A las personas con cuerpos normados nos urge escuchar más a las mujeres gordas e incluir su lucha en nuestros feminismos.
“Me encerdé”, “voy a regresar gordísima de mis vacaciones”, “no he dejado de comer, qué asco”. Escucho una variación de estas frases al menos una vez a la semana. Por lo general no respondo nada positivo ni negativo.
Trato de que resbalen por mis oídos sin tocar mi cerebro ni mi corazón, que se pierdan en el aire.
Hace unos años, tal vez hubiera pensado con tristeza en cómo la sociedad nos enseña a las mujeres que nuestro cuerpo siempre está mal o, al menos, que siempre puede ser perfeccionado de alguna manera.
Gracias a la paciencia de mis amigas, ahora entiendo que hay algo más. La comida no tiene valor moral, es neutra. Y la gordura tampoco tiene un valor ético o moral, solo existe.
En una sociedad como la que vivimos es normal preocuparnos por ser parte del estándar de belleza. Pero, como feministas, nos toca deconstruir ciertas ideas y escuchar a nuestras compañeras gordas, con discapacidad o cuerpos no normados.
El proceso de cuestionarnos
Todas tenemos derecho a nuestros miedos y a nuestros sentimientos y esto no se trata de culpa, que no resuelve nada. Se trata de cuestionarnos por qué hemos dejado que la gordura sea uno de esos miedos, por qué nos sentimos cómodas expresándolo a mujeres que son gordas, sin pensar en cómo las hace sentir a ellas.
¿Por qué hablar sin parar de dietas en una reunión, cuando tenemos una amiga que las hace desde los 8 años y con ellas aprendió que sin bajar de peso nunca será deseable, siempre será distinta?
O, yendo un poquito más allá: ¿por qué creemos que la única belleza es blanca y delgada?, ¿por qué creemos que lo peor que puede pasarle a una mujer es engordar? Nuestros cuerpos cambian todo el tiempo y son válidos en todas sus presentaciones. Válidos y con derecho a vivir sin constante discriminación.
Una de las mayores revoluciones para mi persona, mi feminismo y mi relación con otras mujeres ha sido eliminar dentro de lo posible las frases gordofóbicas de mi vocabulario. De ahí vino buscar y apreciar otros tipos de belleza. Y de ahí, cambiar también la manera en la que pienso.
Piensa en cuántas personas sigues en Instagram, por ejemplo, y cuántas de ellas encajan en el ideal de belleza mainstream. Decidir que otros cuerpos son bellos y aprender de experiencias distintas a las nuestras cambia mucho la manera en la que pensamos.
Nos toca escuchar
Esta es una invitación que constantemente nos hacen las mujeres y personas con cuerpos no normados y que creo que desde el feminismo no hemos hecho lo suficiente para aprender y aprehender. Es incómodo, toma tiempo, nos confronta muchísimo. Y justo por eso vale la pena.
Me siento incómoda escribiendo esto, de hecho. Como un macho progre, quizá. O como la policía de lo políticamente incorrecto. Lo hago porque quiero que, por una vez, no sean mis amigas gordas las que tengan que explicar esto, porque quiero decir en voz alta que estoy con ellas.
Y porque ellas no son mi público. Mi público somos las mujeres delgadas o normadas, las que podemos encontrar ropa de nuestra talla en cualquier tienda. Las que podemos ir al doctor sin miedo a que nos pida bajar de peso sin escuchar nuestros síntomas. Las que no recibimos miradas juzgantes en los aviones o en las salas de espera. A las que no se nos acercan personas desconocidas a recomendarnos una dieta “por salud”.
Algunas recomendaciones para ver, leer y escuchar
* Este texto acerca de cómo la cultura de las dietas en enero es súper dañina.
* O este, acerca de ser gorda y sentirse merecedora de amor.
* El feed de Instagram de Andrea Ivich, fotógrafa que se enfoca en cuerpos no normados.
* A la blogger e influencer In Curves.
* El libro Hambre, de Roxane Gay.
* Si prefieres los podcasts, te recomiendo mucho Las Irreverentas.
* A tus amigas. Pregúntales, comparte, pero sobre todo escucha su experiencia.
Pensar desde el body positive o al menos alejada de la gordofobia trae muchas recompensas, en nuestra relación con nosotras mismas y con las demás.