Cumplir 30 años viene con muchas expectativas y también miedos. ¿Qué cosas «debíamos» haber logrado para entonces?, ¿es el fin de la diversión?, ¿cómo debemos vivir a partir de los 30? Para quitarle un poco la seriedad, estas son algunas cosas que todavía quedan por aprender.
Por: Diana Ot
Cuando era adolescente, tenía la mórbida idea de que no iba a llegar a cumplir 30 años. No sé si fue producto de ver las películas de Destino final en televisión abierta o porque pensaba que todo se acababa ahí, que no había nada más por hacer o por vivir.
Afortunadamente, mis predicciones y mis ideas resultaron incorrectas. Además de estar a un paso de llegar al tercer piso, me siento lo suficientemente joven como para querer seguir dando lata en este mundo por otro buen rato.
Bien dicen que los días son largos y los años cortos, porque no tengo idea de en qué momento se me fueron tres décadas de vida. Sin duda me han pasado y he aprendido muchas cosas.
Sin embargo, después de leer mil y un notas sobre lecciones, consejos y aprendizajes que figuras conocidas (¡hola, Taylor Swift!) y no tan conocidas han compartido en honor a este cumpleaños, voy darle la vuelta al asunto y compartirles 30 cosas que TODAVÍA no aprendo a los 30 años.
30 años: lo que no he aprendido
1. Tener una relación estable y duradera.
Mis veintes estuvieron llenos de relaciones amorosas fugaces, con mucho sentimiento pero poco compromiso. Algunas me dejaron buenos recuerdos, otras…. Bueno, al menos me gradué con honores del programa “cómo identificar a un hombre sin responsabilidad emocional”.
2. Cambiar una llanta.
No tengo excusas para este punto más que mi desidia. Estoy a un bache de enfrentarme a esta desgracia.
3. Cobrar bien por mi trabajo
La pesadilla de todo freelance: ponerle un precio a nuestro trabajo. Irte por un precio bajo podrá darte más chamba, pero a estas alturas la renta no se paga con experiencia.
4. Despertarme temprano.
Cada año le agrego un “snooze” más a mi alarma. Nada de levantarme a las 7:00 a.m. a hacer yoga y tomarme mi agua tibia con limón y miel. Si logro funcionar a las 9:00 ya es ganancia.
5. Distinguir entre cilantro y perejil
Perdoname mamá, te he fallado.
6. Llorar solo porque sí
A veces simplemente tienes ganas de soltar una buena lágrima sin razón alguna. Ya sea porque soy Virgo o por cómo crecí, todavía no aprendo a dejar salir el llanto de manera orgánica.
7. Preparar arroz
Pídeme todo menos arroz. Un pan francés, una sopa de tortilla, unos huevos dignos de Gordon Ramsey. Todo menos arroz. O se me bate, o se me pega.
8. Reconocer mi privilegio
Crecí con una enorme cantidad de privilegios que todavía estoy aprendiendo a reconocer, a trabajar y a emplear para bien. Espero seguir aprendiendo sobre esto la próxima década, y la que sigue y la que sigue.
9. Comprar la talla correcta de brasier.
Me declaro la vencedora de esta batalla, pues si bien nunca aprendí a elegir mi talla, le he declarado la guerra al brasier de varillas #teambralette.
10. Dejar de ver “catástrofes” por doquier
Una de mis terapeutas definió mi manera de pensar como “apocalíptica.” A veces funciona como mecanismo de protección, otras solo es una pared para disfrutar de las sorpresas.
11. Caminar con tacones
Para nada es algo esencial en la vida, pero con mi 1.55 de estatura, a veces me dan ganas de ponerme unos taconazos y no parecer venado recién nacido o aventarlos a la media hora.
12. Cerrar heridas de mi adolescencia
Quiero sanar y dejar esta heridas donde pertenecen: en el pasado. Sin embargo, algunas están tan enraizadas que no sé todavía cómo vivir sin ellas.
