Sobre baile, gozadera y el movimiento de danza queer

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Bailar es buenísimo para el cuerpo, la mente y el alma. ¡No lo digo yo! Bueno sí… ¡Pero también lo dice la ciencia! Hay miles de estudios, artículos e investigaciones que comprueban que para todo y para todos, bailar es incluso más benéfico que otras formas de activación física. Por ejemplo, la universidad de Stanford afirma que la danza es una de las actividades más recomendables para prevenir la pérdida de lucidez, memoria y agilidad física y mental; esto se debe a que conecta muchas funciones neurológicas, motoras y emocionales al mismo tiempo. En términos sencillos, como diría mi abuela: «El que no baila no goza y el que no goza se muere».

Y hablando de gozar, a mí me encanta bailar salsa con hombres y mujeres por igual, ya sea en el rol de llevar o de ser guiada. Y en este bailar libre me he encontrado con algunas constantes: a la gente le asombra que una mujer sepa llevar; a los hombres –la mayoría– les resulta difícil aceptar la posibilidad de ser llevados y a muchas mujeres les interesa aprender el otro rol.

Estamos acostumbrados a percibir los papeles «femeninos» y «masculinos» en todos lados y la danza no se queda atrás. Bajo los esquemas tradicionales lo supuestamente correcto es que el hombre guíe y la mujer se deje llevar, ¿no? Pero la realidad es que también podemos transportar lo queer a la danza y romper con esos estereotipos.

Carmen María Hergos es una mexicana, originaria de Yucatán, que hace lo suyo para romper estos esquemas en el baile que le apasiona. Desarrolló el proyecto «Tango Natural» en Barcelona, para enseñar a hombres y mujeres ambos roles de esta bella danza típica de Argentina. Ella se preguntaba por qué las mujeres tenían que esperar a que un hombre las sacara a bailar… ¿por qué no bailar entre ellas? Les comparto, de su propia voz, la respuesta:

Personalmente tuve la oportunidad de dar algunas clases de salsa para compartir con otras mujeres algunas técnicas y pasos para empezar a guiar. Además del increíble ambiente hubo mucha apertura, diálogo, risas, rico son cubano y mujeres –tanto heterosexuales como lesbianas– disfrutando del cadereo. Una grata sorpresa fue encontrarme con algunos hombres que se acercaban a decirme que también estaban interesados en aprender el otro papel, algunos motivados por el deseo de bailar con su pareja y otros simplemente por hacer el esfuerzo de entender mejor el otro lado.

En estas sesiones surgieron algunas reflexiones interesantes, les comparto algunas de ellas:

– A veces ciertas parejas de baile tienen una manera bastante ruda de llevar, tanto, que empiezas a temer que en la siguiente vuelta vayas a salir disparada por el impulso. Y es cierto, a veces el baile de pareja tiende a centrarse en demostrar que quien guía lo sabe hacer bien. Pero, mis estimadas y estimados, el baile es como el sexo: debe ser algo que para ambos sea rico, que se goce, que se disfrute y para eso hay que pensar también en el otro.

– Bailar entre mujeres no es quehacer exclusivo de las lesbianas. El baile en grupo o incluso de pareja no implica que necesariamente haya algo sensual de por medio.

– Hay que dejarse de ideas de que alguien «manda» en el baile, alguien domina y es dominado. ¡Cambiemos ese modo de percibirlo todo (incluso la danza)! Más bien es cosa de acoplarse, entenderse y disfrutarse.

– Ojalá más hombres le perdieran el miedo a dejarse guiar… pero para eso hay que dejar de percibir, como dije en el punto anterior, que alguien domina y es dominado.

Por si hubiera alguien por ahí pensando en sus adentros algo así como «claro, segurito es lesbiana o feminista», efectivamente lo soy, pero no es sólo cuestión de la comunidad LGBTQ+, no es sólo cuestión de ser feminista, es cuestión de que todos y todas podamos ir abriéndonos cada vez más a la posibilidad de vernos en las mismas condiciones, con las mismas capacidades y el mismo liderazgo.

No es exageración, esos roles presentes en todas nuestras actividades son pequeñas muestras de una fuerte ideología heteronormativa de fondo, sobre la que hay que hablar y reflexionar. Es permitirnos como mujeres tomar también la iniciativa, es atreverse como hombres a explorar otros aspectos, es dejarnos de los absurdos conceptos de dominación. Es abrir la posibilidad de bailar en libertad, sea cual sea la identidad, preferencia y género. ¡Bailemos, caray, bailemos!

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