Por mis ovarios: Fui donadora de óvulos y te cuento mi experiencia

La donación de óvulos sigue siendo un tabú. Al margen de los pros y contras que pueda tener, ésta debe ser una decisión completamente personal e informada.

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A inicios de febrero de 2023 decidí iniciar un proceso de donación de óvulos para que otra persona pudiera ser madre. El procedimiento llegó a mí por coincidencia. Mi ginecólogo — que trabaja en una clínica de fertilidad— conoce mi historial clínico y quizá por eso me planteó la posibilidad de ser donadora y acepté.

Vengo de una familia y un entorno bastante conservador, donde la reproducción asistida y la donación de óvulos siguen siendo temas tabú. Quizá por eso busqué, para mí y las demás personas, una razón ”válida” para justificar el proceso por el que iba a pasar.

¿Qué se responde cuando te preguntan por qué donas tus óvulos en lugar de parir a tu propia descendencia?

Primero quise convencerme de que lo hacía por un acto de altruismo: darle a otra mujer la posibilidad de tener algo que ella no podía y yo sí. Pero la verdad es que no es así. No me mueve complacer el deseo de una mujer socialmente acomodada que puede tener acceso y pagar miles de pesos por la inseminación de mis óvulos. El costo promedio de un tratamiento de este tipo ronda entre los 50 mil y 200 mil pesos.

Luego pensé que quizá lo que me motivaba era el dinero que la clínica me ofreció como compensación económica: 15 mil pesos que me entregaron en efectivo cuando todo el proceso terminó. Pero la verdad es que tampoco fue ese el motivo. No me sobra el dinero, pero tengo cierta estabilidad económica.

Antes de ahondar en las razones de mi decisión, quiero explicarles cómo fue el tratamiento que, en mi caso, duró dos semanas y por el que por primera vez en mi vida entré a un quirófano.

Cómo es el proceso de donación de óvulos en México

La donación de óvulos es una técnica de reproducción asistida por medio de la cual una persona dona a otra algunos de sus óvulos para ser fecundados a través de inseminación artificial.

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Aunque en México es un proceso legal, “no existe un marco normativo integral que regule, a nivel general, el acceso a estos procedimientos reproductivos y su práctica. Esto produce incertidumbre jurídica para las partes involucradas, y abre la puerta a actos arbitrarios y discriminatorios contra quienes buscan servicios de reproducción asistida”, de acuerdo con el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE).

En el Senado mexicano hay al menos dos iniciativas que están en la congeladora. Una se aprobó, pero nunca fue publicada en el Diario Oficial de la Federación (DOF) para que entrara en vigor.

Durante el proceso se hace una estimulación ovárica. Las mujeres nacemos con millones de óvulos que con el paso del tiempo van disminuyendo en cada ciclo menstrual. Cada mes, sólo uno madura para ser fecundado… o no.

Lo que hace la estimulación es que se maduran varios óvulos para su fecundación. El procedimiento es bastante invasivo. Tuve que hacerme un estudio de sangre al inicio y uno al final. Además de la aplicación de 20 inyecciones de hormonas (Merional Inyectable y Gonal F.) que yo misma aprendí a aplicarme en el vientre. Hasta que mis óvulos alcanzaron la maduración necesaria para su extracción.

donación de óvulos
Esta es una foto del día que me sacaron los óvulos.

Hice cinco visitas a la clínica para seguimiento y supervisión de óvulos. A veces iba con miedo. Me hicieron tres o cuatro ultrasonidos vaginales. Tenía una inflamación y dolor abdominal que aumentaba al mismo tiempo que el tamaño de los óvulos. No podía tener sexo. Y para la extracción pasé por primera vez por una puerta de quirófano.

Efectos secundarios de la donación de óvulos

Durante el proceso te puedes acostumbrar al piquete de la jeringa, a la inflamación diaria, cólicos nocturnos y a los cambios de humor. Pero la recta final, cuando la extracción está cerca, es dolorosa y complicada: dolor en los senos, en el abdomen, de cabeza y náuseas.

Si bien un médico me explicó los efectos secundarios y firmé un contrato que los advertía, los dolores y molestias que experimenté fueron mayores de lo que esperaba.

Una de las cláusulas hablaba de los riesgos para la donante. O sea, yo. Cuando se introduce la aguja para aspirar los óvulos “se puede lesionar la vejiga, el intestino y producir sangrado ovárico, que requiere de intervención quirúrgica, así como puede ocurrir el deceso”.

El último día del tratamiento, un lunes por la noche, mientras le inyectaba la última carga de hormonas a mi cuerpo, pensaba en lo agotada y harta que estaba. Ningún pantalón lograba cerrarme y estaba irritable la mayor parte del tiempo.

