San Mateo del Mar y la importancia de respaldar su resistencia

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La conversación sobre el racismo en México tiene que incluir a las comunidades indígenas. Por eso analizamos lo que sucedió en San Mateo del Mar, Oaxaca, donde fueron asesinadas 17 personas ikoot.

Nota editorial: circulan en redes sociales publicaciones que usan las palabras de dos mujeres citadas en este texto para atacarlas, haciendo mal uso de la información.

Como se puede notar al leer la nota completa, las declaraciones se usaron solo como contexto y no son referentes a la situación actual, sino que son parte de una entrevista de noviembre de 2019 a otro medio de comunicación. Malvestida no apoya campañas de desprestigio ni fake news.

Por: Paola Atziri Paz

En las últimas semanas, el asesinato de Breonna Taylor y George Floyd en Estados Unidos causó una ola de indignación mundial. También detonó una urgente conversación sobre racismo.

En México, nos tocó enfrentarnos a nuestros casos de brutalidad policial y a las formas complejas que toma la discriminación.

Por ejemplo, la muerte de Giovanni López. El joven albañil falleció presuntamente a manos de agentes de la policía que lo detuvieron en una localidad de Jalisco, lo cual provocó movilizaciones llenas de rabia en ese estado.

Desde entonces, la discusión y reflexión sobre el racismo en México escaló en la opinión pública, inundando internet con foros y charlas virtuales. Pero ¿realmente basta con reconocer el racismo como la distinción entre colores de piel?

En México esta estructura de discriminación tiene sus propias complejidades.

La racialización de los cuerpos en nuestro país puede entrecruzarse con un entramado de condiciones como el lenguaje, la pertenencia a una etnia, el nivel económico, el género y la cultura.

El racismo en Latinoamérica

Uno de los grupos más afectados por el racismo en Latinoamérica son los pueblos indígenas. Por más de 500 años han luchado contra la invisibilización, la imposición, el despojo de sus tierras y la violencia institucional.

El ejemplo más reciente sucedió en la región del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Al menos 17 indígenas ikoots fueron asesinados con piedras, palos y bloques de cemento hace solo unos días.

Además de tortura, algunos cuerpos fueron calcinados en el poblado San Mateo del Mar.

A pesar de la magnitud del crimen, la noticia y las vidas perdidas no merecieron en México la indignación de la sociedad y la atención mediática.

Tristemente, esto suele suceder cuando se trata de indígenas que defienden su territorio y recursos naturales y mantienen una organización comunitaria.

¿Qué pasó en San Mateo del Mar la noche del 21 y 22 de junio? Estos son algunos puntos claves para entenderlo:

San Mateo del Mar: lo que tienes que saber

Los ikoots son un pueblo indígena que habita en el Golfo de Tehuantepec. Los hablantes de su lengua, ombeayuts, son 14 mil y se extienden por 5 localidades.

De acuerdo con integrantes de la Asociación Monopaküy, en entrevista con Cimac Noticias, únicamente el pueblo de San Mateo del Mar mantiene su organización comunitaria

Es una localidad de pescadores, justo entre dos fuentes de agua: la Laguna Superior y el Océano Pacífico. Lo que ellos llaman “el mar muerto y el vivo”. Una ubicación perfecta para proyectos eólicos.

Los ikoots de San Mateo del mar se han convertido en defensores y defensoras de sus rituales, lengua y cultura, así como de su máximo órgano: la Asamblea del Pueblo.

Esta asamblea elige a sus autoridades a través del sistema de usos y costumbres.

La intención de construir aerogeneradores ha aumentado los conflictos entre las localidades de Oaxaca, principalmente con el pueblo vecino Santa María del Mar.

Ahí, la autoridad se pronuncia a favor de un parque eólico entre polémicas por recibir tierras que no les corresponden.

Violencia en su territorio

La masacre de la madrugada del lunes 22 no fue un hecho aislado ni un accidente.

Desde hace al menos una década, la comunidad ikoot ha sido blanco de distintos ataques que directa o indirectamente han violentado tanto su forma de organización como su territorio.

En 2017, se impuso al primer alcalde a través de un sistema electoral ajeno. Desde hace más de un siglo, en San Mateo la autoridad se rota, no se elige por mayoría de votos.

La pérdida de este sistema constituye un etnocidio, como han mencionado algunas defensoras del territorio.

No se sabe quién inició el ataque del 22 de junio. La organización comunitaria Unión de Agencias responsabiliza al gobierno municipal, mientras que este dice que fue una respuesta de la comunidad a grupos de delincuentes. 

