Tengo más de 30, no he encontrado mi propósito en la vida… y no está mal (creo)

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**Texto: Alexandra S.**

Hace unos días desperté y así, de sopetón, me cayeron todos mis años encima, cual baldazo de agua fría. Entrando en ánimo trágico, me miré en el espejo y solo vi una pasita vieja y arrugada. Y ya en el azote total, sentí que lo que me quedaba de juventud se me iba, así como que ya era tarde para todo. Entonces me puse a reflexionar sobre mis aspiraciones en la vida y me pregunté si estaba en donde quería estar, si era esa auténtica versión que soñé de mí misma cuando estaba en mis incipientes 20 (agrado de «Todo sobre mi madre» dixit).

No supe qué responderme.

Estuve varios días en una crisis existencial tremenda preguntándome sobre mi propósito y tratando de descubrir qué era aquello que verdaderamente me apasionaba.

No es que me sienta una loser total, estoy orgullosa de mis pequeñas victorias personales, logros que pueden parecer simples para cualquiera, pero que para mí han representado giros radicales de vida. Pequeños o grandes, los cuales he disfrutado enormemente, o al menos he aprendido lo necesario de ellos. Sin embargo, cuando pienso en aquello que realmente me apasiona y, por ende, cuál es mi propósito en este mundo, me cuesta trabajo identificar qué específicamente me enorgullece.

Sentimiento de ausencia de talento

Hace un tiempo conocí a una mujer cuya pasión inequívoca es la danza, posee un talento extraordinario y con una sensibilidad y arrojo que erizan la piel. En cada uno de sus movimientos transmite esa pasión. Es notable cómo siendo muy niña encontró eso que quería hacer para toda la vida. Simplemente no podía parar de bailar. Y tras años de práctica, disciplina y esfuerzo, encontró también su propósito: inspirar a más personas a conectarse con el mundo del arte, por medio de la danza.

Entendí que pasión y propósito van conectados, uno no debería existir sin lo otro.

Unos días después, todavía en medio de la crisis, me encontré con la hermosa y reflexiva historia ilustrada de Maremoto en la que nos contaba sobre la productividad y la expectativa que hay sobre estar siempre haciendo-logrando algo. Y me sentí profundamente identificada. Por sentir que siempre tengo que esforzarme más, por pensar que tengo que ser la mejor en lo que haga y por darme cuenta de que no lo soy. Más azote.

Pero después pensé que después de todo, como ella dice, no le debo nada a nadie, y que tampoco es tan malo no haber descubierto todavía lo que más me apasiona en la vida porque eso me da oportunidad de redescubrirme a mí misma, de pensarme de otras maneras y de entenderme cómo una mujer con la capacidad y el potencial para deconstruirse y crearse nuevamente. Hasta me emocioné cuando lo pensé.

maremoto
Maremoto x Mar Lorenzo

¡Por fin!, el azote fue pasando

Lo primero que hice fue dedicarme a la tarea concienzuda de identificar esas actividades que me gustan mucho, aquellas que verdaderamente disfruto y en las que puedo pasar horas sin darme cuenta, pues me di cuenta de que era probable que justo ahí encontrara lo que me apasiona.

También me quité el miedo y la pena de aventarme a hacer cosas nuevas y compartir con otras personas lo que siento. «Quitarse el miedo y la pena», es una idea tan básica, pero al mismo tiempo terriblemente abrumadora. No es fácil, pero una vez que se da ese paso, ya no hay marcha atrás y todo empieza a fluir. De veras.

Decidí ir todavía un poquito más allá abriéndome a la oportunidad de compartir en otros espacios, de conocer a otras personas, de buscar inspiración en otras mujeres, de encontrar puntos de inflexión que me permitan crecer. Así sean cosas que antes no estaban dentro de mi marco de visión. O más bien, porque no están dentro de ese marco es que las busco.

Hice una última reflexión. No he encontrado lo que más me apasiona, y por eso no alcanzo todavía a ver mi propósito, pero sí en cambio, puedo ponerle «pasión» (corazón, entrega, compromiso) a lo que estoy haciendo hoy. Y no, no es chaqueta mental, ni frase de libro de autoayuda, en realidad es muy obvio: no pienso frustrarme por no haber hecho más de lo que he logrado hasta ahora, y sí, en cambio, puedo divertirme en el intento.

Así que sí, no he encontrado mi verdadera pasión; sí, mi propósito todavía no es claro; sí, tengo más de 30 y sí, ese hecho no tiene ninguna importancia. Aún hay vida para hacer lo que realmente me apasione.

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