Mientras que en el mundo avanza la idea de la despenalización de plantas medicinales (como la marihuana, la ayahuasca, o el peyote) y otras sustancias como la psilocibina (presente en hongos alucinógenos), también avanza la investigación científica para entender qué pueden aportar estas sustancias a las alternativas del presente para cuidar la salud mental.
En Latinoamérica, el uso de plantas psicoactivas no es algo nuevo; forma parte de las culturas indígenas desde hace siglos. Dejando de lado la discusión sobre el «extractivismo espiritual» (la apropiación de prácticas sagradas), nos interesó explorar cómo se combinan estas tradiciones con las investigaciones científicas más recientes que proponen otros paradigmas sobre salud mental.
La Dra. Carmen Amezcua, médica especializada en psiquiatría integrativa, hace una revisión en la historia de estas sustancias:
“Las civilizaciones mesoamericanas incorporaron hongos psilocibes a sus rituales y prácticas curativas desde hace más de 3 mil años. Esta tradición milenaria ha servido como inspiración para la investigación científica contemporánea. Es cierto que necesitamos mayor investigación en este tema para incrementar la evidencia y confirmar los beneficios para la salud mental; sin embargo, los resultados son alentadores y demuestran un alto potencial para la atención y tratamiento de algunos de estos padecimientos”.
Hoy, las alternativas para la salud mental están en expansión. Desde el uso de microdosis para tratar la depresión y las adicciones (con estudios en Europa y Argentina), hasta la posible legalización de sustancias como MDMA (éxtasis) y ketamina, que ya se están probando en ensayos clínicos en EE. UU. estamos en un momento en el que vale la pena preguntarnos qué sabemos sobre estas nuevas terapias, sus avances y los retos en esta era de “capitalismo psicodélico”. Demos un vistazo a algunas de ellas.
Del antro al consultorio: hablemos sobre éxtasis con fines terapéuticos
Conocido como “molly”, este psicodélico que empezó a estudiarse con fines terapéuticos en EEUU en los 2000 de la mano de asociaciones como MAPS (Asociación Multidisciplinaria de Estudios Psicodélicos), es uno de los más discutidos hoy en día. No se ha aprobado una droga psicodélica para uso médico. De suceder representaría un hito importante para esta clase de drogas, prohibidas desde la década de los 70.
¿Qué se sabe?
Según un extenso artículo del New Yorker del 2023, investigadores de la Universidad Johns Hopkins, ha descubierto que la MDMA y otros psicodélicos reabren lo que los neurocientíficos llaman “período crítico” en el cerebro: esto se refiere a unas ventanas de tiempo que ocurren principalmente durante la infancia y la pubertad, durante las cuales las conexiones neuronales pueden cambiar y reorganizarse. Gracias a esto se producen estados mentales en los que, con acompañamiento de psicoterapia, podemos aumentar la capacidad revisar experiencias de trauma. Se considera su aplicación para tratamiento del estrés postraumático (PTSD), cuando los medicamentos y las terapias tradicionales no funcionan.
Legalización
En Estados Unidos ha ido creciendo el impulso para legalizar el MDMA. La empresa detrás de esto es Lykos Therapeutics (una filial de la Asociación Multidisciplinaria de Estudios Psicodélicos, una organización sin fines de lucro en California), que ha estado probando la sustancia junto con la psicoterapia en ensayos clínicos durante años, reportaba Wired Magazine. Pero la FDA recientemente votó en contra ya que manifestó “que no había pruebas suficientes para recomendar su aprobación”.
Antecedentes y riesgos
Una ley australiana hizo que el MDMA y la psilocibina estuvieran disponibles con receta médica. En cuanto a su peligrosidad para el consumo recreativo u otros, se considera una de las drogas ilegales más seguras.
Hongos psicodélicos: una estrella popular en la conversación
En la carrera de farmacéuticas y ahora start ups biotecnológicas (lo que explica el interés de gente como Musk) por investigar los usos terapéuticos de las sustancias psicodélicas, de abrir campo en el mercado masivo para ellas y de legalizar su uso, la psilocibina es la gran novedad. Al administrarse en dosis pequeñas es una sustancia que permite el consumo sin mayores riesgos y sin generar dependencia. Ojo, esto no significa que no sea importante complementar la autoadministración con psicoterapia y guía profesional.
