Cuando pensamos en brujas pensamos en los juicios de Salem o en Europa, pero las brujas negras también fueron perseguidas en territorios que ahora son llamados América Latina.
¿Quién no ha escuchado la popular frase “somos las nietas de todas las brujas que no pudiste quemar”?
Este enunciado pertenece al movimiento feminista que reivindica a las brujas como mujeres contrahegemónicas y rebeldes, opositoras al sistema patriarcal.
En lo personal, nunca me sentí convocada por la insignia feminista de la bruja. Me sentía lejana y poco identificada, porque siempre he creído que apela a mujeres blancas europeas del medioevo.
Por alguna casualidad, hace pocos días encontré este tuit, que dice “no eres la nieta de las brujas que no pudieron quemar, eres la nieta de una señora católica”. Leerlo hizo que el tema de las brujas comenzara a rondar mi mente.
Brujas, negras y perseguidas
Me pregunté por las brujas en el contexto de la Colonia y la Esclavitud, por mis ancestras y mis amigas.
Pensé en la obra de un viejo amigo artista afrocolombiano, que retrató a Paula de Eguiluz, una mujer negra esclavizada que fue acusada de brujería por los tribunales de la Inquisición en el siglo XVII en Cartagena de Indias, Colombia.
Luego recordé a Lina, mi trenzadora de confianza en Colombia. En una sesión en la que trenzó mi pelo en un tiempo récord de cinco horas, me contó con grandioso detalle la complicada relación que tuvo con la familia de su ex pareja. Sus ex cuñadas decían que Lina hacía brujería. Como era de esperarse, la relación acabó.
A mi mente vinieron una cantidad de representaciones de mujeres negras como brujas en las narrativas populares: desde Mariana, personaje de la telenovela colombiana Betty la fea, hasta la Mulata de Córdoba, leyenda mexicana sobre una mujer negra acusada ante el Santo Oficio de tener pactos con el diablo.
Una historia de la que no hablamos
En el marco del feminismo, la cuestión de las brujas negras quizá ha sido menos analizada y reflexionada. Cuando hablamos de brujas, pensamos más en la Edad Media y menos en la Colonia, más en Europa y muchos menos en Abya Yala (el nombre que el pueblo guna le dio a América).
Pero indudablemente existe una relación entre la esclavización de los pueblos negros e indios y la Inquisición en América. El sistema económico capitalista, cada vez que se inaugura en un lugar inédito, se hace valer de la cacería de brujas para imponerse.
Así lo señala Silvia Federici en su libro El calibán y la bruja (2010):
Cada fase de la globalización capitalista, incluida la actual, ha venido acompañada de un retorno a los aspectos más violentos de la acumulación primitiva, lo que demuestra que la continua expulsión de los campesinos de la tierra, la guerra y el saqueo a escala global y la degradación de las mujeres son condiciones necesarias para la existencia del capitalismo en cualquier época.
El calibán y la bruja
En Abya Yala, las brujas ya no eran las mujeres europeas. Miles de mujeres negras esclavizadas, acusadas de brujería, fueron torturadas y asesinadas durante el periodo de la la Colonia.
Las brujas, poseedoras de saberes considerados no científicos, pusieron a tambalear al poder, construyendo maneras de conspirar y sabotear. Algunos autores comentan que la brujería fue una práctica de resistencia frente a la esclavitud y la colonización.
La sexualidad y las brujas
Paula de Eguiluz, por ejemplo, acusada de idolatrar al diablo, era una experta en el arte del bien querer.
Este arte era la convergencia de varias tradiciones yorubas, magia salomonis y yerbería del Nuevo Mundo, una práctica mágica que mujeres afrocaribeñas llevaban a cabo para ligar amantes y mantener la sensualidad y el deseo vivos (Maya, 2002).
Los placeres de la carne eran considerados pecado. Los saberes en torno al cuerpo, al amor y a la sexualidad, se convertían en lascividad e impudicia.
No es casualidad que en este momento histórico se erige el paradigma de la racionalidad masculina y occidental como la única posibilidad de construir conocimiento. El cuerpo y todo lo que se produce desde ahí se relega como pecaminoso e irracional.
Las brujas negras contradijeron este orden que se imponía, se rebelaron una y otra vez contra los valores de un cuerpo católico, aburguesado, moralmente blanco.
Prácticas culturales convertidas en estereotipos
Si bien la Inquisición ya no existe, el estereotipo de que las prácticas culturales y creencias ancestrales no occidentales son brujería sigue vigente en la actualidad: la curación, prevención de enfermedades, la partería, entre otras.
Persiste aún el imperativo de la ciencia occidental como la verdadera y legítima. La idea que sostiene que los saberes y experiencias no occidentales son inferiores e inválidos está viva, pero la resistencia también.
A mis ancestras, las brujas negras que sobrevivieron a los improperios de la colonia, a la violencia de los latigazos, a las acusaciones racistas, todo mi respeto y admiración, porque ellas fueron las que guiaron a nuestro pueblo por el camino de la libertad.