«Soy una mujer trans negra»

Mikaelah Drullard reflexiona sobre lo que para ella ha representado su transición a nombrarse como una mujer trans negra.

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En un mundo de profundos dolores y procesos históricos jerarquizantes de vida me siento herida, pero a pesar de ello he aprendido a hablar desde el dolor, que no es necesariamente algo malo, sino que sirve muchas veces para mover estructuras añejas que nos inmovilizan. ¿Qué es ser trans?, ¿qué significa hablar cuando se es trans? Soy una mujer trans negra en cuanto soy capaz de moverme, pero eso no es un asunto binario de transitar de un punto a otro y quedarme allí.

Aunque existimos mujeres y hombres trans, creo que lo trans, en tanto desobediencia descolonial contra el régimen heterosexual binario, implica un movimiento permanente. Ser trans es un verbo activo, es saberme en una disputa de la vida, en un proceso de permanente reinvención, autonomía, autoconocimiento, autoconstrucción y definición de mí misma.

Soy trans en tanto soy capaz de tomar decisiones sobre mi vida, sobre mi cuerpo como una situación política. Soy trans en tanto puedo tomar las decisiones que me han sido negadas al vivir en un régimen sexual en el cual solo es válido existir como una persona cis.

En este CIStema: ¿quién puede hablar?

Quería evitar verme al espejo, enfrentarme conmigo misma, ver las heridas, sentir mi sangre tibia. No quería dejar caer la toalla que ocultaba el cuerpo negro que habito, quería responder a la pregunta de qué sí puedo hablar con las palabras de otras. Con las de Gayatri Spivak, cuando en 1988 publicó el ensayo ¿Puede hablar el subalterno?, en el que mencionó que el sujeto subalterno no tiene un lugar de enunciación.

También pensé en Rita Laura Segato, que respondiéndole a Spivak, se hizo la misma pregunta y concluyó que el sujeto subalterno puede construir sus propios lugares de enunciación.

Me pasó por la mente Sirin Adlbi Sibai, quien en su libro, La cárcel del feminismo, habla del imperio de la anulación del otro y la cárcel epistemológica, hace énfasis en que para poder hablar hay que hacerlo en los términos de occidente, provocando que muchas nos quedemos por fuera.

Como éstas, me llegaron muchísimas más referencias, pero me percaté de que mi obsesión por buscar respuestas en las palabras de otras era una forma de evitar enfrentarme con mi carne. Es complejo buscar respuestas en una misma porque implica un proceso de abrir heridas a las cuales no nos queremos enfrentar, no hay teoría política más potente, ni conocimiento tan brutalmente fuerte como el que una carga arriba derivado de la experiencia vivida.

La importancia de hablar lo trans

Por lo anterior, quiero entender lo trans como sinónimo del acto de hablar, la capacidad de responder, articular palabras con experiencias y situaciones polticas para construir otros horizontes de vida que se escapan del regimen regulatorio del cis-binario-heterofuturo. Hablar en cuanto algo activo que es capaz de movilizar fuerzas, potenciar devenires y encender fugas.

Hablar es un verbo, es una capacidad, en palabras de Gloria Anzaldúa es una facultad, «es una conciencia aguda mediada… quien posee esta sensibilidad se encuentra dolorosamente vivo y abierto al mundo… cuando nos encontramos con el agua al cuello, cuando se nos viene encima todo tipo de opresiones, nos vemos obligados a desarrollar esta facultad con el fin de saber cuándo nos van abofetear o encerrar otra vez».

Ser trans para mí es una forma de vivir, es una clase de facultad que me permite respirar, responder, hablar, caminar, defenderme, saberme segura. Cuando me reconocí trans, sentía que me faltaba el aire y que era ahora o nunca. Jamás había sentido tanta vulnerabilidad como cuando reconocí que soy una mujer trans afrodescendiente. Fue una vulnerabilidad extraña porque no me hacía sentir insegura, sino que venía con una fuerza enorme que puedo definir como unas inmensas ganas de vivir.

Cuando digo que lo trans es habla, intento decir que me siento habilitada con una lengua que no para de moverse, siento ese reclamar la vida y la existencia plena, es un órgano que siento como un motor que arrasa con la maleza que me niega, es un órgano sin miedo, con palabras guardadas listas para ser pronunciadas, es un órgano lleno de pulsión de vida. Siento que mi lengua trans reclama sus propias palabras, su propio cuerpo, su propio lugar y espacio de enunciación, se reclama y habla por sí misma. No he sentido tanto movimiento en mí como ahora, y lo vivo siempre se mueve.

¿Qué significa ser una mujer trans negra?

En este contexto liberal de extractivismo de vivencias, siempre me preguntan esto. Como si hubiera una forma de ser mujer, una forma de ser trans, como si las mujeres trans viviéramos la misma situación que otras personas trans no racializadas. Y la verdad es que esta pregunta no es aplicable para nadie, solo desde un esencialismo universal se puede asumir que somos iguales; pero ninguna lo es, ni trans ni cis somos iguales, somos cada una una situación partiular. Y ante la insistencia de esta pregunta, quisiera responder a esto con algo que escribí antes:

Yo no soy una mujer trans a secas, soy una mujer trans negra. Va junto, es indisociable, no se trata de una suma: no es mujer trans más mujer negra. Soy una mujer trans negra. Como cuando preparas el café, y ya no puedes separar lo que es: eso soy.

Las personas trans negras no somos un chiste ni un estereotipo, tampoco somos un deseo, una caricatura o una simulación. Somos una situación política, somos nuestros propios proyectos de vida, horizontes de vida, sujetos importantes. Somos cuerpos en fuga de los pactos cis–hetero–sexuales–blancos que nos encierran, nos limitan y nos arrebatan la voluntad de disputar.

Mikaelah Drullard

Las mujeres trans no queremos ser cis. Las mujeres trans negras no buscamos ocultar que lo somos, yo no creo que nuestros cuerpos son un invento o un error. No buscamos reproducir estereotipos ni formas determinadas, simplemente tenemos una expresión de nuestros cuerpos, sexualidades y experiencias, como las tienen todas las personas. Y reconociendo que a todes nos atraviesa la colonialidad, el capital, el régimen heterosexual, la banquitud.

Nuestras existencias no borran a nadie ni pretenden arrebatar vidas a otras. Contra toda la narrativa antiderechos, nos nombramos en un contexto que nos niega, nos enferma, nos patologiza, nos medicaliza, nos invisibiliza y nos mata. Hablo como una mujer trans negra, porque no puedo vivir lo transitivo en mí, sin mi conciencia negra y caribeña.

No puedo ser trans sin ser negra. Ser trans para mí es una memoria cimarrona activada motivada por las ganas de libertad que se agudizan por un cistema que me aprieta y por un profundo aborrecimiento a el sistema y las personas dentro de él que perpetúan la colonialidad heterosexual. Decido fugarme y mudarme a un quilombo trans-cimarrón que cure las profundas heridas que infringió en mí el sistema y sus opresiones.

¡Mi venganza es ser trans!

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