13. Mantener viva una planta
Hay personas que tratan a sus plantas como a sus mascotas. Yo definitivamente no soy una de ellas.
14. Aceptar mi cuerpo y sus “imperfecciones”
La lucha en contra del espejo es una batalla que sigo librando. A veces me siento profundamente agradecida de tener un cuerpo que funcione, otras no puedo nombrar ni una sola cosa que me guste de lo que veo.
15. Ver “solamente un capítulo”
¿Solo un capítulo? ¿Y eso con qué se come?
16. Aceptar críticas
No quiero culpar por todo a mi naturaleza como Virgo, pero aceptar críticas es algo que todavía no se manejar, incluso cuando son para bien. Si eso no es típico de las/los Virgo, entonces no sé nada.
17. Dejar de morderme las uñas
Lo que empezó como un hábito durante mis exámenes de matemáticas se prolongó a un reflejo cada vez que estoy nerviosa. Terrible para mis uñas y para mis dientes también
18. Ponerme a mí primero
En un afán de ganarme el afecto de los demás he dejado mis necesidades en último lugar. El resultado nunca es bueno, créanme.
19. Hacer un barquito de papel
Podrá ser insignificante, pero en clase de “artes plásticas” fui a la única del salón a la que no le salió, y todavía me causa pesadillas.
20. Dejar de lado expectativas ajenas
Crecí siendo la típica “niña lista” de la que se esperaban grandes cosas. Defraudar a los demás todavía me aterra.
21. Andar en bicicleta
A ver, sí sé andar en bicicleta. Pero de ahí a recorrer cualquier camino que no sea exclusivo para eso es otra cosa.
22. Saber pedir ayuda y hacerlo sin pena
A veces se me olvida que llamarle a alguien para pedir ayuda no me hace menos “mujer adulta, autosuficiente y empoderada.” Como diría Natalia Lafourcade: ¿para qué sufrir si no hace falta?
23. No depender de mi celular
Si en algo soy un cliché millennial es en mi dependencia al celular. Es lo primero que hago al despertar y lo último que veo antes de dormir. Mis ojos me están pasando ya la factura.
24. Deshacerme de los típicos estándares de belleza
Delgada, sin celulitis, sin vello corporal, sin imperfecciones… esa es la imagen a la que aspiré durante todos mis veintes y de la que no logro desprenderme por completo. Una parte de mí sigue deseando verse así.
25. Matar a una cucaracha
¿Hay una cucaracha en el depa? Es tiempo de hacer las maletas, quemar todo y no mirar atrás.
26. Hablar de salud mental sin pena
A primera vista pareciera que asumo mis problemas de salud mental sin mayor problema. Sin embargo, la vergüenza sigue ahí, interiorizada, preocupada por el qué dirán.
27. Prender un asador
¿De qué me sirvieron los 5 años que viví en Monterrey? Perdónenme, amistades regias, merezco que caiga en mí la mayor de las deshonras.
28. Saber cuándo decir adiós
Sí, le volví a escribir a esa amiguísima de la preparatoria de la que no sé nada desde hace mucho. Sí, me dejó en visto por tercera vez, aunque sus fotos dicen que sigue caminando sobre esta tierra. ¿Voy a volver a escribirle? Probablemente.
29. Cancelar esa suscripción que ya no uso
¿Para qué cancelar esa suscripción hoy si puedes dejarla para el siguiente mes? A quién engañas, se te va a volver a olvidar y otra vez le vas a regalar dinero a esa multinacional a la que no le importas.
30. Dejarme sorprender
Durante mis veintes anduve con mucho cuidado, calculando todos y cada uno de mis pasos. Siempre lista, siempre anticipándome, siempre esperando lo peor para estar preparada.
Pero… ¿y dónde queda el espacio para las sorpresas?
Todavía no tengo esa respuesta. Sigo viviendo con cautela, pero espero entrar a esta nueva década con la intención de no planear todo con tanto rigor… Quién sabe, igual y lo mejor está a la vuelta de la esquina y la vida en verdad comienza a los 30 años.