Estados Unidos: entre marchas de supremacía blanca y un presidente que no sabe cómo reaccionar

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racismo en Charlottesville

No importa cuánto creamos que hemos avanzado como humanidad en el año 2017, parece ser que hay ciertas cosas que no solamente no logramos superar, sino que amenazan con arrastrarnos 100 años de vuelta al pasado en temas de racismo, xenofobia e intolerancia. Los eventos ocurridos el pasado fin de semana en Charlottesville, Virginia, son muestra clara de ello.

Todo comenzó el sábado 11 de agosto cuando un grupo de manifestantes marchó hacia la Universidad de Virginia con antorchas en mano para protestar contra la remoción de una estatua del General Robert E. Lee, un ícono del ejército confederado en los tiempos de la guerra civil estadounidense. Durante la marcha gritaban lemas nazis como: “Blood and Soil”, “Heil Victory”, y la versión adaptada de “Heil Hitler”: “Heil Trump”.

Al día siguiente, la comunidad de Charlottesville, escandalizada por esta situación, organizó una marcha pacífica anti-nazi/anti-fascismo para contrarrestar el mensaje de odio de las protestas del día anterior. Los grupos nazis y fascistas no perdieron la oportunidad de hacer lo que mejor saben hacer, así que salieron a provocar y agredir a los integrantes de la marcha pacífica. Saldo: 35 personas heridas, 19 hospitalizadas, 1 mujer atropellada (fallecida) y 2 policías fallecidos.

Eventos como éste son sólo uno más en la ocupada agenda de los grupos de supremacía blanca que existen en Estados Unidos, los cuales han ganado prominencia y visibilidad desde que Donald Trump inició su campaña presidencial, y ahora que es presidente, se sienten bien representados y más empoderados que nunca.

“Esto representa un punto de inflexión. Estamos determinados a recuperar nuestro país. Vamos a hacer cumplir las promesas de Donald Trump. Eso es lo que creemos y es por eso que votamos por Donald Trump,” dijo David Duke, exlíder del Ku Klux Klan, y actual activista político de extrema derecha durante la marcha.

Una comunidad cercana a Trump

Personajes como David Duke y Richard Spencer, cabezas y portavoces de grupos de supremacía blanca en Estados Unidos, siempre han hecho público su apoyo por Donald Trump durante la campaña, pero éste nunca hizo lo que cualquier candidato normal y decente habría hecho: separarse lo más posible de cualquier vínculo con nazis y racistas.

Sin embargo, Donald Trump es todo menos normal y decente y en esta ocasión lo volvió a demostrar: mientras importantes figuras políticas enviaban declaraciones condenando los hechos e identificando a los agresores directamente como “supremacistas blancos”, Trump se limitó a decir (en ese tono aparentemente serio que nadie le cree): “Condenamos de la forma más enérgica posible esta indignante muestra de odio, fanatismo y violencia de las múltiples partes”. Así, sin señalar a nadie, y dando a entender que la violencia, odio y fanatismo venía también de la contramarcha.

Muchos medios han criticado la tibieza con la que Trump ha hablado sobre los terribles incidentes en Charlottesville, siendo que él es conocido por ser implacable en sus críticas y condenas a incontables personas y nacionalidades. No se sabe a ciencia cierta, como con casi todo con este presidente, si Trump es realmente un racista o sólo un oportunista, pero se especula –no sin razón– que Trump no desea enemistarse con uno de los grupos que lo pusieron en el poder.

Lo que no deja de ser terriblemente desconcertante es que el presidente de los Estados Unidos tenga palabras más fuertes para hablar sobre Rosie O’Donnell y Barack Obama que sobre los grupos nazis en su país.

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