¿Regresaremos distintas?: la «nueva normalidad» para las mujeres

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¿Qué nos espera a las mujeres en la «nueva normalidad»? En el Estado de México, y en todo el país, urgen cambios de raíz.

Por: Berenice Viveros

Esta semana inició esa cosa a la que llamamos la «nueva normalidad».

Desde la perspectiva de las mujeres, genera más preguntas que respuestas y deja en evidencia lo normalizada que está la desigualdad de género.

El regreso gradual a nuestras labores invisibiliza a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Como de costumbre, deja de lado los problemas sistemáticos y estructurales que hay que atacar para generar un cambio, una «normalidad» que sí sea bienvenida.

No se puede iniciar a resolver un conflicto no se nombra y para hacerlo hay que reconocer que no es normal, aunque sea común.

Y tenemos que hablar de qué significa esto en el Estado de México, considerado uno de los más desiguales del país, con altos indices de inseguridad, desigualdad salarial y una deficiente planeación de movilidad.

¿Qué significa volver al espacio público?

¿Cuál es el panorama y qué significará para las mujeres de la periferia volver al espacio público?

Una gran parte de las mujeres que residen en el Edomex viajan diariamente hacia Ciudad de México, en la búsqueda de mejores salarios o educación,

Esto implica destinar una parte significativa de sus salarios en traslados. En promedio gastan entre 50 y cien pesos diarios en el metro, camión, combi y/o mexibús.

Este último es un claro ejemplo de una inadecuada logística: las mujeres optan por utilizar el mexibús mixto, ya que el destinado 100% para ellas tarda alrededor de 40 minutos en pasar.

El tiempo vale, y mucho: los mexiquenses que trabajan fuera del estado ya tienen un largo día, que comienza en la madrugada. Sin embargo, para las mujeres su día no termina al regresar a casa, ahí comienzan las labores domésticas, y en algunos casos, las de maternidad.

Y a esto le agregamos que salen de sus casas sin saber si llegarán a sus destinos o si volverán a salvo a sus hogares. Los municipios Ecatepec, Chimalhuacán y Nezahualcóyotl son los de mayor indice de secuestros y feminicidios en el país.

El camino que ellas transitan a diario está conformado por lugares que son un recordatorio del peligro latente al que están expuestas. Camino a mi universidad pasaba por la curva del diablo, en Ecatepec.

Un día mi abuelo me contó que encontraron en ese mismo lugar el cuerpo de una mujer en una bolsa de basura.

Redes de apoyo

La violencia contra las mujeres es sistémica: tiene que ver con condiciones precarias de trabajo, vivienda, inseguridad, educación y demás.

El trato deshumanizado por parte de las instituciones encargadas de impartir justicia, desde el policía de la estación del metro hasta los agentes del ministerio público, crea una barrera que desalienta el denunciar los diferentes tipos de violencia.

Ante esto, surgen redes de apoyo desde la misma sociedad.

Por ejemplo, la Red de Mujeres del Oriente del Estado de México, fundada por Patricia Álvarez, nace por la necesidad de dar acompañamiento a familiares y niñas víctimas de violencia en la periferia.

Su objetivo es que la sociedad y los medios de comunicación focalicen su atención en estos temas.

De la misma manera, cada año, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres, las alumnas de la preparatoria Oficial 128 “General Francisco Villa”, en la colonia Hank González (Ecatepec) la más peligrosa del municipio, caminan hacia la Plaza de San Pedro Xalostoc para exigir justicia ante la violencia que viven en las calles aledañas del plantel.

Son mujeres que gritan para hacerse visibles, que a su corta edad disienten la imposición de una cultura machista, a través de sus voces, pronuncian consignas en un país en el cual pareciera que no existen.

“Han roto los sueños de mi madre, han pisoteado los sueños de mi sombra, han burlado nuestro cuerpo, no somos desechables. Camino para renunciar a este destino […] somos las locas en medio del polvo de la indiferencia, las locas que emergen de entre la basura, dueñas de nuestros sueños […] somos el canto de las libres, las provocadoras del alma sin miedo, almas brujas voladoras sobre los bosques del concreto […] ni menos, ni santa, ni princesa, ni mujer desechable, sólo mujeres […] no somos objeto de los hombres, somos nosotras dueñas de nosotras, no somos basura, ni desecho, somos mujeres con derechos”, recitan Damari, Alejandra, Gabriela, Iveth y Areli.

La verdadera nueva normalidad

Entonces, ¿cuál sería realmente esa nueva normalidad?

Hay que tener en cuenta que desde el inicio del confinamiento hubo mujeres que no se pudieron dar el lujo de quedarse en casa. Otras se enfrentaron a que el violentador estaba en su propio hogar.

El primer trimestre de 2020 ha sido el más violento para las mujeres desde que iniciaron las estadísticas, en 2015.

Es momento que se comiencen a generar e implementar protocolos en contra de la violencia de género, por una equidad salarial, que haya más mujeres en puestos de toma de decisiones. Solucionar el problema de raíz.

Una nueva normalidad sería que las mujeres del país puedan volver suyos los espacios públicos, que transitarlos no generen una sensación de miedo.

Que dejemos de buscar herramientas para defendernos “por si se pasan de listos los muchachos” como le decía mi abuelita a mi mamá. O que mi tía no tenga que ir por sus hijas a la parada del camión con un palo de madera.

Quisiera que nuestras redes sociales ya no estén llenas de publicaciones de “Se busca”. Que a nuestras madres o familiares, ya no se les haga un hueco en el estomago cuando no contestamos un mensaje y comiencen a imaginar lo peor, que el hogar no sea sinónimo de violencia.

Estamos llenas de rabia, la cual nos hace tomar las calles a pesar del panorama. Salimos para hacernos visibles, para ya no callar, juntas vamos a generar cambios. Estamos regando la semilla que plantaron nuestras antecesoras.

Yo ansío el día en que no haya una sola mujer desaparecida, violada o asesinada y así, realmente regresaremos más fuertes y distintos.

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