Septiembre es el Mes para la concientización sobre la alopecia. Ana Ramírez, conocida en Instagram como Calva con curvas, nos comparte un texto muy personal sobre lo que para ella fue crecer sin pelo.
Por: Ana Ramírez
Desde pequeños nos dicen cómo debemos ser, qué características debemos tener, cómo nos debemos comportar y ver. Cuando nos dicen esto no es por nuestra felicidad, sino que se trata de la sociedad: lo que debemos hacer para ser parte del grupo y no ser «el raro o el diferente». En mi caso, yo nací siendo igual que todes, pero a los ojos de los demás era diferente.
La alopecia llegó a los seis meses de nacida cuando era tan solo una bebé. Me dejó sin cabello, pero crecí siendo una niña segura, con mucha actitud y sobre todo feliz porque estaba sana. Esto a pesar de los momentos incómodos por las inseguridades y las restricciones que otras personas querían reflejar en mí.
Nunca me vi con pelo, no tuve una pérdida y nunca he sentido que me hace falta algo; tal vez esa fue la diferencia en aceptar mi realidad: solamente era yo y lo que siempre había visto en el espejo.
La alopecia es una enfermedad pero depende cómo se le vea
Si no conoces la alopecia, te la resumo un poco: es una enfermedad autoinmune que afecta al folículo piloso (la zona que hace que el pelo crezca) y no permite el crecimiento del pelo y causa la pérdida de este.
En mi caso, desde los seis meses -cuando comencé a perder el pelo- y hasta los siete años, visitaba frecuentemente un consultorio médico para escuchar sobre el nuevo tratamiento que me haría crecer el cabello, entre cremas, inyecciones y otras cosas más.
En ese momento no solo luchaba contra mi cuerpo, sino también con un pensamiento errado donde el pelo significaba la felicidad y mi remedio.
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A mis padres solo les decían cosas negativas. «El pelo es muy importante» y por eso hasta sugerían que usara pelucas o cosas para que nadie notara mi calvicie.
Decían que mi vida sería triste, que necesitaría sobreprotección, que debía seguir intentando tratamientos, aunque estos solo jugaban con nuestras emociones porque ninguno funcionaba y nos mantenían solo intentando acoplarme a los demás.
Mi carácter se fue formando con esos momentos, enfrentándome a cada etapa con muros y muchas caídas. Aunque no fue fácil, dentro de esa niña había un alma que quería tener y vivir una vida normal, que quería jugar y sonreír en vez de recibir inyecciones diarias en la cabeza que la hacían llorar, que la hacían sentir enferma por luchar consigo misma.
Aprovechaba al máximo los momentos donde podía ser yo y eso me dio más fuerza para seguir.
Nunca tuve un referente, me tuve que crear mi camino sola, siendo rebelde, siendo yo misma, enfrentando a las personas que me miraban raro y esquivando los malos comentarios. Quitándome siempre los pañuelos y dejando a mi Calva ser libre. Así como nací, así me iba a mantener.
Lo que sí tuve desde pequeña fue libertad para escoger mi camino. Así fue cómo a los siete años decidí no seguir con ningún tratamiento. Aceptaron y respetaron mi elección de vida. También me dieron la mano cada vez que caía por culpa de terceros y me aplaudían cuando quería ser yo.
Gracias a eso estoy acá para contarte lo que no te han dicho de la alopecia porque, aunque la llamen enfermedad, todo depende del cristal donde lo quieras mirar.
«La alopecia te quita el pelo de tu cuerpo, pero no la vida»
La alopecia sí te quita el pelo de tu cuerpo, pero no te quita la vida. Nos dicen que cuando tenemos algo y lo perdemos va a doler y hace falta. Pero también hay que decir que el pelo no te define como persona y es posible vivir una vida increíble sin él.
Reconocer que en la diversidad está la belleza y que con sólo ser tú hasta le bendices el camino a otras personas sencillamente porque estás viviendo tu vida sin importar el qué dirán.
Otra cosa que no nos dicen es la realidad de algunos tratamientos para la alopecia. Algunos podrían no funcionar y, en general, no son asequibles para la mayoría de la población.
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Tengo la dicha de decirte que no estás sola, no eres la única persona caminando en este mundo con un look distinto.
Vivir sin pelo no evita que presumas tu sonrisa, que dejes que la brisa acaricie tu cabeza, seguir trabajando por tus sueños y crearte la vida que mereces.
Sobre todo, puedes llegar a amar todo lo que eres y hacer que ese amor sin prejuicios llegue a otras personas para que también puedan ver lo mejor de sí.
Sigues siendo una persona inteligente, productiva, profesional, creativa porque tu físico no te hace menos.
Es simple: el cabello no es lo que te define, tu alma y tu ser sí lo hacen. Por eso no dejes que nadie te cuente las cosas a medias, siempre busca tu propia opinión y hazte el favor de vivir tu vida porque sin pelo o sin él vales lo mismo.