El acoso callejero es una realidad muy difícil en México (y en muchos otros países). Puede afectar nuestra autoestima, nuestra sensación de seguridad y nuestra vida social.
Además, en el eterno intento por evitar ser acosadas, perdemos partes de nosotras, como nuestro estilo personal. Puede parecer superficial, pero tenemos el derecho de usar y vivir las calles, de experimentar con nuestra ropa sin miedo y de no ser culpadas, porque los ataques no se relacionan con lo que teníamos puesto sino con la misoginia y el pacto patriarcal.