Algunas personas dicen que el grito de “ehh puto” es sólo una expresión de la euforia de la afición, que nada tiene que ver con el desprecio hacia la comunidad LGBTI, que está lejos de querer ofender a alguien. Jugadores e incluso autoridades deportivas han opinado que la condena al grito les parece una exageración, que es una cosa cultural, que lo que pasa es que los de la FIFA no han entendido el contexto.
La expresión en los estadios tiene ya más de una década de existir, pero no fue sino hasta el mundial de Brasil (2014) cuando la FIFA intervino. Ese año el Consejo Nacional para prevenir la Discriminación (CONAPRED) en su boletín 2014 – 051 fue muy puntual al recalcar que “dichas expresiones homofóbicas no forman parte de una práctica inofensiva de nuestra sociedad”, y que la expresión “no es descripción ni expresión neutra; es calificación negativa (…) es minusvaloración”.
¿Porra futbolera o discriminación?
En México la palabra puto se asocia con homosexualidad, pero también con cobardía, con una masculinidad que, por su cercanía con lo que tradicionalmente se relaciona con femenino, adquiere tintes de delicadeza, de debilidad, de achicamiento. Es un grito que, coreografía en mano, intenta decirle al rival: tu masculinidad no es como la mía, debilucho. Sólo que con otras palabras.
¿Y entonces, dónde está la homofobia? Bueno, la cosa es que estas otras palabras apelan a lo homosexual/femenino como estrategia para situarse por encima del otro. Si ya entendimos [nos tomó años, pero bueno] que decirle a alguien corres como niña es discriminador y sexista ¿por qué hay tanta resistencia a ver lo que parece una obviedad?
“Ay así, Ay sí, ahora todo es políticamente incorrecto”
Pues sí, amigues, va a haber que revisarlo todo. Y revisarlo no significa mandar directito a la hoguera todos nuestros usos y costumbres, sino realmente estar en disposición de cuestionarlos, de mirarlos desde otro ángulo. Que estemos acostumbrados a algo no significa que esto sea inocente.
Esta revisión, eso sí, será incómoda para muchxs, sobre todo para aquellas personas que a lo largo de su vida no se han topado de frente con la discriminación por género o por orientación sexual.
“Yo no soy homofóbico, hasta tengo amigos que soy gays”
Dos palabras: Homofobia internalizada. Es decir, que a veces, aunque creamos que somos muy abiertxs a la diversidad, incluso aunque nuestras prácticas sexoafectivas incluyan a personas del mismo sexo, por ahí, de manera más o menos inconsciente, se cuelan algunos comportamientos e ideas homofóbicas.
En caso de duda puedes también revisar esta ilustrativa entrada de wikiHow titulada Cómo lidiar con la homofobia internalizada.
Ahora bien, más allá de los análisis que se han hecho al respecto es interesante observar con qué pasión defienden algunxs su derecho a este grito en particular. Las cosas se ponen difíciles y hasta agresivas cuando alguien apela al carácter homofóbico de la expresión.
La mayor parte de las veces el debate se queda sobre todo en el nivel más superficial [no es que lo que yo diga sea homofóbico, es que tú no entiendes el sentido en el que lo digo], evita a toda costa revisar las connotaciones de la expresión y, sobre todo, en su resistencia al cambio, se vale una agresividad impresionante. Para comprobarlo sólo hace falta darse una vuelta por los comentarios de la infografía que publicó Tercera Vía en la que plantea la pregunta ¿Se puede apoyar a la selección sin reproducir el machismo y la homofobia?
Resulta realmente difícil pensar que medidas como las multas, “implementar un observador de conductas” o las tibias invitaciones de los jugadores y autoridades futbolísticas, puedan abonar en algo para que se elimine el grito. La prohibición, la censura, nunca han sido el camino para convencer a nadie. Todo parece indicar que dicho comportamiento sólo irá erosionándose cuando nos atrevamos a cuestionar nuestra forma de entender el triunfo deportivo, conforme podamos dejar de lado la incomodidad personal para acercarnos a la experiencia de otrxs.