Por qué ese viaje que tanto anhelas no cambiará tu vida

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Tal vez estés leyendo esto desde tu cubículo en la oficina, quizá en el café al que vas siempre y pides lo mismo cada día, acaso me lees en el transporte…o en el baño. Es otro día, igual al de ayer, comienzas a preguntarte por qué sigues en el mismo trabajo, en la misma rutina, cualquier cosa sería mejor que permanecer donde estás.

Empiezas a soñar con escapar, irte de viaje, ¿acaso hay algo más excitante que eso?

Hay tanto de cliché en los viajes que es difícil saber por dónde comenzar:  paradisíacas fotos cuidadosamente posadas en Instagram, cientos de frases cursis y memes al respecto en todas nuestras redes, sin olvidar las fantasías estilo Eat, Pray, Love: cada parte del viaje será trascendental, todos los hombres se derretirán por ti, habrá gente sabia y hermosa por todas partes, además, te encontrarás a ti misma y ¡por fin!, sabrás quién eres.

Pues no.

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Foto. Priscilla Du Preez/Unsplash

Ni es una cura ni lo resuelve todo mágicamente

Viajar no es una terapia que resuelve mágicamente todos tus problemas, te consigue al amor de tu vida y cambia tu existencia para siempre. Tampoco es la única forma de aprender, ni de experimentar la intensidad de la vida.

No es lo que prometen todas esas frases con las que agencias de viajes y aerolíneas intentan venderle paquetes a tu tarjeta de crédito y a tu «alma viajera».

Es una experiencia compleja y sumamente demandante, física, emocional y mentalmente, llena de sorpresas, algunas agradables, otras no tanto. Lo anterior se dispara aún más cuando la travesía es sin más compañía que tú misma.

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Foto. Ibrahim Rifath/Unsplash

Cuando estás sola, eres tu única fuente de bienestar, entusiasmo, amor y diversión, por lo tanto, aprenderás cuánto te conoces; cuánto sabes de tus habilidades, defectos, inseguridades y temores, tendrás que lidiar con ello —quieras o no— eso puede resultar terriblemente intimidante, especialmente si no estás acostumbrada a estar sola o si has pasado largo tiempo sin escucharte.

Criaturas de hábitos

Viajar es adentrarse en lo desconocido, y no hay nada que trastorne más a las criaturas de hábitos que somos como lo incierto.

No me refiero sólo a las alteraciones de sueño, de alimentación y eliminación de desechos, la facilidad con la que transitas por todas las emociones en un mismo día es abrumadora.

Hay momentos en que simplemente no puedes creer que estás donde tanto has soñado y al otro te preguntas qué chingados haces durmiendo en un hostal o en el sillón de un desconocido; por mucho que ames el viaje habrá momentos en los que lo cambiarías por estar tirada en tu casa, texteando, viendo series o haciendo cualquier pendejada.

Aprendizajes inesperados

Mientras que algunas pueden encontrar el amor o hacer nuevas amistades, la realidad es que no ocurre con frecuencia.

Los contactos son fugaces, superficiales y difícilmente se convierten en algo más, esto te ayuda a darte cuenta de la fragilidad de los vínculos. Hace un poco más fácil entender que la gente entra y sale de nuestras vidas sin avisar, que todos estamos de paso y cualquier lugar —aunque sea por un instante— puede ser un hogar.

Aunque será excitante ver rostros distintos cada día, terminarás por extrañar una cara familiar; alguien que te conoce y te acepta tal y como eres.

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Foto. Anete Lūsiņa/Unsplash

Todo cambia cuando te detienes (y te escuchas)

Ir de un lugar a otro no es la panacea, ni —necesariamente— abre mentes, o derriba prejuicios, no es sinónimo de aprendizaje, mucho menos de relajación. Estar moviéndote todo el tiempo puede resultar tan estresante como aquello de lo que anhelabas escapar.

En el viaje todo cambia cuando te detienes, cuando dejas de obsesionarte por «lo que deberías estar haciendo» o comparando tu recorrido con el de otros. Lo mismo puede ocurrir sin siquiera salir de casa, escuchándote y poniendo más atención a lo que en verdad deseas y necesitas.

El furor por viajar nos ha estimulado a movernos, a conocer otros países, redescubrir nuestro sitio de origen y, con algo de suerte, a nosotros mismos. Sin embargo, la respuesta definitiva no está en la playa, ni al otro lado del mundo.

Ese viaje no te cambiará la vida, pero quizá te marcará de formas en las que no esperabas.

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