Nombrarme bisexual me tomó diez años. Fue una década de terror, culpa y vergüenza. Este texto cuenta lo que he aprendido. Mi historia es para quienes somos bi abiertamente, quienes atraviesan su proceso y quienes buscan ser mejores aliades.
Aún siento nervios y emoción cuando salgo con una mujer. Aún le preguntó a amigues queer: «¿y si es hetero?». Aún reviso si el ambiente es seguro para tomar su mano (me sigue dando terror fallar en el diagnóstico y exponernos a diversas violencias). Aún me siento torpe porque crecí sin referentes. Aún tengo culpa por mi bifobia, porque todo lo indecible e insensible lo dije: «Es una fase, así no soy yo», «fue la fiesta, ¿quién no se besa con amigas?», «si me harto de los hombres, tengo otra opción». Es una culpa que me impulsa a asumir responsabilidades y derribar prejuicios.
Me atraen los hombres. Me atraen las mujeres. «Soy bisexual», me costó una década nombrarme. Y, como todes, estoy aprendiendo a querer(me) de forma sana y responsable.
Junio es mes de orgullo: mes de abrir espacios, luchar la discriminación y crear narrativas honestas sobre las distintas formas de vivir orientaciones e identidades. Para quienes somos queer, junio puede ser agridulce. ¿Por qué tanta música, brillo y arcoíris? Porque con frecuencia hubo silencio, violencia y oscuridad antes de llegar aquí.
Escribo este texto porque aprender sobre mi bisexualidad me permitió dejar atrás la bifobia, el terror, la culpa y la vergüenza. Lo escribo en especial para quienes aún no saben cómo verbalizarlo porque explica las cosas que me hubiera gustado entender antes.
Ser bisexual es libertad
Querer en libertad toma tiempo. Yo entendí que me atraían las mujeres a los 15, pero lo pude decir en voz alta hasta los 25. Crecí católica, oyendo mentiras tajantes desde niña: «Es pecado, desviación y pase directo al infierno». Escuché múltiples versiones que repetían que mi existencia era un error. Estas peligrosas ideas persisten –hace tan solo unos días se viralizó un sacerdote violento en IG– y está comprobado que dañan la salud mental de personas LGBT+.
En otros espacios, cuando expreso que soy bisexual, con frecuencia saltan prejuicios y preguntas invasivas: «Solo eres indecisa», «¿no tendrás el lívido sexual alto y te gusta probar de todo?», «¿has tenido sexo con mujeres?», «los hombres aman a las bisexuales, ¿no?», «jamás podría salir con una bisexual, doble posibilidad de engaño».
Decir «soy bisexual» en medio de tanta ignorancia es liberador. Nos permite nombrarnos y abrir la puerta para quienes están en proceso de nombrarse. Afirma que nuestra existencia no es error, ni desviación, ni indecisión, es diversidad.
¿Qué significa ser una persona no binaria?
Esta libertad implica entender que no debemos justificar nuestra bisexualidad a nadie porque no es obligación responder preguntas invasivas que no buscan aprender, sino juzgar.
Ser bisexual es valentía
Hoy, la palabra bifobia no forma parte de nuestro vocabulario. COPRED lo alerta así: «La invisibilización de las personas bisexuales es tal que no existen datos estadísticos certeros sobre la cantidad de personas bisexuales en el país, ni confiables sobre crímenes bifóbicos». La falta de datos hace parecer que la violencia contra nosotres no es grave. Pero lo es. Por ejemplo: 61 % de las mujeres bisexuales en EU reportan violaciones, agresiones o acoso sexual por parte de una pareja íntima.
Soy bisexual por valentía, ya que la violencia bifóbica –verbal, física y sexual– persiste. Porque aún lidio con prejuicios invasivos, acoso masculino o celos desmedidos cuando menciono mi orientación. Porque aún tengo que cerciorarme de que no haya personas violentas cuando expreso afecto con otra mujer en público.
Ser bisexual es ternura
Frente a la violencia desarrollamos estrategias de cuidado, aprendizaje y diálogo. Ser bisexual es aprender que más que etiquetas, necesitamos espectros. Y más que discursos políticamente correctos en público (que se caen con facilidad en lo íntimo), necesitamos diálogos que partan de la ternura.
Ternura es erradicar tu bifobia porque lastima a otres y a ti. Es permitirte sentir atracción y expresar afecto de forma abierta. Ternura es abrir pestañas en internet para explicarles a tus familiares qué es la bisexualidad o enseñarles esta joya en la que una abuelita católica destruye la homofobia en diez segundos.
Ternura es cuidarte y entender que no todo el mundo merece información tan sensible como tu orientación sexual (no, ‘salir del clóset’ jamás debería equivaler a exponerte a violencia). Ternura es dialogar con vulnerabilidad con quienes buscan aprender.
Ser bisexual es desobediencia
Por último, ser bisexual es desobedecer esquemas de vida impuestos porque nuestra existencia demuestra que la atracción y el amor existen más allá de la heterosexualidad. Ser bisexual es desmantelar imposiciones, nombrar violencias e inventar formas más libres de vivir. Ser bisexual es cuestionarnos y cuestionar mitos arcaicos.
Por esto, la bisexualidad –y todo lo queer– es resistencia política. Porque mientras las imposiciones sigan dañando, discriminando y violentando, seguiremos desobedeciendo.