Caro Díaz cuenta cómo ha atravesado los efectos secundarios que le causan los medicamentos psiquiátricos que toma para el trastorno bipolar. En el camino, ha encontrado a otras mujeres y personas con vulva que también los sufren.
Tenía 25 años cuando un psiquiatra me informó, en un frío y aburrido consultorio de hospital, que tenía trastorno bipolar, una condición que tiene a las personas viviendo entre periodos de euforia, depresión y estabilidad.
En ese momento tuve muchas dudas, pero la que más se repetía en mi cabeza era «¿tendré que tomar pastillas de por vida?»
No hay cura para el trastorno bipolar, sino que las medicinas —junto con la terapia y el autocuidado— mantienen al cerebro estable, lejos de la manía (euforia) y la depresión.
Los mitos de la salud mental de los que casi no hablamos
De las pastillas psiquiátricas había escuchado mucho: que eran adictivas, que te hacían engordar o que, en el mejor de los casos, podían llenar tu cara de puntos rojos gigantes.
Hay tantos medicamentos psiquiátricos como chocolates en el mercado: fluoxetina, aripiprazol, olanzapina, quetiapina, risperidona, ziprasidona y podría seguir. Pastillas verdes, amarillas, blancas, anaranjadas, azules, redondas, duras, blandas, brillantes y opacas que hasta pueden confundirse con caramelos.
Pero, aunque tenía miedo, sabía que, si quería salir de la depresión de terror que no me dejaba pararme de la cama ni lavarme el pelo sin sufrir, tendría que comenzar con el tratamiento. Y así fue.
Mi primer cocktail estuvo compuesto por un estabilizador del ánimo (para evitar los episodios de manía) y un antidepresivo. No estaba muy emocionada al respecto, pero me tomé las pastillas porque, pensaba, no tenía nada que perder.
El resultado fue que me empezaron a temblar tanto las manos que llegué a pensar que tenía párkinson, se me adormeció el cuerpo y me costaba abrir los ojos, así que decidí quedarme en mi cama, en posición fetal, muchas horas más de las que de por sí ya pasaba ahí.
Pero no fue sino hasta después de dos años que empecé a experimentar efectos secundarios que se relacionaban directamente con mi sexo: desde la ausencia de menstruación, periodos terriblemente dolorosos, quistes en los ovarios, vaginitis y hasta problemas para lubricar.
¿Me lo estaba imaginando o realmente los medicamentos que, por un lado, me estabilizaron también me estaban causando estos efectos secundarios?
Efectos de los medicamentos psiquiátricos en las mujeres, ¿la ciencia nos ha fallado?
Después de notar los efectos secundarios que mencioné arriba, más testimonios de mujeres llegaron a mí. Como el de una amiga con la que comparto diagnóstico que, como yo, estaba experimentando efectos similares a los míos, uno de ellos: problemas para lubricar.
«Me siento como si tuviera un desierto ahí abajo», me dijo en una de las tantas conversaciones que hemos tenido desde que descubrimos que nos pasaba lo mismo.
Y es que si bien los hombres también experimentan efectos secundarios vinculados al consumo de medicamentos psiquiátricos, las mujeres y personas con vulva nos llevamos la peor parte. De acuerdo con un texto publicado en la revista Scientific American, las mujeres tienen entre 50% y 75% de mayor posibilidad de experimentar efectos secundarios.
Aunado a esto, «a menudo, las nuevas moléculas se ensayan solo en el sexo masculino, tanto en los estudios con animales como en los clínicos. Según un informe oficial, 8 de cada 10 fármacos retirados del mercado por la Agencia de Fármacos y Alimentos (FDA) de EU entre 1997 y 2001 entrañaban mayores riesgos para la salud de la mujer que para la del hombre», detalla el texto.
