro o Yucatán y a los que puedes acudir con tu membresía. ¡Así que a darle!

Defiende tu espacio vital

Si sientes que —literalmente—el ambiente se está poniendo pesado, no estás loca. Es un ser desesperado tras de ti que está ejerciendo presión para que le cedas el aparato que estás usando. Solo que muchas veces les da por no hablar y pedir que les dejes usar la máquina, sino solo bufar tras de ti. No cedas a la presión, tómate tu tiempo y termina tu rutina de 248 jalones a la barra. Tus brazos con el mal del salero lo merecen.

Si lo usas, lo limpias

Otra regla no escrita, pero muy importante es limpiar —con tu toalla— cada aparato en el que hayas dejado tu rastro sudoroso. De no hacerlo, solo recuerda que el karma existe… y es poderoso.

¡Disfrútalo!

El cuidar tu cuerpo y mantenerlo en forma es una manera de agradecerle por todo el esfuerzo que hace a diario por ti. Así que hidrátate bien, date unas palmaditas en la espalda y recuerda que los cambios que hagas hoy por tu bienestar rendirán frutos, no solo en el momento, sino durante muchos años por venir.

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