¿Los monógamos tienen un cerebro distinto a los que no lo son? Esa es una pregunta que se han hecho centíficxs —y muchxs de nosotrxs también, cuando nos ponen el cuerno—. Para responder a esta duda existencial, un grupo de neurocientíficos estadounidenses hizo uno de esos famosos estudios que nos encanta leer.
De acuerdo a la publicación del estudio, se sugiere que las orientaciones monógamas y no monógamas podrían estar «conectadas» a nuestros cerebros y no ser solo obra de la calentura.
Para comprobarlo, reunieron a 10 hombres que se sabía que eran “altamente monógamos” (que nunca habían tenido una relación abierta, que no habían engañado a su pareja ni tenían intenciones de hacerlo, tampoco fantaseaban con alguien que no fuera su pareja y no solían tener un historial amplio en parejas sexuales, menos de 11) y otros 10 “no tan monógamos” (todo lo contrario a lo anterior y más de 30 parejas sexuales).
Cuando la mente los delata
A todos ellos los sometieron a ver imágenes diversas mientras su activación cerebral era monitoreada. Algunas eran de escenas con de desnudos y sexo explícito, otras con parejas en su cotidianidad —esta vez con ropa—, dándose abrazos o tomados de la mano, algunas más de gente sola en su rutina y las últimas de temas de naturaleza, sin humanos.
Al comparar los patrones de activación cerebral, los científicos observaron que ambos grupos mostraron una activación significativa en el cerebro al ver imágenes sexuales. Y hasta ahí nada sorprendente. Lo interesante pasó al comparar las imágenes románticas (las de parejas con ropita).
Ahí, los monógamos demostraron una activación significativamente mayor del sistema de recompensa del cerebro y los no monógamos se vieron poco emocionados con esto. Caso aparte es que las áreas del cerebro que se activaron al ver las imágenes románticas fueron casi las mismas que las que se activaron cuando vieron imágenes sexuales. Es decir, para ellos era igual de agradable ver relaciones sexuales que una pareja caminando de la mano.
Y ya podrán imaginar qué sucedió con los no monógamos: mostraron diferentes patrones de activación cerebral. Algunas de las áreas que se activaron fueron distintas a las que se encendieron al ver las relaciones sexuales. Los investigadores explican que es curioso que esas nuevas áreas activas al ver las fotos románticas estaban destinadas a meditar lo que ocurría, no solo a disfrutarlas de forma automática.
Lo que queremos saber
Lo que se concluye de este estudio es que la monogamia puede estar arraigada a nuestra propia biología y genética. Ya antes, aquí en Malvestida, habíamos habla de que la predisposición al divorcio también está relacionada con los genes.
De acuerdo con Justin Lehmiller, doctor en Educación Sexual y articulista de Playboy y el Kinsey Institute, este estudio resulta muy interesante y esclarecedor sobre el tema de la monogamia y el cerebro. Sin embargo, “también necesitamos un trabajo que aborde las limitaciones de este estudio, incluido el hecho de que solo se enfocó en hombres heterosexuales, lo que significa que no podemos decir si los resultados serían los mismos para las mujeres y las personas con atracción por personas del mismo sexo o los poliamorosos”, explica.
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