Rompí 4 mitos del aborto al buscar mi derecho a decidir

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Examinamos 4 mitos del aborto desde la perspectiva de una mujer que buscó hacer válido su derecho a decidir mientras recibía tratamiento por cáncer, en un estado donde abortar no es legal.

Por: Miranda Campos @titaniumamazon

Estoy segura de que inventé nuevas groserías y maldiciones el día que mi prueba de embarazo salió positiva. Descubrir que estaba embarazada en un momento en el que vivía con una discapacidad y cáncer fue tan abrumador que me sentí entumida por días. 

Ya que me cayó el 20, debatí si debía hacer lo “correcto”: avisarle a mi oncólogo, argumentar que llevarlo a término ponía en riesgo mi vida e intentar ganarle a la burocracia para hacerme un aborto legal antes de las 12 semanas.

La otra opción era arriesgarme a que me digan que mi vida no estaba en riesgo y que el tratamiento se suspendía para no arriesgar al feto. Como no estaba dispuesta a oír, ni hacer eso, me propuse avanzar en un estado que no garantiza mi derecho a decidir.

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Acceder a un aborto clandestino pero seguro

Las siguientes semanas fueron un maratón en el que busqué información, misoprostol, clínicas no clandestinas, o recursos para decirles a mis padres que debía ir a CDMX, donde es legal el aborto. 

Pero mi cuerpo no me esperó. Un día comencé a abortar.

Tuve un aborto incompleto, lo cual representó un riesgo alto y complicaciones para mi cuperpo y mis ahorros. Les dije, tengo una cuerpa revoltosa

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Mitos del aborto que no te debes creer

Así que con apoyo de varias fuentes, hoy les quiero compartir cómo mi experiencia me permitió desmentir 4 mitos del aborto.

 El mito “épale, épale mi piernita”

Como no pude ir inmediatamente a un doctor, documenté todo lo que expulsó mi cuerpo desde que comencé a abortar. 

Sangré, luego sentí un pinchazo agudo y más sangre, además del desprendimiento de un tejido de textura rugosa en diferentes tonos de rojo.

Cuando pude escabullirme a un ginecólogo, le mostré la evidencia que capturé y me dijo que entre el tejido parecido a capas de cebolla que expulsé venía el producto y que también saqué tejido ovular. 

Así que no hubiera podido ver a un “bebé” bien formado. Antes de las 10 semanas hablamos de un embrión, ni siquiera de un feto.

El mito: “cuando sea legal, van a dejar de usar métodos anticonceptivos” 

Para nada es el plan, no tengo un ahorro “para aborto en CDMX” en lugar de una caja de condones.

No quiero volver a vivir eso y estoy tomando las mayores precauciones que mi circunstancia me permite. No es solo mi caso: este reporte del Gobierno de CDMX muestra que el número de abortos no ha aumentado y que la mayoría ocurren antes de las 12 semanas.

Luchamos por todas, las que no tuvieron tanta información u opciones anticonceptivas, las que tenemos discapacidad o enfermedades, a las que les fallaron las medidas. Todas tenemos el mismo derecho.

Y nada de que mejor todas “cerremos las patas”, porque esto invisibiliza las piernas que son abiertas a la fuerza.

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El mito “las que abortan no entienden el valor de la maternidad”

A las mujeres con cáncer en edad reproductiva nos preguntan mucho, “¿ya sabes si tendrás tiempo de tener un hijo?” o “al menos podrías dejar un hijo”, como si esa fuera la máxima a lograr antes de que el cáncer nos lleve. 

Yo desde el primer momento supe que, en mi realidad, concluir un embarazo sería muy irresponsable. No tenía la energía, tiempo ni dinero que requiere una nueva vida y no hubiera disfrutado la maternidad. 

¿Cómo lo sé? Porque no estaba en mis planes y metas. Simplemente no quería estar embarazada, confié en mi sentir y actué conforme a él. 

Me gustó mucho una postal que vi en la página de Ddeser, que dice “las mujeres sabemos”. Porque sí, es importante respetar la capacidad de las personas gestantes para decidir si interrumpen o no un embarazo. 

Vivimos en un marco de desigualdad profundo, como bien nos ha demostrado la pandemia. Todas venimos de una realidad distinta y tenemos que respetarla.

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El mito “abortar causa estragos psicológicos”

“Aunque la madre no se deprima, el cuerpo se deprimirá y querrá recuperar lo perdido. Tendrás olas hormonales que te harán sentir triste, también alto libido, cuidadito”, dijo mi doctor.

No le hice mucho caso, hasta que un video tierno me hizo llorar a mares, o cuando lloré por sentir deseo sexual y  “no haber aprendido”. Mis días postaborto fueron lagrimar con videos de perritos, cachondez sin remedio y culpa inventada.

Pero, para mí, los estragos mentales empezaron antes. Tenía miedo de que me obligaran a parir.  Miedo de encontrarme con una clínica poco segura. Miedo de infecciones y muerte. 

Cuando nada de eso pasó, volví a sentir miedo por tener una complicación, terminar en el hospital y ser criminalizada. Todos los escenarios que generé ante la incertidumbre, frustración y ansiedad me llevaron a un pozo muy profundo que me apartó de todo, hasta de mí misma. 

No poder decidir sobre mi cuerpo fue lo que me consumió aquellos días. El aborto en sí no me generó ninguna depresión

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Vivir un aborto acompañada

Ante todo, fui privilegiada, tuve personas al pie del cañón que me llevaron a mis consultas, me acompañaron, me prestaron dinero. 

También tuve la luz de mi hermana, quien nunca dejó de tomar mi mano. Su compañía, consuelo y risas me guiaron entre la oscuridad de aquellos días inciertos.

Claro que hay mujeres con cáncer o una discapacidad que deciden ser madres y celebro a cada una. Sobre todo, espero el día que todas tengamos todas las opciones. 

Debemos de tener plena libertad sobre cómo deseamos vivir nuestros tratamientos y/o realidades sin que la sexualidad nos sea negada. 

Estamos vivas y estamos aquí, es nuestra voz, nuestra decisión la que debe ser escuchada.

Será ley.

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