Esta semana me llegó el Newsletter de Bershka sobre el lanzamiento de sus camisetas de bandas de rock en honor a «grupos de música icónicos: ACDC, The Rolling Stones, Ramones…” y aunque no tengo nada en contra de la tienda, de inmediato sentí en mi interior que algo no estaba bien. Ohhhh no…
Entonces recordé a mi puberta interior, esa que se sentía punketilla escuchando a los Sex Pistols mientras pintaba el nombre de la banda en una playera (utilizando aerosol y un stencil hecho con una caja de cereal). O la emoción de haber heredado de un exnovio la clásica t shirt negra con el logo de los Ramones, porque tras cinco visitas fallidas no la había encontrado en mi mercado rockero de confianza.
Tuve que luchar por esas camisetas, tuve que buscarlas arduamente hasta encontrarme con ellas y luego las usé hasta que no quedó más que una tela delgada y deslavada. Yo AMABA esas camisetas.
Así que llámenme purista, pero confirmé en mi alma –ya no tan punketa, pero sí muy musical–que comprar la camiseta de tu banda de rock favorita debería de ser TODA una experiencia, no una visita al centro comercial más cercano durante un break de oficina.
Aquí mi defensa en favor de las camisetas de bandas de rock, las auténticas, las de toda la vida.
1. Solo hay un tipo de playeras de bandas de rock
Y generalmente son negras, con el logo de la banda y listo. Nada de slim fit, corte para dama o cuello en V.
Si no hay de tu talla, te conformas y llegando a tu casa le metes un tijeretazo a las mangas. No existe eso de aplicaciones de brillos, encajes y perlas. A lo mucho unos buenos estoperoles y parches colocados por tus manos santas.
Además, la playera te cuesta unos $150-$200 y se paga ahí mismo en efectivo, fin. No tiene un precio de $549 a meses sin intereses y con envío hasta la puerta de tu casa. ¡Así qué chiste! Mi punk interior está llorando.
2. Hay que sufrir por ellas
Soy una romántica, así que en mi opinión hay tres formas dignas en las que una persona debería ser capaz de conseguir una camiseta de su banda favorita.
1- Afuera del concierto de la banda, emocionalmente extasiada y rota, porque te gastaste todo tu dinero en cerveza.
2- En un mercadillo o tienda de punks y metaleros (el Chopo, por ejemplo) al que tienes que regresar «hasta el próximo mes, güera», porque ya se acabó en la talla que querías.
3- Haciéndola tú misma, porque no hay nada más punk que el DIY (do it yourself).
3. No usarás el nombre de la banda en vano
No hay mayor pecado que usar una camiseta con el nombre de una banda que no conoces o de la que solo te sabes una canción porque la escuchaste en un remix de Tiesto. Incluso si eres una fanática consagrada del rock, no puedes andar por la vida poniéndote cualquier cosa, porque cuando portas la playera de una banda te asumes como su fan. Ya lo dice un famoso refrán que no existe: «Con una gran playera viene una gran responsabilidad».
Si aceptas llevar una camiseta que diga The Cure, Slipknot o Green Day, automáticamente aceptas que has llorado, gritado y usado delineador negro de más escuchando sus canciones. Que serías capaz de llegar al mosh pit en sus conciertos y que alguna vez compraste uno de sus cd’s (o lo sigues haciendo). En fin, es un compromiso que no debe tomarse a la ligera.
4. Choque de ideologías
Johnny, Joey, Dee Dee y Tommy se revolcarían del dolor en su tumba si se enteraran de que la playera de los Ramones se vende junto a una que dice Never without my bestie, Happiness looks good on you o una con la imagen de un pug con lentes en forma de corazón (todas creaciones reales).
Es como comprar cigarros en una farmacia; como comer en un lugar vegano en el que no tienen aguacate; como decir que te te gustaba Rihanna «antes de que se volviera mainstream«. O sea, no existe, son conceptos que chocan.
La camiseta de tu banda de rock debes conseguirla en un lugar donde pertenezca, en donde suena Metallica de fondo y no Justin Bieber.
Así que con el permiso de las tiendas de fast fashion –o sin él– seguiré comprando mis camisetas de bandas de rock como prefiero: perdiéndome en mercaditos, regateando con metaleros de greña envidiable o comprando una lata de aerosol, porque al final del día de eso se trata el punk: ir contra el statu quo y hacer lo que se te dé la gana.