Otro ejemplo: «La investigación con fármacos preclínica, antes de entrar en el mercado, se hace con ratas machos en un 75% de casos y solo en un 20% o un 30% en ratas hembras. Hay tratamientos que solo han sido investigados en hombres, o en ratas machos, y no en mujeres y eso es un problema grave a la hora de tratar», dijo a RTVE, Carmen Valls Llobet, autora del libro Mujeres invisibles para la Medicina.
La situación empeora cuando se trata de subsanar los efectos de los medicamentos psiquiátricos. «(Algunos antidepresivos) pueden influir negativamente en la respuesta sexual: disminuye el deseo, interfiere con la excitación, impide o retrasa el orgasmo», dice el texto científico Los antidepresivos inhibidores selectivos de recaptura de serotonina.
Y agrega: «para tratarlas puede prescribirse un inhibidor de PDE–5 (sildenafilo, taladafilo), en el caso de disfunción eréctil, o bupropión, en los casos de pérdida de la libido, o bien, disminuir la dosis o sustituir por un antidepresivo no ISRS».
«La medicina no piensa en nosotras. Los médicos y científicos solo piensan a ayudar a otros hombres como ellos cuando investigan y encuentran curas y alivios para problemas físicos y mentales», pensé por mucho tiempo.
Sesgos de género en la ciencia
Bastó escarbar un poco para descubrir otro hecho preocupante: hasta los años 90, en Estados Unidos estaba prohibida la participación de mujeres en los ensayos para probar medicamentos. Esto a pesar de que se sabe que las hormonas y el metabolismo de las mujeres y personas con útero les hacen más sensibles a ciertas medicinas.
Pero la ciencia y la medicina han sido machistas por siglos. Por ejemplo, las mujeres tienen el doble de posibilidades de recibir un diagnóstico erróneo de ataque al corazón en comparación con la población masculina.
Esto quiere decir que, en este momento, hay mujeres perdiendo la vida porque la mayoría de doctores asume que todas las personas sienten un dolor intenso en el brazo izquierdo cuando están teniendo un infarto.
Otro ejemplo es la pastilla anticonceptiva. En 2016, un estudio sobre métodos anticonceptivos para hombres tuvo que suspenderse por los efectos secundarios mostrados: «granos en la piel, trastornos del estado de ánimo y aumento de la libido, que los hombres consideraron demasiado severos e intolerables», dijo a la BBC Adam Watkins, profesor de biología reproductiva de la Universidad de Nottinghan.
Las mujeres y personas que toman pastillas anticonceptivas viven los efectos que para los hombres fueron «intolerables».
Sin ir más lejos: la vacuna contra el covid 19 y los efectos en la menstruación que, hasta la fecha, no están del todo documentados por los expertos, aunque cientos de mujeres han reportado afectaciones. En este caso, el riesgo de contraer covid supera a los malestares que podría causar la vacuna.
Es esa misma lógica con la que miles de mujeres consumimos los medicamentos psiquiátricos que, por un lado, contribuyen al cuidado de la salud mental y, por otro, generan efectos directamente relacionados con nuestro sexo.
¿Vivir sin medicamentos?
Actualmente me encuentro en proceso de retirar mi medicación por completo. Tengo el apoyo de mi círculo cercano y de mi psiquiatra, que me está guiando en el proceso.
Pero soy consciente de que mi caso no es el de todas, que el dejar de consumir medicamentos psiquiátricos es un privilegio y no una generalidad.
Es un privilegio vivir en un ambiente validante, que no me genere estrés y contar con una red de apoyo que me sostenga en las crisis para que éstas no lleguen a ser tan graves.
Es verdad que tomar pastillas puede ser el salvavidas que necesitamos en tiempos de crisis. Pero, aunque sea necesario, es importante exigir que nos den alternativas y, sobre todo, que los proveedores de salud nos informen claramente sobre lo que estamos consumiendo y sus consecuencias.
Y también que desde la ciencia haya perspectiva de género para seguir mejorando las medicinas.