Desde los 12 años menstruo y desde el primer mes sufrí de cólicos insoportables que me hacían llorar, estar en cama y tomar tanta pastilla conociera. Las toallas femeninas siempre me parecieron incómodas, pero no tenía otra alternativa (al menos no en ese momento), y cada mes ODIABA SER MUJER. Tenía fantasías verdaderamente gore sobre extirpar mi vientre y sacar el dolor, e incluso envidiaba a los hombres por no padecer esa maldición…
Sin embargo ahora, después de casi 15 años, puedo decir libremente: adoro menstruar. Los dolores disminuyeron y aprendí a conocerme y estar en equilibrio. ¿Cómo lo logré? Te comparto mi receta, lo que a mí me funcionó y cómo comprendí que este es un tema de lo más natural que no hay por qué ocultar.
- Antes que nada comencé aceptando que la menstruación es una de las características que me definen a mí y a todas las mujeres justo como lo que somos: mujeres. Sangro mes a mes y no tiene nada de asqueroso, muchos menos vergonzoso. Comprendí que el “renacer” periódicamente es un gran regalo, incluso leí historias de culturas ancestrales donde la menstruación era vista como un don, y eso me bastó para comenzar un recorrido mágico.
- Hasta poco más de un año conocí el invento más increíble: la copa menstrual. Puedo hablarte de ella todo el día, pero basta decir que conocerla, usarla y aprender a estar en contacto directo con mi sangre me abrió los ojos. Porque sí, debes introducirla con tus dedos, sentirla, sacarla manualmente y ver tu sangrado de cerca para así conocer tu menstruación mucho mejor de lo que cualquiera te podría explicar.
El hecho de que la copa fuera tan cómoda y evitara todas las cosas que yo odiaba de las toallas femeninas, me ayudó a sentirme más libre y por consiguiente más feliz. Y todos saben que más felicidad = a menos dolor.
- Observar la luna, y no, no es otro poema ni cuento, es real. Ese es el secreto milenario. Las primeras mujeres conocían su menstruación gracias al ciclo lunar, el cual también es de 28 días. La luna renace y muere mes a mes, nosotras igual. ¿Has notado cómo días después del último sangrado te sientes viva, poderosa y que todo lo puedes? Y días antes te sientes hogareña, melancólica, sin ánimos… Así es como podrás identificar qué día es tu luna llena y en cuál tu luna nueva.
Lo bello de esto es que al estar en sintonía con la luna también te sientes en sintonía con la naturaleza. Tienes más empatía con temas que antes ni siquiera habías notado, como si al observar la luna con más detalle y analizar tu interior, te enraizaras al suelo, a la tierra, y de eso germinara un lado tuyo que no conocías ni tú ni nadie. Y te lo juro, es un lado tuyo que aceptarás sin queja alguna.
- Adiós pastillas raras, hola jengibre. Un té caliente de esta planta, con gotas de limón y miel, por las mañanas –o por las noches– mejora la circulación, previene y alivia los cólicos menstruales.
-
Acabar con el miedo. Desde pequeñas la sociedad nos obliga a ocultar algo muy natural. Tenemos que cumplir con horarios laborales y ser «perfectas» en lo que hacemos, por lo que nos hemos convertido en mujeres temerosas a mancharnos, a que la menstruación llegue en el peor momento.
La clave es sacudirte ese miedo, nadie tiene por qué reclamarte algo así; pero si eres irregular, y aun tienes inseguridad, puedes probar con aplicaciones (hay muchas) que registren tus ciclos y que el día antes de tu menstruación te notificarán que te prepares.
Como conclusión: acéptate como mujer, observa dentro de ti, y sal a ver la luna.
También te puede interesar:
– Este libro para colorear sobre la menstruación ya es un realidad
– Lo que nuestros papás nos enseñaron mal (o no nos enseñaron) sobre sexo
– 6 alternativas para dejar las toallas y tampones desechables