Cada que mi hermana o yo hacemos algo sin sentido, mi papá nos dice: “dos años de kinder, seis de primaria, tres de secundaria, tres de preparatoria, cuatro de universidad…”
Eso fue lo que me repetí a mi misma cuando a los 23 años corté con mi penúltimo exnovio y terminé tirada en el suelo del cuarto de mis papás llorando desconsolada, completamente rota, como si ahí mismo se hubiera terminado mi vida. Dolía mucho, pero no era el fin de nada más que una relación que ya no era buena para mí, aunque eso claramente lo entendí muchos meses después de la ruptura.
Nunca más…
Luego de esa separación, me prometí nunca terminar con una pareja de una forma tan poco digna; nunca más le rogaría a alguien para que se quedara, o le azotaría la puerta del coche cuando me dijera que no quería intentarlo otra vez.
Me di cuenta que no sabía cómo era un noviazgo sin dramas, inseguridades o engaños. Durante casi ocho años me acostumbré a disculpar actitudes que me lastimaban con tal de ser la novia cool. Pero callarme y no hablar con la verdad cuando algo andaba mal, sólo creaba un círculo explosivo de enojos y arrepentimiento constante.
Mejor sola, que en relaciones tóxicas
Finalmente decidí enfrentar la soledad, había normalizado el hecho de saltar de pareja en pareja y sacrificar el bienestar propio con tal de estar acompañada.
Necesitaba de alguien más para sentirme bien conmigo misma y afirmar mis capacidades y virtudes. Había creado una dependencia tóxica a mis parejas, y el que alguien me “dejara”, significaba un fracaso grave en mi vida.
Una nueva oportunidad
Hace cuatro años empecé otra relación. Esta vez quería romper con todos los patrones del pasado, ser más segura y hacerme responsable de mi felicidad.
Es injusto y dañino adjudicar esa tarea a otra persona. Terminar con viejas costumbres y relaciones tóxicas requiere fuerza y honestidad, hay que saber definir necesidades y generar una confianza mutua que empieza creyendo en ti misma.
No ha sido fácil, y reconozco que hay días en los que la antigua yo vuelve al ataque, pero cada día intento construir una relación más sana conmigo y con mi pareja. He aprendido a honrar mis sentimientos y a crecer de manera independiente para que nuestra relación también crezca.
La que tenía que cambiar era yo
Al pensar en los años que invertí en conservar relaciones tóxicas, me siento realmente mal; perdí demasiado tiempo llorando y esperando que mis parejas cambiaran, cuando la única que tenía que reaccionar, era yo.
Amar desde la independencia y no desde la necesidad, me ha permitido tomar decisiones más maduras y a quererme más.
Como dijera la mítica cantante de jazz y actriz Eartha Kitt: “todo es cuestión de enamorarte de ti misma y compartir ese amor con alguien que te aprecie, en lugar de buscar un amor que compense la falta de amor propio”.