Así se veía mi vientre.

Aunque las reacciones suelen ser distintas en todos los cuerpos, las clínicas y hospitales ofrecen generalmente una compensación económica por las molestias, traslados o la inasistencia al trabajo. Aquí es importante hacer una aclaración: la Ley General de Salud, en su artículo 237, prohíbe la venta de órganos, así como las células (en este caso las reproductivas). Entonces es importante señalar que ante la ley, este dinero no es un pago.

La cirugía estaba programada para el miércoles a las 9:00 am. Para ese momento el dolor era más intenso. Y ahí, en la sala de espera, quise encontrar inmediatamente una respuesta de por qué lo hacía.

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También pensé en todos los argumentos que me habían dado para no hacerlo. “Es que vas a regalar a tu hijo; vas a tener un hijo perdido por ahí; te están instrumentalizando; que si te explotan las mujeres blancas; que si mercantilizas tu cuerpo; que si el capitalismo; que si es un negocio para la clínica”, etcétera. .

Entré al quirófano con ese pensamiento. Sedaron todo mi cuerpo. El dolor desapareció, pero mi mente no descansó hasta que me quedé dormida. Me despertaron 30 minutos después y escuché a la enfermera decir que ya, que todo bien. Salí caminando 15 minutos más tarde.

En los siguientes días los dolores continuaron en los senos y en el abdomen. Sentí que mi cuerpo tardó al menos una semana en volver a la normalidad. Y entonces volví a pensar en la pregunta “¿por qué lo hice?”. Y en la única respuesta que me mantenía satisfecha y congruente: lo hice porque quería y porque podía.

Lo hice por mis ovarios: entre la autonomía y la regulación de la donación de óvulos

Me gusta sentirme libre. Me gusta saberme dueña de mi cuerpo y poder decidir de forma autónoma lo que quiero hacer con él. Y, claro, hacerme responsable de esas decisiones.

El tatuaje que me hice por primera vez me hizo sentir lo mismo. Nunca quise uno, pero se convirtió en un desafío a los prejuicios de mi familia y en un posicionamiento de que mi cuerpo me pertenece a mí y a nadie más.

Al donar mis óvulos estuve consciente de que varias realidades pueden coexistir. En efecto, hay un sistema que puede orillar a la explotación del cuerpo de las mujeres y personas con capacidad de gestar a cambio de una compensación económica, sin ofrecerles garantías de salud o cuidados. Pero también están las vivencias de personas que, sin presión de factores que las orillen a hacerlo, deciden convertirse en donadoras. En esta última experiencia me reconozco yo.

Quiero la libertad para abortar si lo necesito. Quiero ser madre también. Quiero donar mis órganos cuando muera. Quiero otro tatuaje en el brazo. Quiero darle mi sangre a quien la necesite. Quiero saber que otra mujer puede ser madre gracias a mi cuerpo, si así lo deseo.

El “vacío” de donar óvulos en México

La realidad es que en México hablar de las libertades sexuales de las mujeres, así como de reproducción asistida, sigue siendo un tabú y, por ello, aunque la reeproducción asistida es legal faltan las regulaciones necesarias para evitar abusos y discriminación. Por eso, es difícil encontrar cifras o testimonios que nos cuenten sobre los procesos y las experiencias de la donación de óvulos, pero también de quienes los reciben.

La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) contempla hasta el 2017 una lista de 130 establecimientos autorizados para la reproducción asistida en todo el país. Entre esos, la clínica a la que yo asistí.

En la legislación mexicana hay muchos huecos que no nos garantizan a las mujeres una vida libre de violencia, incluyendo la que tiene que ver con nuestra sexualidad y nuestra capacidad reproductiva.

Por eso si quien me está leyendo tiene interés en donar sus óvulos, es importante acudir con su gine de confianza para una recomendación segura, pues al ser un servicio exclusivo de las clínicas privadas, la información de lo que pasa en cada procedimiento es confidencial e incierto.

Hacerlo por altruismo, por dinero, por gusto, por la experiencia, es completamente válido. Pero que sea válido no significa que sea seguro. Por eso quisiera que este texto sea una ventana para contrarrestar la desinformación. Una luz en la opacidad de las clínicas que pueden lucrar con nuestro cuerpo. Una respuesta a las miles de preguntas antes de entrar al quirófano.

Quiero que este texto sea para dar libertades. Libertades seguras e informadas.
Pero, sobre todo, quiero que quien me lea se sienta capaz de contradecir los prejuicios sociales, de cuestionarse sobre la autonomía de su cuerpo y que todas actuemos por nuestro gusto y por nuestros ovarios.

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