Una colaboradora nos cuenta cómo es vivir con herpes genital, desde el momento del diagnóstico hasta encontrar una tregua con la enfermedad.
Cuando mi ginecóloga me dijo que tenía herpes genital, sentí que el mundo se me vino encima. Pensé que mi vida estaba arruinada para siempre y que todo cambiaría.
Desde ese diagnóstico he aprendido muchas cosas sobre la enfermedad, mi cuerpo, los estigmas en las enfermedades de transmisión sexual (ETS) y cómo una buena educación sexual puede cambiarlo todo.
Entendiendo el herpes
Para empezar, es importante mencionar que existen dos tipos de herpes: Tipo 1 (oral) y tipo 2 (genital). El virus del herpes (HSV) se transmite por contacto directo y suele causar llagas en la zona infectada, ya sea en la boca, los genitales, el ano y las nalgas.
Los síntomas tardan en aparecer entre 2 a 10 días después del contacto, aunque en algunos casos es asintomático.
Algunas cosas que puedes sentir: picazón, ardor al orinar, dolor en los genitales, temperatura, escalofríos y sensación de cansancio, entre otros. Muchas veces, las personas confunden estas señales con un simple resfriado o una resaca.
Mi primer (y afortunadamente único) brote de herpes fue horrible, no podía ni caminar porque el dolor me sobrepasaba, ardía en temperatura y para mi mala suerte al día siguiente empecé a menstruar.
Ir al baño me quemaba y yo lloraba a mares. Por alguna razón lo único que me daba consuelo era recordar las palabras de mi ginecóloga “El 60% de la población está infectada de herpes”.
Aquel martirio duró dos semanas, durante las cuales era incómodo y doloroso hacer literalmente cualquier actividad. El único momento donde sentía alivio era cuando me bañaba y el agua tibia caía sobre mi cuerpo. Me sentía sucia, sola y desesperanzada.
Lo peor de vivir con herpes es la soledad
Además, cuando busqué información sobre vivir con herpes me di cuenta de que lo único que había eran páginas que se limitaban a lo básico: qué es la enfermedad y cuáles son sus síntomas.
Me di cuenta del herpes genital se habla todavía menos que del VPH o el VIH. Yo solo quería leer algo humano o ver un video en YouTube que me hiciera sentir mejor pero no lo encontré. Como si a pesar de ser una enfermedad tan común nadie hablara de ella.
En la escuela había aprendido que existe y que para prevenirla debía usar anticonceptivos de barrera, pero no sabía que el herpes es una de las infecciones de transmisión sexual que puede transmitirse por contacto en la piel y zonas que el condón no cubre, así que aunque utilices preservativos tienes posibilidades de contagiarte.
Estoy convencida que de ahí nacen muchos estigmas hacia las ETS: crecemos con ese estereotipo de que solo pueden contraerlas “las personas promiscuas” o “quienes no se cuidan”.
Me sentí avergonzada y triste porque yo no lo sabía hasta que lo contraje. Yo también tenía prejuicios y vivir con herpes era un tema que sentía lejano, como si no fuera posible experimentarlo en carne propia.
Nos urge hablar del tema
Entré a grupos de apoyo para el herpes en Facebook y ahí comencé a darme cuenta que no era la única, que de alguna manera existían personas allá afuera pasando por lo mismo que yo, algunas luchando con ello desde muchos años atrás y otras con historias muy tristes. Personas abusadas sexualmente o a quienes les fueron infieles.
No importa cómo contraigas una enfermedad venérea, lo mucho que te cuides o tu higiene personal. Las ETS están ahí y debemos aceptarlas, debemos derribar esos estigmas y hablar de ellas.
Una de las preocupaciones más grandes en mí era que pensaba que jamás podría volver a vivir una vida sexual placentera, que nadie querría volver a estar conmigo y que yo no merecía amor.
Sin embargo, conocí a personas que me hicieron cambiar esa perspectiva, gente que tiene pareja y hasta hijes y me devolvieron un poco la fe ante una situación que yo creía perdida.
Lo que sigue…
El herpes es una de las pocas ETS que muestran síntomas realmente visibles y una de las pocas ETS que duelen. Además, la posibilidad de contraer VIH aumenta un 30% para quienes tenemos este diagnóstico, por lo que tenemos que cuidarnos más.
Es una enfermedad que más allá del dolor físico que te pueda causar, genera un estigma más doloroso a través de chistes, secretos, burlas. Así que recuerda siempre que una persona cercana a ti puede estar viviendo esa lucha sin que lo sepas.
Desde mi diagnóstico, he aprendido qué cosas son convenientes para mi cuerpo y cómo acoplarlo a una enfermedad tan molesta como lo es el herpes, porque si mis defensas bajan, si vivo bajo mucho estrés o tristeza los brotes pueden regresar.
Ahora intento hacer ejercicio, consumir comida rica en vitaminas, cuidar mi salud mental, hacer al antiviral aciclovir mi mejor amigo y sobre todo aceptar mi nueva condición.
Ser honesta con las personas con las que pretendo tener una relación y contarles de mi status. Aunque me causa muchísima ansiedad saber que alguien puede decir no y alejarse, también sé que las citas no siempre tienen que salir bien y que al final yo hice lo que me parece correcto: hablar de un tema que es necesario.
No voy a mentir, hay días que aún lloro con desesperación, días que deseo haber tenido una mejor educación sexual y aprender todo lo que sé ahora, pero reconozco que es parte del proceso que conlleva aceptarme, aceptar mi enfermedad y aprender a vivir con ella. No dejo que me defina, al contrario, intento derribar esos estigmas en mí y en la gente que me rodea.