No había ni llegado septiembre cuando una invasión de pan de muerto y calaveras se apoderó de la ciudad. Hora de escoger el atuendo de Halloween y la opción más gustada, despreciada —y temida— es siempre la misma: el putidisfraz.
Pese a que se reconoce esta fecha como «el único día del año en el que una mujer puede vestirse como una puta total y nadie puede decir nada al respecto» (según la sabiduría de Mean Girls), sabemos que eso no es cierto. Siempre hay alguien juzgando y censurando, arruinando la diversión.
Ni santa ni puta
La clasificación que se le da a los disfraces y a sus portadoras es parte de la eterna –e innecesaria– división santa-puta.
Hay «mujeres de una noche» y «mujeres para siempre»; las que los hombres deben respetar y las que deberían violentar. Es decir, si eliges un disfraz ajustado, sensual o «descarado» eres un objeto de deseo (pero sólo por un rato), jamás de respeto.
Según el cliché, si usas un putidisfraz tampoco puedes tener decencia, ya no digamos cerebro; porque, según la norma, si eres inteligente no necesitas ser atractiva ni cultivar tu apariencia, no debe interesarte mostrar tu cuerpo 🙄
¿Eres Daria o Quinn?, ¿La hueca Penny o la inteligente (y cubierta en gabardina extra larga) Scully? Y así nos tienen, en los extremos, obligadas a escoger uno de ellos todo el tiempo.
Lo realmente importante
Las mujeres podemos disfrazarnos –y vestirnos– como nos dé la gana, sin importar lo que quieran los demás y los parámetros con los que nos educaron. Ya sea de diabla, conejita, alguna princesa de Disney o tu personaje favorito en versión sexual, eso no cambia lo que eres.
Por increíble que parezca, llevar un escote de infarto, ponerse un liguero, un leotardo y enseñar media o toda la nalga no quiere decir que merezcamos menos respeto, no es una invitación ni quiere decir que queremos ser tocadas, mucho menos sin consentimiento. ¡Ah! y tampoco tiene que ver con el coeficiente intelectual.
Tú eliges
El putidisfraz provoca incomodidad porque nos recuerda algo que todavía resulta muy incómodo para algunxs: la sexualidad puede estar presente en todo momento, en nuestra manera de vestir, de caminar, de comer y, en general, en todo lo que provoca disfrute. No es algo que mantenemos encerrado en una caja y sacamos únicamente cuando tenemos algún encuentro sexual.
Diversión para todxs
Una cosa más, el putidisfraz es para todo tipo de cuerpos: altos, bajos, con estrías, celulitis, pecas, poros, manchas, etcétera. Y no, no es una obligación ser sexy, pero tampoco es necesario meterse en una botarga para ser «real» o respetada.
La modestia empodera a algunas, la desnudez y la sexualidad abierta a otra. Ninguna es mejor o peor, de lo que se trata es de poder decidir lo más libremente posible.
Así que, si es lo tuyo, ¡usa tu putidisfraz con orgullo! Y si no, no hay por qué criticar a quienes deciden hacerlo.