Ser puberta en el 2000

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¡Ah, la pubertad! Qué etapa tan difícil y divertida. Te juras dueño del mundo, eres invencible, nadie te entiende y todo lo sabes. Sin embargo, cuando miras hacia atrás te das cuenta de lo ilusa que realmente eras y lo ridícula que te veías tratando de hacerte a la sabelotodo.

Para las mujeres, la pubertad es diferente que para los hombres, porque es la etapa en la que comenzamos a obsesionarnos con el maquillaje, la ropa, nuestro cuerpo, etc. Todo es un universo desconocido de marcas, productos y rituales de belleza que nos acompañan en la transición de dejar de ser niña para comenzar a ser adolescente.

Pensando en eso, y haciendo un recuento de los daños, llegué a la conclusión de que las mujeres que vivimos nuestra pubertad alrededor del año 2000 nos sometimos de manera voluntaria a una serie de procesos  de lo más extraños para poder ‘vernos lindas’. Procesos que hoy puedo catalogar como verdaderas barbaries.

Lo primera era el cabello. Y en cuanto a peinados hubo varias tendencias a adoptar. Una era el efecto wet look, o sea, que tu cabello se viera como si acabaras de salir de la regadera. Para este propósito se crearon varios geles especiales que costaban una ‘fortuna’, mientras que por la módica cantidad de 5 pesos, las mortales como yo comprábamos un paquetito de grenetina (gelatina sin sabor ni color) y comenzábamos todo un ritual para conseguir ese mismo efecto.

Lo primero era poner a hervir agua para después diluir el paquete de grenetina. Ya que tenías la mezcla te llevabas la olla al fregadero de la cocina y con mucho cuidado para no quemarte comenzabas a remojar tus mechones. Después de eso te ponías una toalla en la espalda para no embarrarte y esperabas a que secara. El resultado era impresionante, unos rizos aparentemente mojados pero totalmente secos y tiesos. Hasta ahí digamos que todo iba bien.

El problema llegaba cuando ya en plena fiesta te ponías a bailar y sudar y cual cenicienta el encanto se te terminaba y empezabas a sentir cómo una sustancia gelosa se te pegaba en la espalda y los brazos. Desagradable, realmente desagradable.

Luego comenzó la euforia por llevar el pelo planchado, totalmente liso como si te hubiesen pasado una máquina aplanadora. Sin embargo, las planchas para el cabello eran algo novedoso que apenas se podía encontrar en uno que otro salón, así que no nos quedaba más que conformarnos con un planchado DIY patrocinado por la plancha de ropa de tu casa. ¡OJO! Esto requería destreza y concentración, ya que un movimiento en falso podía hacerte acreedora de una marca roja en la cabeza o la oreja.

Para plancharlo primero colocabas una toalla sobre la cama y luego le pedias a alguna amiga que te pasara la plancha en la melena. Inmediatamente veías como empezaba a salir humo y olía a quemado, pero el resultado era bastante bueno –según nosotras– y nos sentíamos como unas campeonas por haber logrado un liss efect totalmente gratis.

Por último, para un peinado casual de día, el hit era llevar la tradicional cola de caballo con el pelo relamido, pero cuando digo relamido es RE-LA-MI-DO, porque en oposición a la moda actual que es llevar el cabello suelto y natural, el chiste en esa época era que tu cabello pareciera un casco militar.

El proceso era muy simple, remojabas el cepillo en el gel y comenzabas a jalar hacia atrás cuidando que ningún pelo se saliera de lugar, porque si te quedaban ‘gallos’ olvídalo, era mandatorio comenzar de nuevo.

Finalmente, en cuanto al maquillaje no había mucho que hacer, a los 13 años el kit básico se limitaba a un lipgloss transparente con olor a algodón de azúcar que TODAS compraban en la islita del centro comercial y polvo o base líquida para disimular uno que otro granito. El gran problema fue que nadie nos explicó que existen distintos tonos de base para distintos tonos de piel, así que hoy por hoy veo mis fotos antiguas y todas, desde mi amiga más pálida a la más morena, tenemos una cara tan blanca que parece haber sido poseída por Casper el fantasma.

También surgió la fascinación por el corrector en color verde o amarillo que te permitía disimular ojeras y puntos rojos, pero honestamente creo que nunca entendimos bien cómo aplicarlo. ¿Se usaba antes de la base? ¿después? ¿el verde es para lo rojo, el amarillo para las ojeras, o es al revés? Ustedes imagínense lo difícil que era eso, porque en ese entonces no teníamos la facilidad de entrar a google y hacer ese tipo de preguntas tan trascendentales o ver tutoriales en Youtube que nos ahorraran la vergüenza de aparecer en una fiesta con la cara de Hulk.

Ah, es que de veras les digo que la pubertad; hermosa, rebelde, confusa pubertad.

Si en este punto del artículo te descubres a ti misma con una sonrisa en el rostro, ¡felicidades! seguramente fuiste una puberta del 2000, te reto a desenterrar tus fotos y reírte de las ocurrencias del pasado.

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