Viví violencia ginecológica y no quiero que le pase a nadie más

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¿Te has sentido juzgada, incómoda o violentada en una consulta? Es posible que hayas vivido violencia ginecológica y no estás sola.

Por: Tere Santana

En 2018, me diagnosticaron VPH y la doctora que en ese momento era mi ginecóloga, sugirió que la mejor manera de tratarme era un proceso quirúrgico llamado asa diatérmica o leep. Yo estaba a punto de irme de intercambio y no quería dejar mi salud para después, así que en menos de una semana ya había pasado por el procedimiento y estaba en recuperación. 

La doctora me comentó que era necesario hacerme una biopsia, que son los estudios que le realizan al cachito de útero que cortaron, con el fin de saber si mi lesión sí era VPH y qué tipo. Pasaron meses y, aunque le mandé mensajes una vez a la semana, nunca me entregó los resultados. Eso me conflictuó mucho, me sentí descuidada y como si mi cuerpo fuera solamente algo más en la lista de cosas por hacer, como si yo no fuera una persona, sino sólo un cuerpo con lesiones que había que cortar. 

Cuando regresé de mi intercambio, me propuse buscar a una ginecóloga feminista que me pudiera explicar mejor qué había pasado, y que en caso de ser necesario, me diera otro tratamiento o un seguimiento más de cerca.

Un trato diferente

Fui a los laboratorios de Salud Digna, me realicé los estudios de papanicolau, colposcopía y una PCR para saber qué virus de papiloma tenía (ya que en la biopsia que me dio la doctora anterior no decía) y se los llevé a mi nueva ginecóloga. 

Desde que llegué, sentí un trato distinto: me explicaba cada uno de los procedimientos que me estaba realizando y me pedía autorización si tenía que introducir el pato, un cotonete o cualquier cosa en mi vagina. Me iba explicando paso a paso lo que hacía y cuál era el fin, era amable con mi cuerpo y me trataba con empatía y respeto. 

Al terminar de revisarme y de ver mis estudios, hizo una expresión bastante molesta y me dijo: 

“La persona que decidió que debías someterte a un asa diatérmica fue muy irresponsable. Tus lesiones no eran tan graves, se podían tratar con medicina, ejercicio, alimentación y chequeos constantes”.

Me quedé anonadada, con ganas de llorar y sintiéndome terrible porque alguien me vio como un pedazo de carne y tomó decisiones irresponsables sobre mi cuerpo. Por desgracia, según me dijo mi ginecóloga, esta es una situación común, en la que profesionales de la salud eligen el procedimiento más caro y rápido en lugar de un tratamiento más largo.

Mi doctora me recomendó iniciar un plan alimenticio con una nutrióloga, para balancear mis hormonas con alimentación y ejercicio. Siguiendo este tratamiento noté un cambio físico importante, pero todavía tenía secuelas emocionales por el trato que recibí. 

Empecé a tratar el tema en terapia y tuve el privilegio de tener atención integral ante lo que sucedía en mi cuerpo. Mi psicóloga, nutrióloga y ginecóloga estaban ahí para mí, sosteniéndome y acompañándome.

violencia ginecológica

Lo que sabemos de la violencia ginecológica

En terapia comencé a visibilizar que lo que me había sucedido fue violencia ginecológica. Me dolió mucho y como siempre, intenté socializar mi sentir. 

Quiero decir que me sorprendí cuando me enteré que la gran mayoría de mis amigas y conocidas han sufrido violencia ginecológica, pero la verdad es que no. 

Muchas nombramos que la gran mayoría de veces, las y los ginecólogos asumen que somos heterosexuales, esperan que tengamos pocas parejas sexuales (o ninguna) y cuando alguno de estos parámetros no cumple lo que ellos esperan, juzgan. 

Mi curiosidad al respecto me llevó a buscar en la internet encuestas o datos sobre la vivencia de violencia ginecológica en México, pero terminé encontrando, en su mayoría, datos que hablan sobre la violencia obstétrica, que es la que se ejerce antes, durante y después del embarazo. Y aunque ese asunto es de suma importancia, la violencia ginecológica es sumamente invisibilizada si no existe alrededor de un embarazo.

Por suerte, sí hay algunas iniciativas. En Chile, por ejemplo, en 2019 varias colectivas lanzaron la primera encuesta nacional sobre violencia ginecológica y obstetrica, intentando de ésta forma hablar y visibilizar las violencias ejercida en consulta hacia mujeres cis, hombres trans y personas no binarias que tienen vulva. 

De forma internacional, el 25 de noviembre se conmemora la Revolución de las Rosas, día en el que se lleva a los hospitales rosas para llamar la atención sobre este tema. También, hace unos meses, se organizó un conversatorio alrededor del VPH, en el cual se abordaron temas de violencia ginecológica y tabúes sexuales. 

Es importante hablar

Ahora a unos años de mi primer diagnóstico, sigo acudiendo a chequeos constantes y me siento mejor, pero las secuelas emocionales y sobre todo, el enojo, persisten. 

Entendí que no quiero volver a callar nunca la violencia, que quiero acompañar, escuchar y ayudar a buscar alternativas, porque al final de cuentas, en este mundo que históricamente ha vulnerado nuestros derechos sexuales y reproductivos, la resistencia la vamos creando nosotras, en las calles, en los círculos cercanos, en terapia, acompañando a otras y visibilizando lo que sucede. 

Y paso a paso, en un caminito lleno de piedras, vamos luchando y alzando la voz. Entre nosotras lo hablamos, resistimos, nombramos y cambiamos. 

Cómo identificar la violencia ginecológica

Es importante notar las banderas rojas que existen en los consultorios, las cuales son señales de que la consulta que nos están brindando no es empática, cuidadosa, ni respetuosa con nosotras y nuestros cuerpos. 

*Emitir juicios de valor sobre el ejercicio de tu vida sexual.

*Emitir juicios sobre tu orientación sexual o identidad de género.

*Comentarios inapropiados sobre tu cuerpo.

*Comentarios sobre tu decisión de depilarte o no.

*Realizar prácticas sin tu consentimiento.

*Realizar tactos inapropiados en los que te sientas vulnerada.

*Ejercer tactos que te generen dolor (y que continúen después de que lo señales).

*Colocación de instrumentos a la fuerza.

*Emitir órdenes médicas de cirugías sin haber hecho una debida exploración para determinar que esa es la forma adecuada de tratar lo que acontece en tu cuerpo (por ejemplo, no realizar una biopsia antes de un leep).

*Recetar hormonas sin un adecuado análisis previo.

*Brindar explicaciones no claras sobre tus procesos biológicos, enfermedades o infecciones.

Si vives alguna de estas, es momento de buscar otra (u otro) ginecóloga. Incluso puedes irte de su oficina a media cita.  

La violencia ginecológica es algo que las mujeres hemos cargado y soportado por generaciones. Es por esto que es importante, ahora más que nunca, saber que entre todas nos cuidamos, nos recomendamos ginecólogas, nos escuchamos, nos acompañamos. 

Nuestras cuerpas son nuestra casa, somos nosotras. Hay que abrazarnos, escucharnos, sanarnos… y la sanación es siempre histórica.

Recuerda siempre que no estás sola y que seguramente habrá alguna persona dispuesta a escucharte y acompañarte. 

Nunca más violencia sin respuesta. Nunca más vivir violencia a solas. Por nosotras, por las que estuvieron antes de nosotras y por las que vendrán después.

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