La cruda realidad es que al menos 17 personas fueron asesinadas, dejando en desamparo a hijas, hijos y familias enteras.

La defensa del territorio y las mujeres

“Me jalaron de los cabellos, me fueron a sacar de mi casa a mí y a mis nenas (de 3 y 6 años de edad)… eran muchos hombres con la cara tapada y con sus armas apuntándonos para que nos llevaran a la cárcel”.

Esto dijo Okas Marissa Rangel, una de las cuatro mujeres que fueron sacadas de sus hogares el pasado 2 de mayo, privadas de su libertad sin orden de aprehensión y torturadas psicológicamente.

De acuerdo con la organización que defiende los usos y costumbres del pueblo, los responsables fueron el presidente municipal y su asesor.

No es casualidad que las mujeres hayan sido utilizadas y violentadas. En la mayoría de pueblos organizados por la defensa de sus territorios, el rol de las mujeres se ha convertido en la columna vertebral de la resistencia. 

Multiplicidad de violencias

Las mujeres indígenas enfrentan una multiplicidad de violencias relacionadas con su etnia, cultura y territorio, que las hacen más vulnerables que a sus compañeros y que otras mujeres no racializadas. 

Además de sortear la violencia intrafamiliar, los feminicidios, las desapariciones y la trata de personas, enfrentan la violencia institucional que no reconoce sus tradiciones y su forma de ver el mundo.

Así como la violencia estructural, que les impidió por muchos años participar activamente en la organización política y en la defensa de sus territorios.

En San Mateo del Mar, hace menos de una década que ellas fueron reconocidas en la Asamblea Comunitaria. Tras su lucha, construyeron un frente ante la invasión de proyectos eólicos. 

Sin embargo, el machismo no ha dejado de estar presente en las comunidades y mucho menos en las instancias gubernamentales y la forma de gobierno partidista. 

Pese a que las cuatro mujeres que fueron violentadas solicitaron ayuda y seguridad, fueron ignoradas por las instituciones. Okas Marissa fue una de las mujeres torturadas y asesinadas el 22 de junio, una muerte que se pudo haber evitado.

https://www.instagram.com/p/CAGjaYAnXai/

El Estado cancela la diversidad

Lo que sucedió en San Mateo del Mar es, en parte, producto de la discriminación y olvido del gobierno, que no reconoce la identidad y autodeterminación de los pueblos indígenas ni garantiza su derecho a una vida digna y libre de violencia.

El gobierno tenía conocimiento de lo que sucedía en esta zona. La Guardia Nacional estaba durante la masacre y no sólo no intervino, sino que los abandonó.

Pese a que de fondo existe una lucha y resistencia ante grupos armados y empresas privadas que quieren su territorio, el presidente de México atribuye el problema del pueblo ikoot a un conflicto interno.

El Estado-Nación ha instaurado una única forma de ver el mundo que cancela la diversidad, la concepción ancestral del autogobierno por usos y costumbres y la íntima relación de los pueblos con el territorio y los recursos naturales.

Esta visión incapaz de reconocer otras creencias y formas de organización también es racismo.

El etnocidio es un tema feminista

¿Por qué el gobierno atiende con todos sus recursos solo cuando se trata de un ataque en contra de un funcionario público de alto mando y no en contra de la amenaza de extinción de un pueblo y cultura entera?

¿Acaso valen más unas vidas que otras? ¿Cuántos muertos debe haber en una comunidad para que no haya más olvido y discriminación?

La responsabilidad de la sociedad ante un etnocidio es crucial. Como feministas reconocer las condiciones de desigualdad, el racismo estructural y  el valor de las resistencias de las mujeres indígenas ligadas a sus comunidades hará posible un mundo más equitativo, justo y seguro.

Para ello, podemos leer o escuchar a las mujeres que viven esas condiciones.

Informarnos sobre lo que sucede en las diferentes comunidades indígenas de nuestro país y sus trabajos de resistencia es el primer paso para combatir el racismo estructural del que hemos sido testigos en silencio.

Es necesario visibilizar y hablar de estos problemas con nuestras familias, redes sociales y círculos cercanos. Además, dejar de reproducir cualquier tipo de violencia en contra de ellas y ellos, tanto en nuestras acciones como en nuestro lenguaje.

En este caso es necesario exigir justicia para las víctimas mortales del pueblo ikoot, elecciones justas que respeten su forma de gobierno, alto al despojo y medidas de seguridad que garanticen sus vidas y su integridad. 

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