Hablar de moda tiene mucha tela de dónde cortar. Hablar de liberación femenina, también. Y reunir ambos temas crea un combo poderoso que más allá de una apariencia, forjaron una herramienta clave en el feminismo (el de antes y el de ahora).
La relación de las mujeres con la moda podría calificarse como de amor y odio. Esta puede empoderarnos y hacernos sentir más bellas, pero también todo lo contrario: darnos la sensación de insatisfacción, inseguridad, opresión (literal, y si no, pregúntenles a las dueñas de las fajas, los corsés y los brasieres incómodos).
De ahí que diseñadorxs hayan sido clave en crear prendas que provoquen, que protesten, que exijan igualdad. Es posible que a muchas de estos diseños ahora las veamos como algo súper común en nuestro guardarropa, pero en el pasado hubo personas que lucharon por poder vestirlos.
Sin más preámbulo, contaremos la historia de la liberación femenina por medio de faldas, ropa interior, bolsos, pantalones, trajes de baño y más.
Adiós corsé
Escuchar la palabra corsé nos remite luego luego al cabaret, a Lady Mermelade, a telenovela «de época», a cinturas diminutas y tal vez a mucho, pero mucho dolor. Esta era una prenda usada en la aristocracia del siglo XVII, para que las mujeres tuvieran una cintura más acentuada y se realzaran los pechos y la cadera. O sea, era como tener el efecto Kim Kardashian pero sin cirugía, solo dolor en el cuerpo. Todo el día.
Se hacían a la medida y estaban confeccionados con tela, varillas o maderas que oprimían el torso mediante cuerdas que lo ajustaban al cuerpo de las mujeres. Y así lograr ese efecto de»reloj de arena».
Tras la Revolución Francesa el corsé cae en desuso al considerarse una opresión para la mujer, al igual que las medias, zapatos, pelucas y calcetas. En los siglos XIX y XX se usó un poco por estética y por gusto. A partir de 1905, un grupo de feministas pidió su extinción para liberar el cuerpo. Y entonces, las mujeres respiraron mejor.
Hora de llevar los pantalones
Algo que trajo la Primera y Segunda Guerra Mundial fue la inclusión de la mujer en el trabajo. Como muchos hombres tuvieron que entrarle a las batallas en campo —y muchos otros murieron—, las mujeres se vieron obligadas a tomar la responsabilidad de mantener a su familia. Tomaron los trabajos de sus esposo así como sus ropas que resultaban más cómodas que los vestidos pomposos.
Llevar pantalones para laborar en las minas, en las fábricas en el campo se volvió común. Tanto que se comenzaron a confeccionar unos más favorecedores y cómodos para la silueta femenina.
¡Gracias bici!
Una historia que tiene que ver con usar pantalones nos lleva a otra amiga de la mujer: la bicicleta.
A finales del siglo XIX, las mujeres comenzaron a andar en bici. Esta actividad les permitió pasar más tiempo en la esfera pública —dominada por hombres— y a la par les hizo adoptar moda más liberadora y amigable. Antes de que las primeras se atrevieran a usar bicicleta y pantalones, solían hacerlo con vestido, pero esto representó muchos accidentes. ¿Puedes imaginar cómo sería andar en bici con una falda que llega debajo de los talones?
Un dato curioso es que, a fines de la década de 1880, la Reina Victoria del Reino Unido comenzó a andar en triciclo para adultos y también le obsequió bicicletas a sus hijas. Si una persona tan importante usaba y aprobaba que las mujeres anduvieran en este medio de transporte, ¿por qué no el resto del mundo?
En 1896, Susan B. Anthony declaró: «La bicicleta ha hecho más por la emancipación de las mujeres que cualquier otra cosa en el mundo». Y sí. Antes era una osadía andar sola en la calle y exhibirse sobre una bicicleta usando pantalones. Gracias a esas «loquillas», ahora podemos hacerlo libremente… Incluso con minifalda si nos da la gana.
Bolsos liberadores
Cuando lo leí, me impresionó saber que un simple bolso como el Chanel 2.55 podía tener una connotación feminista. La diseñadora Coco Chanel creó una bolsa de correa larga que se cruzara por encima del pecho. La intensión fue liberar a las mujeres de la «esclavitud» que representaban las bolsas de mano que ocupaban cargarlas en el hombro o llevarlas en las manos (como el clutch).
La diseñadora francesa tomó como modelo las bolsas que llevaban los soldados en la guerra y que permitían poder cargar de todo, pero dejando las las manos libres para cualquier actividad… como el trabajo.
