¿Qué es el Síndrome del impostor? Y algunos consejos para evitarlo

Síndrome del impostor
Foto. Rawpixel

Un impostor es, por definición, una persona que se hace pasar por lo que no es y, por lo tanto, ocupa un lugar que no le corresponde. Por eso la primera vez que escuché el término Síndrome del impostor, de la boca de Carmina, quien acababa de inaugurar su exposición de fotografía en el teatro de la ciudad, me quedé asombrada. Yo a Carmina le conocía todos sus éxitos, pero ninguna duda.

El Síndrome del impostor fue definido por primera vez en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes en ese momento dirigieron sus esfuerzos a investigar cómo se presentaba dicho síndrome en quienes consideraron que lo experimentaban con mayor frecuencia: las mujeres. No obstante, ahora se sabe que, aunque hay un registro de mayor incidencia en las mujeres, esto puede presentarse en cualquier persona.

Las personas que lo experimentan viven con la sensación de que no merecen los éxitos que han obtenido, de que sus logros se deben a golpes de suerte y, sobre todo, de que esta incapacidad suya, que han logrado mantener en secreto durante algún tiempo, saldrá a la luz en la próxima oportunidad.

No es una enfermedad

Se le llama síndrome porque reúne una serie de síntomas que se presentan juntos ante una situación determinada. Esta denominación nos ayuda a identificarlo, pero la palabra, por estar tan cerca del concepto de enfermedad, resulta problemática. Nos lleva a tratar como patología algo que ha estado siempre presente en la humanidad: la duda.

Dudar nos ayuda a poner las cosas en perspectiva, a continuar siendo cuidadosos con el trabajo, a no asumir que las cosas saldrán siempre perfectas. Pero en un mundo que nos pide certezas (de que vamos a poder pagar, de que confirmamos nuestra asistencia, de que cumpliremos con los plazos establecidos) la incertidumbre puede llegar a ser muy incómoda y sentirse como si fuera un padecimiento.

La ilusión de la perfección

En este momento histórico en el que es posible borrar fotos de un pasado vergonzoso, eliminar tweets de los que nos arrepentimos y bloquear personas con las que las cosas salieron mal; da la impresión de que los procesos deben ser impecables, de que el camino entre el deseo y la consecución de lo deseado será línea recta o no será.

Poco ayuda conocer sólo el producto final del trabajo de las personas que admiramos. Eso da la sensación de que a ellxs se les dio fácil y de que las dificultades que a uno se le presentan a la hora de realizar un proyecto son el indicador de que se ha equivocado el camino.

Como quiera, los síntomas del llamado Síndrome del impostor llegan a retrasar muchísimo la realización de una tarea, cosa que puede agravar aún más la sensación de agobio. Algunas de las cosas que pueden ayudar en esos momentos son:

  • Sumar la evidencia: identificar cuáles son aquellas cosas que alguna vez creíste que no ibas a poder lograr y que finalmente sí pudiste hacer. De preferencia cosas concretas, porque así será difícil desestimarlas.
  • Mirarse desde afuera: cuando la tentación de desestimar los logros personales es fuerte, ayuda el mirar la propia situación como si se observara la de alguien más, una persona desconocida que pasa caminando por la calle y que tiene todas esas características y logros.
  • Conectar con la experiencia y no con la expectativa: enfocarse en el producto final es una buena forma de generar inspiración, pero también puede ser muy estresante, incluso puede mutilar la creatividad. Ante esto, en ocasiones es útil recordar la razón por la que te embarcaste en ese proyecto en primer lugar, es decir, medirte con tus propios parámetros. Tener el ojo puesto en las posibles opiniones de un público imaginario impide no sólo que disfrutes, sino que pierdas de vista qué es lo que sí puedes hacer.

  • Evitar la competencia: se pierde muchísima energía y recursos viendo como rival a alguien que puede ser inspiración, complemento o nada, pero no competencia. Mirar las cosas de esta forma nos lleva a la lógica de los objetos y los productos, esa lógica del mercado en la que una cosa es “mejor” que otra. Difícilmente habrá forma de salir bien librados de esto.
  • Restar la procrastinación: hacer, hacer y hacer. Aunque el momento de inspiración perfecta no llegue todavía, aunque los intentos iniciales parezcan torpes y atrabancados, eso podrá arreglarse después. Darse permiso de hacer desde el mejor esfuerzo y no desde el anhelo de perfección.

El Síndrome del impostor no es un defecto pero tampoco es una cualidad. En la mayoría de las ocasiones hay que acostumbrarse a esta sensación que sólo irá disminuyendo conforme la enfrentemos, pero también en la medida en la que hablemos del tema.

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