Sobre Ana Victoria García se han escrito muchas cosas. Por ejemplo, que es la «maestra de las emprendedoras» (Entrepreneur en Español); «una de las 100 mujeres más poderosas de México» (Forbes) o «la elegante mujer del futuro» (Quién). Sin embargo, cuando me encuentro con ella en las oficinas de su plataforma de emprendimiento, Victoria 147, descubro que no solo es una persona sumamente cálida y sencilla, sino que a medida que comenzamos a hablar me percato de que el camino que ha recorrido, sus dolores y anhelos, son muy similares a los de muchas otras emprendedoras mexicanas que buscan crear un verdadero impacto a través de sus proyectos.
Victoria 147 nació en 2012 como una red de apoyo para redefinir la posición de las mujeres en el mundo de los negocios y brindarles herramientas de emprendimiento. Hoy en día es una red con más de 300 emprendedoras, mentores, una aceleradora y programas académicos, además de contar con la Certificación «Por y Para la Equidad».
Conversé con Ana Victoria sobre los principales retos de comenzar su proyecto; las cualidades que busca en una emprendedora y por qué México necesita a más mujeres creando negocios.
¿En qué punto de tu vida estabas cuando decidiste emprender?
Empecé en Endeavor, que es una aceleradora de negocios de alto impacto, cuando yo ni siquiera sabía qué era. Me metí a la pagina un día antes de la entrevista y la verdad es que empecé ahí porque fue donde me dieron chamba… Pero una vez allá descubrí a los emprendedores, que son estos personajes que me inspiraron un chorro, que son soñadores y que aunque su idea parecía no tener lógica para nadie, ellos la defendían con pasión y seguridad. Y eso me pareció muy valiente.
Ya estando ahí eso se contagia y descubrí que yo soy soy muy libre e independiente. Me gusta crear y soñar y pensé que en una institución no lo iba a poder hacer, y fue cuando llegó mi momento de emprender.
¿Ya sabías qué proyecto querías crear?
Fue todo un proceso. Me acuerdo perfecto que primero anoté en una libreta todo lo que me gustaba –desde proyectos de cocina, porque amo comer, y de moda, que es algo que también me gusta– pero al final pensé en qué es lo que mejor sabía hacer y qué herramientas tenía, y de pronto caí en la cuenta de que no había suficientes mujeres en el emprendimiento.
Me veía en las salas de juntas siendo la única mujer en la mesa y con ciertas actitudes que me disgustaban un poco, porque eran como «¿Puedes tomar tú la minuta?» o servir el café y dije «¿por qué me asignan estos roles?». Creo que hay mucho que hacer en este sector. Empezarnos a unir y redefinir la posición de la mujer en estas salas de juntas. Y así fue como formé mi visión de redefinir el concepto de la mujer actual y todo lo que eso engloba.
¿Qué fue lo más difícil de emprender?
Varias cosas. Primero, la incertidumbre de decir ¿y si no jala? Y lo segundo, esa parte en la que la gente –aunque ya tengas una trayectoria– no te cree y te dice «ven en un año». Por eso creo que tienes que emprender en el momento en el que más energía tengas, porque solo así te vas a poder enfrentar a todos los «no» que te tocan.
De esa primera etapa, ¿qué reto importante recuerdas?
Yo creo que convencer al equipo. O sea, ahora lo pienso y digo ¡híjole! No sé si yo en sus zapatos le hubiera entrado. Porque yo era una chava en un café contratando a alguien que tal vez tenía sueños de entrar a un Procter & Gamble y pidiéndole que lo cambiara por una chavita con su compu. A veces me pregunto cómo le hice para convencer a las primeras personas que se sumaron al equipo.
¿Qué cambios crees que deban darse para que más mujeres emprendan?
Nos tenemos que reorganizar como sociedad, porque los retos con los que nos topamos y por los que no tenemos hoy representación son que no nos la creemos. Tenemos este mindset de «no, pero todavía no tengo el proyecto listo, mejor en un año más». Esa cuestión de la perfección y el no querer fallar que hace que a veces no demos el paso.
También están los roles culturales y sociales que nos marcan como hombre y como mujer. Yo creo que la reorganización familiar se va a dar a medida que sucedan cambios con las mujeres. El compartir responsabilidades tanto económicas, como de la familia, etc.
Y el tercer punto es un tema de infraestructura y condiciones laborales. Por ejemplo, que no haya suficientes guarderías o que no sean de calidad. Además, los horarios que manejan no te dan oportunidad de tener un trabajo de tiempo completo. Por otro lado, las empresas no entienden lo que la mujer tiene que pasar cuando es mamá. No hay un cuarto de lactancia, los baños no están bien equipados, etc. O bien, si eres una mujer que no quiere ser madre, entonces que en vez de una baja por maternidad te puedan ofrecer otro tipo de prestación.
Debe haber un rompimiento más ágil que permita que el hombre y la mujer puedan ser como quieren y sin estereotipos.
¿Qué elementos clave buscas en una emprendedora?
Siempre que hablas de un proyecto hablas del emprendedor, o al menos en el 80% de los casos. Y algo que me gusta mucho es la seguridad con la que una emprendedora habla, sin caer en la soberbia, pero que realmente te transmita resiliencia y seguridad. Que sepas que, funcione ese proyecto o no, esa persona se va a levantar.
Otra cosa que me gusta es que sea ambiciosa y no necesariamente solo en términos económicos, pero que –ya sea un proyecto empresarial, artístico, cultural o humanitario– digas, «esta mujer sueña». Y el tercer punto es que ejecute, porque no sirve de nada una soñadora que no ejecuta. Así que tiene que demostrar que es capaz de hacerlo. Básicamente eso es lo que más evalúo en una emprendedora.
¿Qué es lo que nadie te advierte sobre emprender?
Muchísimas cosas, porque creo que ahorita estamos en una burbuja en donde está sexi y de moda emprender, pero la realidad es que nadie te habla de que el o la directora general a veces tiene la peor chamba y no es la persona favorita. O sea tienes que despedir gente, a veces si no te alcanza para la nómina de los demás tienes que sacrificar la tuya. Hay muchas situaciones en las que no eres tan «rockstar». Y aquellos que piensan que lo son, son precisamente quienes quiebran sus empresas porque se ponen el sueldazo desde el día 1 y no entienden que esto es un camino a largo plazo.
Y siento que otra de las cosas que no te dicen es que los primeros dos años la vas a sufrir. Los primeros dos años son cabrones, porque tienes que construir credibilidad, tienes que definirte –para qué eres buena y para qué no– y al mismo tiempo darte palmadas de ánimo en la espalda. Es un camino muy cansado.
¿Por qué crees que México necesita a más emprendedoras?
Porque creo que México necesita un mensaje distinto y las mujeres somos el vehículo para darlo. El capitalismo está en un punto de quiebre. Fue un sistema que parecía funcionar, pero hoy siento que ya está demasiado extremista y, de alguna forma, las mujeres no estamos del todo dispuestas a prostituirnos porque nuestro proyecto crezca solo por el dinero. En el camino también nos interesa la gente, hacer un cambio y el impacto que estamos generando. Claro que hay que ser competitivas y mujeres de negocios, no nada más soñadoras, pero necesitamos una propuesta distinta, pensar de forma integral y generar impacto.
Por eso es importante darnos voz, alzar la mano y ver que hay otras formas de organizarnos. Las mujeres en comunidad somos imparables.