¿Qué se sabe?
El Dr. Ain Stolkiner, médico egresado de la Universidad de Buenos Aires y becario doctoral de CONICET, que ha participado de varios estudios sobre microdosis realizados en Latinoamérica, y quien actualmente está llevando a cabo uno que propone investigar el impacto de retiros de meditación + efectos terapéuticos de la psilocibina en pacientes de cáncer con depresión y ansiedad, explica:
“Es un psicodélico que pone en manifiesto aspectos de la mente que no se perciben normalmente, alterando y flexibilizando momentáneamente funcionamientos cerebrales relacionados con nuestra concepción de identidad. Hay numerosos estudios clínicos recientes que muestran que la psilocibina puede asistir en la terapia de la depresión y ansiedad, con alta efectividad y seguridad. ”
Complementa esta información explicando que cada estudio clínico usa su propio protocolo de terapia, diseñado a discreción de los investigadores, y constituye una variable en el tratamiento que no se discute en la publicación. Por esta razón, contamos con relativamente poca evidencia que informe acerca de qué tipo de apoyo o psicoterapia es óptimo.
Legalización
Las terapias con microdosis aún son ilegales en la mayor parte de Latinoamérica. Sin embargo, su origen natural permite que el estigma social sea menor en comparación con otras drogas. Otra particularidad viene del origen de la psilocibina es que no se puede patentar, dado que se consigue de forma casera y no necesita pasar por grandes laboratorios. Un objetivo de quienes promueven su uso terapéutico es avanzar hacia su legalización para hacer más seguras las aplicaciones caseras y asegurar que la información correcta circule. Como dice Enzo Tagliazucchi, investigador y colega de Stolkiner, las personas ya las están usando de todas formas, especialmente en sectores de clase media y alta.
Antecedentes y riesgos
El Dr. Stolkiner comparte un hallazgo muy interesante su trabajo con pacientes oncológicos, tratados con meditación y psilocibina:
“A pesar de que no existen trabajos comparando un tipo de terapia asistida con psicodélicos con otra, sí contamos con publicaciones que apuntan a un sinergismo entre la meditación y el uso de psicodélicos”. Stolkiner hace foco en un punto clave: la sinergia con terapia cognitiva, meditación u otros resulta crucial para observar resultados.
Con las drogas psicodélicas, el entorno y su administración son tan importantes como la sustancia.
“El proceso de desarrollo y evaluación de evidencia necesaria para introducir la psilocibina al mercado está avanzado a nivel internacional, y es concebible que en pocos años la FDA (Food and Drug Administration) la apruebe y entre al sistema de salud como un fármaco más en Estados Unidos.
De ser así, es esperable que otros sistemas de salud vean allanado el camino para incorporar a la psilocibina al sistema de salud corriente”.
Ketamina: un giro al tratamiento de la depresión
La ketamina, una sustancia desarrollada como anestésico quirúrgico pero de consumo recreativo desde hace décadas, también está siendo probada en el tratamiento de la depresión, una condición que afecta a unos 280 millones de personas en todo el mundo. Los ensayos se han orientado a la depresión resistente a otros fármacos.
¿Qué se sabe?
Según el periodista Scott Galloway, quien en un newsletter describe su paso por una clínica bajo tratamiento con ketamina, hay evidencia de que en dosis sub anestésicas puede ayudar a resolver afecciones como la ansiedad, el trastorno bipolar, el estrés postraumático y la depresión. Como las otras sustancias citadas, produce un estado disociativo y un período de neuroplasticidad después de tomarla.
Antecedentes y riesgos
La ketamina se estudia desde los 2000 y el consenso es que alivia los síntomas de la depresión durante un período que puede durar días o semanas. El debate es cómo las compañías farmacéuticas podrían beneficiarse de una sustancia cuya patente expiró en los años ochenta. Lo que tiene a favor respecto de los hongos y el éxtasis es que es legal. Sin embargo, algunos expertos desalientan su uso prolongado fuera de espacios terapéuticos, por la recurrencia de historias de consumo problemático.
Y tú qué piensas, ¿probarías alguna de estas alternativas?