¿Qué hay en tu escritorio? O tal vez las preguntas deberían ser: ¿tienes un escritorio?, ¿trabajas en el comedor o en la cama? Hace 90 años, Virginia Woolf escribió un ensayo en el que argumentó que las mujeres necesitan una habitación propia para crear, pero ya en el siglo XXI, a veces esa habitación acaba siendo un baño a medianoche.
Esa fue la experiencia de Elma Correa, escritora que terminó su tesis por las noches, en el baño, para huir del calor de Mexicali y no despertar a su hijo ni a su novio. Ahora, ella está detrás de una de mis cuentas de Instagram favoritas: Habitaciones Propias, en la que recopila fotos de los lugares de trabajo de escritoras y creativas.
Un proyecto colectivo
Todo empezó cuando una amiga invitó a Elma a participar en una exposición de arte visual: “En mi nula capacidad de producir piezas artísticas, le mandé un mail a varias morras”, me cuenta. En ese mail les pedía fotos de sus lugares de trabajo, para crear una obra colectiva. Después, para preservar el material y continuar el proyecto, surgió la idea de Instagram.
En tres o cuatro días, Habitaciones Propias ya tenía más de mil seguidores y más de cien fotos. Aunque cumplen con el requisito de mostrarnos la vida de otras personas, estas fotos no son como otras que encontramos en Insta. Acá hay desorden, hay bebés y mascotas que se cuelan en la imagen, hay pañuelos verdes, cajas de mudanza, libros en el piso.
No es una curaduría ni un registro de “el mejor momento” de una casa, cuando se acaba de limpiar y se esperan visitas. En su mayoría, son genuinamente fotos de lugares de trabajo, con todo lo que eso implica.
“Es muy padre encontrar las coincidencias, las neurosis. Yo me reconozco en los escritorios todos revolcados”. Elma y yo nos reímos porque las dos encontramos muy reconfortante que otras escritoras también creen en medio de un ligero desorden.
Desde el chisme hasta una lectura de clase
Aunque los pies de foto son solo una o dos líneas, las cuestiones de clase y de raza también en están presentes en Habitaciones Propias.
Las imágenes nos llevan a cuestionar quiénes sí tienen acceso a un espacio, quiénes no y por qué, así como a qué hora lo usan y si están realmente solas o compaginan su trabajo con las labores de cuidado.
Quizá por eso ya somos más de mil quienes entramos todos los días y otras mujeres se han interesado también en compartir e invitar a más creadoras, ya no solo escritoras y no solo mexicanas.
Elma me cuenta que Gabriela Conde, Patricia Rosas Lopátegui y Romina Cazón le han dado muchísima difusión al proyecto, y que fue Úrsula Fuentesberain la que le sugirió crear una cuenta de Twitter.
Esto es importante porque para Elma no se trata de un proyecto personal, sino de una actividad colectiva que ella solo coordina y facilita: “En Instagram hablo siempre en plural y me preguntan ‘¿quiénes son ustedes?’, creo que sueno un poco psicótica. Pero abrí la cuenta porque alguien tenía que hacerlo, yo no siento que sea mi proyecto.”
Más habitaciones propias
El catálogo, eso sí le queda claro, debe quedarse en línea mientras el internet lo permita, pero el futuro de las fotos está en ideas de otras creadoras, que pueden usar las fotos como ellas quieran.
“Hay tantas mujeres haciendo cosas en todo el mundo que yo creo que perfectamente de 150 puede pasar a 1,500 o 15 mil fotos”, dice Elma. Y sí, somos muchísimas y cada vez se nos suman más.
Aunque no hayamos logrado el ideal de Woolf (quien, hay que recordar, era una mujer privilegiada), en todas partes hay mujeres que se hacen de rinconcitos propios para producir y que tienen ganas de conectar con otras.