La posibilidad de descubrir qué nos aguarda en un futuro ha seducido a la humanidad desde sus inicios. Queremos adelantarnos a qué es lo que va a suceder, cómo y cuándo.
Hemos mirado al cielo en busca de respuestas y han existido todo tipo de oráculos: mazos de cartas, café, caracoles, las líneas de la mano y, el que sigue siendo de los consentidos, el signo zodiacal.
Lo acepten públicamente o no, muchísimas personas le han echado ojo a su horóscopo alguna vez.
El primer boom
La astrología siempre ha gozado de enorme popularidad. En las cortes reales se consultaban astrólogos, y Shakespeare la usó en sus obras trágicas, pero se puede decir que uno de sus primeros booms fue a finales de los años 70, cuando la astróloga Linda Goodman publicó el libro Sun Signs.
En él proponía lo que vemos actualmente en las guías astrológicas: que el zodiaco define nuestras vidas e influye en nuestras relaciones y nuestros actos en general.
Un nuevo enfoque
Después de esta primera etapa y con la llegada de figuras que repetían nuestros destinos hasta el cansancio en la tele y en sus líneas psíquicas —Walter Mercado, Alfonso León o Amira — el furor disminuyó un poco, pero no se fue del todo.
Ahora ha tomado un nuevo enfoque con la generación que, según se le vea, ha innovado y arruinado todo por igual: los millennials.
Confort para tiempos difíciles
Son tiempos difíciles y no sólo para los soñadores, como creía Amélie. Ante la incertidumbre, esta generación ha optado por la astrología, la cual ha renovado su visión: sí, podemos pertenecer a un signo zodiacal al cual le influyen los movimientos planetarios, pero la toma decisiones, las acciones y las consecuencias les pertenecen únicamente a las personas.
Nuestro destino no está en los astros, sino en lo que hacemos. O al menos eso es lo que proponen personalidades como Mia Astral y Jessica Lanyadoo.
A estas nuevas celebridades astrológicas no sólo les ha favorecido la angustia millennial, sino también sus formas de comunicación: las redes sociales, especialmente Instagram, en donde han logrado cimentar su fama.
Efecto placebo
Esta generación es una de las más estresadas de la historia reciente, su destino carece de toda certidumbre: laboral, amorosa, sin vivienda ni retiro a la vista. Es complicado hallar consuelo en esa situación.
La religión –plagada de censura, castigo y acusaciones de abuso– ya no cumple esa labor, y parece ser que la luna, los signos y el movimiento planetario son el caldo de pollo que las almas del nuevo milenio tanto necesitan.
¿Por qué estamos obsesionadas con nuestro signo zodiacal?
Realmente no hay evidencia, científica al menos, de que el signo zodiacal defina nuestra personalidad. Sin embargo, sí se sabe del efecto placebo que los horóscopos pueden tener en quien los lee, en parte porque suelen ser ambiguos.
Si se presentan dificultades, el horóscopo dice que la persona sabrá lidiar con ellas, además de que todo se resolverá favorablemente. Es imposible no relajarse y sentirse mejor después de leer algo así.
Esta generación mira a las estrellas y lee los horóscopos por su innegable atractivo, porque nos gusta pensar que todo estará bien a pesar de que los hechos nos muestren lo contrario.
En la lectura de un signo zodiacal siempre habrá posibilidades, después de todo, no es más que otra forma de conocernos y de interpretar la confusa era en la que vivimos.