“Escribir es escarbar en lo que no conocemos sobre nosotros mismos”, esta es una de las potentes frases de Ida Vitale sobre el oficio que ha desempeñado a lo largo de su vida.
No solo eso, también ha traducido a otras grandes de la literatura como Simone de Beauvoir y Clarice Lispector y ha sido reconocida con grandes preseas como el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo; el Premio Internacional Alfonso Reyes; el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y ahora el Premio Miguel de Cervantes, el máximo galardón en habla hispana.
Una institución de la poesía
A sus 95 años, la autora uruguaya es el único vestigio vivo de la Generación del 45 a la que también pertenecían Juan Ramón Jiménez, Juan Carlos Onetti, Idea Vilariño y Mario Benedetti.
En tiempos en los que se disfraza a la superación personal y a la cursilería con poesía, leer a Ida Vitale nos recuerda la belleza del verso, el poder de la palabra y nos hace conocer el estilo con el que redujo el infinito y se adueño de él.
Te presentamos cinco poemas de Ida Vitale para que conozcas su obra. Cuéntanos cuál te gusta más.
La palabra
Expectantes palabras,
fabulosas en sí,
promesas de sentidos posibles,
airosas,
aéreas,
airadas,
ariadnas.
Un breve error
las vuelve ornamentales.
Su indescriptible exactitud
nos borra.
Reunión
Érase un bosque de palabras,
una emboscada lluvia de palabras,
una vociferante o tácita
convención de palabras,
un musgo delicioso susurrante,
un estrépito tenue, un oral arcoíris
de posibles oh leves leves disidencias leves,
érase el pro y el contra,
el sí y el no,
multiplicados árboles
con voz en cada una de sus hojas.
Ya nunca más, diríase,
el silencio.
Estar solo
Un desventurado estar solo,
un venturoso al borde de uno mismo.
¿Qué menos? ¿Qué más sufres?
¿Qué rosa pides, sólo olor y rosa,
sólo tacto sutil, color y rosa,
sin ardua espina?
Gotas
¿Se hieren y se funden?
Acaban de dejar de ser la lluvia.
Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.
Mes de mayo
Escribo, escribo, escribo
y no conduzco a nada, a nadie.
Las palabras se espantan de mí
como palomas, sordamente crepitan,
arraigan en su terrón oscuro,
se prevalecen con escrúpulo fino
del innegable escándalo:
por sobre la imprecisa escrita sombra
me importa mas amarte.