En sí, esta y otras creaciones de Coco Chanel imitaron ropas y accesorios masculinos. Su estética fue novedosa, pero el mensaje de igualdad que mandaron lo era aún más.
La quema del brasier
En los años 60, cuando estaban en auge los movimientos a favor de la liberación femenina e igualdad de género, surgieron varios momentos icónicos que relacionan a la mujer con la ropa.
Tal vez el más famosos es «la quema del brasier». Esta imagen icónica surgió luego de que la famosa feminista australiana, Germaine Greer, declarara que «el sostén era una invención absurda». Luego, millones de mujeres comenzaron a pensar igual.
En Nueva Jersey, Estados Unidos, unas activistas protestaron a las afueras del concurso Miss América 1968. Colocaron unos contenedores —llamados la «Papelera de la libertad»— y empezaron a arrojar todas las cosas que consideraban oprimían a la mujer: sostenes, fajas, tubos para el pelo, zapatos de tacón alto, pestañas postizas. Acto seguido quemarían todo eso. Pero esto nunca ocurrió, porque se los prohibió la policía. No obstante, medios como The Washington Post corrieron la noticia de que esas activistas habían quemado sus sostenes.
La poderosa imagen mental de una mujer rabiosa, desafiante y dispuesta a romper y hasta quemar sus ataduras pasó a la historia. Un hermoso mito que sí se ha realizado, pero años después.
El escandaloso bikini
Si ahora es común vestir trajes de baño tan diminutos como se elija, antes no. Para las mujeres, ir a la playa representaba ponerse trajes de lana o franela. Y aunque estos se fueron reduciendo y aligerando en materiales, existía una policía encargada de cuidar y medir con una cinta el largo permitido para un traje. Ni muchos senos ni mucha pierna. Ya ni hablemos de mostrar las nalgas o el ombligo.
Esto cambió con la invención del bikini en los años 40. Una idea del ingeniero automovilístico francés Louis Reard —heredero del negocio de lencería de su madre—, quien diseñó un nuevo traje de baño femenino con dos piezas. De un tamañito nunca visto.
La primera valiente en usarlo fue Bernardini (striper del Casino de París) durante un desfile previsto para el 5 de abril de 1946. La recepción de esta prenda se esperaba tan abrumadora como el lanzamiento de una bomba. Solo cinco días antes de ese suceso, el Gobierno de Estados Unidos había detonado en el atolón de Bikini. De ahí tomó su nombre.
Y aunque pasaron varios años para que el mundo se acostumbrara al bikini, actrices como Brigitte Bardot, Ursula Andress, Marilyn Monroe, Jane Fonda y Liz Taylor ayudaron a su popularización. Para los años 50, en las playas de Cannes el bikini se volvió de las prendas más deseadas.
Bienvenida, minifalda
Los años 60 fueron una época de renacimiento y experimentación. Si un hombre podía llegar al espacio, muchas cosas más podrían suceder en la Tierra.
La minifalfa fue una de esas señales. Apareció en los años 60 y se popularizó más una década después. Antes de eso, era impensable que una chica vistiera una falda 20 centímetros arriba de la rodilla.
El diseño de esta prenda se le atribuye a Mary Quant, pero ella misma explicó que su inspiración fueron las mujeres de París y Londres, que cada vez comenzaron a recortar más sus faldas para mostrar emancipación. Si se usaba una prenda que dejaba ver las piernas casi completamente, esto era reflejo de la soltería, del poder divorciarse, de decidir sobre la natalidad con la píldora anticonceptiva. Dicho en una sola palabra: liberación.
La declaración de power suit
Si bien a principios del siglo XX las mujeres comenzaron a usar la ropa de los hombres, fue hasta los años 60 que diseñadores como Yves Saint Lauren crearon la versión femenina del smoking. Un atuendo que gritó igualdad de poder, igualdad de vestimenta entre mujeres y hombres.
Dos décadas después, en los 80, marcas como Nina Ricci, Calvin Klein, Dior y Donna Karan comenzaron a popularizar el power suit o traje de ejecutiva. Este consistía en un «un conjunto de falda corta y hombros amplios. Simbolizaba a las mujeres tomando el control en el puesto de trabajo», explica Harriet Worsley en el libro ‘Décadas de moda’ (Getty Images).
Para quien piense que la ropa es solo asunto de vanidad y mercadotecnia, hay estos y más ejemplos de que la moda sí puede ser un arma de liberación femenina.